PRECURSORES Y PERSONAJES DE NUESTRA INDEPENDENCIA / simon_bolivar_2



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BIOGRAF�A
SIM�N BOL�VAR (Caracas, julio 24 de 1783 - Santa Marta, Colombia, diciembre 17 de 1830)  Militar venezolano, Libertador de Am�rica. Sim�n Jos� Antonio de la Sant�sima Trinidad Bol�var y Palacios, el m�s completo de los americanos, libertador por antonomasia, creador de Bolivia, fundador de la primera Colombia, h�roe m�ximo de la independencia de seis rep�blicas de hoy, no naci� ni pobre ni revolucionario, sino en una cuna aristocr�tica (mantuana), due�o de una rica fortuna entonces representada por minas, haciendas cacaoteras y cientos de esclavos, y en circunstancias tan distanciadas de la insurgencia de los pueblos, que bien pudo ser un representante del poder colonial espa�ol y un desalmado explotador del pueblo, pero su desinter�s, inteligencia y rebeld�a hicieron que, a la vuelta de pocos a�os y despu�s de unas cuantas decisiones radicales, se pusiera a la cabeza del m�s profundo y vigoroso movimiento insurreccional llevado a cabo en el sur de Am�rica. Hijo del coronel Juan Vicente y de Mar�a Concepci�n, Bol�var qued� hu�rfano de padre cuando ten�a tan s�lo dos a�os y medio (1786), y de madre a los nueve (1792); vivi� con su abuelo materno Feliciano Palacios, y a su muerte, qued� al cuidado de su t�o y tutor Carlos Palacios. A los 12 a�os, en julio de 1795, mostr� tempranamente su rebeld�a, al huir de la casa del t�o para vivir con su hermana casada Mar�a Antonia, donde tampoco pudo tener paz, no obstante el cari�o que mutuamente se profesaban. Se le envi� entonces a vivir a casa del maestro de' primeras letras, el jacobino socialista Sim�n (Carre�o) Rodr�guez (1771 - 1854), hombre de cultura pol�tica avanzada que mucho influy� en la educaci�n del futuro Libertador. Pero Sim�n Rodr�guez, como se quiso llamar �l mismo, se fue de Caracas en 1797. Otro ilustre caraque�o, Andr�s Bello (1781 - 1865), le dio clases de historia y geograf�a, y el padre capuchino Francisco And�jar le ense�� matem�ticas. Todos ellos iniciaron la formaci�n elemental de Bol�var, pero en gran medida se le puede considerar como hombre de cultura autodidacta. Muchos creen que la vocaci�n del joven Bol�var era el ejercicio de las armas, porque antes de los 14 a�os hab�a ingresado como cadete en el batall�n de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, del que tiempo atr�s hab�a sido coronel su padre.Pero esa educaci�n de miliciano era com�n en la �poca, cuando no hab�a otra opci�n distinta que los seminarios religiosos. A comienzos de 1799 fue enviado a Madrid, donde otros t�os. Esteban y Pedro Palacios se encargaron de afinar su educaci�n, puli�ndola en extremo. El cambio fue tan r�pido que si se le compara con la redacci�n y ortograf�a de la primera carta aut�grafa que Bol�var escribi� a su paso por M�xico, en viaje a Espa�a, no deja de sorprender por la diferencia tan notable que revela. Ese refinamiento se le debe en parte al sabio marqu�s Jer�nimo de Ust�riz y Tobar, caraque�o avecindado en Madrid, que se encarg� de darle a Bol�var, entre los 16 y 19 a�os, la educaci�n de un cortesano: amplio conocimiento de la cultura cl�sica, literatura y arte, franc�s, esgrima y baile. La frecuente asistencia a fiestas y saraos, la vers�til pero vanidosa vida de las altas clases sociales, bien pudieron absorber al inquieto, simp�tico y rico americano en Europa. En Madrid conoci� a Mar�a Teresa Rodr�guez del Toro y Alayza (1781 - 1803), de quien se enamor� profundamente. Se casaron en 1802, no obstante la juventud de los dos, ella de 21 y �l un poco menor, de 19. Su proyecto de vida era el propio de un heredero de ricas haciendas: fundar un hogar, tener hijos, acrecentar las propiedades. Pero la suerte les dio otro destino, porque a los pocos meses de llegados a Venezuela, Mar�a Teresa muri� de fiebre amarilla. Fue el �nico matrimonio de Bol�var, y a lo largo de su vida fue fiel a su promesa de no volverse a casar, pero am�, y con frecuencia, a otras mujeres.
La vida de Bol�var entre 1802, antes de su matrimonio, y 1806, est� caracterizada por el despilfarro y la banalidad. Los placeres de la vida f�cil en Europa para quien es rico y los mil atractivos del esplendor napole�nico pudieron fascinar a Bol�var por un tiempo, el suficiente para hartarse. Pero no todo el tiempo. Hay constancia de sus cr�ticas ponzo�osas al boato del Consulado y a la corrupci�n que se adue�aba de Par�s, de su deseo de hacer algo �til por su patria, as� fuera dedicarse a las ciencias f�sico - qu�micas, y del trato no muy frecuente pero suficiente con sabios como el bar�n von Humboldt, Aim� Bonpland y otros, lo que demuestra que a la par que Bol�var se divert�a con holgura, tambi�n maduraba proyectos superiores. Estando en Roma un d�a de agosto de 1805, en el Monte Aventino jur�, ante su maestro Rodr�guez, regresar a Am�rica y prestarle apoyo a la lucha armada. Por entonces muchas ideas pol�ticas de avanzada ya eran del dominio p�blico: la rep�blica electiva, la igualdad ante la ley, la abolici�n de la esclavitud, la separaci�n de la Iglesia y el Estado, la tripartici�n de poderes, la libertad de cultos y el derecho de gentes (los derechos humanos) constitu�an, por as� decirlo, el consenso americano, pero faltaba quien hiciera realidad, acto de gobierno, todo ese proyecto liberador. Y era imposible hacerlo en una colonia, puesto que no se trataba de cambiar de rey, sino de abolir la monarqu�a; ni de discutir los yerros de la dominaci�n espa�ola, sino de imponer la soberan�a del pueblo. Por todo eso se deb�a hacer la guerra. A fines de 1806, al saber que Francisco de Miranda (1750 - 1816) se dedicaba a fomentar la guerra en Venezuela, Bol�var decidi� regresar, y despu�s de un recorrido por Estados Unidos, lleg� a su patria a mediados de 1807.
SE INICIA EL PROYECTO LIBERADOR CAMPA�A ADMIRABLE (1813)Es verdad que Bol�var regres� a Venezuela para administrar sus fincas, pero tambi�n es cierto que en las reuniones que se llevaban a cabo en su quinta de recreo, a orillas del r�o Guaire, m�s que tertulias literarias se tramaban conspiraciones. Por eso al estallar la chispa insurreccional en Caracas, el 19 de abril de 1810, cuando el pueblo desconoci� al gobierno colonial de Vicente Empar�n, Bol�var, en compa��a de Andr�s Bello y Luis L�pez M�ndez, fue nombrado por la junta revolucionaria comisionado ante el gobierno brit�nico, con la exacta instrucci�n de convencer al ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, de apoyar la insurrecci�n caraque�a. En diciembre de 1810 regres� Bol�var a Caracas con pocos triunfos diplom�ticos, porque el gobierno ingl�s, aunque simpatizaba con los actos independentistas de los americanos, como una manera de socavar la hegemon�a espa�ola en este continente, estaba unido a Espa�a por un tratado de alianza. Mientras tanto, Bol�var hab�a convencido a Miranda para que lo acompa�ara en un nuevo esfuerzo por consolidar la independencia de su patria. En 1811 Bol�var, con el grado de coronel que le concedi� la Sociedad Patri�tica de Caracas y bajo las �rdenes de Miranda, contribuy� a someter a Valencia, que no obedec�a a la Sociedad, y en 1812, a pesar de sus esfuerzos por defender la plaza de Puerto Cabello, a �l confiada, no logr� evitar que cayera en manos de los realistas debido a una traici�n. Desilusionado ante la rendici�n del general�simo Miranda ante el jefe espa�ol Domingo de Monteverde, pero deseoso de continuar la lucha, Bol�var decidi�, en uni�n de otros j�venes oficiales, apresar a Miranda. Aunque Bol�var no lo entreg� a los espa�oles, otros s� lo hicieron, y el infortunado precursor fue embarcado preso hacia C�diz, donde muri� poco despu�s. Todos perdieron aquella vez, y Bol�var apenas logr� un salvoconducto para emigrar, gracias a su amigo Francisco Iturbide. Se traslad� a Curazao y luego a Cartagena de Indias, donde escribi� uno de sus m�s c�lebres documentos, la "Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraque�o", conocido tambi�n como Manifiesto de Cartagena (diciembre 15 de 1812). All� se opuso a la copia acr�tica de f�rmulas pol�ticas buenas para �rep�blicas a�reas�, critic� el federalismo como inadecuado para los nuevos Estados emergentes, sugiri� la formaci�n de un ej�rcito profesional en vez de milicias indisciplinadas, proclam� la necesidad de centralizar los gobiernos americanos y propuso una acci�n militar inmediata para asegurar la independencia de Nueva Granada, consistente en reconquistar a Caracas, que era, a su sentir, la puerta de toda la Am�rica meridional. Propuso, en fin, pasar a la ofensiva estrat�gica. En la pr�ctica, esa fue la campa�a que de inmediato llev� Bol�var a cabo con �xito notable, acrecentando su prestigio de supremo director de la guerra. As� pues, a la cabeza de un peque�o ej�rcito, limpi� de enemigos los m�rgenes del Magdalena, ocup� en febrero de 1813 a C�cuta, y en s�lo 90 d�as, entre mayo y agosto, liber� a Venezuela en una r�pida y fulgurante sucesi�n de batallas. Por eso esta campa�a recibi� el nombre de Admirable y Bol�var fue aclamado por vez primera como Libertador, t�tulo oficial que le concedi� la ciudad de Caracas en octubre de ese a�o y con el que ser� universalmente reconocido.
Casi a la vez, ocurri� otro suceso memorable: en junio, al pasar por Trujillo, Bol�var decret� la guerra a muerte, con lo que consigui� solucionar el problema fundamental en toda guerra, que es hacer el deslinde pol�tico-ideol�gico entre amigos y enemigos y sentar un elemental principio de identidad nacional y de clase. Afirm� que eran americanos los que luchaban por su independencia sin importar pa�s de nacimiento ni color de la piel; y que eran enemigos los que aunque nacidos en Am�rica, no hicieran nada por la libertad del Nuevo Mundo. Con ese decreto, tan vituperado incluso por bolivarianos de nota, Bol�var logr� separar, tajantemente, los dos campos, evitando el apoyo que mantuanos y hacendados criollos daban a los realistas; cre� condiciones para la guerra de todo el pueblo, en la que nadie pod�a permanecer indiferente; y atrajo a llaneros, cimarrones, indios y esclavos al ej�rcito patriota. En el decreto de Guerra a Muerte est� el secreto de la Campa�a Admirable, que es, a su vez, la clave de la libertad de Venezuela.
Sin embargo, el establecimiento, por segunda vez, de la rep�blica en Venezuela no dur� mucho tiempo. A pesar de triunfos en batallas como las de Araure, Bocachica o la primera de Carabobo, y de resistencia, heroica como la defensa de San Mateo, Bol�var en el occidente del pa�s y Santiago Mari�o en el oriente se vieron obligados a cederle el terreno al sanguinario asturiano realista Jos� Tom�s, Boves (1782-1814), quien al vencer a los patriotas en el combate de La Puerta (junio de 1814), los oblig� a evacuar la ciudad de Caracas. Se produjo, entonces, la pat�tica emigraci�n de veinte mil habitantes hacia Barcelona y Cuman� huyendo de la persecuci�n de Boves. Con otros oficiales, Bol�var logr� escaparse a Cartagena otra vez, donde pod�a hallar refugio y renovados apoyos. Cuando todo parec�a llegar a su fin, derrotado y desconocido por sus antiguos partidarios, Bol�var lanz� en Car�pano (septiembre de 1814) un manifiesto lleno de serenidad, con la mira puesta en el futuro, superando las aciagas circunstancias moment�neas. Propuso algo m�s que la independencia, que es la libertad, se declar� culpable de los errores cometidos pero inocente de coraz�n, y se someti� al juicio del Congreso soberano: �Libertador o muerto dijo- merecer� el honor que me hab�is hecho, puesto que ninguna potestad humana podr� detenerme hasta volver segundamente a libertaros�.
CARTA DE JAMAICA (1815)Al servicio de la Nueva Granada, Bol�var recibi� la orden del Congreso de ocupar la provincia disidente de Cundinamarca para incorporarla a las Provincias Unidas. Cerc� entonces a Bogot�, la que pese a la excomuni�n eclesi�stica, logr� tomar sin derramamiento de sangre. De esta manera, en enero de 1815, se pudo trasladar el Congreso de Tunja a Santaf�. Enseguida parti� el Libertador a Santa Marta, pero en Cartagena se encontr� con la hostilidad de Manuel del Castillo, que aunque del ej�rcito patriota, abrigaba de tiempo atr�s resentimientos contra Bol�var. Bol�var hab�a decidido poner sitio a Cartagena, pero desisti� para evitar el enfrentamiento armado que hubiera sido el comienzo de una guerra civil cuando m�s se necesitaba la uni�n, porque se acercaba la reconquista espa�ola de Pablo Morillo, al frente de 15 mil veteranos. Bol�var emigr� a Jamaica, el 14 de mayo de 1815. Ante tan desesperada situaci�n, Cartagena, asediada por Morillo, proclam� en octubre su anexi�n a Inglaterra en busca del apoyo brit�nico. El duque de Manchester, gobernador de Jamaica, hizo caso omiso de la solicitud cartagenera. Bol�var se dedic� en Kingston a una intensa campa�a publicitaria en The Royal Gazette. Escribi� varias cartas p�blicas a comerciantes ingleses, describiendo la situaci�n de Am�rica en su conjunto, con realismo, ecuanimidad y clarividencia, a tal punto que todo lo all� indicado se cumpli� cabalmente a lo largo del siglo XIX. Por eso han sido llamadas prof�ticas esas cartas, en especial la firmada el 6 de septiembre de 1815, dirigida a Henry Cullen, "Contestaci�n de un americano meridional a un. caballero de esta isla" Nuevamente la estrategia integracionista de Bol�var para hacer de Am�rica una respetable �naci�n de rep�blicas� tuvo aqu� su presencia. Otra carta firmada por "El Americano", menos conocida, es una v�vida descripci�n y diagn�stico de la plural identidad latinoamericana, con fundamento en su diversidad �tnica.
Tal vez en la vida de Bol�var no hubo otro a�o m�s desastroso que 1815, pues no s�lo se vio exiliado y sin recursos, sino que fue v�ctima de un intento de asesinato a manos de su antiguo criado P�o, sobornado por los agentes de Salvador de Mox�, gobernador realista de Caracas. Se traslad� entonces a la Rep�blica de Hait�, donde su presidente, Alejandro P�tion, le proporcion� magn�nima ayuda con la condici�n �nica de que otorgara la libertad a los esclavos negros. Al poco tiempo sali� de Los Cayos una magn�fica expedici�n al mando de Bol�var, que lleg� en mayo de 1816 a la isla de Margarita y tom� Car�pano por asalto. Bol�var decret� el 2 de junio la libertad de los esclavos. Ese mismo a�o retorn� a Hait�, donde se pertrech� por segunda vez y volvi� a la carga. A comienzos de 1817 encontramos a Bol�var en Barcelona, trabajando para hacer de la provincia de Guayana un basti�n en la liberaci�n de Venezuela: hab�a comprendido que deb�a hacerse fuerte donde el enemigo es d�bil y modificar la estrategia de ocupar las principales ciudades costeras. De esta manera, en julio tom� la capital principal, Angostura (hoy ciudad Bol�var); en octubre organiz� el Consejo de Estado, y en noviembre el Consejo de Gobierno, el Consejo Superior de Guerra, la Alta Corte de Justicia, el Consulado, el Concejo Municipal, y dio pasos para editar su propio �rgano de prensa, El Correo del Orinoco, que apareci� en junio de 1818. En aquella �poca no s�lo se le opon�an los espa�oles: tambi�n uno de sus generales, Manuel Piar, quien prevalido de su segundo nivel jer�rquico y de ser negro, trat� de resucitar la guerra de razas de la �poca de Boves, aunque esta vez en el espacio republicano: Bol�var lo par� en seco, y ante su deserci�n, orden� su prisi�n y juicio. Piar, lamentablemente, fue condenado al fusilamiento por el Consejo de Guerra, sentencia que se cumpli� el 16 de octubre, consolidando, a tan alto precio, la autoridad de Bol�var y evitando as� una inaudita guerra de razas.
CAMPA�A LIBERTADORA BATALLA DE BOYAC� (1819)El a�o siguiente fue dedicado a la planeaci�n de una gran estrategia libertadora. Ahora, ya arraigados los patriotas en el oriente venezolano, con el Orinoco como v�a regia para comunicarse con los proveedores de armas y hombres del exterior con los llanos del Apure al centro y la selva virgen a la espalda, se pod�a dise�ar una campa�a a mediano plazo. Bol�var logr� sorprender a Morillo en Calabozo, aunque los patriotas perdieron la batalla en Sem�n. En Rinc�n de los Toros una patrulla realista casi descubre a Bol�var, y se salv� por un golpe de suerte. Pero estas eran contingencias de la guerra. Lo principal era que se ten�a una gran base patriota y que se hab�a revertido la geograf�a de la revoluci�n, cuando en 1814 los realistas eran due�os de los llanos y las selvas y los insurgentes de las costas y ciudades. La nueva estrategia, pues, daba sus frutos. En febrero de 1819 Bol�var convoc� y logr� reunir un congreso en Angostura, donde pronunci� un discurso considerado despu�s como el m�s importante documento pol�tico de su carrera de magistrado. Present� tambi�n un proyecto de Constituci�n. Mientras tanto, uno de sus generales, Francisco de Paula Santander (1792-1840) hab�a organizado un considerable ej�rcito en los llanos orientales neogranadinos. A su vez, el general llanero Jos� Antonio P�ez (1790-1883), que le jur� obediencia, hab�a levantado un temible ej�rcito de lanceros. En circunstancias diferentes los dos hab�an dado pruebas de fuerza, �ste de valor temerario y aqu�l de meticulosa preparaci�n. Por ejemplo, en Las Queseras del Medio, P�ez hab�a sido rodeado por Morillo, quien ten�a cerca de seis mil soldados, mientras �l s�lo ten�a unos cuarenta jinetes; atrajo a mil soldados realistas llano adentro aparentando retirada, y cuando los espa�oles le daban alcance P�ez grit� ��Vuelvan caras!�; los terribles lanceros le hicieron a Morillo 400 bajas entre muertos y heridos, provocando la desbandada realista (abril de 1819). A su vez, Santander, con inacabable paciencia, hab�a entrenado en Casanare y en pocos meses, un ej�rcito de alrededor de 1300 soldados. En mayo de 1819, Bol�var le confi� al vicepresidente nombrado en Angostura, Francisco Antonio Zea, que desde hac�a mucho hab�a meditado una empresa que �sorprender� a todos porque nadie est� preparado para opon�rsele�. A Santander le hab�a ordenado d�as antes que concentrara �todas sus fuerzas en el punto m�s c�modo y favorable para entrar al interior� de la Nueva Granada. Envi� a P�ez a los valles de C�cuta como t�ctica de distracci�n; pues siempre pens� sorprender al general Jos� Mar�a Barreiro y sus 4500 hombres, penetrando al territorio realista por el lugar menos propicio. Con los 2100 hombres que llev� Bol�var y los 1300 que ten�a Santander, se llev� a cabo el epop�yico tramonte de los Andes. Hombres todos de tierras calientes y bajas fueron impelidos a subir a p�ramos de cuatro mil metros de altura, por caminos inciertos y precipicios de espanto, llevando armas, cabalgaduras, vituallas y parque. R�pidos combates en Pisba, G�meza y el Pantano de Vargas pusieron a los espa�oles a la defensiva, aunque los patriotas se vieron por momentos en serios peligros de perder la iniciativa. El 7 de agosto se dio la batalla del Puente de Boyac� que, siendo de menor importancia militar que la del Pantano de Vargas, tuvo mayor repercusi�n pol�tica, pues los restos del ej�rcito espa�ol fueron derrotados y el propio Barreiro y su alta oficialidad cayeron prisioneros. A consecuencia de esta batalla de cuatro horas, el oriente de ' Am�rica meridional qued� liberado, incluyendo a Santaf�, su capital. Las bajas espa�olas fueron entre 400 muertos y heridos, adem�s de la p�rdida total de los pertrechos de guerra, gran parte de la caballer�a y 1600 prisioneros. Por si fuera poco, el virrey Juan S�mano, al enterarse del desastre, huy� de Santaf� dejando intacto el tesoro real, calculado en un mill�n de pesos de oro. Morillo escribi� al rey de Espa�a: �Bol�var en un solo d�a acaba con el fruto de cinco a�os de campa�a y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del Rey ganaron en muchos combates�. Dej� Bol�var el mando de la Nueva Granada al general Santander, y sin p�rdida de tiempo torn� a Venezuela. En Angostura, a propuesta suya, el Congreso expidi� la Ley Fundamental de la Rep�blica de Colombia (diciembre 17 de 1819). Aunque por corto tiempo, el ideal integrador de una gran naci�n americana inici� as� su hermosa realidad.
LIBERACI�N DE VENEZUELA, ECUADOR Y PER�
A la fundaci�n de la Magna Colombia se agreg� otro hecho feliz: en enero de 1820 estall� en Espa�a la revoluci�n del general Rafael Riego, quien se opuso a la reconquista americana y facilit� la firma en Trujillo, Venezuela, de un armisticio y un tratado para la regulaci�n de la guerra. Bol�var y Morillo, enemigos ayer, se entrevistaron en el pueblo de Santa Ana. A1 cese de la tregua, los ej�rcitos patriotas reiniciaron con renovadas fuerzas la lucha independentista, logr�ndose la victoria el 24 de junio de 1821 en la sabana de Carabobo. Los restos del ej�rcito espa�ol se refugiaron en Puerto Cabello, y en 1823 se rindieron incondicionalmente. Ahora Venezuela qued� libre y s�lo faltaba Ecuador, donde a�n permanec�an los realistas. Despu�s de breve estad�a en C�cuta, donde se reunieron los congresistas para aprobar una nueva Constituci�n, Bol�var se encamin� por Bogot� hacia el sur, mientras el general Antonio Jos� de Sucre (17951830) hac�a lo mismo desde Guayaquil. En Bombon� se venci� la resistencia de los pastusos y en Pichincha, el 24 de mayo de 1823, se liber� definitivamente al Ecuador, quedando as� integrado el bloque de pa�ses grancolombianos. Pero los espa�oles eran todav�a fuertes y dominaban en tierra peruana, constituyendo una seria amenaza no s�lo para Colombia, sino para la sobrevivencia del sistema democr�tico y republicano en toda la Am�rica. Adem�s, todav�a all� exist�an ideas monarquistas, que ataban a muchos patriotas a la vieja sociedad. Para discutir esos y otros proyectos libertarios se reunieron en Guayaquil (puerto reci�n liberado por Colombia) Bol�var y el general Jos� de San Mart�n (1777-1850), libertador de Argentina y Chile y protector del Per�. Se ha dicho que lo hablado a solas entre los dos constituye un misterio indescifrable hasta hoy, pero a juzgar por lo que sucedi� inmediatamente despu�s, se puede colegir lo pactado: San Mart�n reconoci� la soberan�a colombiana en Guayaquil, solicit� y obtuvo el apoyo militar de Bol�var para avanzar al sur del continente con sus veteranas tropas, y �l mismo ofreci� irse de Am�rica para no crear conflicto de poderes con los colombianos. Bol�var, a su vez, vio la gran oportunidad para asegurar la independencia de Colombia y prestar al mismo tiempo concurso decisivo a la liberaci�n suramericana.
En 1823 la situaci�n pol�tico-militar de Per� distaba mucho de ser apacible. Las divergencias entre el presidente Jos� Riva Ag�ero y el Congreso dividieron la naci�n, mientras los espa�oles segu�an intactos en la sierra. Las tropas de auxilio argentinas, chilenas y las colombianas, reci�n llegadas, se hab�an cansado de esperar una resoluci�n definitiva. Los propios realistas estaban tambi�n divididos entre monarquistas recalcitrantes y liberales. Per� parec�a un caso perdido. En tan cr�tica situaci�n, Bol�var fue llamado formalmente por el Congreso, con facultades para reorganizar el ej�rcito. Cuando se aprestaba a ocupar el Per�, la guarnici�n de El Callao se pas� a los realistas y Lima pas� a manos espa�olas. Entonces el Congreso se disolvi� a s� mismo y design� a Bol�var dictador, como en la antigua Roma, entreg�ndole todos los poderes para salvar al pa�s. Pero contra los que pensaron que Bol�var se contentar�a con asumir su autoridad de manera apenas circunstancial, se sorprendieron cuando un poderoso ej�rcito multinacional de colombianos, argentinos, peruanos e incluso europeos, emprendi� la ofensiva estrat�gica. El 6 de agosto de 1824 Bol�var derrot� en Jun�n al Ej�rcito Real, en una brillante operaci�n con armas blancas, la �ltima gran batalla que as� se dio en la historia mundial. Y pocos meses despu�s, siguiendo la estrategia bolivariana, se dio el 9 de diciembre la batalla de Ayacucho, el m�s grande enfrentamiento de tropas que ha habido en toda la historia de Am�rica hasta hoy, pues pelearon 5780 aliados americanos contra 9320 realistas. Casi todos, el virrey, todo el Estado Mayor, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 468 oficiales y los generales Jos� de Canterac y Zer�nimo Vald�s, as� como la gran mayor�a de la tropa, quedaron prisioneros. Los datos son �tiles, porque con la batalla de Ayacucho termin� la etapa militar de la independencia americana y las iniciativas estrat�gica y t�ctica pasaron definitivamente a los ej�rcitos patriotas.
Dos d�as antes del triunfo, el 7 de diciembre, el dictador Bol�var y su secretario Jos� Faustino S�nchez Carri�n, a nombre del Per�, cursaron una invitaci�n a los gobiernos independientes de Colombia, M�xico, Centroam�rica, Chile y La Plata, es decir, que as� quedaba reunida toda la Am�rica antes espa�ola. Aunque el Imperio del Brasil tambi�n fue invitado y acept� participar, no asisti�. Chile tampoco porque el Congreso no se hab�a reunido para aprobar el viaje de sus delegados, y cuando lo pudo hacer, ya hab�a concluido la reuni�n en Panam�. Las Provincias Unidas del R�o de la Plata, bajo la presidencia de Bernardino Rivadavia, por distintas causas dejaron de asistir. Bolivia nombr� delegados, pero no pudieron viajar oportunamente. Los Pa�ses Bajos fueron invitados como observadores, pero su delegado olvid� las credenciales y el Congreso no pudo habilitarlo. Francia, todav�a comprometida con Espa�a, declin� la invitaci�n. Paraguay no fue invitado porque la gobernaba el doctor Jos� Gaspar Rodr�guez Francia y estaba aislado de todo contacto exterior. Hait� fue discriminado por el vicepresidente de Colombia, Santander, quien, en cambio, contra expresas instrucciones de Bol�var; invit� a Estados Unidos. Pero ninguno de los tres delegados norteamericanos pudo asistir a Panam�: Ricardo C. Anderson muri� durante el viaje, John Sargeant lleg� tarde y Poinsett esper� in�tilmente el traslado del Congreso Americano de Panam� a Tacubaya, en M�xico. Gran Breta�a fue invitada y asisti� como observador. En resumen, el 22 de junio de 1826 lograron reunirse en la ciudad colombiana de Panam�, ocho delegados de cuatro pa�ses: Centroam�rica, Colombia, M�xico y Per�: Sesionaron en 10 ocasiones y aprobaron dos documentos trascendentales: el Tratado de Uni�n, Liga y Confederaci�n Perpetua y la Convenci�n de Contingentes Militares y Navales. Tambi�n se discuti� el problema de la esclavitud de los negros, la independencia de Cuba y de Puerto Rico y se cre� un ej�rcito de 60 mil soldados, una flota y un comando naval. Pero muchas intrigas pol�ticas y saboteos m�s o menos encubiertos, malograron el espl�ndido proyecto anticolonial americano. Sin embargo, el teatro de la guerra pudo crecer despu�s de Ayacucho por las amenazas de la Santa Alianza europea monarquista, para intervenir con 100 mil hombres en Am�rica, seg�n la oferta de Francia a Espa�a. El 8 de marzo de 1825, en carta a Santander, Bol�var expuso su idea de una guerra popular prolongada como freno eficaz a la intervenci�n europea. Su estrategia era permitir la invasi�n, dejarlos entrar, cerrarles las salidas y los suministros en Cartagena y Puerto Cabello, y atacarlos por partes mediante la guerra de guerrillas. No dud� en que �sta ser�a una gran guerra mundial desatada por los tronos contra las nuevas rep�blicas liberales. De un lado estar�an la Santa Alianza y las monarqu�as europeas, y del otro, Inglaterra y la Am�rica entera.
CONSTITUCI�N BOLIVIANA Y DICTADURA Entretanto, Bol�var renunci� a la dictadura ante el Congreso peruano, que lo colm� de honores como ni Venezuela ni Colombia lo hab�an hecho: un mill�n de pesos para �l, otro para su ej�rcito, espada y corona de laureles de oro, medallas para la tropa, y otros. Bol�var rehus� el dinero pero acept� los homenajes. Viaj� por Arequipa, Cuzco, Potos�. En Chuquisaca, las provincias del Alto Per�, antes subordinadas a Argentina, proclamaron la independencia con el nombre de Rep�blica Bol�var; se llam� as� la que hoy conocemos como Bolivia. A solicitud de su Congreso, Bol�var redact� la Constituci�n del nuevo Estado, otro documento fundamental para conocer el pensamiento que la prolongada guerra habr�a hecho germinar en el Libertador: hacer un Estado tan fuerte como democr�tico, sacando experiencias tanto del pensamiento cl�sico greco-latino, como de la democracia norteamericana. En su Constituci�n, el presidente y el Senado hereditario ser�an el freno a las ambiciones personales de los caudillos. Los ciudadanos votar�an no s�lo para elegir el poder ejecutivo y el legislativo, sino tambi�n para formar un poder electoral encargado de nombrar jueces, gobernadores y curas. Ese ser�a el logro de la democracia plena. La Constituci�n para Bolivia, claro resumen del pensamiento pol�tico de Bol�var, fue mal entendida en su �poca y peor promocionada. Tildada de tir�nica por los liberales la "vitalicia", como se le caracteriz�, fue el punto de referencia de toda la invectiva contra el Libertador en los cuatro a�os siguientes. Sin embargo, aunque Bolivia la adopt� por dos a�os, y el Per� la aprob� aunque sin implantarla, en Colombia se le impugn� con severidad todo el tiempo, a pesar de que Bol�var la defendi� tenazmente como una Constituci�n m�s liberal que la de C�cuta de 1821. Viejas rivalidades entre caudillos y la incapacidad para superar el regionalismo lugare�o existente entre los pueblos desde la �poca colonial, fueron atizadas en abril de 1826, so pretexto de oponerse al modelo de la Constituci�n para Bolivia. Mientras Bol�var se distanciaba de Santander y �ste de P�ez, estall� en Venezuela una insurrecci�n contra las autoridades centrales de Bogot�. Bol�var march� a Caracas a sofocar la revuelta, conocida como La Cosiata, y logr� la paz a comienzos de 1827. Regres� a Bogot� en septiembre y asumi� la Presidencia de la Rep�blica, desplazando a Santander, quien la ejerc�a como vicepresidente ejecutivo. Para conciliar los ya dos bandos opuestos, bolivaristas y santanderistas, se convoc� a una Convenci�n Nacional, en Oca�a, en 1828, que fracas� rotundamente dejando al pa�s sin una ley fundamental. Ante la virtual anarqu�a, Bol�var asumi� en agosto la dictadura que le ofrec�an los pueblos. Pero el 25 de septiembre, un heterog�neo grupo de te�ricos radicales, importadores y masones, casi todos j�venes, conspir� contra Bol�var para darle muerte. Aunque varias veces hab�a salido bien librado en atentados contra su vida, esta vez la conjura ten�a caracter�sticas m�s oprobiosas, en parte por su calidad de presidente y porque los principales conjurados eran sus compatriotas. La oportuna intervenci�n de la bella quite�a Manuelita S�enz le salv� la vida, gracias a su desplante y serenidad ante los asesinos. Aunque Bol�var quiso ser magn�nimo con sus enemigos, el auge que hab�a tomado el partido antibolivariano y la situaci�n general del pa�s aconsejaron al gobierno actuar con severidad. Pero el Libertador cay� preso de una mortal tristeza.
A�OS FINALES Los �ltimos dos a�os de la vida de Bol�var est�n llenos de amargura y frustraci�n. Hizo un balance de su obra, comprobando que lo m�s importante qued� sin hacer mientras lo hecho se desmoronaba. La independencia integral de Am�rica, el plan para llevar las tropas libertarias a Cuba, Puerto Rico y Argentina, que se aprestaba a una guerra contra el imperio brasile�o, o a la Espa�a mon�rquica, si fuera necesario, quedaban como lejanas utop�as imposibles de realizarse. La confederaci�n grancolombiana, o la andina, o la anfiction�a americana, todo eso que estuvo a punto de cumplirse, deb�a posponerse ante otro tipo de problemas inmediatos: fuerzas del Per� invadieron el Ecuador, y su expulsi�n le llev� casi todo 1829. El general Jos� Mar�a C�rdova, uno de sus m�s cercanos amigos, dirigi� una revuelta y fue asesinado. EJ general P�ez, desobediente y desleal, se le insubordin� tambi�n y declar� la separaci�n de Venezuela. Se vio obligado a expulsar de Colombia a Santander, antes uno de sus mejores aliados. A comienzos de 1830, Bol�var regres� a Bogot� para instalar otra vez un Congreso Constituyente; ante esa soberan�a, renunci� irrevocablemente. Ahora s�lo deseaba irse lejos de Colombia, a Jamaica o a Europa, aunque vacil� y pens� que bien val�a la pena comenzar de nuevo, reuniendo a sus leales en la costa colombiana. Varios sectores del ej�rcito se levantaron, esta vez en su favor, pero ya era tarde. Cada vez m�s enfermo, logr� llegar a Cartagena a esperar el buque que lo alejar�a de tanta ingratitud. Para su mayor desgracia, recibi� en Cartagena la noticia de que Sucre, el m�s capaz de sus generales y tal vez el �nico que pod�a sustituirlo, hab�a sido asesinado en Berruecos, a los 35 a�os de edad. Contemporizando con la muerte que ya se anunciaba, acept� la hospitalidad que le ofrec�a el generoso espa�ol Joaqu�n de Mier, para llevarlo a su finca, un trapiche llamado San Pedro Alejandrino, en las proximidades de Santa Marta, a descansar. Tradicionalmente se ha dicho que Bol�var estaba tuberculoso, pero algunos m�dicos sostienen hoy d�a que una amibiasis le atac� el h�gado y los pulmones. Dict� testamento el 10 de diciembre de 1830. Ese mismo d�a emiti� su �ltima proclama pidiendo, rogando por la uni�n. Siete d�as despu�s, a la una de la tarde, como dijo el comunicado oficial, �muri� el Sol de Colombia�. Vivi� 47 a�os, 4 meses y 23 d�as. Sepultado en la iglesia mayor de Santa Marta, all� qued� su coraz�n, en una urna, cuando los restos fueron llevados a Caracas doce a�os despu�s.
Un recuento de su obra militar no encuentra similar en la historia de Am�rica. Particip� en 427 combates, entre grandes y peque�os; dirigi� 37 campa�as, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto; recorri� a caballo, a mula o a pie cerca de 90 mil kil�metros, algo as� como dos veces y media la vuelta al mundo por el Ecuador; escribi� cerca de 10 mil cartas, seg�n c�lculo de su mejor estudioso, Vicente Lecuna; de ellas, se conocen 2939 publicadas en los 13 tomos de los Escritos del Libertador; su correspondencia est� incluida en los 34 tomos de las Memorias del general Florencio O'Leary; escribi� 189 proclamas, 21 mensajes, 14 manifiestos, 18 discursos y una breve biograf�a, la del general Sucre. Personalmente, o bajo su inspiraci�n, se redactaron cuatro Constituciones, a saber: la Ley Fundamental del 17 de diciembre, creadora de Colombia (Angostura); la Constituci�n de C�cuta (1821); el proyecto de Constituci�n para Bolivia (1825); y el decreto org�nico de la dictadura (1828). No tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad pol�tica de Latinoam�rica, la liberaci�n de Cuba y Puerto Rico, el apoyo a Argentina contra el imperio brasile�o, la Confederaci�n Andina (1825), la ayuda a la propia Espa�a para liberarse de los monarquistas (1826), en fin, el establecimiento de una sociedad ut�pica, donde se logre �la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad pol�tica� (1819). En 20 a�os de intensa vida pol�tica, 7538 d�as de actividad revolucionaria, a partir de su misi�n diplom�tica a Londres (1810) y hasta su deceso en Santa Marta, casi no hubo d�a en que no redactara una carta o emitiera un decreto, o que recorriera 13 kil�metros diarios en promedio. Am�rica ha reconocido a Bol�var como el paradigma y s�mbolo m�s querido de su identidad y soberan�a. En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso que las cenizas del Libertador fueran trasladadas con toda pompa de Santa Marta a Caracas y reposan hoy en el magn�fico Pante�n Nacional. En 1846 Colombia puso la estatua de Pietro Tenerani en el centro de Bogot�. En 1858 Lima le erigi� una estatua ecuestre, reconoci�ndolo como Libertador de la naci�n peruana. En 1891 Santa Marta puso una estatua de m�rmol junto a la Quinta de San Pedro Alejandrino. Ya desde la segunda mitad del siglo XIX se le levantaron monumentos en casi todas las ciudades importantes de Am�rica y en muchas de Europa. Se cumpli� as� la insuperable sentencia de Choquehuanca: �Con los siglos crecer� vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina�.
UNA S�NTESIS DEL LIBERTADOR Sim�n Bol�var es sin duda el personaje hist�rico m�s importante que ha producido Am�rica Latina, hasta el punto que casi todos los movimientos pol�ticos y sociales lo han reclamado como precursor o fundador. Cada �poca y corriente ideol�gica han recreado a Bol�var de acuerdo con sus propios afanes, as� que han desfilado por las p�ginas de historia unos Bol�vares mas�nicos o beatos, derechistas o izquierdistas, gring�filos o cerradamente antinorteamericanos... Ninguna visi�n encierra la verdad entera, pero todas se fundamentan, por lo menos en parte, en lo que �l dijo e hizo. El Libertador naci� el 24 de julio de 1783 en Caracas, de una familia latifundista y esclavista de la llamada aristocracia "mantuana". Casi no tuvo educaci�n formal, pero con ayuda de su maestro privado Sim�n Rodr�guez, de su pasi�n por la lectura y unos viajes tempranos a Europa y Norteam�rica, alcanz� un grado de instrucci�n general no necesariamente inferior al que hubiera significado un grado de bachiller o doctor. Se empap� del pensamiento de la Ilustraci�n, en especial su vertiente francesa (dominaba el idioma franc�s casi como el espa�ol), y no faltan las descripciones de Bol�var estirado en su hamaca de campa�a, leyendo a Voltaire u otro semejante. Tal predilecci�n por los fil�sofos franceses no es realmente un rasgo definitorio de sus ideas, ya que la compart�an muchos de sus eventuales adversarios pol�ticos. Significa simplemente una tendencia de apertura a las "luces del siglo" y a las innovaciones pol�ticas y sociales, aunque no a todas, ni de una sola vez. Un rasgo que s� es definitorio de Bol�var es el que participara en la lucha de emancipaci�n durante todas sus etapas sin excepci�n, y en m�ltiples teatros geogr�ficos. Se diferencia del Libertador del Sur, Jos� de San Mart�n, quien lleg� un poco tarde a la epopeya (en 1810 estaba en Espa�a) y se autoexili� antes de la batalla final, y del angloamericano George Washington, cuya actividad se restringi� a su pa�s. En los comienzos del movimiento en Venezuela, Bol�var era una figura secundaria, un agitador de los que promov�an la declaraci�n de independencia absoluta (la primera de un pa�s hispanoamericano, el 5 de julio de 1811) y un militar subalterno a quien, en el colapso de la Primera Rep�blica de Venezuela, en 1812, le toc� perder la fortaleza estrat�gica de Puerto Cabello. Sin embargo, al a�o siguiente se convirti� en jefe indiscutible de la Segunda Rep�blica, nacida de las ruinas de su antecesora. Pudo restaurar el r�gimen patriota venezolano y ascender a la direcci�n suprema, que no abandonar�a nunca, gracias, no s�lo a las dotes de guerrero que demostr� a lo largo de la Campa�a Admirable de 1813, que lo llev� de nuevo a Caracas, sino tambi�n al apoyo de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, cuyo territorio le sirvi� de base para reconquistar Venezuela. As� qued� sellada otra caracter�stica permanente de la carrera de Bol�var: su vinculaci�n estrecha con la Nueva Granada, donde m�s de una vez encontrar�a asilo cuando la fortuna de la guerra le result� adversa en Venezuela, y cuyos hombres y recursos combin� indiscriminadamente, con los del pa�s vecino hasta alcanzar la victoria final, y aun m�s all�. La Segunda Rep�blica venezolana tambi�n result� ef�mera, por m�s que Bol�var recurriera a una franca dictadura militar para defenderla. Cay� en medio de rivalidades regionalistas y cr�ticas legalistas, adem�s de las tensiones de clase y raciales que atizaban los jefes realistas. Los republicanos hab�an proclamado la igualdad jur�dica de las razas desde la Primera Rep�blica, pero no hab�an tocado la instituci�n de la esclavitud y eran casi todos ellos miembros de alta clase criolla, cuyos intereses econ�micos y sociales no siempre se identificaban con los de las masas venezolanas. A mediados de 1814, por consiguiente, Bol�var se encontraba otra vez en Nueva Granada, aunque no por mucho tiempo, ya que le incomodaban las luchas intestinas de los patriotas granadinos y preve�a claramente que la desuni�n allanar�a el camino al Pacificador Pablo Morillo. Parti� Bol�var a Antillas, donde redact� uno de sus documentos cl�sicos, la Carta de Jamaica de septiembre de 1815, en que con prosa de gran originalidad y lucidez analiz� el pasado y futuro de la Am�rica Espa�ola y proclam� su fe inquebrantable en la victoria. En seguida hizo demostraci�n pr�ctica de esa fe obteniendo del gobierno de Hait� el apoyo para una expedici�n a Venezuela, y luego para otra m�s cuando la primera fracas�. Hacia fines de 1816 regres� definitivamente a Suram�rica, donde se dedic� a crear una base de operadores en la cuenca del Orinoco y tambi�n a dotar a la causa patriota de un mayor sabor popular, por no decir populista, proclamando la abolici�n de la esclavitud y ofreci�ndoles a los veteranos de guerra una repartici�n de bienes de los enemigos. De mucha importancia fue la colaboraci�n que recibi� del jefe nato de los llaneros, Jos� Antonio P�ez, quien hab�a consolidado un reducto patriota en el Apure. Bol�var tuvo poco �xito frente a la infanter�a de Morillo en los Andes venezolanos. Pero a mediados de 1819 abandon� su intento de liberar a Caracas y dio un vuelco estrat�gico de gran alcance, emprendiendo la campa�a a trav�s de los llanos hasta subir los Andes y apoderarse del centro mismo del Nuevo Reino. Para ello renov� su estrecho contacto con los patriotas granadinos, en especial con Francisco de Paula Santander, quien despu�s de organizar una base pol�tica y militar en los llanos de Casanare comand� la divisi�n de vanguardia del ej�rcito libertador. Por su breve duraci�n y corto n�mero de combatientes, la batalla de Boyac�, que coron� la campa�a, no parecer�a sino una peque�a escaramuza. Sin embargo, en sus consecuencias directas e indirectas fue la m�s decisiva de las victorias de Bol�var, porque abri� el camino de Bogot�, ocupado d�as despu�s sin mayor resistencia, y asegur� el control de un territorio densamente poblado del que pod�a extraer reclutas y recursos materiales. Si hasta la v�spera de Boyac� la suerte de la guerra hab�a resultado incierta habiendo perdido Bol�var casi tantas batallas como gan�- ya no volver�a a perder sino por excepci�n. El balance de moral e �mpetu pol�tico y militar hab�a revertido a favor de los patriotas, quienes registrar�an una victoria tras otra a medida que llevaban la lucha hasta la costa de Nueva Granada, a Venezuela otra vez, y m�s tarde al Ecuador y Per� hasta la victoria final de Ayacucho en diciembre de 1824. Mientras tanto se erig�a un r�gimen republicano en todo el territorio del antiguo virreinato de Nueva Granada, del Orinoco a Guayaquil, con el nombre de Rep�blica de Colombia (Congreso de C�cuta, 1821). Esta uni�n respondi� al anhelo de Bol�var de crear en la Am�rica antes espa�ola, no una sola naci�n fue desde su Carta de Jamaica reconoc�a como cosa inmanejable-, pero s� unos Estados m�s grandes y fuertes que los que a la larga surgieron. Anhelaba tambi�n que los nuevos Estados establecieran por lo menos una estrecha alianza entre s�, para lo cual promovi� tratados de cooperaci�n fraternal y la reuni�n del Congreso de Panam� de 1826, que de acuerdo con su plan habr�a sido un encuentro s�lo de ex colonias espa�olas. La canciller�a colombiana invit� tambi�n al Brasil y Estados Unidos, mas en la pr�ctica no participaron sino hispanoamericanos -y no todos ellos-, as� que el Congreso tuvo significaci�n m�s bien como precedente para el futuro, que como un paso real hacia la unidad latinoamericana. Tampoco result� viable en �poca de Bol�var la uni�n colombiana (o grancolombiana, como la bautizaron retrospectivamente los historiadores). Parad�jicamente, el mayor escollo para la preservaci�n de la uni�n fue la misma patria chica del Libertador, Caracas, que en �ltima instancia no aceptaba supedit�rse a la lejana y friolenta Bogot�. La desafecci�n venezolana se hizo sentir por primera vez en la rebeli�n de P�ez de 1826, que fue el primer reto pol�tico enfrentado por Bol�var al regresar del Per�. Lleg� a un arreglo con P�ez, que no dur�, y a fines de 1829 �ste encabezaba un nuevo movimiento autonomista que desemboc� en la separaci�n de Venezuela y en la prohibici�n de que Bol�var volviera a territorio venezolano. La Nueva Granada se convirti� as� en �ltima morada del Libertador. Muri� el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta, camino del exilio, que fue voluntario, por m�s que muchos granadinos hubiesen deseado que partiera. Sus enemigos principales eran los aliados pol�ticos de Santander, quien hab�a sido colaborador eficaz como vicepresidente de Colombia mientras Bol�var estaba ausente de Bogot�. La ruptura posterior con Santander y los suyos se debi�, entre otros, a factores de rivalidad personal, pero en el fondo exist�a tambi�n un desacuerdo pol�tico. Santander propugnaba un republicanismo liberal de corte convencional y adem�s estaba identificado con la obra de su administraci�n vicepresidencial, marcada por un moderado reformismo en pol�tica eclesi�stica, hacendaria y otros campos, que le hab�a acarreado la oposici�n de muchos afectados. Bol�var cre�a que algunas medidas, justificables en s�, hab�an sido prematuras, ya que el objetivo prioritario deb�a ser la cimentaci�n de un orden estable; y para este efecto su "panacea" (como �l mismo la denominaba) era el esquema de Constituci�n que redact� para Bolivia, cuyo rasgo notorio era un presidente vitalicio con facultad de nombrar sucesor. No carec�a de otras disposiciones eminentemente liberales, pero la presidencia boliviana era de hecho una monarqu�a disfrazada y como tal no era del agrado de los santanderistas. Estos se convencieron de que Bol�var ten�a en mente establecer una dictadura, y su tenaz oposici�n al Libertador fortaleci� su convicci�n de que en realidad no hab�a otra manera de afirmar el orden p�blico. No fue una dictadura cruenta sino a partir del intento frustrado de asesinar a Bol�var en septiembre de 1828, cuando se desat� una racha de ejecuciones y Exilios, incluso el destierro de Santander. Pero fue una dictadura pol�ticamente reaccionaria, sostenida por militares, clero y sectores aristocr�ticos, mientras que derogaba buena parte de la legislaci�n reformista. Bol�var hab�a diagnosticado certeramente los problemas no s�lo de Colombia sino de Latinoam�rica, y hac�a hincapi� en la necesidad de elaborar instituciones acordes con la �ndole de las nuevas naciones, en vez de tomarlas prestadas de modelos for�neos, a pesar de las bondades intr�nsecas de �stos. Sus an�lisis fueron casi siempre geniales. No lo fueron, desafortunadamente, las soluciones concretas (tipo Constituci�n boliviana) que �l propuso. Sin embargo, hab�a creado naciones y proclamado ideales de libertad personal y solidaridad latinoamericana que ser�an banderas de lucha en lo venidero. Si no logr� todo lo que anhelaba, tampoco lo pudieron los dem�s libertadores, ninguno de los cuales intent� tanto como �l.