A MODO DE «EDITORIAL (O ALGO ASÍ)».
Arribismo y derrotismo
«El suscrito» Director vio por televisión los partidos de Copa Libertadores que jugó el Cúcuta Deportivo, con cinco colegas jubilados. Menos el de visita al Boca Júniors, pues lo vio con ellos cinco, más otro jubilado, un decano y un veteranísimo colega que no se ha pensionado.
Algo reiterado fue el pesimismo del resto de «la patota» cada vez que el rival «abrió la cuenta», ante lo cual «el suscrito» Director —a quien se lo tiene por irreverente y hasta ateo— les espetó la frase bíblica ¡Hombres de poca fe!, atribuida a Jesucristo.
Así que: ¿qué más podía esperarse cuando Martín Palermo anotó en La Bombonera el segundo gol del Boca? Alguien de «la patota» dijo quejumbroso que el dueño del negocio debería apagar ya el televisor y nosotros, largarnos a dormir. Pero faltaba lo peor.
Apenas el parcializado árbitro uruguayo decretó la conclusión, el veteranísimo colega, quien hasta un segundo antes del segundo del Boca le echó vivas al equipo motilón, saltó de la silla y lanzó este chillido: ¿Qué se podía esperar del «cucutica», si el Boca Júniors es «distancia y categoría»?
Una entristecida dama rubia, de una de las mesas adyacentes, llamó al mesero y le pidió otra cerveza. Entonces el colega de «la patota» que estaba cerca a ella le dijo que mejor pidiera una docena de pañuelos para llorar a moco tendido la derrota.
Eso le hizo recordar al «suscrito» Director el arribismo de otros tiempos, cuando los rectores y decanos eran «ponidos», que significa: no elegidos. Porque la mayoría de los colegas eran «hinchas» del que estaba más arriba: del rector. Pero, si el gobernador lo «bajaba de ese burro», del árbol caído esos «hinchas» hacían leña como para cocinar tamales, más mute más sancocho.
Hasta llegó a ocurrir que a un entrante gobernador se le pidió que no cambiara al rector que nombró su antecesor. Y, de cuando en cuando, al rector le enviaban panegíricos con un jurgo de firmas de respaldo; curiosamente, cuando surgía alguna incipiente oposición.
editorial-occidente-universitario@hotmail.com
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El Doblemente Glorioso
CÚCUTA DEPORTIVO
subiendo la escalera al cielo
ALFREDO DÍAZ CALDERÓN, socio
honorario de la ACORD. Carnet N° 25.
El año 2007 se inició para los cucuteños con gran expectativa, centrada en el deporte. Porque, por lo demás, los problemas seguían siendo los mismos: el bajo precio del bolívar, la ausencia de compradores en los almacenes y de los turistas en los hoteles y restaurantes, la lucha de los pimpineros y de los buhoneros, los reclamos del magisterio por el atraso en el pago de sus sueldos y primas, la violencia en las barriadas y la inseguridad en el centro de Cúcuta.
Sin embargo, el tema central era: “Cúcuta Deportivo ya está en la Copa Libertadores de América” y “jugará en su grupo con Gremio de Porto Alegre (de Brasil), Cerro Porteño (de Paraguay) y Deportes Tolima (de Colombia)”.
En esos días la crónica deportiva nacional le pronosticaba a nuestro equipo Negri-Rojo el último lugar de ese grupo, por ser novato o inexperto en ese torneo de tanta envergadura y prestancia. Los cucuteños pusimos “oídos sordos” a aquellos argumentos, porque teníamos la esperanza de que nuestro Doblemente Glorioso hiciera honor a su nombre, a su historia y a nuestro ancestro.
LA PRIMERA RONDA
EL “MARTES 13” DE FEBRERO fue el debut del Cúcuta Deportivo en la Copa Libertadores de América, empatando como local 0 por 0 con el Deportes Tolima en esta fase clasificatoria para octavos de final.
Conceptos muy negativos surgieron esa noche y se acentuaron el día siguiente. En lo deportivo, las infaltables aves de mal agüero locales sumaron sus voces a las de los “cachacos” y reconfirmaron que seríamos eliminados sin ganar un partido en esta primera fase. En lo organizativo, criticaron la iluminación del estadio y el escaso aforo de las graderías, pues más del 40% de ellas no estaban en servicio. Un programa deportivo radial de Bogotá insinuó la posibilidad de que la Confederación Suramericana de Fútbol (Conmebol) vetara el Estadio General Santander, por causas deficitarias en su iluminación y en su aforo.
EL MARTES 27 DE FEBRERO Cúcuta Deportivo empató con Gremio 0 por 0 en Porto Alegre (Brasil). Los periodistas brasileros comentaron positivamente esa actuación de nuestro equipo, llamándola incluso “un empate con sabor a triunfo”, mientras aquí, en Colombia, los anunciantes de desastres pronosticaron que el Doblemente Glorioso difícilmente podría anotar un gol antes de ser eliminado del torneo.
EL “MARTES 13” DE MARZO, en el General Santander, 32.000 espectadores vieron empatar 1 por 1 al Cúcuta Deportivo con Cerro Porteño. Nuestros pájaros de mal agüero ya no siguieron criticando nuestro estadio ni la capacidad ofensiva del equipo, pero se refugiaron en criticar la falta de triunfos.
EL MARTES 20 DE MARZO, en Ciudad del Este (Paraguay), Cúcuta Deportivo perdió 1 por 2 ante Cerro Porteño. Los “casandras”, ¡felices! porque el resultado les confirmaba la “infalibilidad” de sus pronósticos, los cuales confirmaban lo que el “Papado rolo” había dictaminado antes del primer “martes 13”: que nuestro Doblemente Glorioso era un “equipito”. Y como todo agorero y culebrero tiene su audiencia, la de los agoreros locales no sólo confirmó su lealtad a sus gurúes, sino que arrastró a más adeptos.
EL MIÉRCOLES 11 DE ABRIL, en el Estadio General Santander, ante 35.000 espectadores el Cúcuta Deportivo derrotó 3 por 1 al Gremio (de Brasil). Nuestro equipo demostró capacidad ofensiva y los agoreros se redujeron, pero aún quedaban unos cuantos que pronosticaban el triunfo del Tolima dentro de “13” días en Ibagué y la consecuente eliminación del Cúcuta Deportivo. (¡Qué vaina! —pensarían—: cuando no es la fatídica coincidencia “martes 13”, es el “13” a secas.)
EL MARTES 24 DE ABRIL, en Ibagué, Cúcuta Deportivo derrotó 4 por 3 a un Deportes Tolima aguerrido. Nuestros jugadores demostraron esa noche, no sólo técnica, disciplina, capacidad y resistencia, sino, ante todo, ética deportiva y amor propio, pues llegaron estar con el marcador en contra 2 a 3, lo cual les exigía dos goles más para no quedar eliminados. Pero empataron el partido y, ya sobre el minuto final, se logró el gol del triunfo y la clasificación a octavos de final, donde comenzaríamos como locales ante el Toluca (de México).
LOS OCTAVOS DE FINAL
JUEVES 3 DE MAYO, en el Estadio General Santander: Cúcuta, 5; Toluca, 1. A los 20 segundos Toluca se pone en ventaja y los 38.000 espectadores cucuteños quedan mudos, ante la euforia y los gritos de un pequeño grupo de mexicanos. Ese gol tempranero, o “de camerino”, espoleó la furia motilona y lo que se vio a partir de ese momento en el General Santander fue una tromba negra y roja, atacando y goleando sin piedad a su digno y pundonoroso adversario. El argentino Juan Manuel “el Burrito” Martínez, autor de 3 goles, fue la gran figura; y el uruguayo Charles Castro y el colombiano Alexánder del Castillo anotaron los otros 2 goles del Cúcuta Deportivo. Todo el plantel jugó esa noche en forma casi perfecta, y demostró a propios y extraños que el Cúcuta Deportivo es el equipo colombiano más dinámico, balanceado y armonioso de nuestro fútbol en este momento.
MARTES 8 DE MAYO, en México: Toluca, 2; Cúcuta, 0. Nuestro equipo jugó, lógicamente, sin exponer su ventaja acumulada 5 días antes y, ante el empate de puntos, el marcador global de 5 por 3 a su favor lo clasificó a cuartos de final, donde iniciaría como local ante Nacional, de Montevideo (Uruguay).
LOS CUARTOS DE FINAL
MARTES 15 DE MAYO, en el Estadio General Santander: Cúcuta, 2; Nacional, de Montevideo, 0. Asistencia de 42.000 espectadores. Aforo completo. Iluminación perfecta. Goles: Macnelly Torres, a los 75 minutos; y Blas Pérez, a los 88 minutos. Excelente arbitraje. Buen comportamiento del público y de los jugadores. Desaparecen los agoreros, y los cucuteños ya estamos soñando con llegar al cielo, porque nuestro Doblemente Glorioso, como uno de los 8 mejores equipos de América, ya ha recorrido las tres cuartas partes de la escalera celestial.
MARTES 22 DE MAYO, en el Estadio Parque Central, de Montevideo (que es el estadio del Nacional): Nacional, 2; Cúcuta, 2. Desde las 6 p.m. el pueblo cucuteño está pendiente de la señal de televisión, que viene desde la República Oriental del Uruguay. A los 11 minutos de juego ya estamos perdiendo 1 por 0, pero tenemos fe en nuestro equipo negro y rojo. A los 21 minutos el rosariero Rubén Darío Bustos empata 1 por 1 mediante cobro impecable de un tiro libre. El primer tiempo termina 1 por 1, y los cucuteños adelantan la celebración en todos los barrios de Cúcuta.
Se inicia el segundo tiempo y, a los 39 minutos de éste, Nacional anota y se pone arriba 2 por 1. Pero los cucuteños seguimos optimistas y alegres, porque el gol de visitante nos favorece. La explosión triunfal en Cúcuta se produce a los 88 minutos de juego cuando Lionard Pajoy, también rosariero, en rápido contragolpe individual anota el gol del empate, para terminar el partido 2 por 2. La diferencia de puntos 4 a 1 a favor del Cúcuta Deportivo (y ni hablar del marcador global 4 por 2 a su favor) lo clasificó a semifinales de Copa Libertadores de América.
Los cucuteños seguimos soñando con el cielo y lo vemos más cerca, porque nuestro Doblemente Glorioso ya subió 28 peldaños y hoy está entre los 4 mejores equipos de América. Esto nos llena de sano orgullo a todos los cucuteños, lo mismo que a los habitantes de la Villa del Rosario, cuna del general Francisco de Paula Santander, porque dos jóvenes deportistas de esa Histórica Villa fueron esta noche los verdaderos héroes en el Estadio Parque Central, de Montevideo (Uruguay).
(Antiguamente, los habitantes de Villa del Rosario se autodefinían “rosarieros”. Después, utilizaron el gentilicio “rosarienses”. Y por las cosas del fútbol, sobre todo por el gentilicio de los hinchas de los equipos argentinos Newell’s Old Boys y Rosario Central, ahora se autodefinen “rosarinos”.)
EL PRIMER PARTIDO DE LA SEMIFINAL
JUEVES 31 DE MAYO, a partir de las 7 de la noche en el Estadio General Santander. Cúcuta Deportivo derrota 3 por 1 al Boca Júniors, de Buenos Aires (Argentina), equipo que es pentacampeón de la Copa Libertadores de América y tricampeón de la Copa Intercontinental de Clubes. Boca ocupa el segundo lugar del mundo en cuanto a títulos internacionales obtenidos, y lo supera el Milán (de Italia) por un solo título.
Desde las primeras horas de la mañana del martes 29 de mayo, los alrededores de nuestro estadio se transformaron en un “gigantesco mercado persa”: vendedores de camisetas, gorras, sillas, cojines, banderas, banderines, pitos y maracas alusivas a nuestro equipo; ventas ambulantes de cerveza, gaseosa, golosinas y comidas rápidas.
Miles de personas, frente a las taquillas en busca de boletas, empezaron a crear un desorden que poco a poco fue creciendo y que al mediodía del miércoles 30 de mayo se salió de control, cuando varios exaltados trataron de tomar por la fuerza las taquillas y las oficinas del Cúcuta Deportivo, y agredieron físicamente a varios directivos de nuestra institución negrirroja.
La Policía Nacional, utilizando gases lacrimógenos, dispersó a los revoltosos y, desde ese momento, tomó control del estadio y le devolvió la paz a los barrios adyacentes. La gente siguió comprando sus boletas en forma ordenada, de a una por persona, hasta las 6 p.m., cuando se suspendió la venta y se anunció que se continuarían vendiendo a partir de las 8 a.m. del día siguiente.
El jueves 31, a las 10:15 a.m., se anunció que ya estaba agotada la boletería y las personas que no alcanzaron a comprar su boleta fueron retiradas sin dificultad. A esa hora ya había 3 cordones de seguridad policial. Sólo podrían entrar a la zona los que portaran su boleta en la mano.
Se abrió el estadio y, durante 7 horas, largas filas entraron lentamente a él. A las 5:30 p.m. la ciudad, en plena soledad, parecía muda. La vida parecía estar dentro del Estadio General Santander, donde más de 45.000 personas se disponían, entre cantos, gritos, risas y música, a vivir la realidad del sueño más lindo de nuestra historia deportiva local.
El árbitro paraguayo, Carlos Amarilla, dio la pitada inicial y en las tribunas se prendió la emoción. A los 26 minutos el estadio quedó en silencio, cuando Ledesma abrió el marcador para el Boca Júniors. Durante 13 largos minutos el público cucuteño fue apático, pero nuestros jugadores no desfallecieron y a los 39 minutos Blas Pérez, en brillante jugada personal, definió con su pierna izquierda para vencer al arquero Caranta y empatar el partido. Así terminó el primer tiempo, con el público nuevamente bullicioso y activo, animando al Cúcuta Deportivo.
El segundo tiempo se jugó a velocidad de vértigo, y Boca Júniors se quedó sin aire y sin su arquero titular, que fue relevado por Bobadilla. A los 64 minutos Blas Pérez, con toque sutil y elegante, anticipa al arquero Bobadilla y pone en ventaja al Cúcuta Deportivo. Sigue la furia motilona en su ataque demoledor. Macnelly Torres es derribado fuera del área y el árbitro sanciona tiro libre a 35 metros del arco. Cobra Rubén Darío Bustos y la pelota sobrepasa la barrera de cinco hombres, describe una curva impresionante y se mete por el ángulo superior izquierdo, después de rozar levemente el horizontal del arco boquense. Este gol se produjo a los 83 minutos y, en los minutos que quedaron, el Cúcuta desaprovechó dos oportunidades para aumentar la ventaja.
Macnelly Torres fue nuevamente el gran conductor, y Róbinson Zapata confirmó que es garantía de seguridad en la portería del Doblemente Glorioso Cúcuta Deportivo. El entrenador, Jorge Luis Bernal, dirigió el equipo a la perfección y todos sus jugadores respondieron a sus instrucciones con precisión.
(Este artículo lo he estado redactando “por cuotas”: una vez se juega cada ronda. A las 4 de la madrugada del viernes 1º de junio comencé a escribir sobre este primer partido de la semifinal y en ese momento, 7 horas después de concluido el partido, se escuchan gritos, música, pólvora y pitos, festejando el logro de lo que muchos creyeron imposible: derrotar al equipo más grande de América y segundo mejor club del mundo, y por marcador de 3 a 1. Cúcuta está feliz y espera volver a celebrar el jueves 7.)
EL SEGUNDO PARTIDO DE LA SEMIFINAL
JUEVES 7 DE JUNIO, en el Estadio “La Bombonera”, de Buenos Aires: Boca Júniors, 3; Cúcuta Deportivo, 0.
A los 4 minutos de iniciado este partido perdimos la fe en la clasificación de nuestro equipo a la final de la Copa Libertadores, pues Lionard Pajoy fue derribado intencionalmente dentro de las 18 yardas del Boca Júniors y el árbitro uruguayo, Roberto Silvera, “no vio” absolutamente nada. Sin embargo, ya en ese momento, este señor le había sacado 2 tarjetas amarillas al Cúcuta Deportivo y había iniciado el partido bajo condiciones anormales, desconociendo a sus propios auxiliares, quienes le advirtieron de la absoluta falta de visibilidad dentro de la cancha por una espesa niebla. Por eso, todo lo que sucedió después no me sorprendió: a los 43 minutos ya teníamos 4 tarjetas amarillas y, como el marcador seguía 0 a 0, Silvera sancionó un tiro libre para que Riquelme anotara el primer gol del Boca.
Se inicio el 2º tiempo y continuó la táctica: acciones violentas del público contra nuestro arquero Róbinson Zapata, juego fuerte y a veces mal intencionado por parte de Boca y más sanciones para nuestros “motilones”. A los 68 minutos Martín Palermo anotó de cabeza el segundo gol boquense. A los 83 minutos Lionard Pajoy es derribado dentro del área por el arquero Caranta, pero el árbitro Silvera tampoco vio esta segunda pena máxima (y vaya uno a saber si no la vio porque no quiso o porque no se lo permitió la espesa niebla). A los 89 minutos Bataglia, de cabeza, cierra la cuenta 3 a 0 para Boca.
El resultado de este partido de semifinal no nos causa amargura. Nos sentimos ahora más orgullosos de nuestro Doblemente Glorioso Cúcuta Deportivo. Somos, en este momento, uno de los 4 mejores equipos de América. Tanto, que el marcador global con Boca fue apenas de 4 a 3 en contra y los dos equipos que jugarán la final de esta Copa Libertadores, Gremio (de Brasil) y Boca Júniors (de Argentina), cayeron derrotados por el Cúcuta Deportivo en nuestro Estadio General Santander: Gremio, por 3 a 1, el miércoles 11 de abril; y Boca, también por 3 a 1, el jueves 31 de mayo.
Nuestro equipo tiene 83 años de existencia, y actualmente es el Campeón del fútbol profesional colombiano y el mejor equipo de este fútbol del país. Su Himno y su Bandera, creados en 1928, tienen ya 79 años. Por todas estas razones es llamado con orgullo por sus hinchas y fanáticos, y por los periodistas deportivos regionales: El Doblemente Glorioso. Y esta honrosa denominación fue adoptada por la afición deportiva y los periodistas deportivos del resto del país, porque su hazaña no fue de poca monta: retornó a la categoría A, se coronó su Campeón y su desempeño en esta Copa Libertadores fue sencillamente sorprendente; y todo, en un poco menos de año y medio.
No pudimos llegar al cielo. Únicamente nos faltaron dos peldaños. Pero algún día llegaremos. Porque si fuimos capaces de esperar 83 años para llegar a donde estamos, ahora no nos va a faltar perseverancia.
(Cúcuta, 8 de junio del 2007.)
Pavita
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es
Hay dos clases de fumadores: los que compran y los que nunca cargan un paquete de cigarrillos, pero que permanentemente viven fastidiando a los demás con su bendita pedidera. Sobresalen, por su cansonería, aquellos que no dejan que los demás terminen de fumarse su cigarrillo sino que los interrumpen con la plegaria de “déme la pavita”; es decir, “déme la colilla”.
Es un mal nacional que se da en todas las regiones de nuestro bello territorio. Nadie se escapa a semejante fastidiosa costumbre. Podemos afirmar que es netamente creatividad nacional, pues, que yo sepa, no se da en otros países decentes. Lo practican todas las clases sociales, desde el obrero raso hasta el más encumbrado ejecutivo. Aquí todo mundo pide la pavita. Y lo peor, es que nadie siente pudor por tan horrorosa y nefasta manía. Analicemos estos casos:
LOS EMPRESARIOS. Son especialistas en pedir pavitas tributarias. Lloriquean por todo: por el precio del dólar, por el clima, por la apertura económica, por la competencia. Ahora se valen del tal lobby para hacer presión sobre nuestros abnegados padres de la patria con el ánimo de convencerlos para que éstos les otorguen un respiro a sus esfuerzos patrióticos. El caso de BAVARIA es típico de la mencionada pavita tributaria. Cuando cualquier industrial elabora un producto, el impuesto a pagar cobija tanto al contenido como al continente. Para Bavaria eso no cuenta: ellos tributan sobre el líquido, mas no sobre la botella, la etiqueta y la tapa. Eso sí es pava de ministro.
Otros pordioseros tributarios son los exportadores. Todos los días, a raíz de la baja del precio del dólar, aparecen en los medios de comunicación con la misma monserga: “estamos trabajando a pérdida, pero nuestro amor por el país nos impide despedir a los trabajadores”. Pura chimbera, porque los buenos resultados empresariales de antes los han basado en la devaluación del peso y en el pago de bajos salarios. Y son tan descarados que están pidiendo, ni más ni menos, que les den subsidios monetarios. Bonita la vaina: capitalistas en los tiempos de las vacas gordas; y socialistas, en las vacas flacas.
Afortunadamente, el gobierno ha permitido que el peso se siga revaluando, por una sencilla razón: uno de los indicadores de que las cosas marchan bien es el poder adquisitivo de la moneda nacional. Para dar un ejemplo: ¿sí se acuerdan cómo vivían los venezolanos cuando un dólar les costaba 4,3 bolívares? Y hoy, ¿cómo están, con un dólar cercano a los 4.000 bolívares? Los cucuteños sí que tenemos conocimiento, en vivo y en directo, de lo que es una moneda fuerte.
LOS SINDICATOS. Conjugan muy bien el verbo pedir y pedir y pedir. Son unos egoístas con sus hermanos de clase. Les importa un carajo la suerte de sus colegas independientes. A la USO, sindicato de ECOPETROL, sólo le interesa las prebendas de sus afiliados; los obreros petroleros no sindicalizados que se jodan. Igual sucede con los trabajadores del Banco de la República: miran por encima del hombro al resto de sindicatos bancarios. Para no mencionar a FECODE, que cree que los maestros de la educación privada tienen menos necesidades que ellos.
De ahí, la baja afiliación sindical de la clase obrera colombiana; las centrales obreras sólo agrupan al 8% de los trabajadores. ¿Por qué se da este fenómeno? Porque la gente no es tonta de escuchar un discurso politiquero y trasnochado. La gente quiere soluciones reales y no un catálogo de disculpas pendejas. Si se desborda un río, eso es culpa del “imperialismo yanqui”. Siempre buscando culpas ajenas, nunca aceptando responsabilidades propias.
Tenemos, entonces, un sindicalismo contestatario y pedidor de pavitas chichiguas, como eso de solicitar auxilio para comprar gafas. Por Dios, tengan objetivos de más alcance. Por eso es que los patrones los tratan a las patadas, porque todavía existe el conformismo de los espejitos coloniales.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, los trabajadores europeos se dieron cuenta de que el mundo había cambiado para siempre y que ellos, a su vez, tenían que estar en primera fila para que ese cambio fuera permanente. Así que pasaron del Sindicalismo Contestario —el que existe en Colombia— al Sindicalismo Participativo, el que impera en el primer mundo. Significa, simplemente, que los trabajadores son copropietarios de las empresas, además de ser empleados. Este fue el camino que se recorrió y se sigue recorriendo para tener la prosperidad que esos países tienen hoy.
LOS ESTUDIANTES. Entre ellos se está formando una subcultura peligrosa. Es la del atajo; es decir, buscar el camino más corto para lograr el objetivo, no importa los medios ni en llevarse por delante al que sea. El caso de las chicas “prepago” no es un cuento sólo de la pobreza. También a otros niveles se dan esos casos. Les importa un sieso juntarse con personajes de negros comportamientos, con tal de que les den buenas pavas: joyas, ropas de diseño, viajes. Su objetivo es lucir y lucir y lucir.
Otros, para obtener su título, se valen de toda clase de artimañas y tramposerías: copias, compra de exámenes, elaboración de tesis por encargo. Cuando ingresan a la universidad son estudiantes mala clase. Y cuando egresan son peores: son profesionales mala clase. Y pensar que muchos de ellos se dedican a la política, pidiéndole la pavita al cacique de moda, para luego ser dirigentes sociales. Por eso estamos como estamos.
Existen, también, los estudiantes que piden toda clase de pavas: aplazamiento de tareas, exámenes de rescate, calificación por curva, cambio de horario. Son los más cansones del curso y que, además, sacan pecho ante sus compañeros por semejantes logros. No caen en cuenta de que son simples pordioseros académicos.
EL GOBIERNO. A raíz del TLC con Estados Unidos, hemos visto a la crema del gobierno nacional, encabezada por el Presidente, en una viajadera, casi rutinaria, a solicitarle al Congreso gringo que, por favor, nos dé esa pavita comercial. ¿Qué hemos recibido a cambio? Regaños y portazos en la nariz. Qué prepotencia la de Al Gore y la de Nancy Pelossi, mandamases del Partido Demócrata. Y eso que dicen que son nuestros amigos. ¡Qué tal que fuéramos enemigos! (¿a lo mejor, ya nos hubieran dado la pavita del TLC?).
Con la Comunidad Europea es la misma vaina. A ella, la pavita que le pedimos se llama “Mesa de Donantes”, que indica que les pedimos dinero para que nos ayuden a solucionar nuestros problemas. Como es obvio, primero nos meten una vaciada del carajo y, luego, nos imponen una tarea casi imposible de cumplir.
(Cúcuta, junio de 2007)
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Modismos Cucutoches (13):
Cúcuta contada (3)
CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
kafrica_55@hotmail.com
Cúcuta contada es una sección de los Modismos Cucutoches, donde se relata el origen de algunos dichos. Son 24 cuentos, de los cuales aquí les presento otra selección.
A COMER PAVO
Cúcuta siempre ha sido una ciudad muy próspera, primera en todo de aquellas obras tantas veces contadas. A principios del siglo XX ocurrió la fuerte inmigración de italianos y alemanes a Venezuela, muchos de ellos llegaron a establecerse aquí. Fueron los tiempos del florecimiento del café y de su exportación por esta frontera. El doctor Jaime Pérez López nos refiere esas historias en un excelente libro. En esos tiempos de gran esplendor, que como dice el doctor Pérez López, se bebía brandy y se vestía de lino y seda, además de ser la ciudad que tuvo florecientes industrias, (la primera planta eléctrica, la primera telefónica, la primera en tener alumbrado público, el único ferrocarril internacional de nuestro país), también tuvo sus clubes sociales muy exclusivos. Grandes fiestas se celebraban en ellos.
En nuestra época, aquello también fue corriente. ¿Quién no asistió a aquellos suntuosos bailes con las famosas orquestas venezolanas “La Billos” y “Los Melódicos”, alternando con las orquestas colombianas de Lucho Bermúdez y “Los ocho de Colombia”?
Por aquellos tiempos de los italianos y alemanes, las abundantes viandas de las celebraciones eran con pavo, tradicional para ellos. Por alguna razón no explicada, en Cúcuta, en las fiestas siempre aparecen más damas que hombres, de modo que en toda fiesta, a la hora del baile, siempre se queda más de una dama “cuidando” las mesas. Con el recato de aquel tiempo, no bailaban si no eran invitadas y muchas, ni siquiera “una pieza”. Así que, con ese humor socarrón, se decía que se quedaban “comiendo pavo”.
La expresión vino para quedarse y hoy, dama que no baila en una fiesta, porque no la sacan a bailar, se queda comiendo pavo. Haya o no haya pavo en la mesa.
En una reciente fiesta, a una dama de la sociedad cucuteña se la acerca un “borracho impertinente” —dice ella— y la invita a bailar:
—¿Baailamos, señoritaaa?
Ella, para evitarlo, le contesta:
—No, señor, gracias; estoy cansada.
El borrachito, que la había visto sentada toda la noche, con toda la frescura y la ironía le dice:
—¿Cansada de qué? ¡Si no ha hecho más que comer pavo toda la noche!
MAMAR GALLO
Si hay una expresión que identifique al cucuteño, es esta. Cómo será, que hasta un monumento hay. Así como lo leen. Un monumento a la mamadera de gallo del cucutoche, situado en la avenida 5 con calle 4. Es una lástima que esté tan mal ubicado, pero tal vez por eso mismo: para mamarle gallo a la mamadera de gallo. Porque la verdad es que de esta ciudad todo el mundo se burla: Presidentes —y hasta de aquí mismo—, ministros —y de aquí mismo—, senadores, alcaldes, concejales, etc. Justamente el monumento está en el sitio preciso, para recordarles a aquellos, que ese sector, el mercado “La Sexta”, hace centurias debió ser liquidado, construyendo allí un gran centro de recreación con centros comerciales y viviendas. Un proyecto de estos se vende solito, pero, como aquí ¡sólo nos gusta mamar gallo!
Por esas vainas que suceden en Cúcuta, alguien también tuvo esta idea y hoy se está construyendo un gran parque de recreación con avenidas y puentes elevados. ¡Qué gran noticia!
Desde otro ángulo (… “de la noticia”, como dicen los comentaristas deportivos) de este tema, cuando uno se mete en estas vainas se ve obligado a la consulta bibliográfica. Roberto Cadavid (cuyo seudónimo era Argos) en su libro Refranes y dichos, de la editorial Universidad de Antioquia, registra la expresión “mamar gallo” como un venezolanismo, introducido en el siglo pasado y dice que desconoce el origen.
Alirio de Filippo, en su obra Lexicón de colombianismos, describe la expresión como originaria de las islas antillanas y le da un origen un tanto caprichoso: «su origen nace de aquella práctica en las antillas de chuparle, a los gallos de pelea, las heridas; con esto los ciegan y los ponen a pelear de nuevo». ¿Extraño, verdad? Extraña la relación entre “mamar gallo” (burlarse) y chuparle las heridas a un gallo.
Héctor Atilio Pujol, en su libro: Sentido y humor del habla popular venezolana, refiere lo siguiente: «Mamadera de gallo es una expresión venezolana sustitutiva de la proverbial y castiza “tomadura de pelo”. La explicación más lógica del origen de esta frase la da nuestro distinguido, muy apreciado profesor y amigo, Orlando Araujo. Dice que “en las galleras —escenarios donde se realizan peleas de gallos—, cuando uno de los contendores pierde fuerza y no puede picar (agarrar fuerte con el pico) para afianzar el espuelazo, se dice que ya no pica, sino que mama. En estas circunstancias, el dueño del gallo suele tomar un buche de aguardiente y con él le lava la cabeza al gallo para sacarle la sangre y animarlo, acto que se conoce como ‘mamar el gallo’”. Lo que no queda definitivamente claro es la relación entre mamar el gallo y hablar o actuar en broma». Remata don Héctor Atilio.
Mi versión es otra y hasta puede que en Las Antillas usen la expresión y le den un origen rebuscado. Puede ser que nos haya llegado de Venezuela, pero la expresión es tan cucuteña como la palabra “toche” y, a falta de una versión mejor, la que oí es la más cercana a la verdad.
En otro escrito mío me referí al origen de “le compro el gallo”, y les hablé de aquella costumbre de comprar viva las gallinas para el sancocho. Reservé una parte del cuento para este artículo. In illo tempore, cuando alguien regresaba a casa desde el mercado, con la gallina debajo del brazo, el grito bromista era: “le compro el gallo”. El grito era bien irónico, era una burla, pues, además de significar que era robada, le decían al dueño que llevaba una gallina para el palenque.
Generalmente quienes le gritaban eran sus amigos y, cuando se reunía con ellos, les recriminaba que dejaran la mamadera (la burla) (ahora se dice “la mamera”) del gallo. Poco a poco se fue extendiendo la expresión “mamadera de gallo”, por “burla”.
LE VOY A DAR UNA MECHONIADA
La fama de arrechos, y pa’ lo que salga, de los santandereanos (del norte y del sur) es bien conocida. Desde la colonia ha sido así. Fue desde Charalá de donde salió la primera revolución: la de los Comuneros. Fue en Pamplona de donde salió el grito de independencia total de España, el 4 de Julio de 1810, antes que de Cartagena, Tunja o Bogotá. Fue de Villa Rosario de donde salió el injustamente vituperado general Francisco de Paula Santander, el hombre de las leyes, hacedor de la república. Fue en Villa Rosario donde nació la gran nación que después se la tiraron los coicos: la Gran Colombia. Fue en Cúcuta donde se gestaron las expediciones del general venezolano Cipriano Castro —con el apoyo del general revolucionario colombiano Rafael Uribe Uribe— y de su homólogo y paisano Juan Vicente Gómez, para llegar al poder en Caracas (Venezuela). Y así, otras tantas gestas las han originado hombres de estas tierras con la valentía de que también hacemos gala.
Además, el santandereano tiene fama de ser atravesado, irreverente, altanero y malgeniado. Pero, ¡qué va!, pura fama, cuento chino. “A otro perro con ese hueso”, decimos aquí. Porque, para arrechas, las santandereanas; esas sí que baten candela. Pero, además, debemos reconocerlo, también son un dechado de virtudes, como decía mi nona Justina.
Si bien es cierto que el santandereano es ingenioso, emprendedor y también altanero, irreverente, gritón y malgeniado, lo es fuera de casa; porque, cuando tiene “la culebra” (la “legítima” o consorte) enfrente, se le sale la piel de oveja. Dejémonos de vainas, ¿sí? Pa’ qué nos andamos con tapujos. Lo que siempre ha habido aquí, es un perenne matriarcado que lo sienten todos, pero que nadie tiene el valor de reconocerlo por aquello del machismo, que tratamos de mostrarlo en todas sus manifestaciones, mientras no tengamos “la aplanadora” enfrente.
Si la liberación femenina es invento de las santandereanas, que no se la dejan montar. El cuento, a lo mero macho, tal vez por influencia del cine mexicano, de que “en mi casa mando yo”, es pura paja, cuento y embuste, porque sí es cierto que mandamos en la casa, “pero la mano al bolsillo”, decimos.
Para suavizar la vaina, porque aquí sí que nos tocó hacer de Jalisco, hemos tenido que inventar eufemismos chistosos para llamar a la legítima: la cuchilla, la culebra, la aplanadora, Anabel, Patico... y con ese humor negro y recurrente, algunos nos relatan cuentos de cómo hacen para escurrir el bulto.
Un profesor de la UFPS, cuyo nombre es mejor dejarlo en el anonimato, nos dijo un día, en un parrandón de los poquitos que hacemos: “Me voy. Porque, si no, Anabel se arrecha”.
—Cómo así —le preguntamos—, ¿su mujer no se llama Gloria?
—No. Anabel. Es que es un cruce de ANAconda con cascaBEL.
Y a otro más, le preguntamos por qué llamaba cariñosamente “Patico” a su mujer.
—Porque es una combinación de PAntera, TIgre y COcodrilo —nos respondió.
De modo que cuando a alguna santandereana se le totean los ojos y se le alborotan las mechas, es porque en realidad está bejuca. Y aunque el santandereano es juicioso, serio, responsable y fiel, no deja de haber alguno que tenga algún desliz y, cuando lo pillan, lo sentencian: “Dónde está la india esa, que le voy a dar una mechoneada”. Y si está jartando y se pasó más de la cuenta, váyase rapidito, no vaya y sea que su Anabel también le dé una mechoneada.
RECOJA SUS MACUNDALES
Pasaron las épocas de las vacas gordas, cuando llegaba el tren de “Petrólea” con su carga de trabajadores de la “Colombian Petroleum Company” desde Tibú, con sus bolsillos repletos de petrodólares a gastárselos en las farras del sábado en la noche. Era una algarabía la que se formaba cuando, desde las cuatro de la tarde, el tren se anunciaba desde lejos con su pito. Recuerdo que nosotros poníamos tapas de cerveza sobre los rieles para hacer runchos. Después, cuando el gobierno nacional de los rolos lo nacionalizó, ordenó cerrarlo y lo desmanteló, se construyó “El Terminal de Pasajeros” en el sitio donde estaba la Terminal del tren y, como monumento a esta desidia, en la redoma frente al Terminal nos dejaron una de las locomotoras, porque las otras veinte fueron vendidas como chatarra, mientras a las estaciones de “El Salado”, “Patillales”, “Oripaya”, “La Javilla”, “Alto Viento”, “Agua Clara”, declaradas monumentos nacionales, se las comió el tiempo.
Entonces, al Terminal llegaba “el tren” de buses amarillos de la Colombian con sus mismos trabajadores con sus mismos petrodólares a la misma farra de sábado por la noche.
Quién mejor que nuestro Nóbel, Gabriel García Márquez, para que nos narre esas farras:
Para los forasteros que llegaban sin amor, convirtieron la calle de las cariñosas matronas de Francia en un pueblo más extenso que el otro, y un miércoles de gloria llevaron un tren cargado de putas inverosímiles, hembras babilónicas adiestradas en recursos inmemoriales, y provistas de toda clase de ungüentos y dispositivos para estimular a los inermes, despabilar a los tímidos, saciar a los voraces, exaltar a los modestos, escarmentar a los múltiples y corregir a los solitarios. La “Calle de los Turcos”, enriquecida con luminosos almacenes de ultramarinos que desplazaron los viejos bazares de colorines, bordoneaba la noche del sábado con las muchedumbres de aventureros que se atropellaban entre las mesas de suerte y azar, los mostradores de tiro al blanco, el callejón donde se adivinaba el porvenir y se interpretaban los sueños, y las mesas de fritanga y bebidas, que amanecían el domingo desparramadas por el suelo, entre cuerpos que a veces eran de borrachos felices y casi siempre de curiosos abatidos por los disparos, trompadas, navajinas y botellazos de la pelotera.
(Fragmento de Cien años de Soledad. Versión macondiana de cuando se estableció la compañía bananera en Aracataca. Aquí fue cuando se estableció la compañía petrolera en Tibú.)
Todo aquello acabó —compañía y farras— y los obreros tuvieron que “recoger sus macundales”. Expresión que viene de allá, de la compañía, de Tibú. Había una marca de herramientas denominada Mack and Dale y, cuando se terminaba una labor, la orden era: “Recoja las Mack and Dale”, que prontamente los obreros la deformaron (o españolizaron) como “recoja los macundales” y esta palabreja entró a formar parte del léxico nuestro como genérico de objetos; más propiamente, de objetos personales. “Recoja sus macundales” es, pues, “Recoja sus cachivaches”.
(Cúcuta, junio de 2007)
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«A veces llegan cartas…»
Un poco antes de las cinco de la mañana del miércoles 23 de mayo del 2007, «el suscrito» Director le envió un e-mail a una ex discípula de Cálculo I, cuya dirección electrónica recién se la había proporcionado el actual decano de Ingeniería, Carlos Flórez.
La dama, nacida en Cúcuta, es rubia, de ojos verdes y, de 15 años y 8 meses, ingresó a Ingeniería Civil en el primer semestre de 1984. Su nombre: Zully Maldonado.
Como su dirección electrónica es zully.ritter@charite.de, «el suscrito» Director se preguntó si «Ritter» era un apellido y, como el desaparecido colega Carlos Humberto Redondo le contó alguna vez que Zully había cursado en Caracas una maestría y estaba cursando allí un doctorado, y después le contó que cursaba un post-doctorado en Alemania, supuso que la extensión «.de» hacía referencia a «Deutschland» (Alemania).
Y como al final de su respuesta (de ese mismo día) Zully Maritza le pide al «suscrito» Director darle sus saludos a todo el profesorado de la Facultad de Ingeniería, se transcribe el e-mail que ella envió, en el cual «rebotó» las dos preguntas y el comentario del «suscrito», pero intercalando sus respuestas (que aparecen en cursiva).
Vean, pues, a dónde ha llegado esta egresada. Y sobre todo, ¡cómo la (ex) estudiante ha superado al profesor!
—¡Hola, Zully! Dos preguntas:
»1ª ¿Recibiste la edición 78 de Occidente?»
—Sí, la recibí. Gracias. Tus editoriales son divertidamente serios.
—2ª ¿RITTER es lo que se llamaría tu «apellido de casada»? (Si sí, ¿tienes hijos? Y si sí, ¿cuántas niñas y cuántos niños tienes?)
—Si, Ritter es mi apellido de casada. Christoph Ritter es mi esposo. Él es físico, con un doctorado en Astronomía y trabaja actualmente en el influjo de los aerosoles en el cambio climático. Sus observaciones son interesantísimas: viaja al polo norte y desde allí envía un rayo láser a la atmósfera, bombardea los aerosoles y recibe la luz de respuesta en un espejo. Así puede determinar la altura y naturaleza de los aerosoles. Él es lindo, dulce, inteligente, amable y chistoso. Yo lo quiero infinito. No tenemos hijos, pero planeamos uno para el próximo año.
—El colega Carlos Redondo (no sé si recuerdas al «negrote»), quien murió el 30 de mayo del recién pasado año, me dijo hace años que tú estabas en Caracas cursando doctorado, y unos años después me dijo que tú estabas en Alemania cursando un post-doctorado. (No sé como estaba él tan informado.)
—Claro que lo recuerdo. Yo recuerdo con cariño y siento un profundo respeto por todos mis profesores: los de Cúcuta, Caracas y Alemania. No sabía que había muerto. ¡Terrible! La muerte aún no la asimilo. ¿Sabes? Papá murió de cáncer en la garganta en el 2001 y no pude estar en su entierro, porque mi vuelo fue programado para noventa días después. Todo, por el incidente de las torres gemelas. Fue duro para mí. Te cuento un poco de mis correrías: En Caracas hice mi maestría en Ingeniería Estructural y comencé también mi doctorado. Pero lo interrumpí al obtener una beca para hacerlo en la Universidad Humboldt, Charité, de Berlín. Yo terminé mi doctorado en Biomecánica, en el 2005. Después hice un post doctorado en Robótica, en Jena, en el sur de Alemania, hasta diciembre del año pasado, con una corta estadía en el Instituto Max Planck. En enero regresé nuevamente a Berlín y hago aquí mi post doctorado con camino a obtener el titulo de Profesor. Charité es un hospital universitario con muchos centros e institutos de investigación. Aunque aún estoy en Charité, ahora estoy en el grupo de investigación de otro profesor (Dieter Felsenberg). Me encanta mi trabajo, es como jugar todos los días. Pronto iniciaremos un proyecto súper interesante en conjunto con la ESA, que es la Agencia Espacial Europea. Soy feliz, aunque extraño mucho a mi Cúcuta Hermosa, sus arreboles, esa su apariencia de no tiempo al medio día... Jairo: dale, por favor, mis saludos a todos los profesores de la Facultad de Ingeniería. La Facultad es buena y tiene fuertes que ella misma ignora. Yo siempre me sentí bien preparada y segura de los conocimientos que de ella recibí, así como de mis “desconocimientos”.
—Y por último, Zully: saludos de primavera (que dentro de 28 días «expirará»).
—Sí. Saludos de primavera también para vos.
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El benemérito general,
ogro de los Andes
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
Cuando se atornilló en el poder, el general venezolano Juan Vicente Gómez dijo: “Igual que el Libertador, nací un 24 de julio. Y como él, moriré un 17 de diciembre; pero del año que se me dé la gana”. Nació por allá en 1875, de la unión de la hermosa india motilona Hermenegilda Chacón con el cucuteño Evaristo García.
El autor que consulté para escribir este artículo, Alfredo Iriarte, en su libro Crónicas de Dictadores (cuya edición anterior tiene el título Bestiario Tropical) sostiene que: “el ogro de los Andes —como llamaban a este dictador— nació en Cúcuta”. Sin embargo, en Venezuela, por aquí cerquita a Cúcuta, en La Mulera, arriba de Peracal, hay una casa de la que dicen que fue donde nació Juan Vicente Gómez.
Recién nacido Juan Vicente, sus padres se separaron porque Evaristo le pegaba a Hermenegilda y le echaba en cara su condición indígena. Ella se fue al estado Táchira y en San Antonio se enmozó con Pedro Cornelio Gómez, un hacendado tachirense que adoptó a Juan Vicente, por lo cual éste se apellida Gómez y no García. De San Antonio del Táchira pasó a una hacienda en La Mulera, cerca de San Antonio, donde mostró habilidades para la agricultura y la ganadería. Entonces ya existían las guerras de los caudillos semifeudales que se disputaban el territorio venezolano. Era presidente de Venezuela Raimundo Andueza y procónsul del Táchira, el general Cipriano Castro.
Cuando el general Joaquín Crespo se rebeló contra Andueza, Castro llamó a Juan Vicente para que repeliera la revuelta, ofreciéndole canonjías. Éste se entusiasmó y movilizó toda su peonada para defender la legitimidad de Andueza, pero fue inútil: Crespo derrocó a Andueza. Como La Mulera fue saqueada e incendiada, Juan Vicente huyó a Cúcuta con el general Castro, que era su compadre.
Castro preparó en Cúcuta un ejército para caer sobre el general Crespo y, cuando lo tuvo listo, le dijo a Juan Vicente: “Alístese, compadre, que nos vamos para Caracas”.
Castro depuso a Crespo y nombró a Gómez segundo comandante del ejército, diciéndole: “Cuando yo muera, usted será mi sucesor”. Y como Juan Vicente reprimía rápidamente todos los alzamientos contra Cipriano, éste confiaba cada día más en la lealtad de su compadre, quien para descansar bajaba a La Mulera pues ahí mantenía a su concubina, Dionisia Bello, a la cual jamás exhibió en público y con la cual nunca amaneció en la cama pues, según él: “El hombre que amanece con mujeres termina haciendo lo que ellas quieran”.
Cipriano Castro llamó a su gobierno: “la Revolución Restauradora”. Pero las deudas contraídas por Crespo y aumentadas por él se volvieron impagables, por lo que los acreedores (Alemania e Inglaterra) amenazaron con invadir a Venezuela para cobrarlas a plomo. Ello enfureció a la Casa Blanca, que movilizó a Venezuela la poderosa flota que tenía en Puerto Rico, lo cual las disuadió de la invasión.
Enfurecido, de un plumazo Castro les expropió a esas dos potencias las empresas que tenían en Venezuela. Y para protegerse de invasiones, inició una ofensiva diplomática haciéndose muy amigo de los demás embajadores o musiús, nombre dado en Venezuela a los extranjeros que no hablan español.
Entonces las dos potencias acreedoras y expropiadas decidieron utilizar a Juan Vicente Gómez para asestarle la “puñalada” a su compadre. En noviembre de 1908 Cipriano viajó a Europa para que lo atendieran de la próstata y encargó del coroto a su compadre. Estaba seguro de que, recuperada la salud, recuperado el poder.
Un mes después, Juan Vicente Gómez mandó notificar a Cipriano Castro que no volviera a pisar tierra venezolana por el resto de la vida. Fue un derrocamiento incruento y, ya en la silla presidencial, Juan Vicente dijo: “El error de mi compadre Cipriano fue ponerse a pelear con los musiús. Yo jamás voy a hacer una burrada semejante”.
Sin ningún arrepentimiento, el general Juan Vicente Gómez gobernó con mano de hierro a Venezuela durante 27 años, y su suerte no tiene paralelo en la historia del continente, pues era el hombre que las potencias necesitaban porque ya había tufo de petróleo en el Lago de Maracaibo y su entorno.
Henry Ford ya producía en serie sus famosos automóviles, que requerían de aquél precioso líquido. Los hermanos Wilbur y Orville Wright habían puesto a volar un extraño pajarraco, cuyos “descendientes” también necesitarían el oro negro. Y para rematar, faltaban pocos años para que comenzara la carnicería de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que exigiría cantidades astronómicas de combustible.
Así que la Shell y la Standard Oil (sobre todo aquélla) pusieron sus ojos en Venezuela para explotar ese gran tesoro, y el 1º de julio de 1914, a un mes de comenzar “la Gran Guerra”, brotó el primer chorro de petróleo en Venezuela.
La explotación la inició la Shell y no sólo se enriqueció ella, sino el general Juan Vicente Gómez. La Standard Oil cayó como buitre a arrebatarle el negocio, o al menos a competirle, ante lo cual Gómez les dijo: “Para no pelear, explotan los dos y todos estaremos bien”. Ahí comenzó la danza de los millones para Venezuela. En 1928 era el segundo productor mundial de crudo.
Tanto aprovechó Juan Vicente la bonanza, que se decía que era dueño del 14% de la tierra útil de Venezuela y del 32% de sus industrias. Era uno de los hombres más ricos del mundo y sus áulicos le decían “el Benemérito”, mientras sus enemigos, que no pudieron derrocarlo, le decían “el Bagre”.
A sus enemigos los colgaba de los testículos en su centro de torturas “La Rotunda”, una horrenda prisión en Caracas. Allí sus enemigos se pudrían en medio de sus propios excrementos. La comida era caldo de cebolla podrida y bananos servidos en latas que todavía olían a gasolina. Si el preso era “especial”, tenía grillos de 150 kilos de peso en los pies, las manos y el pescuezo. Si alguien rechazaba la comida, el chef de La Rotunda le agregaba a “la dieta” arsénico y vidrio molido para que se fuera para siempre.
Juan Vicente se trasladó a Maracay y desde allí ejerció el poder absoluto en medio de la opulencia. A sus huéspedes les hacía la marranada de echarles en la comida guasacaca, que era un ají que le producía tos, lloros, sofocos y pedorrea a los invitados, de los cuales el general se reía como un niño de su travesura. Le encantaba la comida criolla, como la carne mechada, las caraotas y las tajadas de plátano.
Cuentan que por una descortesía que le hizo el famoso aviador Charles Lindbergh, Juan Vicente lo invitó a comer y, para desquitarse, lo picó con guasacaca. Lindbergh dijo que por primera vez sintió la muerte cerca. En esa comida Gómez le presentó a sus tres hijos y al verlos, el aviador le preguntó: “¿Naturales?”. Y Gómez le respondió: “Naturales pero reconocidos, musiú”.
Otra víctima fue el eximio poeta Guillermo Valencia, quien fue a Maracay como delegado de Colombia a la conmemoración del primer centenario de la muerte del Libertador. El general, que como todo dictador odiaba a los intelectuales, lo invitó a su fatídico almuerzo con guasacaca, que puso a nuestro poeta a maldecir y a echar bocanadas de fuego que pudieron haber calcinado a una bandada de cigüeñas o ahuyentar a varios lánguidos camellos de elásticas cervices.
Dicen que Juan Vicente era tan precavido, que hacia el amor con las botas puestas por si se presentaba algo inesperado. Y aunque aparentemente amaba a su madre y a su concubina, sus enemigos afirmaban que no era cierto pues, para ellos, ningún dictador puede amar a alguien porque cree que cualquier afecto los muestra débiles.
Cuentan que cuando le instalaron el teléfono en Maracay, sus áulicos le pidieron que lo probara llamando a Caracas. Que sólo tenía que levantar el cacho y ya. Al hacer eso, desde Caracas una operadora, a quien se le había dicho que el general haría una llamada, le hizo la pregunta de rigor:
—¿Qué número, excelencia?
—Cuarenta y seis, carajo —replicó Gómez—. Recuerde que tengo los pies muy anchos.
Colgó y comentó: “Qué máquinas tan maravillosas las que inventan los musiús. Con sólo levantar la bocina, ya saben que uno quiere un par de botas”.
Los más ilustres pensadores venezolanos tuvieron que exiliarse, la mayoría en Colombia: Arturo Uslar Pietri, Rómulo Gallegos, Rufino Blanco Fondona, Andrés Eloy Blanco, etc.
Su corte en el palacio de Maracay la conformaban veteranos matarifes andinos y sicarios sin entrañas. Además, tenía un bufón que hacía las delicias del dictador, en especial por sus poesías grotescas y sin rimas. Ese personaje gozaba de los favores del dictador, sólo porque su moza tenía unas tetotas como para amamantar un rebaño de elefantes.
Con la Iglesia católica tuvo relaciones muy ambiguas, pues mandó matar a varios curas que se atrevieron a criticarlo. Y a algunos presos políticos de La Rotunda les conmutó la pena de muerte por trabajos en las carreteras, cargando sus grillos. Él decía: “Unión en las prisiones, paz en los cementerios y trabajo en las carreteras”.
Como se creía un protomacho sin parangón, sentía, por lo tanto, un odio visceral hacia los homosexuales. Tal vez por eso, cuando murió su hermano Juancho de 27 puñaladas, se dijo que lo mató el maricón que tenía de amante.
Cuentan que el general casi muere cuando su aparato urinario le hizo huelga, y lo salvó un urólogo venezolano que venía especializado de París. En recompensa, el doctor Adolfo Bueno recibió la concesión vitalicia de un yacimiento petrolífero que le producía ochenta mil dólares mensuales, por lo cual abandonó el tedioso trabajo de hurgar meatos ajenos.
Dicen que la única que podía contradecirlo era su pitonisa tachirense de cabecera, Josefa Candiales, quien le revelaba los arcanos del futuro en los tazones de chocolate, en las barajas, en la ceniza de los chicotes y en las tripas de los marranitos acabados de nacer. Jamás el general dudó de los mensajes sobrenaturales de su paisana pitonisa.
Lo que sí parece sobrenatural es la exactitud con que se cumplió su anuncio de que, como Bolívar, moriría un 17 de diciembre: a principios de diciembre de 1935 empezó su agonía, por culpa de sus riñones, y, como si sus deseos fueran leyes, murió al mediodía del 17 de ese mes.
Y para completar, su último alarde de omnipotencia sin límites ocurrió en su inhumación: detrás de la cureña iba su caballo, solo y majestuoso, y, ya en la última morada del general, dobló sus patas, emitió un largo relincho y murió, dejando perplejo a todo el mundo por esa muerte solidaria.
Su pitonisa dijo que el Padre Eterno jamás mataría al general y que éste regresará en el año 2008, cuando se cumpla el primer siglo de su glorioso advenimiento al poder.
(“Amanecerá y veremos”, porque ya estamos cerca.)
(PRÓXIMO DICTADOR:
RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO)
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FUENTE: El libro Bestiario Tropical, de Alfredo Iriarte.
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