EN ESTA EDICIÓN :
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
A MODO DE «EDITORIAL (O DE ALGO ASÍ)».
ENDEMIA, EPIDEMIA Y PANDEMIA.
DOS ASESINAS EN SERIE.
RESPIRANDO POR LA HERIDA.
QUE ALGUIEN ME LO EXPLIQUE.
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).
«Les dije que estaba enfermo»
(Epitafio de un hipocondríaco)
El «Editorial (o algo así)» de la edición Nº 75 de Occidente Universitario, del martes 13 marzo del año antepasado, se tituló: ¿Quién responderá por la catorce?
«La catorce» hacía referencia a la decimocuarta mesada, que creó la ley 100 de 1993, y que se le paga o pagaba a cada pensionado el 30 de junio, simultáneamente con la mesada correspondiente a dicho mes.
Y la pregunta ¿Quién responderá por la catorce? se hacía en razón de que el Acto Legislativo Nº 01 de finales de julio del 2005, que promovió el presidente Álvaro Uribe Vélez y que su aplanadora en el Congreso le aprobó, le quitó el derecho a tal mesada a quien adquiriera el derecho a pensionarse después de sancionado dicho Acto.
Lo que motivó el mencionado «Editorial (o algo así)» fue la situación de algunos (ex) profesores y (ex) administrativos de la Universidad Francisco de Paula Santander que devengaban Pensión de Jubilación de esta Institución, y tal pensión, después de sancionado dicho Acto Legislativo 01, había sido sustituida por la horrorosamente denominada Pensión de Vejez, por la cual responde el fondo de pensiones del Seguro.
De modo que, como el Seguro Social les reconoció la Pensión de Vejez después de sancionado dicho Acto, era previsible que a finales de junio del año antepasado los ex funcionarios mencionados se toparan con que el Seguro no les respondería por «la catorce», acogiéndose a la literalidad de dicho Acto: ellos llegaron al Seguro a pensionarse después de que el Acto Legislativo le había dado entierro de tercera a «la catorce».
Pero, como hasta junio del 2006 sí la habían devengado de la Universidad Francisco de Paula Santander, la pregunta obvia, al menos para «el suscrito» Director, era la de si, extrapolando aquel principio del derecho internacional conocido como Utis possidetis, ¿no tenían un «derecho adquirido» los ex funcionarios mencionados?
Para el elemental sentido común del «suscrito» Director, y así lo consignó en el mencionado «Editorial (o algo así)», tal «derecho adquirido» sí existía, y era la Universidad Francisco de Paula Santander quien debía responder por «la catorce».
Pues bien: a finales de junio del año antepasado (y lógicamente, a finales de junio del pasado), ni la Universidad Francisco de Paula Santander ni el Seguro Social les respondió por «la catorce», por lo cual algunos de los «damnificados» demandaron simultáneamente a la Universidad y al Seguro.
«El suscrito» Director es amigo de un abogado que representó a algunos demandantes. Él, quien es laboralista, impetró la demanda en un juzgado laboral. Cuando a la Universidad se la notificó de la demanda, no sólo se negó a responder por «la catorce» y también a conciliar, sino que un abogado de su oficina jurídica objetó la competencia del juzgado, oponiendo que era la jurisdicción administrativa la única que podía decidir sobre ese caso.
Ante esto, la jurisdicción contenciosa tuvo que «terciar» para definir la competencia, y falló dictaminado que era la jurisdicción laboral y no la administrativa la que debía conocer de la demanda.
Y hace cuatro días (el recién pasado viernes 26), el abogado laboralista le obsequió al «suscrito» Director una copia del fallo del juez primero laboral, en el cual su señoría: primero, les reconoce a los demandantes el derecho a que se les pague «la catorce»; segundo, exime al Seguro Social de dicho pago; y tercero, condena a la Universidad Francisco de Paula Santander en costas y a pagarles «la catorce» con el respectivo interés mensual de mora, lo cual resultó más oneroso que si la hubiesen condenado a indexar las mesadas del 2007 y del 2008 dejadas de pagar.
Las del 2007 y las del 2008, pues se sobreentiende que hoy, final de junio, la Universidad les pagará la del 2009. Porque, según información del abogado a este «suscrito», la rectora se notificó del fallo el recién pasado jueves 25, y supone «el suscrito» Director que no incurrirá en la necedad de interponer apelación.
Pues suficientes necedades de la Rectoría fueron la de negarse a responder por «la catorce» y la de negarse a conciliar. Porque peor necedad, ya por torpeza o bien por arrogancia, fue la de la oficina jurídica de la Universidad Francisco de Paula Santander al argüir que un juzgado laboral carecía de competencia para conocer de una demanda de carácter laboral.
Luego, ¿fue la Rectoría la que indujo a su oficina jurídica a actuar contraevidente, o fue al contrario?
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
Endemia, epidemia y pandemia
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es
Últimamente, el mundo entero está pendiente y preocupado por la aparición de la fiebre AH1N1 o fiebre porcina, como se le denominó en un comienzo; pero, ante las protestas de los porcicultores, la Organización Mundial de la Salud (OMS) optó por escucharles e hizo el cambio de nombre. De todos modos, el mal está hecho y eso se refleja en el bajón del consumo de cerdo a nivel mundial. Para entendernos mejor, hagamos una aclaración de términos:
ENDEMIA. Es una enfermedad que se mantiene a muy bajo nivel dentro de una población, en una zona específica, y que afecta a unos cuantos individuos. Digamos que la tuberculosis es un típico caso. Es muy raro escuchar que alguien sufre de esta enfermedad, pues la salubridad colectiva impide que se salga de control.
EPIDEMIA. Enfermedad que afecta a una parte significativa de una población, en un lugar determinado. Un buen ejemplo son las gripas tradicionales, que se hacen presentes en las épocas lluviosas y frías.
PANDEMIA. Enfermedad que se propaga por todos los países del mundo. Es el asunto que nos tiene a la defensiva, pues, si se sale de control, las consecuencias serán apocalípticas. La mayor pandemia en toda la historia de la humanidad ocurrió en la Edad Media y se le conoce como:
LA PESTE NEGRA
Es una enfermedad producida por una bacteria llamada Yersinia pestis, que habita en las pulgas de las ratas negras o ratas de campo. Así que la pulga actúa como agente transmisor cuando pica al ser humano. Hace casi 700 años ocurrió la peor catástrofe biológica en toda la historia de la humanidad: la peste negra, dejando un balance de entre 60 y 70 millones de muertes, que para la época representó un tercio de la población en toda la Tierra. Es como si hoy habláramos de 2.000 millones de muertos.
La historia cuenta que el 14 de enero de 1348 llegaron a la bahía de Génova tres barcos, cargados con especias de Oriente. Junto con los marineros y la mercancía bajaron a tierra las ratas, que se mezclaron con sus pares de la ciudad. Al poco tiempo empezaron a aparecer un montón de ratas muertas, en diversos sitios. Dadas las condiciones antihigiénicas prevalentes, el hecho no causó extrañeza, ya que las vías de la ciudad eran el reservorio de toda la porquería imaginable. Las casas eran un muladar plagado de insectos y alimañas. Las personas dormían en un solo cuarto. El baño no era una costumbre. La ropa se usaba sin lavar hasta que se deshacía por el uso. Los piojos eran los habitantes naturales del cabello. Las pulgas, provenientes de las ratas, hacían su festín.
Muy pronto, ante este panorama asqueroso, los lugareños mostraron un cuadro clínico aterrador: dolores, escalofríos, hinchazones, convulsiones, vómitos y muerte. Los médicos se negaban a atender a los enfermos, pues el contacto directo era una sentencia de muerte. Las personas que mostraban los síntomas iniciales eran abandonadas a su suerte. No existía la mínima compasión con ellos. Amigos, padres, hijos, cónyuges, no importaban. De nada servía el parentesco. Todo conducía hacia un destino fatal. Cuando la situación se salió de madre, los entierros individuales dieron paso a las fosas comunes, llegándose al colmo de enterrar personas que aún manifestaban algún signo vital.
El bandidaje se hizo presente, aprovechando el abandono de casas y fincas, debido a que sus habitantes y dueños salían despavoridos sin importarles sus bienes terrenales. La gente deambulaba por bosques y pantanos, contribuyendo, sin percatarse, al contagio, pues esparcían el pulguero maldito.
¿Cómo comenzó este flagelo? Se dice que fue en China, después de una hambruna terrible, ya que la población se vio obligada por las circunstancias a comer ratas de campo. De ahí pasó a la India, donde el hambre empujó a un buen número de gentes hacia el Golfo Pérsico, acompañadas de la bacteria mortal. Atravesó los desiertos y se hizo presente en Egipto y, de ahí en adelante, continuó su marcha hacia Europa y el resto de África.
En el apogeo de su virulencia, debido a las concentraciones de los habitantes de las grandes ciudades, la peste negra produjo miles de cadáveres diariamente. Ni siquiera se salvaron los tripulantes y pasajeros de los navíos. Las ratas hacían con eficiencia maligna su labor. Se cuentan historias de naves que navegaban sin rumbo, pues todos habían fallecido por culpa de la enfermedad. Cuando estos navíos encallaban en alguna playa, los habitantes de estas regiones se dedicaban al saqueo, sin saber el destino que les esperaba. Fue así como la muerte viajó a la Gran Bretaña y a los países escandinavos. Alemania fue la puerta de entrada a Europa del Este, y de aquí pasó a Rusia. Las grandes ciudades quedaron desiertas, a merced de los pillos y las alimañas.
Ningún personaje del mundo científico visualizó la relación “ratas-pulgas-enfermedad”. La Universidad de París salió con la ridiculez de que la plaga venía de Oriente por culpa de un terremoto, lo cual había envenenado el aire que, al ser impulsado por el viento hacia el Oeste, contaminaba todo a su paso. Dieron la solución: hacer fogatas para purificar el aire. Otros recomendaban dietas asquerosas. Hubo eruditos que dijeron que el mejor remedio era prescindir del baño. En Suiza le echaron la culpa a los judíos, con el cuento de que era una confabulación entre ellos y el demonio. La calumnia caló en la población y se produjo una de las matanzas más horribles que ha visto la humanidad: se acorraló a los judíos en las sinagogas y se les quemó vivos, sin importar el sufrimiento terrible de esta decisión macabra. Nadie hizo nada por detener este horror.
Al segundo año de la peste negra, el panorama era espantoso: el mundo estaba a punto de desaparecer, por la sencilla razón de que todas las actividades estaban paralizadas: la agricultura, el trabajo artesanal, la crianza de animales, el cuidado de las personas; en fin, se acercaba el colapso, pues la hambruna y el canibalismo convirtieron al hombre en un salvaje. Cuando se acercaba la locura colectiva, desapareció la peste negra. ¿Cómo? Hasta ahora no hay una explicación razonable.
Las secuelas de la peste negra condujeron a grandes cambios en la sociedad. Los sobrevivientes se convencieron de que Dios les había brindado otra oportunidad para vivir y que, por eso, ellos debían corresponderle con ser mejores personas. La religión, la economía, la política, la justicia, se fortalecieron.
Así mismo, renació el interés por la ciencia y el arte. Entendieron que había que combatir la ignorancia, incentivando la búsqueda de nuevos conocimientos. En el siguiente siglo, Europa llegó a uno de sus más altos puntos de su historia: el Renacimiento, que marcó el paso del mundo medieval al mundo moderno. Es un fenómeno muy complejo porque afectó no sólo las artes, sino también las ciencias, las letras y las formas de pensamiento. Fue una evolución tranquila y sostenida, con algunos altibajos, que nos ha permitido llegar hasta esta civilización.
La humanidad, pues, fue atacada por el golpe más certero en toda su historia. El género humano fue impotente ante tal desafío y, si no desapareció, debió ser por un milagro. Hoy, vivimos un mundo con más ciencia pero, tan complicado, que nos puede conducir a una desgracia mayor.
(Cúcuta, junio de 2009) n
l
POST-SCRIPTUM. Para conocer más sobre las grandes tragedias biológicas que ha padecido la humanidad, consulte la red. Literatura sobre el tema, es lo que hay. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
Dos asesinas en serie
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com
A finales del siglo XIX y a comienzo del XX los periódicos sensacionalistas, en especial los de Noruega y Estados Unidos, informaron con detalles escabrosos sobre las prácticas macabras de dos mujeres, llamadas respectivamente MARY ANN COTTON y BELLE GUNNES, que asesinaban a sus esposos y a sus hijos. Las semblanzas que les presento de esas dos mujeres las resumí del libro Historias de mujeres, escrito por Susana Castellanos de Zubiría.
MARY ANN COTTON
Su nombre de pila fue Mary Ann Robson. Nació en 1832 en la actual ciudad de Sunderland (Inglaterra). Era hija de un minero muy religioso, y se dice tuvo una infancia desdichada y pobre. Desde pequeña tenía dificultad para hacer amigos. Su padre murió siendo ella una niña y, como su madre se volvió a casar con un hombre que a ella no le gustaba, dejó la casa materna cuando tenía 16 años y se convirtió en enfermera.
Por esa época conoció a William Mowbray, con quien se casó al cumplir 20 años. Vivieron en Plymouth (Inglaterra) y tuvieron 5 hijos, de los cuales 4 murieron de extraños dolores estomacales. Luego tuvieron otros 3 hijos, que también fallecieron en extrañas circunstancias. William murió de una infección intestinal, legándole un seguro de 35 libras esterlinas.
Poco después de la muerte de su primer esposo, Mary Ann se trasladó a Seaham Harbour y tuvo una efímera relación con un hombre comprometido, durante la cual murió uno de sus pequeños hijos sobrevivientes, una niña de tres años y medio de edad. Sólo le quedaba una hija: Isabela.
Aburrida con su vida en Seaham, Mary Ann regresó a Sunderland, donde se empleó como enfermera y envió a la pequeña Isabela con su abuela. Uno de los pacientes del centro hospitalario donde trabajaba era un ingeniero llamado George Ward, quien fue su segundo esposo. Se casaron en agosto de 1865. Este hombre también murió de un problema intestinal. Los doctores que lo atendían sabían que estaba enfermo, pero se sorprendieron con una muerte tan precipitada y con las particulares características que la acompañaron.
Mary Ann cobró el seguro por la muerte de George y pronto consiguió un nuevo esposo, James Robinson, habitante de Sunderland y viudo reciente, de quien quedó embarazada. Pero al poco tiempo de nacer, el bebé murió en medio de una espantosa agonía. Consternado por la muerte de su hijo, Robinson comenzó a sospechar de su esposa, debido, en parte, a su insistencia en que tomara un seguro de vida a favor de ella. Luego, James supo que Mary Ann tenía deudas que él desconocía. Desencantado y temeroso, abandonó a su mujer.
Pronto tuvo un nuevo esposo, Frederik Cotton, de Walpole, con quien se casó en 1870 y de quien tuvo un hijo en 1871. Frederik murió de un problema gástrico, al igual que sus hijos de su anterior matrimonio y que el bebé que tuvo con Mary Ann. Tras su muerte, Mary Ann volvió a cobrar un seguro.
Después de esto, Mary Ann tuvo algunos amantes de quienes también quedó embarazada. Pero los rumores que se tejían sobre ella hicieron que algunos investigadores decidieran averiguar a fondo. Algunos cadáveres de los esposos e hijos fueron exhumados, e incluso encontraron cadáveres en el jardín de su casa. En todos se encontraron vestigios de arsénico.
Mary Ann fue llevada a juicio y los periódicos de la época, como el Times, siguieron detalladamente el proceso. La animosidad popular se exaltó y toda la ciudad se enteró de su historia. Los periodistas hicieron más averiguaciones sobre el pasado de Mary Ann y las divulgaron para satisfacción pública. Durante el juicio, dichos aportes fueron utilizados. Finalmente, en medio de la euforia general, el jurado deliberó durante 90 minutos y la declaró culpable. Mary Ann fue condenada a muerte y colgada el 24 de marzo de 1873. Se dice que murió muy lentamente, por un error del verdugo al ejecutarla.
BELLE GUNNES
Esta sugestiva y exuberante rubia noruega de cuerpo fornido, que llegó a pesar 120 kilos, nació en Trondhjem en 1859 y se le achacan más de 20 asesinatos, aunque muchos le adjudican más de 42, entre los que se contaban los de sus hijos y los de sus pretendientes. Belle vivió en Trondhjem hasta 1883, año en el cual decidió viajar a Chicago. Allí se casó con un hombre incauto, llamado Max Sorensen, quien murió “accidentalmente” en 1900, dejándole la confortable granja en que residían y la satisfactoria suma de 100 dólares de un seguro de vida.
Con tal dinero, la exuberante rubia abrió una pensión, que una fatal noche se incendió, quedándole, además de las cenizas, el dinero de la póliza del seguro que había tomado.
Tras “recuperarse del dolor” por dicha pérdida, la mujer se aventuró en una nueva inversión: abrió una pastelería, que también se quemó, pero también le dejó el consuelo del seguro contra incendio que había tomado.
Ante las suspicacias que produjeron los dos acontecimientos, Belle se trasladó a Indiana donde se casó con Peter Gunnes, un amable ganadero vendedor de carne. Cuando Belle quedó embarazada de él, le pidió que tomara un seguro de vida a favor de ella y, tras tomarlo, el señor Gunnes falleció al poco tiempo en un “casual” y fatal accidente, al golpearse la cabeza contra una máquina de hacer embutidos.
Pero Jenny, la hija mayor de Belle de su matrimonio con Max Sorensen, se dio cuenta de la participación de su madre en la muerte de Peter y se lo reclamó. Belle no dudó en enviar a su hija al otro mundo y a los vecinos les dijo que la joven se había ido a estudiar a la ciudad de Los Ángeles.
Tras la muerte de Peter Gunnes y para no despertar sospechas, Belle probó otra estrategia para conseguir dinero: publicó un anuncio que decía que una joven viuda, propietaria de una granja, buscaba un compañero solvente para contraer matrimonio y compartir la vida.
Muchos hombres le escribieron. Belle les escribió sólo a quienes dijeron no tener parientes, diciéndole a cada uno que se sentía feliz de haberlo encontrado como padre para sus hijos, y con conmovedoras palabras le pidió que, como prueba de la buena fe de sus intenciones, le girara cierta cantidad de dinero en cierta fecha, y le fijó otra fecha para entrevistarlo. Se cree que al menos 15 fueron entrevistados y, en todo caso, ninguno le sobrevivió a la entrevista.
En una ocasión el hermano de Andrew Holdgreen, uno de los aspirantes, quiso tener noticias de éste y, al no recibir respuesta de su hermano, le dirigió una carta a la “prometida”. Belle le respondió que hacía tiempo no sabía de él y que por ello estaba muy angustiada.
El 28 de abril de 1908, un incendio acabó su granja. La policía halló los restos calcinados de sus hijos y más de 20 cadáveres enterrados en el jardín, pero ni rastro de ella. Sin embargo, el día del incendio algunos vecinos vieron a Roy Lamphre, amante de Belle y trabajador ocasional de la granja, huyendo del lugar con una botella de keroseno.
Roy fue atrapado por la policía. En su confesión dijo ser el único hombre al que Belle había amado, pues, sin tener dinero para ofrecerle, la rubia lo había aceptado como su amante. Que había ayudado a Belle a asesinar a sus pretendientes y a desaparecer los restos. Que la viuda envenenaba a sus víctimas con arsénico, lo cual se constató examinando los cadáveres encontrados. Y que, cuando el tóxico no actuaba en el tiempo esperado, él ultimaba de un golpe a cada víctima.
Roy fue sentenciado a 21 años de prisión. De Belle no se supo nada durante mucho tiempo. De hecho, algunos investigadores creyeron que había muerto en el incendio.
En 1932 una mujer, identificada como Esther Carson, fue acusada de asesinar a su esposo. Algunos investigadores encontraron semejanzas entre este crimen y la muerte del primer esposo de Belle, y se supuso que aquélla y ésta eran la misma persona, por lo que fue condenada a cadena perpetua.
A la fecha, no se sabe a ciencia cierta si se trataba de la misma mujer. En todo caso, Belle Gunnes pasó a la historia como una de las criminales más temidas de Estados Unidos. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
Respirando por la herida
JUSTO PASTOR CASTELLANOS, ex representante del
ministro de Educación ante el Consejo Superior de la UFPS.
Transcrito de la revista Magazine de la Frontera, Nº 19, p. 8.
Dicen que “Cuando Dios quiere perder a los hombres los vuelve locos”. Y a Patrocinio Ararat debió caerle la porra celestial, porque el odio y las mezquindades que vomita en sus incoherentes Memorias de nueve largos años de amargura, contra quienes nos le atravesamos en el camino para impedir que se convirtiera en rector vitalicio de la UFPS, sólo puede ser obra de un loco.
Viudo de poder y resentido, Patrocinio la emprende contra “Raimundo y todo el mundo”. En su desesperado afán de fingirse víctima inocente de una infame conspiración, no puede ocultar su obsesión de identificarse con el Alma Mater, presentando los hechos como una profanación contra el templo y el Sumo Sacerdote.
Sentado en el trono, Júpiter Tronante me lanza rayos y centellas sin compasión, atribuyéndome atrocidades; excomulga al Consejo Superior y vocifera de lo lindo contra los estudiantes, los profesores y los administrativos porque no le fueron solidarios. Pero también injuria al ex gobernador García Herreros por inepto y ataca en forma rastrera a Héctor Parra, achacándole haber sido candidato de un movimiento calculador y politiquero. En suma, las Memorias son un memorial de agravios contra “el puñado de ciudadanos que lo obstaculizamos” y no le permitimos continuar de Rector, con la presunción de que él era el hombre predestinado para el cargo y la encarnación divina de la Universidad. Por eso me lanza un misil envenenado, con la temeraria especie de que cuando ingresé al Consejo Superior fue “el día que se jodió la UFPS”.
¿Fue Patrocinio en verdad una víctima como se autocalifica? ¿Era un manojo de virtudes manejando la Universidad? ¿Era un académico cabal? ¿Un científico? Nada de eso, porque en las boticas no venden esos artículos tan finos y exclusivos. En primer lugar, se había apoltronado en el poder por nueve años y ya mandaba como patrón de hacienda sin respeto alguno por sus subalternos. Había montado un círculo de poder y nadie se podía pasar de la raya que ponía. Convertido en un déspota, sus allegados eran los únicos beneficiarios de las gabelas y los contratos. Tenía instalado un régimen dictatorial y cuando me asomé a sus dominios, ya había olvidado que la institución era una Universidad pública. Recuerdo ahora cómo era de fanfarrón y pedante. Tanto, que trató de declararme persona no grata de la Universidad, sin haber pisado sus predios. Tuve que encerrarme varios meses a estudiar estrategias para quitarle los humos y bajarlo del trono, porque era tan poderoso que nadie osaba desafiarlo. Un ex rector me describió lo engreído que era de su poder con esta curiosa reflexión: “Patrocinio es como un avieso cazador, que cuando no tiene presa sobre la cual hacer blanco, dispara ráfagas al aire para animar a sus contendores”. Por eso pataleó tanto en la batalla que sostuvo conmigo, en la que le hice morder el polvo de la derrota.
Pero Patrocinio es además irrespetuoso y atrevido. De mí afirma abusivamente que el Ministro me nombró sin tener perfil académico, científico ni social, como si me hubiera examinado sobre esas materias. Y miren qué ironía: ojalá tuviera en su caletre parte de los conocimientos que archivo en el mío. Por supuesto que no presumo de científico. Pero sé diferenciar a un burócrata fantoche como él, de un científico como Sigmund Freud, que nos codificó los síntomas de los paranoicos, incluida su angustia existencial. Respecto a mi perfil social, sólo puedo argumentar que él puede creerse de mejor ralea que sus progenitores, pero que a mí me encanta ser humilde con los humildes y arrogante con los que se presumen poderosos.
Un antiguo proverbio enseña que “El pez muere por su boca” y Patrocinio lo confirma plenamente. Basta con leer unos párrafos de sus “Memorias”, refiriéndose al proceso en el que lo sustituimos, donde el impostor se delata con tanta ingenuidad (pág. 234): “Todo formaba parte de un ejercicio para armar un nuevo equipo. Ni más faltaba que quisiera eternizarme en el poder. Lástima que se faltó al respeto institucional y que hubieran dividido a la Universidad” (sic). Qué sartal de inexactitudes. Primero condena la rebeldía, porque se consideraba insustituible; segundo, se presentó como candidato porque quería perpetuarse en el cargo; tercero, no es ningún irrespeto institucional el que le hubieran disputado la rectoría; y cuarto, lo que pretendía era tener unificada la Universidad, pero metida en su bolsillo.
Quieto, Patrocinio. Usted no puede seguir llorando como plañidera sobre la leche derramada. Deje de respirar por la herida, porque le va a seguir supurando durante otros diez años y va a contaminar más el medio ambiente. Además, esa obsesión puede causarle traumatismos paranormales y más trastornos mentales. Tómelo por el lado amable para que no le salpique tanta sangre en los ojos.
––––––––––
Según alguien que conoce al director de Magazine de la Frontera y al director de Occidente Universitario, aquél dizque no tenía idea de la existencia del libro del ex rector Patrocinio Ararat, y que se enteró de algunas de las pestes que éste había escrito sobre él porque, a fines de marzo, un «alma caritativa» le allegó fotocopia de cuatro páginas (de la 232 a la 235) de tal libro de «tapas» de macabro color.
Tal vez por eso en Respirando por la herida el autor fue un poco diplomático. Pero a lo mejor no lo habría sido si el «alma caritativa» le hubiese dado fotocopia de la página 238, en la cual el ex rector Ararat pone en boca de Justo Pastor Castellanos esta frase: Me opongo al crédito internacional [de US$10’000.000] porque el Rector seva [sic] a ganar el 10% del valor del crédito y no nos a “pasar” [sic] nada a los miembros del Consejo Superior Universitario.
(NOTA DEL DIRECTOR.)
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
Que alguien me lo explique
(Sin cobro de honorarios)
JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com
Publio Quito Fonseca, quien en paz descansa desde el quincuagésimo primer día de haberse jubilado de la Universidad Francisco de Paula Santander, nació en Boyacá (municipio de Oicatá), y se graduó ingeniero agrónomo en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia («upetecé»).
Siendo profesor aquí de la Escuela de Tecnología Agropecuaria (adscrita a la desaparecida Facultad de Formación Tecnológica), estudió de noche en la seccional Cúcuta de la Universidad Libre de Colombia, de la cual egresó con diploma de abogado.
Cuando yo fui representante profesoral ante el Consejo Superior Universitario (de diciembre de 1988 hasta junio de 1992), él era el secretario general de la Universidad Francisco de Paula Santander, y en la noche de los viernes solíamos ir, con algún que otro «guache», a la Tienda Mixta La Campiña (de doña Ángela Pedraza) a exorcizar el estrés de la semana con unas cinco o seis cervezas Polar, que se produce en el vecino y hermano país de Venezuela.
En dicha tienda, cuando alguien le decía «Oiga, Publio: ¿le puedo hacer una pregunta de Derecho?», él respondía jocosamente con una de las «frases de combate» que utiliza un abogado: «Claro. Pero toda consulta genera honorarios».
Por razones propias de mi representación profesoral, y ante la inminencia de una «próxima sesión» del Consejo Superior, más de una vez fui a su despacho a solicitarle que me aclarara alguna duda del campo del Derecho. En tales casos, tan pronto lo saludaba le decía jocosamente:
«Doctor Quito: vengo a interrogarlo. Pero antes, le leo sus derechos: Le asiste el derecho a guardar silencio. Si renuncia a tal derecho, no podrá pasarme una cuenta de honorarios».
De esta intrascendencia me acordé hace dos semanas en un lugar «de mucha altura» (el último piso del edificio Aulas Sur), al comenzar a hojear y a ojear un ejemplar de Respuestas, la revista que edita la Vicerrectoría de Investigación y Extensión.
¿Por qué?
Pues sobre todo porque, en la página primera, cuatro de los seis integrantes del Comité Editorial, los cuatro integrantes del Comité Científico y el editor de la revista aparecen registrados con el título de postgrado Ph. D. Y en la página segunda, catorce de los veintiocho «pares evaluadores año 2008» también aparecen registrados con el título de postgrado Ph. D.
Y aunque los otros dos integrantes del Comité Editorial y los otros catorce «pares evaluadores año 2008» aparecen registrados con el título de postgrado M. Sc., sólo me referiré al título de postgrado Ph. D.
Pero hago una pausa para reiterar lo que alguna vez consigné en un escrito: que soy uno de los pocos (¿poquísimos, acaso?) profesores más baratos de la Universidad Francisco de Paula Santander, como quiera que esta Institución jamás ha invertido en mí ni siquiera lo que cuesta un diplomado. ¿Y para qué iría ahora a costearme siquiera un diplomado, si desde hace dieciséis meses, casi diecisiete, cumplo con los requisitos de edad y tiempo de servicio para jubilarme cuando quiera?
Por eso sólo tengo diploma de pregrado, y por eso me declaro analfabeta en relación con la nomenclatura y el significado o la esencia de los diplomas de postgrado. Pero, como ningún ser humano es perfecto, se sobreentiende que no existe un perfecto idiota ni un perfecto analfabeta, por ejemplo, por lo cual sería factible que un analfabeta tuviese una idea primitiva, o demasiado primitiva, de lo que, por ejemplo, es el alfabeto.
De modo que, por lo que entiendo (y si estoy más «herrado» que un caballo, que me lo aclaren los que saben, sin que me facturen honorarios), el grado Ph. D. lo otorgan las universidades de las dos más importantes potencias del planeta: Estados Unidos e Inglaterra.
Y también por lo que entiendo, el grado de doctor (a secas) no es «anglosajón». Es más: por lo que entiendo, se asocia al tercer mundo y no al primero; incluida España en el tercero, aunque «peleche» en el primero.
La pregunta obvia es, entonces: ¿es lo mismo doctor que Ph. D? Y la respuesta obvia es que depende del «escenario» (como diría algún «postmodernista») en que se pongan.
En un «escenario» material, o en cuanto a lo que «San» o «Santa No Sé Qué» denominó El vil estiércol del diablo, lo uno y lo otro es lo mismo, como quiera que el decreto 1279 del 2002, contentivo del régimen salarial y prestacional de los profesores universitarios estatales, le asigna ochenta puntos de remuneración a cualesquiera de los dos, lo cual en plata de hoy representa unos setecientos mil pesos que se adicionan vitaliciamente al salario de quien detente el título de Ph. D. o el de doctor.
Pero, en cuanto a la semántica académica, valga preguntar: si son lo mismo doctor y Ph. D., ¿por qué se escriben diferentes?
Ahora bien: de las nueve personas registradas con el título de postgrado Ph. D. en la página primera de Respuestas (edición de diciembre del recién pasado año, aunque me la obsequiaron a mediados de junio de este año), cinco me son desconocidas y, de las catorce registradas con dicho título en la pagina segunda, trece me son desconocidas. Podría ocurrir que «distingo» a unas cuantas de ellas, pero que no asocio los nombres a los rostros.
En todo caso, de las nueve personas registradas en la página primera con el título de postgrado Ph. D., me consta que el título de una de ellas sí es el Ph. D., pues lo obtuvo en Norteamérica. Y es, por cierto, la única mujer, asumiendo que «Wencel» (registrado cuatro renglones más abajo) es nombre de varón.
Y también «en todo caso», de las demás personas que conozco y que aparecen registradas con el título de postgrado Ph. D., sé que su título es doctor, como quiera que lo obtuvieron en Colombia, o México o España.
Pero vuelvo a la pregunta de cuatro párrafos atrás: si son lo mismo doctor y Ph. D., ¿por qué se escriben diferentes?
Si se supone que la Academia demanda rigor semántico y científico, y si Respuestas es una revista con estatus de académica o científica, ¿por qué le son indistintos doctor y Ph. D? ¿No evidencia ello falta de rigor… semántico, al menos?
Claro que, de pronto, debí comenzar con la pregunta: ¿qué significan doctor y Ph. D? Pues, si se escriben diferentes y tienen orígenes distintos, el sentido común sugeriría que debe haber alguna diferencia entre los dos, independiente de si dicha diferencia es ni más ni menos que cachet. O Distancia y categoría, como a lo mejor podría decir el veteranísimo Carbuco, dado que, por lo que entiendo, Ph. D. lo asocian al primer mundo mientras doctor lo asocian al tercero.
Cualquiera sea la explicación, deberían proporcionármela los colegas que tienen grado de Ph. D. o los que lo tienen de doctor, sin que me facturen honorarios. A fin y al cabo, si no recuerdo mal las clases de catecismo en mi primer año de primaria, una de las llamadas «obras de misericordia», de la entonces autodenominada «santa madre iglesia católica, apostólica y romana», ordena enseñarle al ignorante.
Y hablando de ignorantes, como yo (que no tiene claros la nomenclatura ni el significados de los diploma de postgrado), hay un refrán que advierte que La ignorancia es atrevida. Y puesto que «la jalta de inorancia» (como decía Emeterio, el tolimense) es atrevida, exteriorizaré mi aventurada percepción en cuanto a por qué Respuestas suplanta doctor por Ph. D.
Como, por lo que entiendo, Ph. D. lo asocian al primer mundo mientras doctor lo asocian al tercero, percibo en tal suplantación un «agüevamiento». Un complejo de inferioridad tercermundista.
Si ello fuere así, deberían los «damnificados» por tal suplantación exigir la restitución literal, en la revista, de su título más alto de postgrado. ¿A quién? Pues al gracioso, sea el rector o algún vicerrector, que ordenó o promovió la suplantación de doctor por Ph. D. A fin y al cabo, si Respuestas es una revista con estatus de académica o científica, está obligada al rigor semántico y científico.
Y si tal suplantación obedece a un complejo de inferioridad tercermundista, entonces cabe preguntar: ¿por qué las directivas de esta Institución envían a los colegas profesores al tercer mundo a postgraduarse, en vez de enviarlos a Estados Unidos o a Inglaterra?
Y por cierto: si se habla del primer mundo y del tercero, ¿cuáles países conforman el segundo? Y si se habla de la «tercera edad» del ser humano, ¿cuál es la segunda?
Quienquiera que conozca las respuestas de todas las preguntas que aquí se han planteado, debería proporcionármelas. Desde luego, sin que me pase una cuenta de honorarios. n
l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l ▬▬▬▬▬ l
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Hace tres días (el recién pasado sábado), el Consejo Superior
fue consecuente con la voluntad mayoritaria de los estamentos
académicos, expresada en las urnas el viernes 5 y el sábado 6
de este mes que hoy se acaba.
En consecuencia, designó al ingeniero de sistemas HÉCTOR
PARRA como rector de la Universidad Francisco de Paula
Santander para el trienio 2009-2012; y al también ingeniero
de sistemas NELSON BELTRÁN como decano de la
Facultad de Ingeniería, también para el trienio 2009-2012.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
N O T A S :
Cualquier nota que no tenga explícitamente autor, debe ser
atribuida exclusivamente al director de Occidente Universitario.
Por limitaciones pecuniarias, las ediciones «en papel» de
Occidente Universitario, que se difunden completamente
gratis, es de 45 ejemplares.
La edición Nº 105 de Occidente Universitario saldrá
(probablemente) el viernes 24 de julio del 2009.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
cucutanuestra@gmail.com