PRECURSORES Y PERSONAJES DE NUESTRA INDEPENDENCIA / simon_bolivar
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BIOGRAF�A
SIM�N BOL�VAR (Caracas, julio 24 de 1783 - Santa Marta, Colombia, diciembre 17
de 1830) Militar venezolano, Libertador de Am�rica. Sim�n Jos� Antonio
de la Sant�sima Trinidad Bol�var y Palacios, el m�s completo de los
americanos, libertador por antonomasia, creador de Bolivia, fundador de la
primera Colombia, h�roe m�ximo de la independencia de seis rep�blicas de hoy,
no naci� ni pobre ni revolucionario, sino en una cuna aristocr�tica
(mantuana), due�o de una rica fortuna entonces representada por minas,
haciendas cacaoteras y cientos de esclavos, y en circunstancias tan distanciadas
de la insurgencia de los pueblos, que bien pudo ser un representante del poder
colonial espa�ol y un desalmado explotador del pueblo, pero su desinter�s,
inteligencia y rebeld�a hicieron que, a la vuelta de pocos a�os y despu�s de
unas cuantas decisiones radicales, se pusiera a la cabeza del m�s profundo y
vigoroso movimiento insurreccional llevado a cabo en el sur de Am�rica. Hijo
del coronel Juan Vicente y de Mar�a Concepci�n, Bol�var qued� hu�rfano de
padre cuando ten�a tan s�lo dos a�os y medio (1786), y de madre a los nueve
(1792); vivi� con su abuelo materno Feliciano Palacios, y a su muerte, qued�
al cuidado de su t�o y tutor Carlos Palacios. A los 12 a�os, en julio de 1795,
mostr� tempranamente su rebeld�a, al huir de la casa del t�o para vivir con
su hermana casada Mar�a Antonia, donde tampoco pudo tener paz, no obstante el
cari�o que mutuamente se profesaban. Se le envi� entonces a vivir a casa del
maestro de' primeras letras, el jacobino socialista Sim�n (Carre�o) Rodr�guez
(1771 - 1854), hombre de cultura pol�tica avanzada que mucho influy� en la
educaci�n del futuro Libertador. Pero Sim�n Rodr�guez, como se quiso llamar
�l mismo, se fue de Caracas en 1797. Otro ilustre caraque�o, Andr�s Bello
(1781 - 1865), le dio clases de historia y geograf�a, y el padre capuchino
Francisco And�jar le ense�� matem�ticas. Todos ellos iniciaron la formaci�n
elemental de Bol�var, pero en gran medida se le puede considerar como hombre de
cultura autodidacta. Muchos creen que la vocaci�n del joven Bol�var era el
ejercicio de las armas, porque antes de los 14 a�os hab�a ingresado como
cadete en el batall�n de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, del que
tiempo atr�s hab�a sido coronel su padre.Pero esa educaci�n de miliciano era
com�n en la �poca, cuando no hab�a otra opci�n distinta que los seminarios
religiosos. A comienzos de 1799 fue enviado a Madrid, donde otros t�os. Esteban
y Pedro Palacios se encargaron de afinar su educaci�n, puli�ndola en extremo.
El cambio fue tan r�pido que si se le compara con la redacci�n y ortograf�a
de la primera carta aut�grafa que Bol�var escribi� a su paso por M�xico, en
viaje a Espa�a, no deja de sorprender por la diferencia tan notable que revela.
Ese refinamiento se le debe en parte al sabio marqu�s Jer�nimo de Ust�riz y
Tobar, caraque�o avecindado en Madrid, que se encarg� de darle a Bol�var,
entre los 16 y 19 a�os, la educaci�n de un cortesano: amplio conocimiento de
la cultura cl�sica, literatura y arte, franc�s, esgrima y baile. La frecuente
asistencia a fiestas y saraos, la vers�til pero vanidosa vida de las altas
clases sociales, bien pudieron absorber al inquieto, simp�tico y rico americano
en Europa. En Madrid conoci� a Mar�a Teresa Rodr�guez del Toro y Alayza (1781
- 1803), de quien se enamor� profundamente. Se casaron en 1802, no obstante la
juventud de los dos, ella de 21 y �l un poco menor, de 19. Su proyecto de vida
era el propio de un heredero de ricas haciendas: fundar un hogar, tener hijos,
acrecentar las propiedades. Pero la suerte les dio otro destino, porque a los
pocos meses de llegados a Venezuela, Mar�a Teresa muri� de fiebre amarilla.
Fue el �nico matrimonio de Bol�var, y a lo largo de su vida fue fiel a su
promesa de no volverse a casar, pero am�, y con frecuencia, a otras mujeres.
La vida de Bol�var entre 1802, antes de su matrimonio, y 1806, est�
caracterizada por el despilfarro y la banalidad. Los placeres de la vida f�cil
en Europa para quien es rico y los mil atractivos del esplendor napole�nico
pudieron fascinar a Bol�var por un tiempo, el suficiente para hartarse. Pero no
todo el tiempo. Hay constancia de sus cr�ticas ponzo�osas al boato del
Consulado y a la corrupci�n que se adue�aba de Par�s, de su deseo de hacer
algo �til por su patria, as� fuera dedicarse a las ciencias f�sico - qu�micas,
y del trato no muy frecuente pero suficiente con sabios como el bar�n von
Humboldt, Aim� Bonpland y otros, lo que demuestra que a la par que Bol�var se
divert�a con holgura, tambi�n maduraba proyectos superiores. Estando en Roma
un d�a de agosto de 1805, en el Monte Aventino jur�, ante su maestro Rodr�guez,
regresar a Am�rica y prestarle apoyo a la lucha armada. Por entonces muchas
ideas pol�ticas de avanzada ya eran del dominio p�blico: la rep�blica
electiva, la igualdad ante la ley, la abolici�n de la esclavitud, la separaci�n
de la Iglesia y el Estado, la tripartici�n de poderes, la libertad de cultos y
el derecho de gentes (los derechos humanos) constitu�an, por as� decirlo, el
consenso americano, pero faltaba quien hiciera realidad, acto de gobierno, todo
ese proyecto liberador. Y era imposible hacerlo en una colonia, puesto que no se
trataba de cambiar de rey, sino de abolir la monarqu�a; ni de discutir los
yerros de la dominaci�n espa�ola, sino de imponer la soberan�a del pueblo.
Por todo eso se deb�a hacer la guerra. A fines de 1806, al saber que Francisco
de Miranda (1750 - 1816) se dedicaba a fomentar la guerra en Venezuela, Bol�var
decidi� regresar, y despu�s de un recorrido por Estados Unidos, lleg� a su
patria a mediados de 1807.
SE INICIA EL PROYECTO LIBERADOR CAMPA�A ADMIRABLE (1813)Es verdad que Bol�var
regres� a Venezuela para administrar sus fincas, pero tambi�n es cierto que en
las reuniones que se llevaban a cabo en su quinta de recreo, a orillas del r�o
Guaire, m�s que tertulias literarias se tramaban conspiraciones. Por eso al
estallar la chispa insurreccional en Caracas, el 19 de abril de 1810, cuando el
pueblo desconoci� al gobierno colonial de Vicente Empar�n, Bol�var, en compa��a
de Andr�s Bello y Luis L�pez M�ndez, fue nombrado por la junta revolucionaria
comisionado ante el gobierno brit�nico, con la exacta instrucci�n de convencer
al ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, de apoyar la insurrecci�n
caraque�a. En diciembre de 1810 regres� Bol�var a Caracas con pocos triunfos
diplom�ticos, porque el gobierno ingl�s, aunque simpatizaba con los actos
independentistas de los americanos, como una manera de socavar la hegemon�a
espa�ola en este continente, estaba unido a Espa�a por un tratado de alianza.
Mientras tanto, Bol�var hab�a convencido a Miranda para que lo acompa�ara en
un nuevo esfuerzo por consolidar la independencia de su patria. En 1811 Bol�var,
con el grado de coronel que le concedi� la Sociedad Patri�tica de Caracas y
bajo las �rdenes de Miranda, contribuy� a someter a Valencia, que no obedec�a
a la Sociedad, y en 1812, a pesar de sus esfuerzos por defender la plaza de
Puerto Cabello, a �l confiada, no logr� evitar que cayera en manos de los
realistas debido a una traici�n. Desilusionado ante la rendici�n del general�simo
Miranda ante el jefe espa�ol Domingo de Monteverde, pero deseoso de continuar
la lucha, Bol�var decidi�, en uni�n de otros j�venes oficiales, apresar a
Miranda. Aunque Bol�var no lo entreg� a los espa�oles, otros s� lo hicieron,
y el infortunado precursor fue embarcado preso hacia C�diz, donde muri� poco
despu�s. Todos perdieron aquella vez, y Bol�var apenas logr� un salvoconducto
para emigrar, gracias a su amigo Francisco Iturbide. Se traslad� a Curazao y
luego a Cartagena de Indias, donde escribi� uno de sus m�s c�lebres
documentos, la "Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por
un caraque�o", conocido tambi�n como Manifiesto de Cartagena (diciembre
15 de 1812). All� se opuso a la copia acr�tica de f�rmulas pol�ticas buenas
para �rep�blicas a�reas�, critic� el federalismo como inadecuado para los
nuevos Estados emergentes, sugiri� la formaci�n de un ej�rcito profesional en
vez de milicias indisciplinadas, proclam� la necesidad de centralizar los
gobiernos americanos y propuso una acci�n militar inmediata para asegurar la
independencia de Nueva Granada, consistente en reconquistar a Caracas, que era,
a su sentir, la puerta de toda la Am�rica meridional. Propuso, en fin, pasar a
la ofensiva estrat�gica. En la pr�ctica, esa fue la campa�a que de inmediato
llev� Bol�var a cabo con �xito notable, acrecentando su prestigio de supremo
director de la guerra. As� pues, a la cabeza de un peque�o ej�rcito, limpi�
de enemigos los m�rgenes del Magdalena, ocup� en febrero de 1813 a C�cuta, y
en s�lo 90 d�as, entre mayo y agosto, liber� a Venezuela en una r�pida y
fulgurante sucesi�n de batallas. Por eso esta campa�a recibi� el nombre de
Admirable y Bol�var fue aclamado por vez primera como Libertador, t�tulo
oficial que le concedi� la ciudad de Caracas en octubre de ese a�o y con el
que ser� universalmente reconocido.
Casi a la vez, ocurri� otro suceso memorable: en junio, al pasar por Trujillo,
Bol�var decret� la guerra a muerte, con lo que consigui� solucionar el
problema fundamental en toda guerra, que es hacer el deslinde pol�tico-ideol�gico
entre amigos y enemigos y sentar un elemental principio de identidad nacional y
de clase. Afirm� que eran americanos los que luchaban por su independencia sin
importar pa�s de nacimiento ni color de la piel; y que eran enemigos los que
aunque nacidos en Am�rica, no hicieran nada por la libertad del Nuevo Mundo.
Con ese decreto, tan vituperado incluso por bolivarianos de nota, Bol�var logr�
separar, tajantemente, los dos campos, evitando el apoyo que mantuanos y
hacendados criollos daban a los realistas; cre� condiciones para la guerra de
todo el pueblo, en la que nadie pod�a permanecer indiferente; y atrajo a
llaneros, cimarrones, indios y esclavos al ej�rcito patriota. En el decreto de
Guerra a Muerte est� el secreto de la Campa�a Admirable, que es, a su vez, la
clave de la libertad de Venezuela.
Sin embargo, el establecimiento, por segunda vez, de la rep�blica en Venezuela
no dur� mucho tiempo. A pesar de triunfos en batallas como las de Araure,
Bocachica o la primera de Carabobo, y de resistencia, heroica como la defensa de
San Mateo, Bol�var en el occidente del pa�s y Santiago Mari�o en el oriente
se vieron obligados a cederle el terreno al sanguinario asturiano realista Jos�
Tom�s, Boves (1782-1814), quien al vencer a los patriotas en el combate de La
Puerta (junio de 1814), los oblig� a evacuar la ciudad de Caracas. Se produjo,
entonces, la pat�tica emigraci�n de veinte mil habitantes hacia Barcelona y
Cuman� huyendo de la persecuci�n de Boves. Con otros oficiales, Bol�var logr�
escaparse a Cartagena otra vez, donde pod�a hallar refugio y renovados apoyos.
Cuando todo parec�a llegar a su fin, derrotado y desconocido por sus antiguos
partidarios, Bol�var lanz� en Car�pano (septiembre de 1814) un manifiesto
lleno de serenidad, con la mira puesta en el futuro, superando las aciagas
circunstancias moment�neas. Propuso algo m�s que la independencia, que es la
libertad, se declar� culpable de los errores cometidos pero inocente de coraz�n,
y se someti� al juicio del Congreso soberano: �Libertador o muerto dijo-
merecer� el honor que me hab�is hecho, puesto que ninguna potestad humana podr�
detenerme hasta volver segundamente a libertaros�.
CARTA DE JAMAICA (1815)Al servicio de la Nueva Granada, Bol�var recibi� la
orden del Congreso de ocupar la provincia disidente de Cundinamarca para
incorporarla a las Provincias Unidas. Cerc� entonces a Bogot�, la que pese a
la excomuni�n eclesi�stica, logr� tomar sin derramamiento de sangre. De esta
manera, en enero de 1815, se pudo trasladar el Congreso de Tunja a Santaf�.
Enseguida parti� el Libertador a Santa Marta, pero en Cartagena se encontr�
con la hostilidad de Manuel del Castillo, que aunque del ej�rcito patriota,
abrigaba de tiempo atr�s resentimientos contra Bol�var. Bol�var hab�a
decidido poner sitio a Cartagena, pero desisti� para evitar el enfrentamiento
armado que hubiera sido el comienzo de una guerra civil cuando m�s se
necesitaba la uni�n, porque se acercaba la reconquista espa�ola de Pablo
Morillo, al frente de 15 mil veteranos. Bol�var emigr� a Jamaica, el 14 de
mayo de 1815. Ante tan desesperada situaci�n, Cartagena, asediada por Morillo,
proclam� en octubre su anexi�n a Inglaterra en busca del apoyo brit�nico. El
duque de Manchester, gobernador de Jamaica, hizo caso omiso de la solicitud
cartagenera. Bol�var se dedic� en Kingston a una intensa campa�a publicitaria
en The Royal Gazette. Escribi� varias cartas p�blicas a comerciantes ingleses,
describiendo la situaci�n de Am�rica en su conjunto, con realismo, ecuanimidad
y clarividencia, a tal punto que todo lo all� indicado se cumpli� cabalmente a
lo largo del siglo XIX. Por eso han sido llamadas prof�ticas esas cartas, en
especial la firmada el 6 de septiembre de 1815, dirigida a Henry Cullen,
"Contestaci�n de un americano meridional a un. caballero de esta
isla" Nuevamente la estrategia integracionista de Bol�var para hacer de Am�rica
una respetable �naci�n de rep�blicas� tuvo aqu� su presencia. Otra carta
firmada por "El Americano", menos conocida, es una v�vida descripci�n
y diagn�stico de la plural identidad latinoamericana, con fundamento en su
diversidad �tnica.
Tal vez en la vida de Bol�var no hubo otro a�o m�s desastroso que 1815, pues
no s�lo se vio exiliado y sin recursos, sino que fue v�ctima de un intento de
asesinato a manos de su antiguo criado P�o, sobornado por los agentes de
Salvador de Mox�, gobernador realista de Caracas. Se traslad� entonces a la
Rep�blica de Hait�, donde su presidente, Alejandro P�tion, le proporcion�
magn�nima ayuda con la condici�n �nica de que otorgara la libertad a los
esclavos negros. Al poco tiempo sali� de Los Cayos una magn�fica expedici�n
al mando de Bol�var, que lleg� en mayo de 1816 a la isla de Margarita y tom�
Car�pano por asalto. Bol�var decret� el 2 de junio la libertad de los
esclavos. Ese mismo a�o retorn� a Hait�, donde se pertrech� por segunda vez
y volvi� a la carga. A comienzos de 1817 encontramos a Bol�var en Barcelona,
trabajando para hacer de la provincia de Guayana un basti�n en la liberaci�n
de Venezuela: hab�a comprendido que deb�a hacerse fuerte donde el enemigo es d�bil
y modificar la estrategia de ocupar las principales ciudades costeras. De esta
manera, en julio tom� la capital principal, Angostura (hoy ciudad Bol�var); en
octubre organiz� el Consejo de Estado, y en noviembre el Consejo de Gobierno,
el Consejo Superior de Guerra, la Alta Corte de Justicia, el Consulado, el
Concejo Municipal, y dio pasos para editar su propio �rgano de prensa, El
Correo del Orinoco, que apareci� en junio de 1818. En aquella �poca no s�lo
se le opon�an los espa�oles: tambi�n uno de sus generales, Manuel Piar, quien
prevalido de su segundo nivel jer�rquico y de ser negro, trat� de resucitar la
guerra de razas de la �poca de Boves, aunque esta vez en el espacio
republicano: Bol�var lo par� en seco, y ante su deserci�n, orden� su prisi�n
y juicio. Piar, lamentablemente, fue condenado al fusilamiento por el Consejo de
Guerra, sentencia que se cumpli� el 16 de octubre, consolidando, a tan alto
precio, la autoridad de Bol�var y evitando as� una inaudita guerra de razas.
CAMPA�A LIBERTADORA BATALLA DE BOYAC� (1819)El a�o siguiente fue dedicado a
la planeaci�n de una gran estrategia libertadora. Ahora, ya arraigados los
patriotas en el oriente venezolano, con el Orinoco como v�a regia para
comunicarse con los proveedores de armas y hombres del exterior con los llanos
del Apure al centro y la selva virgen a la espalda, se pod�a dise�ar una campa�a
a mediano plazo. Bol�var logr� sorprender a Morillo en Calabozo, aunque los
patriotas perdieron la batalla en Sem�n. En Rinc�n de los Toros una patrulla
realista casi descubre a Bol�var, y se salv� por un golpe de suerte. Pero
estas eran contingencias de la guerra. Lo principal era que se ten�a una gran
base patriota y que se hab�a revertido la geograf�a de la revoluci�n, cuando
en 1814 los realistas eran due�os de los llanos y las selvas y los insurgentes
de las costas y ciudades. La nueva estrategia, pues, daba sus frutos. En febrero
de 1819 Bol�var convoc� y logr� reunir un congreso en Angostura, donde
pronunci� un discurso considerado despu�s como el m�s importante documento
pol�tico de su carrera de magistrado. Present� tambi�n un proyecto de
Constituci�n. Mientras tanto, uno de sus generales, Francisco de Paula
Santander (1792-1840) hab�a organizado un considerable ej�rcito en los llanos
orientales neogranadinos. A su vez, el general llanero Jos� Antonio P�ez
(1790-1883), que le jur� obediencia, hab�a levantado un temible ej�rcito de
lanceros. En circunstancias diferentes los dos hab�an dado pruebas de fuerza,
�ste de valor temerario y aqu�l de meticulosa preparaci�n. Por ejemplo, en
Las Queseras del Medio, P�ez hab�a sido rodeado por Morillo, quien ten�a
cerca de seis mil soldados, mientras �l s�lo ten�a unos cuarenta jinetes;
atrajo a mil soldados realistas llano adentro aparentando retirada, y cuando los
espa�oles le daban alcance P�ez grit� ��Vuelvan caras!�; los terribles
lanceros le hicieron a Morillo 400 bajas entre muertos y heridos, provocando la
desbandada realista (abril de 1819). A su vez, Santander, con inacabable
paciencia, hab�a entrenado en Casanare y en pocos meses, un ej�rcito de
alrededor de 1300 soldados. En mayo de 1819, Bol�var le confi� al
vicepresidente nombrado en Angostura, Francisco Antonio Zea, que desde hac�a
mucho hab�a meditado una empresa que �sorprender� a todos porque nadie est�
preparado para opon�rsele�. A Santander le hab�a ordenado d�as antes que
concentrara �todas sus fuerzas en el punto m�s c�modo y favorable para entrar
al interior� de la Nueva Granada. Envi� a P�ez a los valles de C�cuta como t�ctica
de distracci�n; pues siempre pens� sorprender al general Jos� Mar�a Barreiro
y sus 4500 hombres, penetrando al territorio realista por el lugar menos
propicio. Con los 2100 hombres que llev� Bol�var y los 1300 que ten�a
Santander, se llev� a cabo el epop�yico tramonte de los Andes. Hombres todos
de tierras calientes y bajas fueron impelidos a subir a p�ramos de cuatro mil
metros de altura, por caminos inciertos y precipicios de espanto, llevando
armas, cabalgaduras, vituallas y parque. R�pidos combates en Pisba, G�meza y
el Pantano de Vargas pusieron a los espa�oles a la defensiva, aunque los
patriotas se vieron por momentos en serios peligros de perder la iniciativa. El
7 de agosto se dio la batalla del Puente de Boyac� que, siendo de menor
importancia militar que la del Pantano de Vargas, tuvo mayor repercusi�n pol�tica,
pues los restos del ej�rcito espa�ol fueron derrotados y el propio Barreiro y
su alta oficialidad cayeron prisioneros. A consecuencia de esta batalla de
cuatro horas, el oriente de ' Am�rica meridional qued� liberado, incluyendo a
Santaf�, su capital. Las bajas espa�olas fueron entre 400 muertos y heridos,
adem�s de la p�rdida total de los pertrechos de guerra, gran parte de la
caballer�a y 1600 prisioneros. Por si fuera poco, el virrey Juan S�mano, al
enterarse del desastre, huy� de Santaf� dejando intacto el tesoro real,
calculado en un mill�n de pesos de oro. Morillo escribi� al rey de Espa�a: �Bol�var
en un solo d�a acaba con el fruto de cinco a�os de campa�a y en una sola
batalla reconquista lo que las tropas del Rey ganaron en muchos combates�. Dej�
Bol�var el mando de la Nueva Granada al general Santander, y sin p�rdida de
tiempo torn� a Venezuela. En Angostura, a propuesta suya, el Congreso expidi�
la Ley Fundamental de la Rep�blica de Colombia (diciembre 17 de 1819). Aunque
por corto tiempo, el ideal integrador de una gran naci�n americana inici� as�
su hermosa realidad.
LIBERACI�N DE VENEZUELA, ECUADOR Y PER�
A la fundaci�n de la Magna Colombia se agreg� otro hecho feliz: en enero de
1820 estall� en Espa�a la revoluci�n del general Rafael Riego, quien se opuso
a la reconquista americana y facilit� la firma en Trujillo, Venezuela, de un
armisticio y un tratado para la regulaci�n de la guerra. Bol�var y Morillo,
enemigos ayer, se entrevistaron en el pueblo de Santa Ana. A1 cese de la tregua,
los ej�rcitos patriotas reiniciaron con renovadas fuerzas la lucha
independentista, logr�ndose la victoria el 24 de junio de 1821 en la sabana de
Carabobo. Los restos del ej�rcito espa�ol se refugiaron en Puerto Cabello, y
en 1823 se rindieron incondicionalmente. Ahora Venezuela qued� libre y s�lo
faltaba Ecuador, donde a�n permanec�an los realistas. Despu�s de breve estad�a
en C�cuta, donde se reunieron los congresistas para aprobar una nueva
Constituci�n, Bol�var se encamin� por Bogot� hacia el sur, mientras el
general Antonio Jos� de Sucre (17951830) hac�a lo mismo desde Guayaquil. En
Bombon� se venci� la resistencia de los pastusos y en Pichincha, el 24 de mayo
de 1823, se liber� definitivamente al Ecuador, quedando as� integrado el
bloque de pa�ses grancolombianos. Pero los espa�oles eran todav�a fuertes y
dominaban en tierra peruana, constituyendo una seria amenaza no s�lo para
Colombia, sino para la sobrevivencia del sistema democr�tico y republicano en
toda la Am�rica. Adem�s, todav�a all� exist�an ideas monarquistas, que
ataban a muchos patriotas a la vieja sociedad. Para discutir esos y otros
proyectos libertarios se reunieron en Guayaquil (puerto reci�n liberado por
Colombia) Bol�var y el general Jos� de San Mart�n (1777-1850), libertador de
Argentina y Chile y protector del Per�. Se ha dicho que lo hablado a solas
entre los dos constituye un misterio indescifrable hasta hoy, pero a juzgar por
lo que sucedi� inmediatamente despu�s, se puede colegir lo pactado: San Mart�n
reconoci� la soberan�a colombiana en Guayaquil, solicit� y obtuvo el apoyo
militar de Bol�var para avanzar al sur del continente con sus veteranas tropas,
y �l mismo ofreci� irse de Am�rica para no crear conflicto de poderes con los
colombianos. Bol�var, a su vez, vio la gran oportunidad para asegurar la
independencia de Colombia y prestar al mismo tiempo concurso decisivo a la
liberaci�n suramericana.
En 1823 la situaci�n pol�tico-militar de Per� distaba mucho de ser apacible.
Las divergencias entre el presidente Jos� Riva Ag�ero y el Congreso dividieron
la naci�n, mientras los espa�oles segu�an intactos en la sierra. Las tropas
de auxilio argentinas, chilenas y las colombianas, reci�n llegadas, se hab�an
cansado de esperar una resoluci�n definitiva. Los propios realistas estaban
tambi�n divididos entre monarquistas recalcitrantes y liberales. Per� parec�a
un caso perdido. En tan cr�tica situaci�n, Bol�var fue llamado formalmente
por el Congreso, con facultades para reorganizar el ej�rcito. Cuando se
aprestaba a ocupar el Per�, la guarnici�n de El Callao se pas� a los
realistas y Lima pas� a manos espa�olas. Entonces el Congreso se disolvi� a s�
mismo y design� a Bol�var dictador, como en la antigua Roma, entreg�ndole
todos los poderes para salvar al pa�s. Pero contra los que pensaron que Bol�var
se contentar�a con asumir su autoridad de manera apenas circunstancial, se
sorprendieron cuando un poderoso ej�rcito multinacional de colombianos,
argentinos, peruanos e incluso europeos, emprendi� la ofensiva estrat�gica. El
6 de agosto de 1824 Bol�var derrot� en Jun�n al Ej�rcito Real, en una
brillante operaci�n con armas blancas, la �ltima gran batalla que as� se dio
en la historia mundial. Y pocos meses despu�s, siguiendo la estrategia
bolivariana, se dio el 9 de diciembre la batalla de Ayacucho, el m�s grande
enfrentamiento de tropas que ha habido en toda la historia de Am�rica hasta
hoy, pues pelearon 5780 aliados americanos contra 9320 realistas. Casi todos, el
virrey, todo el Estado Mayor, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 468
oficiales y los generales Jos� de Canterac y Zer�nimo Vald�s, as� como la
gran mayor�a de la tropa, quedaron prisioneros. Los datos son �tiles, porque
con la batalla de Ayacucho termin� la etapa militar de la independencia
americana y las iniciativas estrat�gica y t�ctica pasaron definitivamente a
los ej�rcitos patriotas.
Dos d�as antes del triunfo, el 7 de diciembre, el dictador Bol�var y su
secretario Jos� Faustino S�nchez Carri�n, a nombre del Per�, cursaron una
invitaci�n a los gobiernos independientes de Colombia, M�xico, Centroam�rica,
Chile y La Plata, es decir, que as� quedaba reunida toda la Am�rica antes espa�ola.
Aunque el Imperio del Brasil tambi�n fue invitado y acept� participar, no
asisti�. Chile tampoco porque el Congreso no se hab�a reunido para aprobar el
viaje de sus delegados, y cuando lo pudo hacer, ya hab�a concluido la reuni�n
en Panam�. Las Provincias Unidas del R�o de la Plata, bajo la presidencia de
Bernardino Rivadavia, por distintas causas dejaron de asistir. Bolivia nombr�
delegados, pero no pudieron viajar oportunamente. Los Pa�ses Bajos fueron
invitados como observadores, pero su delegado olvid� las credenciales y el
Congreso no pudo habilitarlo. Francia, todav�a comprometida con Espa�a, declin�
la invitaci�n. Paraguay no fue invitado porque la gobernaba el doctor Jos�
Gaspar Rodr�guez Francia y estaba aislado de todo contacto exterior. Hait� fue
discriminado por el vicepresidente de Colombia, Santander, quien, en cambio,
contra expresas instrucciones de Bol�var; invit� a Estados Unidos. Pero
ninguno de los tres delegados norteamericanos pudo asistir a Panam�: Ricardo C.
Anderson muri� durante el viaje, John Sargeant lleg� tarde y Poinsett esper�
in�tilmente el traslado del Congreso Americano de Panam� a Tacubaya, en M�xico.
Gran Breta�a fue invitada y asisti� como observador. En resumen, el 22 de
junio de 1826 lograron reunirse en la ciudad colombiana de Panam�, ocho
delegados de cuatro pa�ses: Centroam�rica, Colombia, M�xico y Per�:
Sesionaron en 10 ocasiones y aprobaron dos documentos trascendentales: el
Tratado de Uni�n, Liga y Confederaci�n Perpetua y la Convenci�n de
Contingentes Militares y Navales. Tambi�n se discuti� el problema de la
esclavitud de los negros, la independencia de Cuba y de Puerto Rico y se cre�
un ej�rcito de 60 mil soldados, una flota y un comando naval. Pero muchas
intrigas pol�ticas y saboteos m�s o menos encubiertos, malograron el espl�ndido
proyecto anticolonial americano. Sin embargo, el teatro de la guerra pudo crecer
despu�s de Ayacucho por las amenazas de la Santa Alianza europea monarquista,
para intervenir con 100 mil hombres en Am�rica, seg�n la oferta de Francia a
Espa�a. El 8 de marzo de 1825, en carta a Santander, Bol�var expuso su idea de
una guerra popular prolongada como freno eficaz a la intervenci�n europea. Su
estrategia era permitir la invasi�n, dejarlos entrar, cerrarles las salidas y
los suministros en Cartagena y Puerto Cabello, y atacarlos por partes mediante
la guerra de guerrillas. No dud� en que �sta ser�a una gran guerra mundial
desatada por los tronos contra las nuevas rep�blicas liberales. De un lado
estar�an la Santa Alianza y las monarqu�as europeas, y del otro, Inglaterra y
la Am�rica entera.
CONSTITUCI�N BOLIVIANA Y DICTADURA Entretanto, Bol�var renunci� a la
dictadura ante el Congreso peruano, que lo colm� de honores como ni Venezuela
ni Colombia lo hab�an hecho: un mill�n de pesos para �l, otro para su ej�rcito,
espada y corona de laureles de oro, medallas para la tropa, y otros. Bol�var
rehus� el dinero pero acept� los homenajes. Viaj� por Arequipa, Cuzco, Potos�.
En Chuquisaca, las provincias del Alto Per�, antes subordinadas a Argentina,
proclamaron la independencia con el nombre de Rep�blica Bol�var; se llam� as�
la que hoy conocemos como Bolivia. A solicitud de su Congreso, Bol�var redact�
la Constituci�n del nuevo Estado, otro documento fundamental para conocer el
pensamiento que la prolongada guerra habr�a hecho germinar en el Libertador:
hacer un Estado tan fuerte como democr�tico, sacando experiencias tanto del
pensamiento cl�sico greco-latino, como de la democracia norteamericana. En su
Constituci�n, el presidente y el Senado hereditario ser�an el freno a las
ambiciones personales de los caudillos. Los ciudadanos votar�an no s�lo para
elegir el poder ejecutivo y el legislativo, sino tambi�n para formar un poder
electoral encargado de nombrar jueces, gobernadores y curas. Ese ser�a el logro
de la democracia plena. La Constituci�n para Bolivia, claro resumen del
pensamiento pol�tico de Bol�var, fue mal entendida en su �poca y peor
promocionada. Tildada de tir�nica por los liberales la "vitalicia",
como se le caracteriz�, fue el punto de referencia de toda la invectiva contra
el Libertador en los cuatro a�os siguientes. Sin embargo, aunque Bolivia la
adopt� por dos a�os, y el Per� la aprob� aunque sin implantarla, en Colombia
se le impugn� con severidad todo el tiempo, a pesar de que Bol�var la defendi�
tenazmente como una Constituci�n m�s liberal que la de C�cuta de 1821. Viejas
rivalidades entre caudillos y la incapacidad para superar el regionalismo lugare�o
existente entre los pueblos desde la �poca colonial, fueron atizadas en abril
de 1826, so pretexto de oponerse al modelo de la Constituci�n para Bolivia.
Mientras Bol�var se distanciaba de Santander y �ste de P�ez, estall� en
Venezuela una insurrecci�n contra las autoridades centrales de Bogot�. Bol�var
march� a Caracas a sofocar la revuelta, conocida como La Cosiata, y logr� la
paz a comienzos de 1827. Regres� a Bogot� en septiembre y asumi� la
Presidencia de la Rep�blica, desplazando a Santander, quien la ejerc�a como
vicepresidente ejecutivo. Para conciliar los ya dos bandos opuestos,
bolivaristas y santanderistas, se convoc� a una Convenci�n Nacional, en Oca�a,
en 1828, que fracas� rotundamente dejando al pa�s sin una ley fundamental.
Ante la virtual anarqu�a, Bol�var asumi� en agosto la dictadura que le ofrec�an
los pueblos. Pero el 25 de septiembre, un heterog�neo grupo de te�ricos
radicales, importadores y masones, casi todos j�venes, conspir� contra Bol�var
para darle muerte. Aunque varias veces hab�a salido bien librado en atentados
contra su vida, esta vez la conjura ten�a caracter�sticas m�s oprobiosas, en
parte por su calidad de presidente y porque los principales conjurados eran sus
compatriotas. La oportuna intervenci�n de la bella quite�a Manuelita S�enz le
salv� la vida, gracias a su desplante y serenidad ante los asesinos. Aunque Bol�var
quiso ser magn�nimo con sus enemigos, el auge que hab�a tomado el partido
antibolivariano y la situaci�n general del pa�s aconsejaron al gobierno actuar
con severidad. Pero el Libertador cay� preso de una mortal tristeza.
A�OS FINALES Los �ltimos dos a�os de la vida de Bol�var est�n llenos de
amargura y frustraci�n. Hizo un balance de su obra, comprobando que lo m�s
importante qued� sin hacer mientras lo hecho se desmoronaba. La independencia
integral de Am�rica, el plan para llevar las tropas libertarias a Cuba, Puerto
Rico y Argentina, que se aprestaba a una guerra contra el imperio brasile�o, o
a la Espa�a mon�rquica, si fuera necesario, quedaban como lejanas utop�as
imposibles de realizarse. La confederaci�n grancolombiana, o la andina, o la
anfiction�a americana, todo eso que estuvo a punto de cumplirse, deb�a
posponerse ante otro tipo de problemas inmediatos: fuerzas del Per� invadieron
el Ecuador, y su expulsi�n le llev� casi todo 1829. El general Jos� Mar�a C�rdova,
uno de sus m�s cercanos amigos, dirigi� una revuelta y fue asesinado. EJ
general P�ez, desobediente y desleal, se le insubordin� tambi�n y declar� la
separaci�n de Venezuela. Se vio obligado a expulsar de Colombia a Santander,
antes uno de sus mejores aliados. A comienzos de 1830, Bol�var regres� a Bogot�
para instalar otra vez un Congreso Constituyente; ante esa soberan�a, renunci�
irrevocablemente. Ahora s�lo deseaba irse lejos de Colombia, a Jamaica o a
Europa, aunque vacil� y pens� que bien val�a la pena comenzar de nuevo,
reuniendo a sus leales en la costa colombiana. Varios sectores del ej�rcito se
levantaron, esta vez en su favor, pero ya era tarde. Cada vez m�s enfermo, logr�
llegar a Cartagena a esperar el buque que lo alejar�a de tanta ingratitud. Para
su mayor desgracia, recibi� en Cartagena la noticia de que Sucre, el m�s capaz
de sus generales y tal vez el �nico que pod�a sustituirlo, hab�a sido
asesinado en Berruecos, a los 35 a�os de edad. Contemporizando con la muerte
que ya se anunciaba, acept� la hospitalidad que le ofrec�a el generoso espa�ol
Joaqu�n de Mier, para llevarlo a su finca, un trapiche llamado San Pedro
Alejandrino, en las proximidades de Santa Marta, a descansar. Tradicionalmente
se ha dicho que Bol�var estaba tuberculoso, pero algunos m�dicos sostienen hoy
d�a que una amibiasis le atac� el h�gado y los pulmones. Dict� testamento el
10 de diciembre de 1830. Ese mismo d�a emiti� su �ltima proclama pidiendo,
rogando por la uni�n. Siete d�as despu�s, a la una de la tarde, como dijo el
comunicado oficial, �muri� el Sol de Colombia�. Vivi� 47 a�os, 4 meses y 23
d�as. Sepultado en la iglesia mayor de Santa Marta, all� qued� su coraz�n,
en una urna, cuando los restos fueron llevados a Caracas doce a�os despu�s.
Un recuento de su obra militar no encuentra similar en la historia de Am�rica.
Particip� en 427 combates, entre grandes y peque�os; dirigi� 37 campa�as,
donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto; recorri� a
caballo, a mula o a pie cerca de 90 mil kil�metros, algo as� como dos veces y
media la vuelta al mundo por el Ecuador; escribi� cerca de 10 mil cartas, seg�n
c�lculo de su mejor estudioso, Vicente Lecuna; de ellas, se conocen 2939
publicadas en los 13 tomos de los Escritos del Libertador; su correspondencia
est� incluida en los 34 tomos de las Memorias del general Florencio O'Leary;
escribi� 189 proclamas, 21 mensajes, 14 manifiestos, 18 discursos y una breve
biograf�a, la del general Sucre. Personalmente, o bajo su inspiraci�n, se
redactaron cuatro Constituciones, a saber: la Ley Fundamental del 17 de
diciembre, creadora de Colombia (Angostura); la Constituci�n de C�cuta (1821);
el proyecto de Constituci�n para Bolivia (1825); y el decreto org�nico de la
dictadura (1828). No tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad pol�tica
de Latinoam�rica, la liberaci�n de Cuba y Puerto Rico, el apoyo a Argentina
contra el imperio brasile�o, la Confederaci�n Andina (1825), la ayuda a la
propia Espa�a para liberarse de los monarquistas (1826), en fin, el
establecimiento de una sociedad ut�pica, donde se logre �la mayor suma de
felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de
estabilidad pol�tica� (1819). En 20 a�os de intensa vida pol�tica, 7538 d�as
de actividad revolucionaria, a partir de su misi�n diplom�tica a Londres
(1810) y hasta su deceso en Santa Marta, casi no hubo d�a en que no redactara
una carta o emitiera un decreto, o que recorriera 13 kil�metros diarios en
promedio. Am�rica ha reconocido a Bol�var como el paradigma y s�mbolo m�s
querido de su identidad y soberan�a. En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso
que las cenizas del Libertador fueran trasladadas con toda pompa de Santa Marta
a Caracas y reposan hoy en el magn�fico Pante�n Nacional. En 1846 Colombia
puso la estatua de Pietro Tenerani en el centro de Bogot�. En 1858 Lima le
erigi� una estatua ecuestre, reconoci�ndolo como Libertador de la naci�n
peruana. En 1891 Santa Marta puso una estatua de m�rmol junto a la Quinta de
San Pedro Alejandrino. Ya desde la segunda mitad del siglo XIX se le levantaron
monumentos en casi todas las ciudades importantes de Am�rica y en muchas de
Europa. Se cumpli� as� la insuperable sentencia de Choquehuanca: �Con los
siglos crecer� vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina�.
UNA S�NTESIS DEL LIBERTADOR Sim�n Bol�var es sin duda el personaje hist�rico
m�s importante que ha producido Am�rica Latina, hasta el punto que casi todos
los movimientos pol�ticos y sociales lo han reclamado como precursor o
fundador. Cada �poca y corriente ideol�gica han recreado a Bol�var de acuerdo
con sus propios afanes, as� que han desfilado por las p�ginas de historia unos
Bol�vares mas�nicos o beatos, derechistas o izquierdistas, gring�filos o
cerradamente antinorteamericanos... Ninguna visi�n encierra la verdad entera,
pero todas se fundamentan, por lo menos en parte, en lo que �l dijo e hizo. El
Libertador naci� el 24 de julio de 1783 en Caracas, de una familia latifundista
y esclavista de la llamada aristocracia "mantuana". Casi no tuvo
educaci�n formal, pero con ayuda de su maestro privado Sim�n Rodr�guez, de su
pasi�n por la lectura y unos viajes tempranos a Europa y Norteam�rica, alcanz�
un grado de instrucci�n general no necesariamente inferior al que hubiera
significado un grado de bachiller o doctor. Se empap� del pensamiento de la
Ilustraci�n, en especial su vertiente francesa (dominaba el idioma franc�s
casi como el espa�ol), y no faltan las descripciones de Bol�var estirado en su
hamaca de campa�a, leyendo a Voltaire u otro semejante. Tal predilecci�n por
los fil�sofos franceses no es realmente un rasgo definitorio de sus ideas, ya
que la compart�an muchos de sus eventuales adversarios pol�ticos. Significa
simplemente una tendencia de apertura a las "luces del siglo" y a las
innovaciones pol�ticas y sociales, aunque no a todas, ni de una sola vez. Un
rasgo que s� es definitorio de Bol�var es el que participara en la lucha de
emancipaci�n durante todas sus etapas sin excepci�n, y en m�ltiples teatros
geogr�ficos. Se diferencia del Libertador del Sur, Jos� de San Mart�n, quien
lleg� un poco tarde a la epopeya (en 1810 estaba en Espa�a) y se autoexili�
antes de la batalla final, y del angloamericano George Washington, cuya
actividad se restringi� a su pa�s. En los comienzos del movimiento en
Venezuela, Bol�var era una figura secundaria, un agitador de los que promov�an
la declaraci�n de independencia absoluta (la primera de un pa�s
hispanoamericano, el 5 de julio de 1811) y un militar subalterno a quien, en el
colapso de la Primera Rep�blica de Venezuela, en 1812, le toc� perder la
fortaleza estrat�gica de Puerto Cabello. Sin embargo, al a�o siguiente se
convirti� en jefe indiscutible de la Segunda Rep�blica, nacida de las ruinas
de su antecesora. Pudo restaurar el r�gimen patriota venezolano y ascender a la
direcci�n suprema, que no abandonar�a nunca, gracias, no s�lo a las dotes de
guerrero que demostr� a lo largo de la Campa�a Admirable de 1813, que lo llev�
de nuevo a Caracas, sino tambi�n al apoyo de las Provincias Unidas de la Nueva
Granada, cuyo territorio le sirvi� de base para reconquistar Venezuela. As�
qued� sellada otra caracter�stica permanente de la carrera de Bol�var: su
vinculaci�n estrecha con la Nueva Granada, donde m�s de una vez encontrar�a
asilo cuando la fortuna de la guerra le result� adversa en Venezuela, y cuyos
hombres y recursos combin� indiscriminadamente, con los del pa�s vecino hasta
alcanzar la victoria final, y aun m�s all�. La Segunda Rep�blica venezolana
tambi�n result� ef�mera, por m�s que Bol�var recurriera a una franca
dictadura militar para defenderla. Cay� en medio de rivalidades regionalistas y
cr�ticas legalistas, adem�s de las tensiones de clase y raciales que atizaban
los jefes realistas. Los republicanos hab�an proclamado la igualdad jur�dica
de las razas desde la Primera Rep�blica, pero no hab�an tocado la instituci�n
de la esclavitud y eran casi todos ellos miembros de alta clase criolla, cuyos
intereses econ�micos y sociales no siempre se identificaban con los de las
masas venezolanas. A mediados de 1814, por consiguiente, Bol�var se encontraba
otra vez en Nueva Granada, aunque no por mucho tiempo, ya que le incomodaban las
luchas intestinas de los patriotas granadinos y preve�a claramente que la
desuni�n allanar�a el camino al Pacificador Pablo Morillo. Parti� Bol�var a
Antillas, donde redact� uno de sus documentos cl�sicos, la Carta de Jamaica de
septiembre de 1815, en que con prosa de gran originalidad y lucidez analiz� el
pasado y futuro de la Am�rica Espa�ola y proclam� su fe inquebrantable en la
victoria. En seguida hizo demostraci�n pr�ctica de esa fe obteniendo del
gobierno de Hait� el apoyo para una expedici�n a Venezuela, y luego para otra
m�s cuando la primera fracas�. Hacia fines de 1816 regres� definitivamente a
Suram�rica, donde se dedic� a crear una base de operadores en la cuenca del
Orinoco y tambi�n a dotar a la causa patriota de un mayor sabor popular, por no
decir populista, proclamando la abolici�n de la esclavitud y ofreci�ndoles a
los veteranos de guerra una repartici�n de bienes de los enemigos. De mucha
importancia fue la colaboraci�n que recibi� del jefe nato de los llaneros, Jos�
Antonio P�ez, quien hab�a consolidado un reducto patriota en el Apure. Bol�var
tuvo poco �xito frente a la infanter�a de Morillo en los Andes venezolanos.
Pero a mediados de 1819 abandon� su intento de liberar a Caracas y dio un
vuelco estrat�gico de gran alcance, emprendiendo la campa�a a trav�s de los
llanos hasta subir los Andes y apoderarse del centro mismo del Nuevo Reino. Para
ello renov� su estrecho contacto con los patriotas granadinos, en especial con
Francisco de Paula Santander, quien despu�s de organizar una base pol�tica y
militar en los llanos de Casanare comand� la divisi�n de vanguardia del ej�rcito
libertador. Por su breve duraci�n y corto n�mero de combatientes, la batalla
de Boyac�, que coron� la campa�a, no parecer�a sino una peque�a escaramuza.
Sin embargo, en sus consecuencias directas e indirectas fue la m�s decisiva de
las victorias de Bol�var, porque abri� el camino de Bogot�, ocupado d�as
despu�s sin mayor resistencia, y asegur� el control de un territorio
densamente poblado del que pod�a extraer reclutas y recursos materiales. Si
hasta la v�spera de Boyac� la suerte de la guerra hab�a resultado incierta
habiendo perdido Bol�var casi tantas batallas como gan�- ya no volver�a a
perder sino por excepci�n. El balance de moral e �mpetu pol�tico y militar
hab�a revertido a favor de los patriotas, quienes registrar�an una victoria
tras otra a medida que llevaban la lucha hasta la costa de Nueva Granada, a
Venezuela otra vez, y m�s tarde al Ecuador y Per� hasta la victoria final de
Ayacucho en diciembre de 1824. Mientras tanto se erig�a un r�gimen republicano
en todo el territorio del antiguo virreinato de Nueva Granada, del Orinoco a
Guayaquil, con el nombre de Rep�blica de Colombia (Congreso de C�cuta, 1821).
Esta uni�n respondi� al anhelo de Bol�var de crear en la Am�rica antes espa�ola,
no una sola naci�n fue desde su Carta de Jamaica reconoc�a como cosa
inmanejable-, pero s� unos Estados m�s grandes y fuertes que los que a la
larga surgieron. Anhelaba tambi�n que los nuevos Estados establecieran por lo
menos una estrecha alianza entre s�, para lo cual promovi� tratados de
cooperaci�n fraternal y la reuni�n del Congreso de Panam� de 1826, que de
acuerdo con su plan habr�a sido un encuentro s�lo de ex colonias espa�olas.
La canciller�a colombiana invit� tambi�n al Brasil y Estados Unidos, mas en
la pr�ctica no participaron sino hispanoamericanos -y no todos ellos-, as� que
el Congreso tuvo significaci�n m�s bien como precedente para el futuro, que
como un paso real hacia la unidad latinoamericana. Tampoco result� viable en �poca
de Bol�var la uni�n colombiana (o grancolombiana, como la bautizaron
retrospectivamente los historiadores). Parad�jicamente, el mayor escollo para
la preservaci�n de la uni�n fue la misma patria chica del Libertador, Caracas,
que en �ltima instancia no aceptaba supedit�rse a la lejana y friolenta Bogot�.
La desafecci�n venezolana se hizo sentir por primera vez en la rebeli�n de P�ez
de 1826, que fue el primer reto pol�tico enfrentado por Bol�var al regresar
del Per�. Lleg� a un arreglo con P�ez, que no dur�, y a fines de 1829 �ste
encabezaba un nuevo movimiento autonomista que desemboc� en la separaci�n de
Venezuela y en la prohibici�n de que Bol�var volviera a territorio venezolano.
La Nueva Granada se convirti� as� en �ltima morada del Libertador. Muri� el
17 de diciembre de 1830 en Santa Marta, camino del exilio, que fue voluntario,
por m�s que muchos granadinos hubiesen deseado que partiera. Sus enemigos
principales eran los aliados pol�ticos de Santander, quien hab�a sido
colaborador eficaz como vicepresidente de Colombia mientras Bol�var estaba
ausente de Bogot�. La ruptura posterior con Santander y los suyos se debi�,
entre otros, a factores de rivalidad personal, pero en el fondo exist�a tambi�n
un desacuerdo pol�tico. Santander propugnaba un republicanismo liberal de corte
convencional y adem�s estaba identificado con la obra de su administraci�n
vicepresidencial, marcada por un moderado reformismo en pol�tica eclesi�stica,
hacendaria y otros campos, que le hab�a acarreado la oposici�n de muchos
afectados. Bol�var cre�a que algunas medidas, justificables en s�, hab�an
sido prematuras, ya que el objetivo prioritario deb�a ser la cimentaci�n de un
orden estable; y para este efecto su "panacea" (como �l mismo la
denominaba) era el esquema de Constituci�n que redact� para Bolivia, cuyo
rasgo notorio era un presidente vitalicio con facultad de nombrar sucesor. No
carec�a de otras disposiciones eminentemente liberales, pero la presidencia
boliviana era de hecho una monarqu�a disfrazada y como tal no era del agrado de
los santanderistas. Estos se convencieron de que Bol�var ten�a en mente
establecer una dictadura, y su tenaz oposici�n al Libertador fortaleci� su
convicci�n de que en realidad no hab�a otra manera de afirmar el orden p�blico.
No fue una dictadura cruenta sino a partir del intento frustrado de asesinar a
Bol�var en septiembre de 1828, cuando se desat� una racha de ejecuciones y
Exilios, incluso el destierro de Santander. Pero fue una dictadura pol�ticamente
reaccionaria, sostenida por militares, clero y sectores aristocr�ticos,
mientras que derogaba buena parte de la legislaci�n reformista. Bol�var hab�a
diagnosticado certeramente los problemas no s�lo de Colombia sino de Latinoam�rica,
y hac�a hincapi� en la necesidad de elaborar instituciones acordes con la �ndole
de las nuevas naciones, en vez de tomarlas prestadas de modelos for�neos, a
pesar de las bondades intr�nsecas de �stos. Sus an�lisis fueron casi siempre
geniales. No lo fueron, desafortunadamente, las soluciones concretas (tipo
Constituci�n boliviana) que �l propuso. Sin embargo, hab�a creado naciones y
proclamado ideales de libertad personal y solidaridad latinoamericana que ser�an
banderas de lucha en lo venidero. Si no logr� todo lo que anhelaba, tampoco lo
pudieron los dem�s libertadores, ninguno de los cuales intent� tanto como �l.