EN ESTA EDICIÓN :
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Æ A MODO DE «EDITORIAL (O DE ALGO ASÍ)».
Æ EL DIABLO ANDA SUELTO.
Æ USAIN BOLT, UN SÚPER HÉROE
PARA UNA ISLA FANTÁSTICA.
Æ REFLEXIONES DE MODESTO SAPIENTE (1).
Æ UNA CRIMINAL NAZI.
Æ DE AVISOS Y GRAFITOS (2).
Æ EL REINADO DE LAS RAMERAS: MAROZIA (1).
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).
Un diccionario, por favor,
de sinónimos y antónimos
El señor Ricardo Henao Calderón y el Dios Carlos Antonio Vélez son los dos comentaristas de fútbol que tiene el canal RCN-Televisión en Bogotá, por lo cual se turnan para comentar los dos partidos del torneo Mustang-I o del Torneo Mustang-II que transmite el canal los fines de semana desde diferentes estadios del país.
Así, si el del sábado lo comenta don Ricardo, el del domingo lo comenta Dios Antonio. Pero, si el del sábado lo comenta Dios Antonio, el del domingo lo comenta don Ricardo. Y en todo caso, uno y otro concluye su trabajo diciéndole al equipo perdedor, o al que más lo perjudica el empate resultante, cómo habría ganado tal partido.
Y «el suscrito» Director no sabe qué es peor: si la tautología de don Ricardo, o la pedantería del Dios-Doctor. ¿Y por qué el «Dios-Doctor»? Pues lo de Dios se lo ganó por lo pedante. Y lo de Doctor porque, cualquiera sea el narrador, éste se dirige a aquél como «Doctor Carlos Antonio». (Sin embargo, en la revista Cambio «el suscrito» Director alguna vez leyó que, aunque Dios Antonio estudió Derecho cuando joven, a la edad que tiene no se ha graduado.)
Hasta hace algunos meses, la tautología de don Ricardo consistía en que, de cada diez palabras que decía, una era «realmente»: un adverbio insoportable. (¿Será eso redundancia?) Y ahora, su tautología son la inflexiones o derivados del verbo «generar», incluido dicho verbo. («No genera opciones», «Debió generar un fuera de lugar», «Fue el generador de la primera anotación», y pare de contar.)
¿Será que don Carlos Ardila Lülle, el multimillonario dueño del canal y de una buena porción de este país, se quedaría pobre si le compra a don Ricardo un diccionario de sinónimos y antónimos?
Claro que «vaya y venga» esa tautología o muletilla del señor Henao Calderón, porque debe ser apenas bachiller. Pues, si fuese algo más, el narrador no le diría «Esa no era (o “Esa sí era”) la jugada, don Ricardo Henao Calderón», sino que le diría «doctor» en vez de «don».
Pero hay una tautología mucho más insoportable, al menos para «el suscrito» Director: que los «facilitadores» o «magos del saber» que contrata la alta dirección de la Universidad Francisco de Paula Santander para que nos vengan a decir cómo vivir la vida nuestra, que ellos no conocen, nos mamen (o mamen al «suscrito» Director) con la insoportable muletilla de «herramienta».
(«Herramienta para la enseñanza», «Herramienta para el aprendizaje», «Herramienta para la evaluación», «Herramienta para la autoevaluación», «Herramienta para la convivencia», «Herramienta para la tolerancia», «Herramienta para la formulación de planes o proyectos», y joda y joda con esa jodedera de «herramientas» dizque con fines de acreditación de alta calidad.)
Curiosa o coincidencialmente, tales gürues suelen no ser del área de las ciencias, aunque nos digan que en «Ciencias» Sociales o Humanas son graduados.
Ante tanta mamonería de «herramientas», «herramientas» y «herramientas», ¿será mucho pedirle al «alto mando» que no nos traiga como expositor o expositora a un frustrado ingeniero de campo o a un frustrado jefe de taller? O, si el mago o la maga no es lo uno ni lo otro, ¿será mucho pedirle al «alto mando» que le pida a aquél o a ésta que, al preparar la exposición, se aprovisione de un diccionario de sinónimos y antónimos? n
l
A la media noche, más o menos, del martes 1º de septiembre, la plenaria de la Cámara de Representantes aprobó en última instancia el Acto Legislativo que permitiría que, una vez más, al presidente Álvaro Uribe Vélez lo puedan reelegir, ante lo cual «los medios» informaron que ahora la Corte Constitucional tiene la palabra en cuanto si dicho Acto Legislativo es inexequible o exequible.
Pero, ¡qué va! Con lo celestina que es la Corte con los actuales magistrados (tan independiente que era en otros tiempos), pues «en par patadas» van a «bendecir» constitucionalmente el adefesio.
No queda más, pues, que promover la abstención para el día en que dicho Acto Legislativo sea sometido a referendo. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
El Diablo anda suelto
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es
Para los chamos de mi época, la llegada del mes de agosto significaba un agradable cambio de rutina, pues nos dedicábamos a la “aeronáutica”: ni más ni menos que a elevar cometas, pues el viento se hacía más intenso, levantando enormes polvaredas en las calles no pavimentadas. Se formaban toda clase de remolinos que, en una especie de licuadora enorme, envolvía todo lo que encontrara en su trayecto.
Por aquellos tiempos era costumbre que los pavos usáramos el aceite “Glostora” o el fijador “Lechuga” para mantener enhiesto el copete capilar, que con tanto trabajo diseñamos y amansamos para lucirlo con orgullo. De pronto, ¡Zuaz! Un maldito remolino de mugre nos volvía una piltrafa, dejando nuestro copete como un adobe. Las chicas, con sus enormes faldones, quedaban con los calzones a la vista, pues el carajo ventarrón parecía ensañarse contra ellas.
Como era costumbre mantener las puertas abiertas, pues la choramenta (los ladrones) era muy escasa, se sufrían las consecuencias de alguna ventisca que se metiera al rancho: muebles, cuadros y porcelanas de imitación quedaban enchapados por la mugre. Para las amas de casa, agosto era todo un sufrimiento por culpa de esos malditos vientos sin control. Las abuelas tenían una expresión para explicar ese fenómeno: El Diablo anda suelto.
Pero no era que el Diablo tuviera diarrea o “churrias” o “la pomada” floja, sino que el viento se dedicaba a hacer diabluras por toda la ciudad. Dejó la patanería cuando nuestro terruño entró a la era de la pavimentación. Hoy en agosto sigue habiendo viento fuerte, aunque no huracanado como entonces, pero no encuentra tanta mugre para arrear.
Retomando el tema de las cometas, digamos que los cocacolos (los “gomelos” de ese entonces) y aún los mayores disfrutábamos mucho con los vientos de agosto. Todos éramos expertos en la construcción de las cometas: cordeles, veradas, papel, pegante, colas de trapo, figuras geométricas.
Una vez construida la cometa, venía la prueba de fuego: hacerla volar. Para eso nos íbamos en patota a un descampado. El piloto en jefe comenzaba a impartir las órdenes: “Despacio, güevones, que esto no es de afanes”. A medida que la cometa se elevaba, se le soltaba más cordel para que el artefacto se elevara más y más. De pronto, una ráfaga de aire templaba el cordel y el piloto era tirado a una zanja o estrellado de jeta contra el suelo al tropezar con una piedra, por no mirar el suelo. Todo porque: “Eeepa, toche. Bastante trabajo me costó fabricarla, pa’ perderla en par patadas”.
Luego seguía la algarabía de arrecheras, reclamos, madrazos y hasta risas. Y el juramento “Por Chuchito” de hacer mejor las próximas cometas. ¡Toda una gozadera!
Y a propósito del Diablo, les transcribo este cuento escrito por el folclorista mexicano Guillermo González Galera:
EL CALLEJÓN DEL DIABLO
«Hasta hace algunos años existía, a corta distancia de lo que hoy es el centro de la ciudad, una estrecha callejuela conocida con el nombre de Callejón del Diablo. La citada vía, que comenzaba en el descampado de San Martín y desembocaba en la Zanja, consistía en un pasadizo sombrío bordeado de árboles frondosos y atravesaba un paraje solitario en el que, a modo de vivienda, se descubría una casucha paupérrima habitada por un enfermo. Como se comprende, ya sea por el enfermo, por el nombre del callejón o quizá por su lobreguez, el hecho es que poca gente se aventuraba de día por esa ruta; y quien la utilizaba, procuraba salvar su recorrido apresuradamente. De noche sólo los temerarios se atrevían a cruzar la tal callejuela, teniendo para ello que valerse de todos sus sentidos, pues después del ocaso reinaba allí una profunda oscuridad.
»Y viene el cuento. En cierta ocasión, uno de aquellos bravos que son capaces de tragarse el propio diablo volvía a su casa, luego de una sabrosa plática con sus compañeros de la ritual tertulia nocturna. Se internó en el callejón y, hallándose casi a mitad de camino, acertó a vislumbrar una figura que se apoyaba en el tronco de uno de los árboles mencionados. Tuvo un ligero sobresalto, pero inmediatamente se recuperó y musitó para sus adentros: “¿Conque forajidos contra mí, eh? ¡Ahora verás!”. Y empuñando las manos, se dirigió resueltamente hacia el sujeto. Ya se encontraba a unos metros del individuo cuando, de pronto, se iluminó la escena y surgió ante los ojos del valiente un ser horrendo que reía malignamente. El noctámbulo sintió que la tierra se hundía bajo sus plantas; pero, acicateado por su instinto de conservación, en lugar de desmayarse se puso pies en polvorosa, logrando así evadirse de una segura desgracia.
»La noticia de que en el callejón de marras se aparecía el demonio cundió entre la población y, a consecuencia del incidente ocurrido al trasnochador de la historia, se propaló que otras personas ya habían sido asustadas por el monstruoso espectro. Y, si regularmente el callejón era escasamente transitado en las noches, al comprobarse que Lucifer se había establecido en él, ya nadie osaba ni por equivocación usar ese camino después de ocultarse el sol.
»Y, como sucede siempre que se trata de las calamidades públicas, alguien dizque ducho en cuestiones diabólicas aconsejó que, para evitar que el diablo comenzara a incursionar fuera de su reducto y se abatiese sobre la comunidad quién sabe con qué malditos fines, se depositaran diariamente bajo el árbol infernal algunas ofrendas, de preferencia joyas y monedas de oro. Y así se hizo. Lo curioso del caso es que los supersticiosos que todas las mañanas iban a dejar obsequios a Satán, observaban que los del día anterior se habían esfumado, lo que les afirmaba en su convicción de que el diablo se complacía con los regalos que el pueblo le brindaba.
»Pero el misterio llegó a oídos de dos fornidos pescadores sanfrancisqueños, que ya se las habían visto en sus correrías marinas hasta con basiliscos, de manera que estaban curados de espantos. Y dialogaron así los lobos de mar:
»—¿Qué te parece lo del diablo de San Martín?
»—A mí me parece que hay gato encerrado, y que el diablo ése tiene costumbres de ratero. Y tengo para mí que, como buenos hijos de Dios, si hay algo que no debemos permitir es el robo a sus ovejas, aunque el ladrón sea Belcebú.
»—¿Crees que podemos hacer algo?
»—Sospecho que podemos y debemos.
»Esa vez, al filo de la media noche, dos siluetas penetraron resueltamente en el pavoroso callejón. Y como es de rigor, el presunto diablo esperaba pacientemente apoyado en su árbol para infundir el terror del más allá al desprevenido transeúnte que se arriesgase a ingresar en aquellos dominios del infierno. Ya estaba el padre de las tinieblas listo para encender su cartucho de azufre y mostrarse a los que se aproximaban cuando súbitamente, a la luz de una antorcha nacida de la nada, vio emerger la imagen peluda, armada de negros cuernos y larga cola, del auténtico Satanás.
»No se reponía todavía de la sorpresa cuando experimentó en las posaderas la mordedura de un fuego que le quemaba las entrañas, y que no era más que un tizón al rojo vivo que diestramente acababa de aplicarle en esa región uno de los pescadores; pues ya supondrá el lector que los sanfrancisqueños eran los autores del contraataque diabluno. Presa de un pánico indescriptible, el cavernícola sólo atinó a decir: “¡Jesús, el diablo quiere llevarme!”; y profiriendo aullidos demoníacos, emprendió velocísima carrera, comparados con la cual los récords olímpicos no son sino juegos de niños.
»A la noche siguiente, los pescadores se apostaron en el callejón y, aunque montaron guardia hasta el alba, el diablo no apareció por ningún lado. Sin embargo, al poco tiempo de la vergonzosa retirada del adversario, se supo que un prominente personaje de la localidad se debatía entre la vida y la muerte a causa de una extraña y repentina enfermedad que, en forma de llagas, se le manifestó en los glúteos, aparentemente producidas por quemaduras profundas. El individuo sanó porque, según opinión del vulgo, se arrepintió de sus culpas y donó a una institución para pobres un lote de joyas, entre las cuales muchos creyeron reconocer las que ofrecieron al diablo junto al árbol.
»Así fue ahuyentado el Ángel Malo de su madriguera de San Martín. Y solamente quedó como recuerdo de los sucesos acaecidos el sugestivo nombre de Callejón del Diablo con que se designó durante largos años al siniestro recoveco antes de que, con el avance de la urbanización, desapareciera definitivamente de la red de vías pintorescas de la ciudad.»
(Cúcuta, agosto de 2009) n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
Usain Bolt, un súper héroe
para una isla fantástica
ALFREDO DÍAZ CALDERÓN, socio
honorario de la ACORD. Carnet N° 025.
USAIN BOLT ha confirmado, en el Campeonato Mundial de Atletismo 2009 de Berlín, concluido en esta capital alemana el pasado domingo 23 de agosto, que es el mejor atleta de la historia, tal como lo dejó entrever en agosto del año pasado en la XXIX Olimpiada de Beijing.
El año pasado en Beijing ganó tres medallas de oro, rompiendo tres marcas mundiales y olímpicas: en 100 metros planos, con 9 segundos y 69 centésimas; en 200 metros planos, con 19 segundos y 30 centésimas; y en la posta de 4*100 metros, con 37 segundos y 10 centésimas.
En el mundial de Berlín acaba de ganar tres medallas de oro: en 100 metros planos, en 200 metros planos y en la posta de 4*100 metros, pero superando ampliamente sus dos marcas individuales impuestas en “Beijing 08-08-08”. Porque ahora su nueva marca mundial para los 100 metros planos es de 9 segundos y 58 centésimas, y para la de 200 metros planos es de 19 segundos y 19 centésimas.
Los méritos de Usain Bolt (capacidad, disciplina, personalidad y técnica) lo engrandecen más si se tiene en cuenta que en abril de este año 2009 un accidente le produjo una lesión en el pie izquierdo, que lo mantuvo alejado de las pistas durante los 45 días de intenso tratamiento en manos de médicos deportólogos, y sólo el 10 de junio de este año pudo reiniciar su preparación atlética con miras al mundial de Berlín.
En este momento, sus 23 años de edad y su perfecto estado físico, mental y emocional le pronostican un reinado en las competencias de velocidad hasta la próxima olimpiada de Londres-2012 a este súper atleta, nacido en la paradisiaca isla Caribe de Jamaica.
l
La fama del atletismo jamaiquino se inicia en 1946 en Barranquilla con los V Juegos Centroamericanos y del Caribe, donde sus atletas impactan en las pruebas de velocidad.
El más destacado fue ARTHUR WINT, quien se impuso en los 400 metros planos con record centroamericano de 48 segundos y 2 décimas (el cronometraje en centésimas de segundo es relativamente muy reciente). Dos años después, en la XIV Olimpiada de Londres-1948, este atleta de un metro y 90 centímetros de estatura se impuso en los 400 metros planos con record olímpico de 46 segundos y 3 décimas.
En 1950, durante los Juegos de la Commonwealth, otro atleta jamaiquino, HERBERT MCKENLEY, impuso record mundial en los 400 metros planos con 45 segundos y 9 décimas, siendo el primero en bajar de 46 segundos.
En 1951 dos atletas de Jamaica se destacan en el atletismo internacional: LESLIE LAING, quien impuso 21 segundos y 6 décimas en 200 metros planos; y GEORGE RODENTH, quien impuso record mundial de 45 segundos y 8 décimas en 400 metros planos.
En la XV Olimpiada de Helsinki-1952, Jamaica impuso marca olímpica y mundial en la posta de 4*400 metros con estos 4 atletas: Arthur Wint, Herbert McKenley, Leslie Laing y George Vincent Rodenth. Este grupo humano se conoció a nivel mundial como La Posta Fantástica de Jamaica.
Sus nombres figuran en el salón mundial de la fama del deporte y son reconocidos como verdaderos héroes de su país por todo el pueblo jamaicano. (“Jamaiquino” es el gentilicio que a sí mismo se dan los de Jamaica. “Jamaicano” es el gentilicio que les dan en otras partes.)
l
Hoy la figura mundial es Usain Bolt y de todos los continentes le llueven epítetos: “Súper Bolt”, “Monstruo”, “Galáctico”, “Bólido”, “Extraterrestre”. Pero sus paisanos ven y admiran a este atleta como su joven héroe del momento, porque en sus canteras (las pistas de atletismo de Jamaica) se están forjando los héroes que habrán de reemplazarlo.
(Cúcuta, jueves 27 de agosto del 2009) n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
REFLEXIONES DE MODESTO SAPIENTE (1)
Me da la oportunidad el director de este periódico modesto (modesto, con minúscula; con mayúscula, mi nombre) para compartir con sus lectores una que otra migajita de mi acervo intelectual, por lo que espero no perder mi invaluable tiempo arando en el mar y sembrando en el desierto.
Porque tengo más cartones que un tugurio. Pues, además de pregraduado, soy diplomado, especializado, masterizado, doctor y posdoctor. Y si no tengo un grado más allá de posdoctor, es porque a esas rémoras de neuronas atrofiadas, que escogen para dirigir cualquier universidad —o cualquier país o empresa o cofradía— en cualquier nivel de dirección, no se les ha ocurrido crearlo y ofertarlo.
De modo que, después de esta modesta exposición curricular —para que quede claro a quién van a leer—, abróchense los cinturones de seguridad porque ahí les va como obsequio mi primera reflexión:
«Desde que es mayor de edad, Noemí Sanín ha tenido las mejores tetas de Colombia, pues ha estado en la mamazón con todos los gobiernos… cualquiera sea su ideología. Record cuasi-imposible, si no imposible, de batir.»
Esperen mi “segundo debut” dentro de un mes, que más o menos es la periodicidad de este medio. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
Una criminal nazi
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com
Esta historia de la criminal nazi ILSE KOCH la resumí del libro Los más malos de la historia, escrito por Miranda Twiss. Y la traigo a cuento porque, por su demencial brutalidad, el tema nazi recurrentemente cobra actualidad.
Por ejemplo, el año pasado (2008) un inglés, quien es obispo lefebvrista y a quien la Iglesia Católica readmitió en su seno, negó El Holocausto nazi. Y en el mes (mayo del 2009) en que escribo este artículo, algunos jefes paramilitares colombianos confesaron, con el mayor cinismo, que ellos emularon los hornos crematorios nazis para convertir en cenizas a las víctimas de sus crímenes de lesa humanidad, por aquello de que sin cadáver no hay culpables.
Ilse Koch nació en Dresden (Alemania) en 1906 y tuvo una infancia muy tranquila. De joven sufrió en carne propia la crisis en que se sumió Alemania tras la Primera Guerra Mundial. A los 15 años se empleó en una fábrica, pero al poco tiempo renunció y se empleó en una librería en la cual, casualmente, se reunían algunos hombres que llegarían a ser directivos del partido nazi. Ilse tuvo romances con algunos de ellos y así logró entrar a las SS, en las cuales logró escalar hasta convertirse en secretaria de la comandancia nazi.
El jefe de las SS y de la Gestapo, Heinrich Himmler, escogió a Ilse como novia de su asistente Karl Koch, 9 años mayor que ella, por considerar que la pareja constituía el ideal de perfección de la raza aria. Se casaron en 1936, cuando Karl era coronel del campo de concentración de Sachsenhausen donde “brilló” por su violencia desmedida, como golpear a los prisioneros con látigos que tenían hojillas de afeitar y “cifrar” a los prisioneros con hierro al rojo vivo. Ilse alternó allí su trabajo de secretaria con labores de guardia, en las cuales se caracterizó por su trato brutal a los prisioneros.
En 1939 Karl Koch fue ascendido a comandante de una instalación construida en 1937 por los propios prisioneros: Buchenwald, uno de los más grandes campos de concentración de la Alemania nazi, que se complementaba con el de Dachau, al sur de Alemania, y el de Sachsenhausen, al norte.
Como en cualquier otro campo de concentración, en Buchenwald los prisioneros tenían poca expectativa de vida, tanto por el asesinato inminente como por las duras jornadas de trabajo y las inhumanas condiciones, y donde también realizaron experimentos con reclusos. Algunos fueron sometidos a vivisecciones y a pruebas de resistencia al dolor, y otros fueron contagiados con virus letales desarrollados por los nazis.
Ilse tuvo tres hijos y, si bien decía dedicarles tiempo, como lo predicaba el ideal de ama de casa nazi según el cual la mujer debía dedicarse únicamente a procurar el bienestar de la familia, en Buchenwald ocupaba más tiempo especializándose en conductas nada maternales.
Comenzó con pequeños abusos, como hacerse llamar Gunadige Frau, título que por tradición les pertenecía a las mujeres de la nobleza. Luego, como le preocupaba su aspecto físico, comenzó a darse baños con un costoso vino cerca a las barracas de los prisioneros, donde las condiciones de vida eran infrahumanas.
Pronto comenzó a dar caminatas entre los prisioneros y a disfrutar castigándolos. Para esto se procuró su propio látigo y azotaba ferozmente a quienes consideraba muy feos, mientras se burlaba de su aspecto físico.
Observar torturas le producía tanto placer que, según las víctimas que la acusarían, “le dilataba las pupilas y le aceleraba el pulso”. Ver ejecuciones la excitaba tanto que, un día, en medio de su frenesí, sacó su arma y le disparó a un grupo de prisioneros que no debían ser ejecutados, aumentando en 24 el número de éstos.
Le producía satisfacción azuzar perros furiosos contra prisioneras embarazadas, o forzar prisioneros a participar en orgías que ella dirigía. Recibía a los nuevos prisioneros con los senos desnudos, acariciándoselos mientras observaba si alguno se los miraba para castigarlo brutalmente, por mirar con lascivia a la esposa del comandante. Disfrutaba dirigiendo orgías lésbicas en las cuales participaban las esposas de los oficiales. El ambiente de sufrimiento, dolor y muerte que reinaba en el campo de Buchenwald exacerbaba al extremo sus instintos sexuales.
Como sentía una morbosa fascinación por el cuero humano, en una ocasión ordenó desollar a jóvenes prisioneros para hacer con sus pieles diversos artículos: billeteras, pantallas para lámparas, cubiertas para libros, guantes y abrigos. Satisfecha con su “marroquinería”, ordenó que quienes seleccionase para desollar fueran eliminados con inyección letal para conservar el cuero intacto. Tanto gustó a las esposas de los oficiales los artículos elaborados por Ilse, que optaron por observar a los prisioneros a su llegada al campo para preseleccionar las mejores pieles.
En 1941 los Koch debieron rendir cuentas ante el tribunal de las SS. A Karl se le acusaba de tratar con barbarie a los prisioneros y a Ilse, de disfrutar de actividades de tortura innecesaria. Aunque no fueron condenados, Karl fue trasladado al campo de concentración polaco de Majdanek. Ilse debió permanecer en Buchenwald, sin los poderes de los que disfrutaba cuando su marido era comandante del campo, donde tuvo discretas aventuras amorosas con numerosos oficiales.
Karl volvió a Buchenwald en 1944, donde se llegó a rumorar que robaba a los prisioneros y guardaba el botín en cuentas personales. Esto sacó de quicio a los nazis, para quienes era imperdonable “malversar los fondos del Tercer Reich”. Aterrado ante las consecuencias que sus actos podrían acarrearle, Karl envenenó a uno de los testigos de sus fraudes, por lo que en el juicio la SS le sumó la acusación de asesinato, y lo ejecutaron en el mismo campo de Buchenwald.
Al comenzar a desmoronarse el Tercer Reich, Ilse logró eludir a los Aliados. Pero, tras una corta temporada de anonimato, en 1947 fue encarcelada. Durante el juicio en Dachau, frente a decenas de testigos entre los que se encontraban algunas de sus víctimas, Ilse se declaró inocente de todas las acusaciones que le hacían, alegando que la estaban acusando injustamente porque había actuado obligada por sus jefes.
Es más, llegó a fingir un ataque de convulsiones para que suspendieran el juicio. Se la acusaba, entre otras cosas, de más de 50.000 muertes. El desprecio que despertó durante las audiencias fue tal, que el público deseaba que la ejecutaran de inmediato. Sin embargo, Ilse sólo fue condenada a cadena perpetua y a trabajos forzados. Pero en 1951 el general estadounidense Lucios D. Clay la liberó, considerando que las pruebas no eran suficientes para mantenerla presa.
La opinión pública mundial consideró esto como un gravísimo error judicial y la consternación general ante la libertad de Ilse obligó a la justicia a encarcelarla nuevamente. El juicio contra ella se reabrió y 240 personas, que la habían sufrido en carne propia y que no habían olvidado lo ocurrido en Buchenwald, testificaron contra ella recordando el látigo y la pistola de Ilse, así como el brillo de satisfacción en sus ojos al ver el pavor que despertaba a su paso. Por esos testimonios, esta perversa mujer volvió a ser condenada a cadena perpetua.
Ilse Koch pasó largos años en prisión, pero no los suficientes como para pagar por todos los crímenes que había cometido: agobiada por la vida en la cárcel, el 1º de septiembre de 1967 se ahorcó con las sábanas de su cama. Poco antes había escrito una carta a su hijo Uwwe en la que le decía que “no hay otra salida, la muerte es la única liberación”, y en la que reiteraba que había sido utilizada por los jerarcas del partido nazi. Tal carta prueba que murió sin el menor remordimiento. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
DE AVISOS Y GRAFITOS (2)
(Jairo Cely Niño)
En mis tiempos de estudiante no existía la Semana de Inducción, que antecede a la del comienzo del semestre, y en la cual, entre otros, al estudiante que va a comenzar una carrera se le entrega un ejemplar del «Reglamento Estudiantil», contentivo de sus derechos y deberes.
Y aunque «la ignorancia de la ley no exime de castigo», durante nueve de los diez semestres lectivos que duré estudiando Ingeniería en la Universidad Francisco de Paula Santander nunca supe que existiera un mínimo «promedio ponderado» para conservar el estatus de estudiante.
Sin embargo, el primer día de mi primer semestre, un conocido, que un semestre antes había ingresado a Ingeniería, me contó que, si en el primer semestre se reprueban tres asignaturas, el siguiente semestre el estudiante se debe matricular sólo en esas tres, y que por eso a dicha situación jocosamente se la llama: El semestre de vagancia.
Que si en tal primer semestre se reprueban más de tres, se pierde el cupo y sólo después de dos años el «expulsado» puede presentar un nuevo examen de admisión. Y que igual sanción se tiene si se reprueba tres veces la misma asignatura, aunque tenga cada una de las demás calificada con cinco sobre cinco. O sea, que no valía el promedio.
Treinta y cinco años después de oído dicho cuento, no sé si éste era mamadera de gallo o era cierto, pero para mí fue «suficiente ilustración». Así que nada de ser condescendiente con que «Soldado advertido, soldado desertor».
Pero en el primer semestre lectivo de 1979, cuando cursaba mi décimo semestre, «se desordenó el orden público» porque el Consejo Académico estaba «cocinando» un «estatuto académico» que establecía un mínimo promedio ponderado de 3,3 para «sobrevivir» como estudiante.
¿Y de dónde sacaron ese «tres con tres»?
Pues no sé si fue coincidencia o si fue por extensión, porque ese era el mínimo promedio ponderado que la Universidad Industrial de Santander le exigía al estudiante de la Universidad Francisco de Paula Santander que había cursado aquí los cuatro semestres del «ciclo básico» de Ingeniería Química o de Ingeniería Eléctrica, para recibirlo oficialmente en «transferencia» con el fin de cursar allá el «ciclo profesional» de seis semestres.
Así que el Consejo Estudiantil organizó movilizaciones de protesta «contra el represivo estatuto estudiantil», mientras el rector alegaba ante la prensa que el Consejo Estudiantil era el defensor de los mediocres. Incluso, hasta insinuó la cancelación del semestre «si el paro persistía».
Un día, para motivar la asistencia a una asamblea estudiantil, el Consejo Estudiantil fijó carteles que decían: Compañero: de aprobarse el represivo estatuto estudiantil, 1.050 estudiantes quedarán por fuera. ¿No serás tú uno de ellos?
Y debajo del que fijaron junto a la entrada a la Decanatura de la Facultad de Ingeniería, alguien escribió: ¿Sabes que no? Es que yo no soy mediocre. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
El reinado de las rameras:
Marozia (1)
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com
Escribiré sobre Marozia y sobre Lucrecia Borgia, protagonistas de sendas épocas de la Iglesia Católica que fueron escandalosas por sus pontífices poco edificantes. Pues, parafraseando el libro El Miedo en Occidente, de Jean De Lurneau, esas dos mujeres orgullosas e impuras llevaron sus pecados hasta los mismos aposentos del Papado.
Inicio entonces con MAROZIA.
Marozia fue la amante de un Papa, con su poder e intrigas hizo elegir a otros y, según la historia, mató a otros. La influencia la ejerció por su riqueza y hermosura, y sus intrigas amorosas y políticas. Se dice que el más esforzado de sus amantes era recompensado con la mitra papal. “El hijo bastardo de Marozia y su nieto se sentaron en la silla de San Pedro”, escribió Edward Gibbon en el libro La Historia y la Caída del Imperio Romano.
Se ha acusado a la familia Borgia, que mangoneó el Pontificado a finales del siglo XV, de ser La Mancha Negra en la historia del Papado. No obstante, el siglo X, también llamado el Saeculum Obscurum o siglo oscuro de los pontífices, se conoce como la época de la “Pornocracia” o de “El Reinado de las Rameras”. Marozia fue su protagonista principal.
Esta curiosa etapa en la historia pontificia, que demerita bastante los ideales públicos de virtud papal, se inició en el año 904 con la elección de Sergio III como Vicario de Cristo, y finalizó en el año 935 al ser arrestada Marozia y su primogénito Juan, cuando éste era el pontífice Juan XI.
Las cabezas de la Iglesia que ocuparon la silla pontificia durante este período fueron: Sergio III (904-911), Anastasio III (911-913), Landon (913-914), Juan X (914-928), León VI (mayo-diciembre 928), Esteban VII (928-931) y Juan XI (931-935). La llegada de cada uno de ellos al trono papal, sus fugaces permanencias en éste en la mayoría de los casos, y luego su respectiva caída, fueron determinados por las inmorales actividades de Marozia o de su madre, Teodora.
No obstante, la muerte de Marozia no significó el fin de su legado, ya que los siguientes pontífices, hasta el año 963, estuvieron determinados por la influencia del segundo hijo de Marozia, Alberico II. Dichos papas fueron: León VII (935-939), Esteban VIII (939-942), Marino II (942-946), Agapito II (946-955) y Juan XII (955-963).
A principios del siglo X, según el cronista Benedicto de Sócrates, Teofilacto era el jefe de la aristocracia romana: un poderoso senador cuya influencia hizo “senadoras” a su esposa Teodora y a su hija, Marozia. Ésta nació en 892 y en su tierna infancia vivió los voluptuosos tejidos en los que su madre entramaba las redes del poder.
Teodora de Toscana, la madre de “La Reina de la Pornocracia”, fue una hermosa princesa de origen bizantino, inteligente y sensual. Explotaba a tal punto sus encantos, que el cronista de la época, Liutprando de Cremona, en su obra Antapodosis la calificó como “cierta ramera sin vergüenza”.
Para el año 900, cuando Marozia tenía 8 años, resultaba evidente en toda Roma que su madre Teodora, y no su padre Teofilacto, era quien dominaba la ciudad. Y dentro de los planes de la madre para controlar el territorio estaba la idea de acercarse al conde Sergio de Túsculo, quien tenía interés en ejercer el poder desde el trono pontificio.
Teodora buscaba que el Papado y la familia Teofilacto fueran una misma cosa para controlar Roma y sus alrededores. Para conseguirlo utilizó mil argucias con las que convenció a su marido de lo conveniente que sería para él, y para toda la familia de los Teofilactos, apoyar a su amante Sergio de Túsculo para que se le otorgase el título de Papa.
Teodora consiguió su objetivo y los papas que precedieron al pontífice Sergio III fueron destronados y estrangulados. Al papa anterior, Cristóbal, lo dejaron en la eterna ignominia declarándolo antipapa. El antecesor de éste, León V, también murió por órdenes de Teodora. Finalmente, el amante de ésta llegó a ser el pontífice Sergio III, en 904; según algunos, “el peor que haya tenido la Iglesia”, por los múltiples crímenes en los que estuvo involucrado y porque su lujuria lo llevaba a cometer adulterio en el palacio de Letrán, en donde vivía como cabeza de la Iglesia.
La íntima cercanía a los religiosos que vivió en su familia marcó la vida de Marozia, quien no sólo siguió los pasos de su madre sino que la aventajó con creces. A los 15 años, en 907, se convirtió en la amante del amante de su madre: el papa Sergio III, quien había cruzado hacía tiempo los cuarenta y se sintió fascinado con la piel de la provocadora niña, que ya se mostraba más impúdica que su madre.
Marozia comenzó en la alcoba papal una vertiginosa carrera para llegar a ser una de las mujeres más influyentes de su época. Su estrategia fue entrelazar sin pudor la religión y la política con las artes amatorias, y así logró imponer a varios papas y ordenar la muerte de algunos de ellos.
Mientras Sergio III fue Papa, amante de Marozia y dueño de Roma, quien mantenía el control de todas las situaciones fue Teodora. Incluso, cuando su hija quedó embarazada del Sumo Pontífice, Teodora le buscó un cónyuge capaz de aceptar como propio a un hijo del Vicario de Cristo. Hubo rumores de que Sergio III era el padre de Marozia, por lo que el hijo de ambos pudo ser fruto del incesto.
En 909, a la edad de 17 años, Marozia tuvo a Juan, hijo del papa Sergio, y ese mismo año se casó con Alberico I el Mayor, marqués de Camerino, 22 años mayor que ella, quien la aceptó como esposa visiblemente embarazada. Marozia, a pesar de estar casada, continuó su relación con Sergio III, ya que, al parecer, consideraba el poder papal un afrodisíaco muy estimulante. Sergio murió el 14 de abril del año 911. Algunos acusan a Marozia de su muerte, pues, según parece, se había cansado de los caprichos del Pontífice.
Con su legítimo marido Marozia tuvo un hijo, Alberico II, quien, por no sentirse apreciado por su madre, jugó un papel definitivo en su caída.
Marozia y su madre decidieron que el sucesor de Sergio III como Vicario de Cristo fuera Anastasio III, quien fue también un títere en sus manos. Murió a los dos años de su posesión, en 913, cuando las mujeres que habían decidido su ascenso lo consideraron un estorbo.
Luego, en medio de cruentas batallas de diversas facciones políticas, impusieron a Landon como Papa, a quien también envolvieron con sus artes amatorias. Con estas efímeras posesiones en el trono papal, Teodora le abría camino a un humilde clérigo, Juan de Tossignano, su nuevo amante, a quien Landon ascendió a obispo de Ravena, a pesar de no creer en la infalibilidad de los pontífices.
La muerte poco natural de Landon, a los seis meses de pontificado, ocurrió cuando Teodora consideró que Juan estaba listo para convenirse en el pontífice Juan X. Rumores, chismes y maledicencias corrieron por toda Roma cuando este nuevo amante de Teodora recibió la tiara y las insignias papales, con las que ejerció el poder 14 años. No obstante, parece que fue un prelado eficaz, buen estadista y diplomático. Eran épocas difíciles, amenazadas por los sarracenos, que se acercaban peligrosamente al corazón del imperio cristiano.
Juan X, siendo aliado de la importante familia de los Teofilactos, hizo que Alberico I, el esposo de Marozia, accediera al título más alto posible: duque de Spoleto, lo que convirtió a Marozia en duquesa. Teodora, su madre, disfrutaba teniendo a su amante cerca, mientras Teofilacto y Alberico I se sentían a gusto con el poder que ejercían.
Pero entonces los sarracenos entraron en escena. Aunque se alteraba así la cálida vida que vivían los Teofilactos, éstos tuvieron la posibilidad de probar su valor en combate, ya que de repente los sarracenos llegaron a estar a 50 Km de Roma. Fue también la oportunidad para que Juan X mostrara sus destrezas diplomáticas.
Juan X se mamó de las intromisiones de Marozia y de su madre en los asuntos pontificios. Sobre todo, porque Teodora no dejaba de recordarle que a ella le debía la tiara papal y todo su poder. Entonces, el Sumo Pontífice se propuso imponerle su posición a la nobleza.
Para lograrlo, y a contrapelo de Marozia, le ofreció a Berengario I de Friuli, quien era por cuarta vez rey de Italia tras vencer a su rival Rodolfo II de Borgoña, coronarlo emperador del Sacro Imperio si le ayudaba a combatir los sarracenos. El 25 de diciembre de 915, siguiendo la tradición impuesta por Carlomagno, Juan X coronó emperador a Berengario, pese a lo cual éste poco lo ayudó contra los sarracenos.
El Papa creó entonces la liga de príncipes italianos del centro y del sur para combatir a los musulmanes. Por primera vez un Papa comandaba un ejército. Los Teofilactos lo apoyaron con gran espíritu religioso. En 916, en la batalla de Garigliano, Juan X logró la derrota definitiva de los sarracenos, y con Teofilacto y el yerno de éste, Alberico I, celebraron en Roma la victoria en medio de los vítores del pueblo.
Juan X reforzó así su poder como líder de la Iglesia sobre príncipes y reyes, y Teodora constató que el Papa no era tan maleable como supuso. Juan X, mediante distintas alianzas, continuó buscando desprenderse de Teodora. Por su parte, Marozia deseaba aumentar su poder y el de su esposo, y era evidente que Juan X se interponía en esos planes.
A su vez Teofilacto, ya cansado, legó sus poderes a Alberico I, quien tomó las riendas de su suegro y luego las legó a su esposa. Ésta intentaba controlar el palacio de Letrán, pero su inquilino se oponía. El odio que esta actitud del Papa despertó en Marozia, le costaría muy caro al Pontífice.
Marozia volvió a Italia un hervidero de rencillas y rencores personales. En medio de las riñas por el poder y de la inestabilidad social, en 924 Berengario I de Friuli, rey de Italia y emperador del Sacro Imperio, último descendiente directo de Carlomagno, muere apuñalado por la espalda. Su puesto como emperador del Sacro Imperio, que no como rey de Italia, quedó vacante hasta que en 962 lo ocupó Otón I.
Los acontecimientos que precipitaron la muerte del emperador estuvieron marcados por los intentos de Rodolfo II de Borgoña, su rival, por destronarlo. Temeroso, el rey de Italia se alió con los húngaros, que eran unas hordas salvajes dedicadas al pillaje y al saqueo. El pueblo, indignado porque el rey se aliara con los magiares que los asolaban, saqueaban y violaban a sus mujeres, decidió matarlo.
En medio de revueltas constantes por el poder de Italia murió Alberico I, el esposo de Marozia, a manos de los húngaros, al parecer por orden del Pontífice, lo que aumentó el odio de ella contra el Papa. Y si Marozia era ahora una rica, poderosa y joven viuda sin escrúpulos, su fortuna aumentó en 925 cuando murieron sus padres, Teofilacto y Teodora. Y por si fuera poco, heredó el título de Donna Senatrix, o senadora de Roma, con todo el poder que conllevaba.
Ante el vacío que la muerte de Berengario dejó en el trono de Italia, el papa Juan X decidió apoyar como sucesor a Hugo de Arles, conde de Provenza. La elección de este sucesor provocó un nuevo enfrentamiento entre Marozia y el Pontífice, cuya rivalidad se volvía cada vez más sangrienta y enconada, ya que los partidarios de cada bando se enfrentaban frecuentemente con funestos resultados.
(CONTINUARÁ)
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
N O T A S :
Cualquier nota que no tenga explícitamente autor, debe ser
atribuida exclusivamente al director de Occidente Universitario.
Por limitaciones pecuniarias, las ediciones «en papel» de
Occidente Universitario, que se difunden completamente
gratis, es de 45 ejemplares.
La edición Nº 107 de Occidente Universitario saldrá
(probablemente) el viernes 2 de 0ctubre del 2009.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
cucutanuestra@gmail.com