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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 107(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
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Director: JAIRO CELY NIÑO l 5 pp (la edición en papel) l Lunes 28 de Septiembre del 2009
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EN ESTA EDICIÓN :
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A MODO DE «EDITORIAL (O DE ALGO ASÍ)».
EL MÉTODO CIENTÍFICO.
¿EN DÓNDE ESTÁ LA PAZ?
DE AVISOS Y GRAFITOS (3).
REFLEXIONES DE MODESTO SAPIENTE (2).
EL REINADO DE LAS RAMERAS: MAROZIA (2).



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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).


¿Huérfanos sólo son los hijos
de familia de alto estrato?


En la mañana del sábado 5 de septiembre una mujer, que fue concejal (¿«concejala» no es cacofonía?) y diputada, y quien en tal momento era secretaria de Desarrollo de Norte de Santander, o de algo así, manejando en estado de embriaguez chocó contra un taxi y luego contra un vehículo que transportaba celadores, y huyó de la «escena del siniestro».

Del impacto, dos de los pasajeros del taxi murieron ipso facto y el otro pasajero quedó, tan seriamente herido, que los médicos debieron amputarle una pierna y, sin embargo, murió después de una semana.

También resultaron heridos los ocupantes del carro que transportaba celadores. Incluso, el chofer de este vehículo quedaría paralizado de la cintura para abajo, como consecuencia de una lesión en la columna vertebral que le causó la colisión. Pero murió 18 días después por lesiones craneales y con uno de los dos riñones destrozado. (Lo conocía quien «suscribe».)

Los dos pasajeros del taxi que murieron ipso facto eran un hombre y una mujer que convivían, quienes tenían tres pequeños hijos cada uno de sendas uniones conyugales anteriores, con lo cual la causante del siniestro dejó seis niños huérfanos. (Ignora «el suscrito» Director si el tercer muerto también tenía hijos.)

De esto informó en detalle el diario La Opinión el día siguiente, y el lunes 7 de septiembre amplió la información. Incluso, en un recuadro reprodujo el texto de la carta que la hija de la causante del siniestro le dirigió al juez de garantías que conoció el caso de su madre, en la cual la chica le pedía a Su Señoría que no encarcelara a su mamá porque, palabras más, palabras menos, la dejaría huérfana de madre.

Pero esta señorita omitió hacer mención a que su madre irresponsable dejó a tres niños huérfanos de madre y a otros tres, huérfanos de padre. O sea que, para esta señorita, los únicos dignos de ser llamados huérfanos son los hijos de familia de alto estrato.

Y ¡vaya tecnicismo el que inventó!: el de «huérfana de madre viva» si a ésta la recluyen en la cárcel, cuyas «huéspedes» son de estrato bajo casi todas, en vez de concedérsele prisión domiciliaria. ¿Será que entraría en vigor el tecnicismo «huérfanos de padre vivo» si padre y madre de alto estrato se divorcian y la madre, como suele suceder, se queda con los hijos?

Por alguna razón, obvia o no tan obvia, esto le hizo recordar a quien «suscribe» un chiste medio flojo y medio cruel:

Que se juzgaba a un tipo que con un hacha volvió picadillo a su madre, a su padre y a su hermana. Y que cuando su abogado defensor echó el último alegato, el juez le preguntó si quería agregar algo más en su defensa, y que el matricida, parricida y fratricida respondió que sí, tras lo cual se puso de rodillas e imploró:

«Piedad, Su Señoría, para esta pobre criaturita a quien sus crueles padres han dejado completamente huérfano, y a quien su indolente hermana ha dejado completamente sólo en este mundo cruel». n


En la página 1-24 de la edición del diario El Tiempo del domingo 13 de septiembre, el rector de la Universidad Nacional de Colombia publicó el artículo La universidad pública, en peligro. Y en un aparte de su tercer párrafo, el doctor Moisés Wasserman escribe:

Nuevas tecnologías han exigido equipos de cómputo, redes y licencias; las bibliotecas han crecido sustancialmente; se construyeron nuevas aulas tecnológicas, laboratorios y talleres. La enseñanza de idiomas se volvió parte de los currículos […]

Se colige, o colige «el suscrito» Director, que a los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia no les enseñaban, como sí a los de la Universidad Francisco de Paula Santander, Inglés Técnico, que por lo tanto era el específico para la carrera que cursaban.

Pero ¡vaya paradoja!: mientras en la Nacional La enseñanza de idiomas se volvió parte [sustancial] de los currículos, en la Francisco de Paula Santander desaparecieron de un plumazo la enseñanza en dos semestres del inglés, lo cual pareciera que disuena con el proceso en que se está de «acreditación de alta calidad». Y en tiempos en que se tiene por axioma que, sin conocimientos (y en el peor de los casos, sin dominio) del inglés, el egresado sería un pato cojo, o algo así. n



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El método científico

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es

El método científico es la herramienta que usan las personas de ciencia para encontrar las respuestas a sus inquietudes científicas. Consta de varios pasos:

OBSERVACIÓN. Es el punto de partida. Se observa de manera crítica el fenómeno sin llegar a una conclusión. El funcionamiento de la naturaleza nos causa curiosidad y nos hace preguntarnos por qué los hechos se dan de determinada manera y nos motiva a querer conocer la causa de ciertos fenómenos.

Desde que el ser humano existe, siempre ha querido saberlo todo. En los albores de la raza humana, fenómenos como la lluvia, los truenos, los relámpagos, el vuelo de las aves y otros hechos causaban gran impacto en los sentidos de esos primitivos habitantes de la Tierra. Como no encontraban respuesta a sus inquietudes, se inventaron los dioses para suplir su necesidad de conocimiento.

A medida que el hombre fue evolucionando, física y mentalmente, empezó a descubrir algo que hoy conocemos como el binomio “causa y efecto”, que en lenguaje sencillo significa que todo fenómeno tiene una causa, y que toda causa genera un fenómeno. Es decir, no hay nada espontáneo. La naturaleza tiene un orden y ese orden genera resultados. Otra cosa es que no lo sepamos todo.

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA. Ante un hecho desconocido, la persona empieza a preguntarse qué es lo que pasa y se formula algunas posibles soluciones. Imaginemos a un conductor que va por una carretera desolada y que de pronto se le apaga el vehículo. ¿Electricidad? ¿Gasolina? ¿Suciedad en la bomba? ¿Una conexión suelta? Algo ha sucedido para que el carro se detenga. El hecho cierto es que el coche no anda (el fenómeno), y por lo tanto debe haber una razón (la causa). Lo que es imperativo es que el chofer debe llegar a su destino.

HIPÓTESIS. Es una o varias alternativas de explicación que nos lleven a una solución. El científico tiene diversos caminos para encauzar la investigación, basándose en el análisis que él ha efectuado sobre el problema. Hay que tener en cuenta que muchas veces esto no garantiza el éxito, ya es que posible que las alternativas seleccionadas no sean las indicadas. Cuando esto sucede se cambia la hipótesis y se comienza de nuevo.

Puede darse el caso de que se agoten las hipótesis y no se obtenga un resultado positivo. En tal circunstancia, ¿se abandona el proyecto? La mayoría lo hace. Otros, más perseverantes y tozudos, emplean el método de ensayo y error, que consiste en emplear soluciones descabelladas, como se ha dado en el caso de la búsqueda de la cura contra el cáncer. ¡Qué no se ha hecho en los últimos 70 años! Hasta extractos de jugos gástricos de zamuros se han usado, y nada de nada.

Es imposible ponerle plazo a la investigación, cuando no se tiene ni idea de la naturaleza del problema. Existen científicos que se han pasado la mayor parte de su vida inmersos en un laboratorio, y los logros y los honores se los han llevado otros.

DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN. Como en cualquier propósito bien encaminado, se debe partir de un plan de trabajo bien estructurado, cuidando de que no queden lagunas por resolver. Por lo tanto, hay que elaborar un plan de trabajo, consistente con el alcance de la investigación. Comprende los aspectos de: personal calificado, materiales, equipos, lugar, tiempo, costos. Una vez se tengan finiquitados los distintos pormenores de la investigación, se procede a llevar a cabo el ensayo, recopilando todos los datos y los detalles pertinentes, para luego procesarlos y analizarlos.

CONCLUSIÓN. Los resultados, producto del ensayo, nos llevan a una conclusión que apoya o rechaza la hipótesis planteada. Es posible que el científico tenga sus inclinaciones por probar determinado resultado; es importante que él se libere de esa preferencia, pues puede conducirlo a ocultar información o a modificar los datos. Todo esto es un grave error, dado que se espera que el investigador tenga una mente o un espíritu abierto a la posibilidad de que los datos vayan en otra dirección a la que él esperaba. El verdadero científico debe ser vertical en su juicio. No debe aceptar presiones internas o externas. Para él, lo valioso es la verdad.

FRAUDES CIENTÍFICOS
En contravía a la metodología descrita en el preámbulo anterior, también existe la viveza por parte de algunos “sabios” que, por ambición, prefieren tomar atajos, con el propósito de obtener una fama inmerecida. No sólo engañan sino que hacen un daño tal que, a veces, afectan a muchas personas.

Miremos un par de casos:

LA CLONACIÓN DE CÉLULAS MADRE. A finales del 2005, la famosa revista científica Science retiró el artículo de las células humanas clonadas, cuyo autor era el doctor Hwang Woo-suk, renombrado docente de la escuela de medicina de la Universidad de Seúl. La revista había anunciado, con bombos y platillos, la primicia mundial. No era para menos, pues era la llave que le permitiría a la humanidad obtener órganos propios para reemplazar órganos atrofiados.

Inmediatamente, la comunidad científica quiso conocer a fondo el trabajo hecho por el doctor Woo-suk. Éste se enredó en sus espuelas porque se vio apabullado por la cantidad y calidad de las consultas que le planteaban sus colegas, que no tuvo más remedio que confesar el fraude. En una rueda de prensa, manifestó que la ambición y la avaricia de obtener el Premio Nobel de Medicina lo condujo por la senda errada.

A su vez, la revista Science, con prestigio de ser súper rigurosa a la hora de seleccionar sus artículos, tuvo que tragarse, a regañadientes, el embuchado. Y, junto con el artículo, también salieron a las patadas el Director y el Comité de Selección.

LA TRIBU MINDANAO. A comienzos de los años 70 circuló un rumor, en las Islas Filipinas, acerca de la existencia de una tribu salvaje en la isla Mindanao. Ante este hecho, el Gobierno quiso establecer la verdad y, para ello, creó una comisión integrada por expertos —nacionales y extranjeros—, quienes viajaron, inspeccionaron y produjeron un informe científico corroborando la veracidad de lo que acontecía en la isla. Efectivamente, se cercioraron de que los salvajes no usaban ropa, no cultivaban la tierra, no criaban animales, vivían en cuevas, comían los frutos de la selva, se comunicaban entre sí por medio de señas y gruñidos, y tenían un aspecto físico coincidente con el estereotipo de un salvaje: desnutrición y desaseo.

¡El hallazgo del siglo! ¡El encuentro de la edad de piedra con la civilización! ¡Un laboratorio viviente! Se produjo una emoción tan grande, que una institución tan seria y reconocida, como National Geographic, envió su propio equipo de expertos a palpar esa realidad sobre el terreno. Tanto fue el convencimiento, que la revista produjo un número especial dedicado a la “tribu de la edad de piedra”, con gran profusión de detalles y magníficas fotos en colores.

En 1974 se estableció la ley marcial en las Islas Filipinas, y el presidente Marcos prohibió el acceso y todo contacto con la tribu salvaje. Así se mantuvo la situación hasta que cayó el régimen, 12 años después. Como es apenas obvio, lo primero que hizo la comunidad científica fue dirigirse a la isla Mindanao a visitar a los salvajes. ¡Oh, sorpresa! Resultó que los tales “hombres de la edad de piedra” vestían yines y camisetas, jugaban fútbol, tomaban cerveza, oían la radio, se peluqueaban a la moda.

¿Qué había pasado? Pues resulta que el ministro de Cultura de la época se había inventado esta parodia, para lo cual había recogido una manada de locos greñudos, desnutridos, incoherentes, sin familia, y los hizo conducir a la isla para abandonarlos a su suerte, borrando todo vestigio de civilización. El nuevo gobierno, enterado de la farsa, cerró la isla por mucho tiempo, para no hacer el ridículo.

Con gran consternación, National Geographic aceptó que unos cuantos locos tercermundistas le metieron el embuchado más grande en toda su historia, poniendo en ridículo a todo su staff directivo.

(Cúcuta, septiembre de 2009) n



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¿En dónde está la paz?

ALDA ESPERANZA SÁNCHEZ IBÁÑEZ,
profesora de la “Escuela La Frontera”, de
La Parada (corregimiento de Villa del Rosario).

Con la incertidumbre propia
que ha dejado la guerra,
he buscado la paz
que Jesús pregonó por la Tierra.

¿En dónde está la paz?...
Y una voz me responde:
“La paz ha estado anclada
al corazón del hombre”.

Esta respuesta vana
advierte a mis sentidos
que es preciso buscarla
por diversos caminos.

En clínicas y hospitales
percibí el dolor.
Sin médicos, sin drogas;
la salud de los hombres
es una mercancía carente de valor.

Visité viviendas de barrios marginados,
con casas de cartón y pisos polvorientos
y necesidades todas,
donde la miseria arraiga sus cimientos.

Recorrí los campos;
allí plácidamente vivía la soledad,
olía a sangre la tierra, era sangre de hermanos
para esos que la guerra fue su oportunidad.

Fui a las fábricas de grandes empresarios;
con obreros cansados de dura explotación,
con un salario mínimo que nunca supera
los costos que ocasiona la llamada inflación.

Llegué a los palacios de altos gobernantes,
esos que se deleitan construyendo las leyes
cargadas de tributos y desigualdad
para oprimir al pobre y enriquecer sus bienes.

Y en este recorrido
no encontré la paz…
La paz se había marchado,
no soportó en el hombre el odio y la maldad.

La paz no estaba en el dolor del enfermo,
en la miseria del pobre y desvalido,
en el resentimiento del hermano violento,
ni en el corazón del obrero oprimido.

La paz no estaba en el corazón del patrón ambicioso,
tampoco en el político cargado de egoísmo,
en el llanto del niño, en la indiferencia del joven,
ni en la tristeza del anciano que sufre en el olvido.

Y continué buscando en escuelas y colegios
hacinados de alumnos sedientos del saber,
desprovistos de útiles, de espacios deportivos,
en donde la ignorancia quisiera renacer.

Vislumbré en sus ojos la luz de la esperanza
y en ellos reflejaban la sed del corazón,
también deseaban todos la paz que yo buscaba,
la paz que se había ido sin dar explicación.

Con su mirada frágil y temerosa
de ellos recibí merecida lección:
“Que la paz no se busca,
que la paz se construye con acciones de amor”.

Esos chicos inteligentemente
con su repuesta me dieron la razón:
Es la educación la mejor herramienta
para que el hombre lleve la paz anclada al corazón. n




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DE AVISOS Y GRAFITOS (3)
(Jairo Cely Niño)

Sobre el costado sur de la avenida Gran Colombia, unos 250 metros al oeste de la entrada vehicular al campus de la Universidad Francisco de Paula Santander, está el restaurante «Casa China» que ofrece: Comida china e internacional.

Supongo, porque nunca he visitado dicho sitio, que sus propietarios son oriundos de la China, independiente de si ésta es la continental (comunista) o la insular (capitalista), quienes estarían metiéndonos el cuento de que la comida china es comida criolla, como el mute o el sancocho, o el pichón o las morcillas, por ejemplo, lo cual fuerza una pregunta: ¿será que la oferta gastronómica es un cuento chino? n



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REFLEXIONES DE MODESTO SAPIENTE (2)

A través de la internet, el lector Teodofeo Avendía me cuenta que él es “relativamente anciano” y un político en retiro forzado, por cuanto padece prisión domiciliaria por haberle recibido al alto poder ejecutivo, cuando era congresista de ocasión, cierta notoria canonjía a cambio de apoyar una iniciativa legislativa, no general ni impersonal, como según la Constitución deben ser las leyes, sino para beneficio exclusivamente personal del sobornante.

Se queja Teodofeo de que le parece supremamente injusto que estén “pagando cana” sólo él y una ex colega que también “Yes” dijo a la propuesta indecorosa, pues, según él:

Así como no hay hombre que no lo pida ni mujer que no lo dé, tampoco hay políticos honestos. Porque fuimos muchos los que recibimos esas notorias canonjías.

Cuenta el doctor Avendía que, como no tiene nietos pequeñines a los cuales hacerles monerías, se aburre mucho en casa, por lo cual me solicita que le plantee algún cuestionario “rompe-cráneos” que le demande días responder cada interrogante. “Yo le enviaré por internet el fruto de mi sudor intelectual”, concluye su mensaje el remitente, “para que usted me informe por este mismo medio qué tanto coincidí con sus muy sesudas reflexiones”.

Pues bien: yo hacía “cuises” cuando, a ruego de una universidad muy prestigiosa, como quiera que era para guachecitas y guachecitos de la “jaig”, esparcí mis luces para coadyuvar a reducir el indicador nacional de minusvalía intelectual. Pero, como la guacherna de alto estrato muy poco aprovechaba, decidí privar a la academia de mi bagaje intelectual y dije adiós a la enseñanza; y por lo tanto, a toda actividad, como los “cuises”, conexa con dicho apostolado.

Sin embargo, haré una excepción con Teodofeo, por tratarse de un ser de cuarta edad que está más aburrido y deprimido que un Valencia Cossio excluido de la nómina estatal, por lo cual le planteo estas cinco interrogantes:

¿Por qué los calzones interiores femeninos, cuanto menos tela tienen, cuestan más?

 Si en la capital del capitalismo salvaje quebraron los banqueros, ¿por qué sus pares colombianos obtuvieron utilidades de 19 billones de pesos (19 millones de millones) en tan sólo el primer semestre de este año?

? ¿Por qué, independiente del idioma o dialecto o jerigonza que hablen las personas, todas gritan “¡Ay!” si, por ejemplo, les machucan una güeva o si se pisan una teta?

 Y a propósito de “teta”, hay mujeres a las que les disgusta que no se diga “seno”. Entonces, ¿por qué, respecto de los hombres, esas mujeres dicen “tetilla” y no “senillo”, y, en relación con los bebés, dicen “tetero” y no “senero”?

 Si uno de los diez mandamientos de la “Ley de Dios” ordena no matar y la Iglesia los acoge ciegamente, ¿ésta por qué bendice armas, cuyo único propósito es el de matar?

Para terminar, y a propósito de mandamientos y de Iglesia, ¿se ha fijado, Teodofeo, que para ciertas y ciertos feligreses los diez mandamientos son solamente nueve? Porque, ¿cómo va a desear la mujer del prójimo un marica, o una mujer que no sea lesbiana ni sea bisexual? n



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El reinado de las rameras:
Marozia (2)


RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com

Para afianzar su poder, Marozia se casó con Guido, marqués de Toscana y hermanastro del rey de Italia, Hugo de Arles, y lo puso al frente del ejér­cito que heredó de su difunto esposo, Alberico I. En mayo de 928 le ordenó encarcelar al papa Juan X en la prisión del Castillo de San Angelo, e impuso como Papa a un amante suyo: León VI. Luego mandó matar a Pedro, cónsul de Roma desde la muerte de Alberico I y hermano de Juan X. Poco después, este ex papa fue asfixiado en la prisión, también por decisión de la Donna Senatrix.

En diciembre de 928, “La Reina de la Pornocracia” consideró que el pontificado de León VI debía concluir. Al parecer, la idea de asesinarlo la motivó el descubrimiento de otra mujer en la vida del pontífice. Así que impuso como Papa a otro amante suyo: Esteban VII.

Pero en 931 esta imponente mujer consideró que Juan, su joven primogénito nacido de su fornicación con el papa Sergio III y al que prefería sobre su segundo hijo, Alberico II, ya debía ser Sumo Pon­tífice, y Esteban VII murió asesinado. Con la coronación ese año 931 de su hijo Juan como el papa Juan XI, la Senatrix lograba convertir la dignidad pontificia en instrumento de su poder familiar y se ubicaba en la cumbre del poder de Roma.

Como en 929 Marozia consideró que el medio-hermano de su esposo Guido tenía mayores y mejores alcances, le ayudó a Guido a fenecer. Pero Hugo tenía dos impedimentos para casarse con Marozia. Primero, era casado. Así que el hijo de ella, al convertirse en el papa Juan XI, le anuló a su futuro padrastro esa unión incómoda. Y segundo, Marozia y Hugo eran cuñados, lo cual convertía la relación en incestuosa. Para obviar ese contratiempo, Marozia indujo a Hugo a acusar a su madrastra de adúltera, para que Guido de Toscana, su fallecido esposo, resultara no pariente de Hugo.

El tercer esposo de Marozia era digno de ella: un fauno glotón que gustaba retozar con campesinas sucias. En febrero de 932, el novio fue de Pavía a Roma donde lo esperaba la novia, no vestida de blanco ya que era doblemente viuda, sino de púrpura, símbolo de su anhelado poder imperial.

En su carrera por el poder, la emocionada futura esposa no imaginó con qué ojos la miraba Alberico II, el hijo que tuvo de su primer esposo. Él era hermanastro del Papa, pero aun así le parecía no haber espacio en Roma para él.

En marzo de 932, Juan XI casa a su propia madre con Hugo de Arles. Estas terceras nupcias de Marozia colman el ánimo del hijo olvidado y relega­do, Alberico II, quien lleva cocinando un resentimiento durante años, fruto del abandono y del olvido de su madre, y de sus abusos.

Oscuras ideas atormentaban al hijo menor de la Senatrix recién casada. Alberico II, quien siente nunca haber sido parte de los intereses de su ma­dre, imagina que para él no existe futuro, ya que su nuevo padrastro tiene su propio hijo, Lotario. Si el Papa llegaba a coronar emperador del Sacro Imperio al nuevo marido de su madre y rey de Italia, éste desearía que su heredero fuese su propio hijo y no su hijastro, y Marozia nada haría para ayudarlo. Hasta llegó a pensar que Hugo, con el anuencia de su madre, le haría sacar los ojos, ya que mutilado no sería rival para Lotario.

Poco después de su boda, Marozia ordenó a Alberico II ser el paje de su padrastro, lo cual le exigía servirle el vino y ayudarlo a asearse. Tales actividades las tomó Alberico como humillaciones infligidas por su propia madre, por lo que sintió confirmadas sus lúgubres sospechas.

Independiente de si fue a propósito o involuntariamente, en una de las fiestas posteriores a la boda, celebrada en el Castillo de San Angelo, Alberico derramó un vaso de vino sobre Hugo, quien, borracho y enfurecido, lo abofeteó. Alberico salió muy avergonzado en medio de las risotadas generales, y perseguido por unos perros que los mayordomos le azuzaron. Agotado y temeroso, se refugió en el Coliseo Romano. Desde allí comenzó a denunciar los crímenes y fraudes cometidos por sus parientes, con énfasis en los más re­cientes, como el matrimonio incestuoso patrocinado por el Papa, e incitó a los romanos a sublevar­se contra Hugo, contra su propia madre y contra su hermanastro, el “Santo” Padre.

La muchedumbre escucha a Alberico II y decide apresar a los criminales del Castillo de San Angelo. Hugo logra ver al pueblo alborotado cruzar el Tíber y acercarse peligrosamente. Actuando rápido escapa, descolgándose por una cuerda desde una ventana, mientras Marozia duerme. El marido no tiene ninguna intención de regresar por su reciente esposa. Huye para encontrar a su ejército, dejando atrás su corto matrimonio y sus anhelos de ser emperador.

Capturados por la “chusma”, Marozia y su primogénito Juan XI terminaron prisioneros en la misma celda secreta donde ella había hecho encarcelar a Juan X. El pueblo reconoció a Alberico II como senador, quien expulsó oficialmente de Roma al prófugo Hugo de Arles. Juan XI murió en cautiverio en 935. Marozia continuó prisionera. En el año 954 muere Alberico II y la trasladan a un convento, donde muere en 955.

Pero ¡qué vaina con los genes! A pesar de criticarla públicamente y repudiar la conducta de Marozia, Alberico II adquirió la manía de su madre de poner y quitar pontífices corruptos que se plega­ran a sus antojos. Puso al frente de la Iglesia a Esteban VIII, a quien en una pelea le cortaron la nariz y las orejas, a Marino II y a Agapito II, quien duró en el cargo nueve años. Alberico II creía estar haciendo “lo correcto”, y ad portas de morir de disentería decidió que su hijo Octaviano debía ser dueño de Roma y Sumo Pontífice. Casi arrastrándose, llamó a los nobles para exigirles que, tras la muerte de Agapito II, nombraran Papa a Octaviano.

Pero éste era militar y no religioso, por lo que no sabía nada distinto de pelear. Su padre supuso que maduraría antes de acceder el trono de San Pedro, pero no fue posible eso. Agapito II murió el mismo año que Alberico, y Octaviano se convirtió en Sumo Pontífice a la corta edad de 17 años. Fue él quien instauró la costumbre de cambiarse el nombre al convertirse en Papa, pues, como algunos decían que su nombre era pagano, adoptó el nombre de Juan XII.

La sangre de Marozia pervivía en el trono pontificio en el “cuerpo ajeno” de su nieto, cuyas pocas virtudes religiosas eran evidentes: los lugares preferidos del joven eran los burdeles y antros de perdición. Al ser nombrado Papa, Octavia­no no tuvo la menor intención de dejarlos sino, antes bien, de llevarlos a la corte papal. Según Liutprando de Cremona, “Cuando empezó su Papado, mo­nasterios enteros dedicaron días y noches a orar por su pronto fallecimiento”.

Había heredado de Marozia el intenso deseo sexual que lo hacía desear casi a cualquier ser viviente. Incluso fue reprendido por el empe­rador Otón I, quien le dijo: “Santidad, los clérigos y los seglares os acusan de homicidio, perjurio, sacri­legio e incesto. Y de invocar a Júpiter, Venus y otros demonios, como si fuerais un pagano”. (George Williams, Papal Genealogy. The Families and Descendants of the Popes.)

En una reunión eclesiástica se acusó a Juan XII de haber “in­ventado pecados desconocidos desde la creación del mundo”. Se decía que el Papa, nieto de Marozia, tenía relaciones incestuosas con su madre y sus hermanas; que había convertido el palacio de Letrán en un burdel; que le gustaban tam­bién los jóvenes musculosos; y a las mujeres se les advertía que en la iglesia podían ser violadas por el Papa. “Las mujeres temen venir a la iglesia de los santos apóstoles pues han oído que hace poco Juan XII llevó por la fuerza a varias mujeres pe­regrinas a su cama: casadas, viudas y vírgenes, indistintamente”. (Liutpandro de Cremona, Historia Ottonis.)

También corrían rumores sobre crímenes sangrientos cometidos por Juan XII, como el haber arrancado los ojos a un sacerdote y castrado a un cardenal, provocándole la muerte. El último descendiente de Marozia en el palacio de Letrán murió el 14 de mayo de 963, al ser descubierto fornicando: el marido engañado lo fulminó de un golpe en la nuca.

Oficialmente, la pornocracia había terminado, y la influencia de Marozia no continuaría en los palacios pontificios. No obstante, su re­cuerdo inspiró la leyenda de La papisa Juana, aunque, definitivamente, como suele suceder, en este caso la historia superó con creces la ficción. n



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N O T A S :

Cualquier nota que no tenga explícitamente autor, debe ser
atribuida exclusivamente al director de Occidente Universitario.

Por limitaciones pecuniarias, las ediciones «en papel» de
Occidente Universitario, que se difunden completamente
gratis, es de 50 ejemplares.

La edición Nº 108 de Occidente Universitario saldrá
(probablemente) el lunes 26 de 0ctubre del 2009.
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