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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 99(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
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Director: JAIRO CELY NIÑO l 6 pp (la edición en papel) l Martes 20 de Enero del 2009


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EN ESTA EDICIÓN :
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A MODO DE «EDITORIAL (O DE ALGO ASÍ)».
HISTORIA DE UN BARÓMETRO.
LA DANZA DE LOS BILLONES.
ÉMULO DE «LA LISTA DE SCHINDLER».
EL DR. NARCISO Y MR. ODIO.


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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).

Narcisismo y odios hiperbólicos

Por aquello de que Amigo es el ratón del queso, «el suscrito» Director no sabe cuántos son amigos suyos, pero sí tiene claro quiénes le tienen un transitorio arrecherón y quién (o quiénes), un odio visceral y vitalicio.
Por eso se «timbró» el miércoles 3 de diciembre del recién pasado año cuando CAEG (por las iniciales de sus nombres y apellidos) interrumpió a quien hablaba, de otro tema, para dar una explicación que nadie había pedido: que Patrocinio Ararat escribió sin odio el libro Mis memorias antes de que se me olviden.
Pero también se había «timbrado» como a las once de la mañana de ese día cuando, estando «fabricando» una Transformada Inversa de Laplace para una de las clase que tendría el día siguiente, ocurrió lo que jamás imaginó: una dama negra, a la cual no recuerda haberla visto antes, le entregó una tarjeta de invitación al lanzamiento de ese libro, previsto para las siete de la noche del martes 9 de diciembre en el más antiguo club social del «notablato» cucuteño.
En todo caso asistió al lanzamiento y recibió un ejemplar, al cual leyó «a saltos y por ratos» entre los recién pasados martes 13 y jueves 15, en razón de que leerlo completo le demandaría más de una semana y no dispone de ese tiempo (a pesar de estar en vacaciones), pues el libro es algo denso (tiene 311 páginas) y «el suscrito» lee muy despacio.
Desde luego, «el suscrito» se abstiene de opinar sobre la calidad literaria de ese libro, porque sería mucha presunción de un escribidor contra el miembro de una asociación nortesantandereana de escritores.
Pero sí opina que le parece inadmisible que el autor, todo un Miembro de Número de la Academia de Historia de Norte de Santander, falsee la historia de algunos eventos intracampus (de lo cual quien «suscribe» se ocupará en por lo menos un artículo), e incurra en más de una imprecisión, como, por ejemplo:
Afirmar que, ante el Consejo Superior, Marlene Mafla representó a los egresados (página 94) y que Alfredo Carrasco representó a los ex rectores (página 101).
 Afirmar (página 214) que la Facultad de Ciencias de la Salud la creó la estructura orgánica del 9 de diciembre de 1994 que «craneó» su primera Rectoría (Acuerdo Nº 126), cuando aquélla se creó el 22 de diciembre de 1988 (día en que «el suscrito» debutó como representante profesoral ante el Consejo Superior).
Afirmar (en la página 157) que, en el siglo XII, Marco Capac (sic) inició el imperio incaico «en el Perú Colombiano». (Colombiano, con mayúscula, es textual.)
En todo caso, quien «suscribe» sí percibe en el libro un derroche de narcisismo de su autor y, además, un odio visceral de éste contra aquél. Un solo ejemplo:
Refiriéndose a Occidente Universitario, en la página 133 Patrocinio afirma que: después de más de 90 ediciones, la gente tiene muchas dudas sobre el verdadero objetivo de esta publicación.
¡Qué modo tan hiperbólico de desahogar su reconcomio!, porque la gente es «mucha gente». Asociable a Raimundo y todo el mundo, y resulta que Occidente Universitario tiene un tiraje de 40 ejemplares solamente, como queda registrado al terminar cada edición.
A menos que se arrogue la vocería de los pocos «suscriptores» que intracampus y extracampus reciben ejemplares y gustan de Occidente, y la de quienes, vía Internet, lo leen fuera de las fronteras de Colombia. Pues, en uno y otro caso, «no hay derecho».
Por cierto: el autor de dicho libro, todo un Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Cultura Valenciana, utiliza «abrogarse» (en la página 65, por ejemplo, a su favor; y en la 185, en contra del «suscrito») en lugar del antónimo «arrogarse», con lo cual quedó afirmando totalmente lo contrario.
Y por cierto, también, que en la página 285 se lee esta «perla»: Cuando referí a un amigo que estaba escribiendo “Mis Memorias, antes de que se me olviden”, con mucho acierto me dijo: “Patro, usted no puede limitarse a hacer las críticas de la actual Administración de la UFPS; por el contrario, dada su experiencia, debería hacer unas propuestas para la Universidad del futuro”.
Como quien dice: que sus amigos y amigotes tenían «pillado» el verdadero propósito del libro.
Pero, en fin: como parece que no sólo El mal ejemplo cunde, sino también el mesianismo y macartismo (tan proverbial en el actual gobierno colombiano), lo importante es que escribió Mis memorias antes de que se me olviden. Si no, las ansias de protagonismo represadas y la represión del odio visceral lo habrían letalmente intoxicado. n


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Historia de un barómetro

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es

El barómetro es un instrumento que sirve para medir la presión atmosférica. Conociendo ésta se puede, mediante un ligero cálculo, determinar la altura de un edificio o un sitio. Hoy existen los Altímetros, que nos ahorran esta tarea.
Por lo interesante, desde el punto de vista pedagógico, me permito hacerlos partícipes de esta aleccionante historia narrada por Sir ERNEST RUTHERFORT (1871-1937), quien fuera presidente de la Sociedad Real Británica (la Royal Society) y ganador del premio Nobel de Química en 1908:

Hace algún tiempo recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado a una pregunta de física, a pesar de que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesor y estudiante acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial, y yo fui el elegido.
Leí la pregunta del examen, y decía: “Demuestre cómo es posible determinar la altura de un rascacielos con la ayuda de un barómetro”. El estudiante había respondido: “Lleva el barómetro a la azotea del edifico, y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio”.
Realmente el estudiante había planteado un serio problema con la reclamación de su nota, puesto que había respondido a la pregunta completa y correctamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación debida, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta, y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diéramos al estudiante otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera a la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía mostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos, y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema; su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. Y en el minuto que quedaba, escribió la siguiente respuesta:
Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después, para calcular la altura del edificio, se aplica la fórmula:
X = 0,5 * a * t2
en donde X es la altura del edificio;
a es la aceleración de la gravedad; y
t es el tiempo empleado en la caída.
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar.
Dijo que sí, y le dio la nota más alta que podía otorgarle.
Tras abandonar el despacho de mi colega, me reencontré con el estudiante y recordé que tenía varias respuestas para la pregunta, así que le pedí que me las contara.
—Bueno —respondió el estudiante—, existen muchas maneras de saber la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro. Por ejemplo, puedes coger el barómetro en un día soleado y medir la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple regla de tres, obtendremos también la altura del edificio.
—Perfecto —le dije—, ¿y de cuál otra manera?
—Si —contestó—, éste es un procedimiento muy básico para medir la altura de un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según vas subiendo las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas hechas, y eso también te da la altura del edificio. Un método muy directo.
»Por supuesto que si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado —continuó—, puede atar el barómetro al final de una cuerda, y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero, y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura el edificio.
»En el mismo estilo de sistema —agregó—, puedes atar el barómetro con una cuerda y descolgarlo de la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo, puedes calcular la altura midiendo su período de precesión.
»En fin —concluyó—, existen otras muchas maneras de resolver el problema. Probablemente la mejor sea coger el barómetro y golpear con él en la puerta de la casa del conserje. Y cuando responda a nuestra llamada decirle lo siguiente: “Señor conserje, tengo aquí un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.»
En este momento de la conversación le pregunté si realmente no conocía la respuesta convencional a este problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). Evidentemente admitió sin dudar que la conocía, pero que durante sus estudios preuniversitarios sus profesores habían tratado de enseñarle CÓMO PENSAR.

El estudiante se llamaba NIELS BOHR (1885-1962), físico danés, premio Nobel de física en 1922. Más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que los rodeaban: la típica figura de un pequeño núcleo rodeado de tres órbitas elípticas. Fue, fundamentalmente, un innovador de la teoría cuántica.
Al margen del personaje y lo curioso y divertido de la anécdota, lo esencial de esta historia es el proceso: ¡Le habían enseñado a pensar!, a utilizar los mecanismos más lógicos y sencillos en la resolución de problemas.
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POST-SCRIPTUM. En este año que se inicia, mis mejores deseos porque disfruten de una vida en paz y que les crezca… el amor por nuestra UFPS.
(Cúcuta, 20 de enero de 2009)


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La danza de los billones

CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
kafrica_55@hotmail.com

Ante todo, un feliz año nuevo para todos nuestros lectores, a quienes deseo un año lleno de prosperidad. Lamentablemente todo se quedará sólo en buenos deseos, porque las nuevas que les traigo no son para nada halagadoras.
Resulta y pasa que se están construyendo en nuestro país “sopotocientas” mil obras de infraestructura, en una gigantesca danza de billones de pesos, con las que pretenden realizar una locura tal que la torre de Babel, con la que pretendían llegar hasta el cielo, parece un juguete de niños. Se queda uno asombrado, estupefacto y anonadado tanto por la dimensión de la locura, como por la cantidad de obras y por los costos. Desde luego que me alegraría y me emocionaría muchísimo que esto esté ocurriendo en nuestro país, lo cual significa progreso y desarrollo, si no fuera porque en ese desarrollo de “nuestro país” no está incluido nuestro departamento, porque vuelve y juega aquello de que Norte de Santander pareciera que no pertenece a esta República llamada Colombia.
Desde Bucaramanga para allá se palpa el progreso y desarrollo en Santander, en Boyacá, en Cundinamarca, desde luego que en Antioquia, en el Valle del Cauca y en Cauca, en todo el llamado eje cafetero, lo mismo que en Nariño, los Llanos, los departamentos costeños, incluida Guajira. Pero de Norte de Santander ¡¿qué?! Pues nada, porque sigue siendo “La Cenicienta”, la puta del paseo, el departamento que le tocó bailar con la más fea, porque en esta danza de billones de los llamados megaproyectos, por una parte, el Gobierno Nacional, desconociendo que esta región también es Colombia, no tuvo en cuenta a Norte de Santander; y por otra, la más grave aún, este gobierno quiere hundir a la ciudad de Cúcuta, sumiéndola aún más en el abandono a que la tiene sometida, condenándola al aislamiento y al destierro, quitándole lo poquito que tiene por la ventaja comparativa de ser ciudad de frontera. Por si no se acuerdan, está lo de los peajes de la tal San Simón que, a un año de jugoso ordeño, no se ven las obras prometidas y comprometidas. Ah, y aquello del contrabando oficial de gasolina que, como era de esperarse, ya está en Bogotá, y a causa de ello, la pimpina pasó de $15.000 a $30.000.
La primera parte de esta danza de billones apareció el domingo 19 de octubre en la página económica 1-18 del diario El Tiempo, con el título: “Megaobras no se detendrán”. El texto indica que en sólo vías se invertirán 2,5 billones de pesos. Con esta utopía, unos orates pretenden cruzar, desde Buenaventura a Bogotá, por vía terrestre; y por los Llanos colombianos, mediante navegación por el río Meta; y por los Llanos venezolanos, por el río Orinoco hasta su desembocadura en el Delta Amacuro, en la República de Venezuela, una ruta de 2.640 Km, que una el centro y el occidente colombiano con el centro y el oriente venezolano. Como quien dice, pretenden unir el Océano Pacífico con el Océano Atlántico y a Colombia con Venezuela, llevándose a Norte de Santander y a la ciudad de Cúcuta por los cachos. ¿Cómo les quedó el ojo? Por esta ruta dizque se unirá Norteamérica con Suramérica; se agilizará el comercio entre Europa y Asia; Japón y China se conectarán con Venezuela, Brasil y Argentina; se establecerá comercio entre Colombia, Ecuador y Perú con Venezuela, Brasil y Argentina. Por esta misma ruta irán los venezolanos, brasileros y argentinos a Cali, Popayán, Bogotá y otras ciudades del occidente a turistiar y a comprar directamente, en las fábricas y almacenes de aquellas ciudades, las confecciones y demás productos que por ahora se exhiben y se venden en la vitrina de Colombia: la ciudad de Cúcuta. Y entonces, Cúcuta quedará por fuera y las bonanzas comerciales, como la que tuvo en el pasado diciembre, se irán también para aquellas ciudades.
(Un O@mail que me llegó por el correo de las brujas informa que esta bonanza ya no volverá a Cúcuta porque la ciudad fue cancelada, deshabilitada, borrada para las compras con tarjeta “Cadivi” de los venezolanos. La razón: ninguna; pero dizque ahora exigirán pasaje a Bogotá, Medellín o Cali para expedir la dichosa tarjeta a los venezolanos. ¿Qué habrá de por medio para que tomaran esta medida? Por Dios, ¿qué tienen contra Cúcuta, carajo? Seguiremos informando.)
Las obras —algunas ya están terminadas y otras en ejecución— y el proyecto estará funcionando en el 2013. Ahora, cuando el rompecabezas está completo y armado, es cuando uno se explica la verdadera razón de algunas de ellas, a las que no se les veía mucho sentido, como la autopista de Bogotá a Villavicencio, la ampliación del puerto de Buenaventura y el túnel de La Línea.
El proyecto —mostrado por El Tiempo, en esquemas anexos— comprende tres etapas:
l Buenaventura-Bogotá-Puerto López-Cabullero-Puerto de La Baqueta, vía terrestre: 710 Km;
l Navegación por el rio Meta: La Baqueta-Puerto Carreño: 830 Km; y
l Navegación por el rio Orinoco: Puerto Carreño-Delta Amacuro: 1100 Km.
Los costos y fechas de entrega están señalados en los esquemas anexos de El Tiempo del domingo 19 de octubre de 2008 y comprenden, además de las citadas obras, la doble calzada Bogotá-Girardot; la doble calzada Girardot-Cajamarca; la construcción del Puerto de La Baqueta, sobre el rio Meta; ampliación de los puertos de Puerto López y Puerto Carreño; el dragado del rio Meta, además de otras obras de menor envergadura, que se pueden ver en los esquemas anexos mencionados.
¿Debería alegrarnos todo esto? Me parece que no. A mí me dan ganas de llorar al vislumbrar la desolación y el aislamiento en que quedará la ciudad de Cúcuta, que será borrada del mapa del comercio internacional, del mapa turístico, del mapa industrial y de primer puerto terrestre pasará a ser, si acaso, un mediocre puerto de 4ª ó 5ª categoría. De la frontera más activa de Suramérica pasará a ser una ciudad muerta y abandonada.
Da ira contenida e intenso dolor con olor a lloro, siente uno frustración ver que el Gobierno Nacional nos siga tratando como parias, como renegados, como ciudadanos de 3ª ó 4ª categoría y que, antes de darnos, sólo nos vengan a quitar lo poco que hemos conseguido con esfuerzo propio. Da ira ver que a los demás departamentos les den obras y vías, mientras que a Norte de Santander no le tiran ni un huesito pelado; cuando nos negaron la construcción de la autopista por el Alto de El Escorial, tan necesaria para esta región y que además es la ruta más corta y la menos costosa que uniría a Venezuela con Medellín y, por ahí derecho, con Manizales, Bogotá y el eje cafetero. Pero ¡claro!, como apenas estamos para que nos exploten, sin darnos nada a cambio, pues nos dejaron sin esa autopista.
Da coraje ver que los senadores y representantes de nuestro departamento se la dejan montar de los demás y apoyan obras para otros departamentos y por el nuestro no hacen nada. Da vergüenza que gobernadores y alcaldes no hagan gestión administrativa para conseguir algo de esta piñata, mientras los demás se quedan con todo el coroto. Siente uno congoja por la pobreza de espíritu de los dirigentes, empresarios, banqueros y comerciantes de nuestra ciudad, que ni se inmutan ante este despropósito de la Colombia nuestra contra nuestro departamento. Da tristeza que las llamadas “fuerzas vivas” de la ciudad y del departamento, y la ciudadanía en general, vean pasar las cosas y nadie se pellizca, cuando la alerta y las alarmas ya debieran estar encendidas y las campanas tocando a rebato. ¡Pero no!, todos bien, gracias. Por eso estamos como estamos. ¿Hasta cuándo?
La segunda parte de estos megaproyectos apareció en El Tiempo el domingo 28 de diciembre (por cierto, “Día de los Santos Inocentes”) bajo el título: “Los proyectos ‘sagrados’ del Gobierno”. El miércoles 31 de diciembre, en el periódico La Opinión, apareció en primera página, bajo el título: “Vienen más peajes” y con un subtítulo: “$3,7 billones, costo del nuevo proyecto vial, que deberá estar listo en el 2018”, un texto por demás confuso, distorsionado y engañoso sobre esta última ruta. El martes 13 de enero de 2009, en el Noticiero RCN, el gobernador de Santander dio unas declaraciones tendenciosas sobre la doble calzada de la vía Cúcuta-Bucaramanga. El domingo 4 de enero de 2009 apareció en El Tiempo, bajo el título “Millonario pulso por vía férrea”, un texto sobre otra megaobra de la ruta del carbón, en la que también Norte de Santander fue desconocido y borrado del mapa.
Todo esto será comentado en una segunda entrega.
(Cúcuta, enero de 2009) n


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Émulo de «La Lista de Schindler»

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com

En junio de 1977 se publicó la primera edición de la obra El libro de las Listas. Es el libro que ocuparía el primer lugar en el género moderno de libros sobre trivialidades.
A veces uno se pregunta: ¿cuál es el libro más leído o vendido?, ¿cuál es el libro en español más importante?, ¿cuál es el libro de mayor trascendencia en la historia contemporánea o antigua?
Si estas preguntas son difíciles, las respuestas son más difíciles, aún. Para Daniel Samper Pizano, el libro que él recomendaría, para estar en una playa desierta, sería El libro de las Listas, por lo ameno y divertido.
La siguiente es una enumeración de preguntas que abarca pequeñas listas de hechos curiosos. Intente responderlas.
Mencione las cinco momias más célebres.
 Diga sus candidatas a las diez ciudades más atractivas del mundo.
¿Quiénes han sido las prostitutas más caras de la historia?
 ¿Cuáles son las cinco profesiones por las que se pagan primas de seguro de vida más elevadas?
 ¿Qué tenían en común Charles Chaplin, Jack “el Destripador”, Miguel Ángel Buonarroti, Jorge II de Inglaterra y la actriz Kim Novak?
Indique las tres razas de perros que menos muerden y las tres más mordedoras.
¿Cuáles son los tres peores militares de la historia?
¿Cuáles alimentos generan mayor flatulencia?
¿Qué elementos comunes unían a Stendhal, Giacomo Casanova, Immanuel Kant y Galileo?
Señale los tres mejores libros de trivialidades.
Estas son las respuestas:
La de TUTANKAMÓN, faraón del siglo XIV antes de Cristo, que reposó en un ataúd de 1.250 kilos de oro; la de CARLOMAGNO, emperador del Sacro Imperio, fallecido en el año 814; la de EL CID, cuyo cadáver ganó a caballo una batalla en 1099; la de INÉS DE CASTRO, coronada reina por Pedro I de Portugal, con quien se había casado en secreto, cuando llevaba un buen tiempo en calidad de fiambre; y la de RICARDO II de Inglaterra, embalsamado y exhibido en 1413, trece años después de su asesinato.
 Según Eugene Fodor, autor de famosos libros de turismo, son: París, Nueva York, Londres, Río de Janeiro, Hong Kong, Roma, Madrid, Sydney, Kyoto y Estocolmo.
LAMIA, cortesana griega, que cobró lo que hoy sería medio millón de dólares por un servicio sexual a Demetrio, rey de Macedonia; LAIS, hetaira siciliana con oficina horizontal en Atenas, que exigió a Demóstenes 10.000 dracmas por una noche, pero por simpatía se acostó gratis con el desarrapado Diógenes; NINON DE LENCLOS, que le arrancó una fortuna al cardenal Richelieu por dormir con él y, al amparo de la oscuridad, mandó a una amiga suya.
 Las de astronauta, competidor de hidroplanos, corredor de automóviles, trapecista sin red y boxeador.
 Todos eran zurdos.
Goleen Retriever, Labrador y Pastor Shetland, los que menos muerden. Y los que más muerden: Pastor Alemán, Chow-Chow y French Poodle.
MARCOS LINICIO CRASO (115-53 a. C.), que condujo los ejércitos romanos a una de sus más catastróficas derrotas contra los partos; FELIPE IV, de Francia, que perdió a 4.000 hombres en la batalla de Crécy, donde murieron menos de cien ingleses; HORATIO GATES, general estadounidense, quien durante la guerra de Independencia perdió la batalla de Saratoga por quedarse en su tienda de campaña explicándole la causa revolucionaria a un prisionero de guerra, mientras los británicos volvían papilla a sus soldados.
En su orden: los fríjoles rojos, los fríjoles blancos, los fríjoles negros (caraotas) y los fríjoles pinto.
Que todos ellos tuvieron una o varias obras en el índice católico de “Libros Prohibidos”.
El libro de las Listas (1ª edición), El libro de las Listas (2ª edición) y El libro de las Listas (3ª edición).
Una pregunta adicional, la número 11: ¿qué vínculo existe entre la décima pregunta y las nueve anteriores? La respuesta es que todas aquéllas, preguntas y respuestas, han salido de los tres libros mencionados en la décima.

DESTAPÓ LA CAJA DE LAS TRIVIALIDADES

El libro de las Listas, que contiene —según su propia definición— “hechos triviales fascinantes, datos curiosos, información insólita y listas exclusivas”, cumplió 30 años en el 2007. Y fue justo festejarlo por las siguientes razones:
l Inauguró la oleada de libros especializados en divulgar rarezas, interesantes tonterías y curiosidades, lo que en inglés se denomina trivia.
l Empleó sistemáticamente el formato de listas para atraer en forma breve e impactante la atención de los lectores.
l La fórmula de las listas le permitió agrupar por primera vez a personajes y casos que no parecían tener nexo alguno, como se observa en el ejemplo de los zurdos.
l Lanzó al estrellato bibliográfico a una familia entera: la familia de Irving Wallace. Aunque Irving Wallace ya gozaba de amplia fama como escritor cuando salió El libro de las Listas, sus hijos David y Amy eran desconocidos.
l Lleva vendidos más de 8 millones de ejemplares de esta colección que ha permitido a muchos mortales disponer de una lectura de inodoro amena, divertida y útil para, en las conversaciones, “rajar” a los amigos.

FAMILIA QUE ESCRIBE UNIDA…
Irving Wallace, el núcleo de la familia que escribió este libro pionero, nació en Chicago en 1916 y murió en 1990. Desde sus primeras obras empezó a explotar los textos de no ficción que agrupan datos interesantes. En 1955 apareció Originales Fabulosos, vida de gente extraordinaria que inspiró memorables personajes de ficción, y de algunos estadounidenses que se atrevieron a ser diferentes; un compendio de personajes excéntricos. Siguieron otros tomos parecidos sobre damas libertinas y estrellas de la farándula, mientras publicaba también novelas que alcanzaron los altares de Hollywood, como La palabra y El Premio. Uno de sus últimos éxitos relata la vida sexual de personajes históricos.
En 1975 firma por primera vez un volumen con su hijo David, que sustituyó el Wallace por el complicado apellido de soltera de su madre (Wllechinsky). Se trató de El Almanaque Popular, moderna versión de aquellos clásicos tesauros de información general que, como el Almanaque Bristol, son un delicioso cajón de sastre donde caben desde las fases de la Luna hasta los asesinatos más celebres de la historia. El Almanaque Popular conoció dos ediciones —la segunda en 1978— y, si no tuvo más éxito, fue porque lo desplazó el que iba a ser el mayor acierto de los Wallace: El libro de las Listas.
En esta empresa se unió Amy al padre y al hermano; ella sí utilizó su apellido original. El prólogo de la 1ª edición se inicia con una cita de H. Allen Smith, donde se explica en 17 palabras la filosofía que sostiene el proyecto: “El animal humano difiere de primates inferiores en su pasión por las listas de «Los Diez Mejores»”. Del prólogo se infiere:
Que los Wallace no inventaron las antologías de listas.
Que, sin embargo, comprendieron la importancia que tiene este formato para los lectores modernos.
Que los primates inferiores no leen.

UN GÉNERO MILENARIO
Los proyectos Wallace aportan interesante información sobre los antecedentes de esta clase de libros. En el siglo XVIII a. C., Hammurabi suministró una lista de 282 leyes —su célebre código— y Moisés, en el siglo XIII ó XII a. C., descendió del monte Sinaí con diez normas morales obligatorias, supuestamente dictadas por Dios. En los siguientes siglos, numerosos líderes, caciques, zares, comandantes, filósofos y papas elaboraron sus propias listas.
“Sí —señalan los Wallace en su prólogo—, todo mundo elabora listas. Pero hasta ahora nadie había hecho nada para reunirlas. Fue así como decidimos dar este paso y crear lo que posiblemente constituye el primer libro de listas de la historia: listas que inventamos nosotros, nuestros asistentes, nuestros colaboradores, personajes a los que pedimos sus aportes, expertos y autoridades en todos los campos. No sólo inventamos o invitamos a que inventaran listas, sino que escarbamos en libros, viejos folletos, revistas y periódicos en el mundo entero, en un esfuerzo para compilar y reproducir las mejores listas que se han publicado”.

LOS CINCO DE LLEVAR A UNA ISLA
Una de las primicias de El libro de las Listas fue la respuesta de Robert J. Ripley, el famoso cazador de hechos extraños que constituyen su serie Aunque usted no lo crea…, cuando Irving Wallace le pidió la lista de los cinco libros que llevaría consigo a una isla desierta. Ripley murió en 1949, y su lista apareció por primera vez en 1977, en la 1ª edición de la obra de la familia Wallace. Esto contestó Ripley:
? La Biblia.
 La buena tierra, de Peral Buck.
? Los miserables, de Víctor Hugo.
 Esquema de la Historia, de H. G. Wells.
 Aunque usted no lo crea…, de Robert J. Ripley.
Si Ripley hubiera vivido para conocer El libro de las Listas, detonador del boom de libros sobre trivialidades, seguramente le habría abierto un lugar en la maleta. n


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El Dr. Narciso y Mr. Odio

JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com

Independiente de si «devoto» es equivalente a «rezandero», el punto es que los devotos, que por tal condición sólo ven la paja en ojo ajeno, suelen citar frases lapidarias de la Biblia, como, por ejemplo, que No se puede servir a dos señores, que porque se terminará privilegiando a uno de ellos.
Y en un contexto literario extra Biblia (a la cual le encontré encanto literario cuando tuve que leerla a saltos en las clases de religión en Secundaria), quien quizá mejor ejemplificó el funesto desenlace de ese riesgoso estilo de «jugar a cuatro bandas» fue el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894) en su novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Digo lo anterior porque, como simple escribidor, a la fecha no se me ha ocurrido escribir un libro de Memorias. Pero, como nunca hay que decir que De esta agua jamás voy a beber (y mi memoria desastrosa no recuerda si es bíblica esta frase), si un día incurriera en la osadía (literaria) de ponerme a garrapatear un libro de Memorias (teniendo una memoria desastrosa), lo haría prefijando el objetivo de ese libro.
Esto es, precisaría si es para pontificar de «adanista», presumiendo ser el artífice o la fuente de todo lo bueno que le ocurrió a la empresa del patrón al que serví, o si es para exudar odio motivado por la envidia o lo que sea, macartizando como villano o como malo a todo aquel que no pertenezca al «sanedrín» de mis amigos y amigotes.
O, expuesto de otro modo: no incurriría en el riesgo de prefijarle esos dos objetivos simultáneamente al libro de Memorias, porque durante el garrapateo el doctor Narciso terminaría desplazando al señor Odio, o viceversa.
Eso, claro, si fueran las memorias de cualquier persona que jamás fue profesor de una Institución de estudios superiores.
Porque el asunto viene siendo delicado, o así me lo parece, si un profesor universitario es el autor de un libro de Memorias. Pues se supone que lo escribe cuando se encuentra jubilado (por la Institución) o pensionado (por el Seguro Social o por un fondo privado de pensiones) y, en tal caso, por consonancia con su condición de ex catedrático debe esforzarse por ser lo más humanamente objetivo. Porque la honradez intelectual debe ser tan inmiscible con el odio y narcisismo, como lo es el aceite con el agua.
Además, no debe incurrir en la inelegancia de los ex presidentes colombianos, que le están diciendo al mandamás de turno cómo recomponer el país que ellos, cuando fueron presidentes, no sólo no arreglaron, sino que contribuyeron a «descachalandrar» con su delirante mesianismo y, o, con sus arrogantes chambonadas.
Y en todo caso, si algo debe cuestionar, debería hacerlo de manera parecida a como los psiquiatras o psicólogos sugieren proceder con el hijo que se ha hecho acreedor a un castigo: castigar sin odio al crío, que porque hace rato está mandada a recoger la cavernaria aspiración de que «si no me respeta, que me tema».
Eso, claro, en el entendido de que no es un axioma aquello de que la jubilación comporta una elocuente reclusión en «los cuarteles de invierno» para dejar en paz a quienes les tocó continuar jornaleándole a la empresa por haber nacido tarde, y para dedicarse a hacerles monerías a las nietas y los nietos, hablándoles de las glorias pasadas y de en qué y por qué se equivocó.
Desde luego, eso es lo que calculo que debería tener en cuenta el día en que incurriera en la osadía (literaria) de escribir un libro de Memorias.
Pero, como «Fulano es Fulano y Zutano es Zutano», como diría Perogrullo, el ex rector y profesor hace rato jubilado de la Universidad Francisco de Paula Santander, Patrocinio Ararat Díaz, optó por lo contrario al escribir Mis memorias antes de que se me olviden. Porque dicho libro, de fúnebre carátula, es un híbrido de odio y narcisismo.
Y si optar por lo uno o por lo otro implica menospreciar el deber de ser ecuánime, peor entonces es optar por lo uno más lo otro. Que sería algo así como mezclar en el estómago alcohol con barbitúricos.
De acuerdo con el libro, todo lo que su autor hizo en sus primera y segunda Rectoría fue genial, y «todos» o «la gente» quedaron muy contentos. Pero que llegó la Rectoría de Héctor Parra y derrumbó la Universidad, desde encima de las nubes donde el autor de Mis memorias… la había posicionado, hasta el más profundo infierno.
Pero así como el matrimonio es hasta que la muerte o el odio lo disuelva y generalmente el odio gana la carrera, en la riesgosa mezcla de odio y narcisismo generalmente mister Odio le saca al doctor Narciso varios cuerpos de ventaja. Que fue lo que ocurrió con la escritura del libro mencionado.
Varias son las víctimas del odio del autor. Tangencialmente, por ejemplo, los ex rectores Luis Eduardo Lobo Carvajalino y Pedro Ontiveros Gil. Y, visceralmente, el actual rector, Héctor Parra López, y «el suscrito». Sobre todo éste, cuando no fue él quien le ganó al autor de Mis memorias... las elecciones rectorales del 2000.
Cómo será, que el libro me pinta peor que Satanás (si es que existe), y un tarado como George W. Bush (Nada más peligroso que un bruto con poder) queda como un genio intergaláctico al lado de Héctor Parra. Por ejemplo: hablando de Oriente Universitario (el periódico oficial del Alma Mater), en la página 133 el autor del libro mencionado afirma que Los editoriales son firmados por el Rector pero muchos (¿2 ó 3, o 100 ó 1.000?) aseguran que son escritos por varios de sus colaboradores. (Como quien dice: que Héctor Parra es analfabeta.)
Y como el odio enceguece a quien lo adopta, el autor del libro mencionado falsea la historia de algunos eventos intracampus, lo cual desdice de su condición de Miembro de Número de la Academia de Historia de Norte de Santander.
Por ejemplo, estos son algunos «pecados veniales» de ese falseamiento de la Historia:
Afirmar (página 131) que en 1989 Salua Turbay tomó la dirección de la Revista Oriente Universitario con un grupo de estudiantes, cuando fue ella quien produjo la edición conmemorativa de las Bodas de Plata de la Institución, en 1987. «Conferir» a Ciro Espinosa la «nacionalidad» santandereana (página 94) cuando Cirito pontifica, en las veladas con elíxir escocés, que él es oriundo de Pamplona. «Bautizar» como Hugo Padilla a Hugo Portilla (página 143). O «graduar», sin ser rector, de ingeniero a un zootecnista (página 218) que no estudió Ingeniería.
Y pare de contar, porque de los «pecados mortales» me ocuparé en por lo menos otro artículo. n


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