EN ESTA EDICIÓN:
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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).
LOS PREJUICIOS.
UN “AS” SACÓ AL CÚCUTA DEPORTIVO
DEL TORNEO APERTURA 2008.
HISTORIA DE UNA FAMOSA BACINILLA.
EL LENTO PERO INDETENIBLE DESMONTE DE
LA DISCRIMINACIÓN RACIAL… POR VÍA JUDICIAL.
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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).
¿Dos Derechos Fundamentales
conculcados?
El capítulo primero del título segundo de la Constitución Política de 1991 establece los Derechos Fundamentales, y en el artículo 86 prescribe una acción jurídica para tutelar aquellas libertades.
Dos de aquellos Derechos Fundamentales son el derecho a la presunción de inocencia y el derecho a la intimidad, los cuales, al menos en la percepción del «suscrito» Director, se están pretermitiendo dentro de las doce hectáreas de este campus.
Por el primero de aquellos dos derechos, toda persona se presume inocente mientras no se demuestre lo contrario, lo cual implica que es el acusador quien debe probar su imputación y no el acusado quien debe demostrar que es inocente.
Y resulta que para el «alto mando» de esta Institución, cuando un profesor o una profesora se jubila, el acto administrativo por el cual se le reconoce la pensión… también lo gradúa de delincuente.
Pues, si la colega o el colega desea continuar colaborando en la modalidad de «hora cátedra», semestralmente le exigen un «paz y salvo» fiscal, otro disciplinario y otro judicial. Como quien dice: que debe «patinar» a la Dijín, a la Sijín y hasta a Piolín, para que ellos certifiquen que en el otoño de su vida la colega o el colega no se ha vuelto delincuente.
Lo necio o lo curioso es que, durante los 20 ó 25 ó 30 años —y en algunos casos hasta más— que la colega o el colega duró jornaleando como docente de carrera, tales certificaciones se las pidieron una sola vez: para ingresar.
Como quien dice: que cuando en el recién pasado siglo el hoy colega jubilado era físicamente algo así como un Sansón, el «alto mando» de esta Institución no lo creyó capaz de echarse al hombro un edificio. Pero ahora que le sobra capacidad intelectual pero le falta fuerza física hasta para sostener el pipicito con tal de no orinarse los zapatos, ahora sí lo creen capaz de robarse un edificio.
Desde luego que, así como es potestativo del jubilado continuar o no colaborando como profesor de hora cátedra, también es discrecional del «alto mando» acoger o desestimar esa «experiencia calificada», como técnicamente se la denomina en el decreto por el cual se establece el régimen prestacional y salarial de los profesores universitarios estatales.
Luego entonces, ¿para qué lo llama a continuar colaborando si lo presume delincuente, evasor fiscal y de cuestionable conducta laboral, a pesar de que durante sus años de servicio como docente de carrera jamás le impuso una sanción disciplinaria?
Ahora: si tan desobligante presunción obedece al cumplimiento de una exigencia burocrática del poder ejecutivo o del poder legislativo, ¿por qué algún jubilado no recurre al poder judicial para que éste tutele su derecho a que se presuma su honradez?
En cuanto al segundo de los dos derechos mencionados en el párrafo segundo de este escrito, por ahí hay en carteleras una directiva exigiéndole al profesorado publicar las calificaciones de los estudiantes en la «página web» de esta Institución.
En razón de que algún colega que se apresuró a cumplir con tal mandato le informó al «suscrito» Director que en la susodicha página aparece el estudiante con su código y su nombre, quien «suscribe» se pregunta si: ¿eso no equivale a poner al estudiante en la picota?
O, expuesto de otro modo: ¿el desempeño académico que tenga el estudiante no tiene carácter de privado, como su orientación sexual lo tiene, por lo cual ésta a nadie más le tiene qué importar?
Si por su orientación sexual, como ciudadano no se lo debe catalogar «de buenas a primeras» como sexualmente «normal» o «depravado», ¿sí es jurídicamente permisible propiciar que, como estudiante, «Raimundo y todo el mundo» lo señale de mediocre o regular?
En razón de tales dudas que asaltan al «suscrito» Director, éste se abstendrá de poner en la picota a los estudiantes de sus cursos. Sobre todo porque a una «página web» pueden acceder nomás «Raimundo y todo el mundo», y desde cualquier lugar del mundo.
A menos, claro está, que le alleguen un dictamen jurídicamente competente y concluyente en cuanto que con tal exposición del estudiante en la picota no se viola el habeas data.
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Los prejuicios
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es
Los prejuicios son opiniones o actitudes negativas hacia determinado individuo o grupo, sin basarse en un juicio real y objetivo que nos acerque a la realidad. Son, por lo tanto, ideas preconcebidas; por lo general, heredadas de los juicios de los mayores, tomadas de ciertos patrones culturales que nos han sido implantados en nuestros primeros años de vida.
EL PREJUICIO RELIGIOSO
Mi religión es la verdadera. La suya, es falsa.
Tomemos un simple caso: los que nos educamos en los preceptos del catolicismo, aprendimos que la única religión es la nuestra; que el resto, no son más que montoneras de feligreses engañados por unos renegados que se dicen cristianos, que jamás irán al cielo. Por eso, cuando éramos muchachos, ver a unos practicantes del protestantismo nos generaba todo tipo de sentimientos encontrados: lástima, rabia, compasión, arrechera. Si a todo esto le agregábamos los sermones de odio contra los no-católicos, pronunciados en la misa dominical, a la cual nos obligaban a ir so pena de cometer pecado mortal, no hay duda de que la mente de un adolescente se convertía en una melcocha.
Mención especial merece el sacerdote DANIEL JORDÁN, párroco de la catedral de San José, años 60 y 70, quien se hizo famoso y temido por sus fogosas catilinarias contra todos aquellos que no comulgaran con sus posturas religiosas. Su sermón dominical, a las 11 de la mañana, era transmitido por la radio local, lo cual le garantizaba una gran audiencia. Ay, de aquellos —sobre todo, los notables de la ciudad— que hubieran recibido el petitorio de contribución con la Catedral y que no se hubieran manifestado con el biyuyo: el domingo aparecían en la lista negra, como unos miserables que no eran capaces de ser generosos con Dios. Creo que ese boleteo religioso era único en el país.
Igualmente, las confesiones protestantes también sufrían, periódicamente, los dardos envenenados de ese temido orador, de gran capacidad histriónica. Cómo sería su influencia sobre determinados sectores, que algunos fanáticos, apenas concluía la misa —antes de la cual se habían confesado para ponerse en paz con Dios y durante la cual habían comulgado para recibir el cuerpo del Hijo de Dios, quien predicaba la hermandad—, se iban en manada a darle piedra al templo evangélico, ubicado a pocas cuadras de la catedral, a los gritos de “¡Viva la Santísima Virgen.
Este émulo criollo de Savonarola (crítico de la moral pública en la era medieval), no dejaba títere con cabeza: el cine, el licor, las mujeres, el baile, la moda. En fin, todo era pecado. A todos les caía a palo. Fuimos unas generaciones sometidas a un pensamiento único en lo religioso y en lo moral. ¡Qué cirirí tan hijuetripa el que nos tocó calarnos!
EL PREJUICIO POLÍTICO
Mi partido es el verdadero. El suyo, vale güevo.
Se dice que toda guerra tiene una justificación, válida para quien la formula. Si repasamos la historia, encontramos que los vencedores siempre tienen la razón, pues los vencidos son sometidos a la infamia. Se pelea por el espacio vital, por cambiar un régimen político, por motivaciones étnicas, por conflictos raciales, por causas económicas. La aparición periódica de esos iluminados que pretenden llevarnos al paraíso, es una de las tragedias de la especie humana.
Pero, ¿qué condujo a que en nuestro país se hubiera presentado una matazón, conocida como la VIOLENCIA, años 40 y 50, principalmente, entre liberales y conservadores, si las causas eran ajenas a la cultura fundamental del pueblo colombiano? Somos católicos, hablamos español, de origen multirracial, amplio territorio, inmensas riquezas naturales, folclóricos, mamadores de gallo, buena vidas y pachangueros. Como diría Carbuco: “Si estamos de acuerdo, ¿para qué peleamos?”.
Desde la guerra de la Independencia este país ha vivido de conflicto en conflicto, todo por el poder político. No hemos sido capaces de resolver nuestras diferencias por la vía civilizada, sino por la imposición de la fuerza. Queremos gobernar sin buscar la preferencia electoral. Ese es nuestro karma. Ese fue el origen de la Violencia que produjo 300.000 muertos y que nos costó 20 años de atraso en el desarrollo de la nación.
Si en el siglo XIX tuvimos la Patria Boba, el XX nos dio la Patria Imbécil. ¿Cómo es posible que millones de colombianos le hayan dado la connotación de dioses a una serie de políticos resabiados y mañosos, que sólo se preocupaban, no por elevar el nivel de vida de los pobres, sino por mantener el statu quo? Qué idiotez tan grande. Y pensar que los muertos, las viudas y los huérfanos fueron la cuota de sangre y sacrificio del pueblo raso.
La gente se mataba por motivos baladíes. Casos como el que sucedió con el dueño de una tienda que vendía diversos artículos, propios de un negocio de esta naturaleza; entre otros, peines de color rojo. ¿Qué pasó? Que llegaron unos conservadores, borrachos, armaron el bonche por el color de los peines, y el asunto se cerró con 2 muertos en la mitad de la calle.
En otra ocasión, los músicos integrantes del Conservatorio del Tolima viajaban a un municipio a dar un concierto. Una banda de liberales los detuvo en el camino y los interrogó acerca de sus intenciones. Al escuchar el término “conservatorio” lo asociaron con la palabra “conservador” y los pasaron al papayo.
Fueron muchos años de sufrimientos y de depredación. Un sacrificio inútil. La economía cayó a su punto más bajo. Se perdieron haciendas, sembradíos y ganados. La producción industrial perdió mercados. La inseguridad en las carreteras hacía que las cosechas se perdieran. La degradación moral produjo personajes tenebrosos como el Capitán Veneno y Sangrenegra, unas fieras salvajes que violaban, robaban e incendiaban a todo lo que oliera a enemigo político, llegando, incluso, a abrirles el abdomen a las mujeres embarazadas para sacarles la criatura en gestación, lanzarla al aire y ensartarla con un cuchillo. Esos eran los consentidos de los jefes políticos, que se llenaron de dinero al apoderarse de la tierra de los desplazados.
Las manifestaciones públicas de las campañas electorales se realizaban con discursos, aguardiente y tiros al aire. Cuando la patota, llena de miche, regresaba a su barriada, lo hacía en actitud belicosa, buscando armar pelea con sus rivales, a los gritos —de acuerdo con su ideología— de “¡Viva Laureano, abajo Lleras!” o “¡Viva Gaitán, abajo Ospina Pérez!”, y por ahí derecho salían a relucir los cuchillos y los machetes, y a generar sangre y luto. ¡Qué manada de cretinos!
EL PREJUICIO SOCIAL
Mi clase social es distinguida. La suya, es barro.
En Colombia todavía existe la creencia de que ciertas familias son más importantes que el resto del conglomerado social, por el hecho de tener un apellido supuestamente de alcurnia. Por tal razón se creen los llamados a desempeñar los mejores cargos burocráticos que el Estado crea para su funcionamiento, y con el derecho divino a que todas las obras públicas sean bautizadas con los nombres de los integrantes de sus clanes. Así mismo, estos notables se sienten con el derecho a marcar el rumbo social de su terruño, a través de diferentes organismos: medios de comunicación, cámaras de comercio, veedurías ciudadanas, clubes sociales.
Lo cursi y ridículo de este comportamiento es que esas personas viven engañándose a sí mismas porque, la mayoría de las veces, no se preparan para competir en este mundo moderno y cambiante, sino que sienten y creen que su casta ancestral les da para mantener sus inciertos privilegios. “Es que yo soy de la familia Fernández del Chorro”. Y eso debe ser suficiente para que el resto de los mortales le hagan la venia.
Como para ellos es denigrante que les ofrezcan cargos de nivel bajo, pues esa grosería es para la guacherna, se quedan sin el pan y sin el queso. Así que terminan como pobres vergonzantes; es decir, añorando un pasado que no volverá, pero debiendo las cuotas de la casa, del carro, del club y etcétera. Pero eso sí, la petulancia la mantienen intacta y nunca admiten que cualquier persona humilde pueda convertirse en sobresaliente, gracias a su enjundia personal. Siempre será un advenedizo social.
Digamos, como remate de esta cháchara, que todos los humanos tenemos prejuicios, pero lo importante es mantenerlos a raya, con una conducta de tolerancia, aceptando el derecho a la diferencia.
(Cúcuta, mayo de 2008)
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Un “as” sacó al Cúcuta Deportivo
del Torneo Apertura 2008
ALFREDO DÍAZ CALDERÓN, socio
honorario de la ACORD. Carnet N° 025.
En sus 84 años de existencia, nuestro Doblemente Glorioso ganó 6 títulos campeoniles en la rama aficionada y uno solo en la categoría A de la rama profesional; porque en la categoría B, que también es profesional, ganó un par de títulos, pero eso es indicativo de que dos veces descendió a tal categoría. Títulos logrados a puro pulso, con mucho pundonor, sudor y lágrimas. Porque hasta hoy, en el deporte nadie nos ha regalado nada. Y además, nos ofende la trampa. Recordemos lo que sufrió el Cúcuta Deportivo en este mes de mayo del 2008.
JUEVES 1º DE MAYO
Estadio Villa-Belmiro, del Santos (de Brasil): Santos, 2; Cúcuta, 0. Partido con resultado injusto. Le anularon un gol legítimo al Cúcuta; le negaron un penal monumental; y se permitió la utilización de bengalas y pólvora para crear humareda que obstruía la visión en nuestra portería, defendida por Leandro Castellanos. El juego fue suspendido durante más de 7 minutos y la reposición de tiempo fue menor a la real. Prácticamente ese resultado nos quitó la posibilidad de llegar a la tercera fase de la Copa Libertadores de América 2008.
JUEVES 8 DE MAYO
Estadio General Santander: Cúcuta, 0; Santos, 2. Resultado lógico, sin atenuantes. Horas antes del partido, la apatía y la desgana se notaban en nuestra ciudad. En el estadio, el ambiente pesimista estaba presente y el marcador final, 0 por 2, confirmó aquellos presagios. Definitivamente no pudimos llegar a meternos entre los 8 equipos coperos a los cuartos de final, y ocuparemos el puesto Nº 13 entre los 32 participantes en esta Copa Libertadores 2008.
SÁBADO 10 DE MAYO
Estadio General Santander: Cúcuta, 2; Santa Fe, 0. Con este triunfo llegamos a 22 puntos en el Torneo Apertura de la Copa Mustang y se nos abrió la posibilidad de clasificar a los cuadrangulares finales si derrotábamos al Once Caldas en Manizales, pues sumaríamos 25 puntos y teníamos mejor promedio de efectividad que los otros cuatro equipos aspirantes. El paraguayo-argentino José Amarilla fue la gran figura y anotó los dos goles del Cúcuta: a los 59 y a los 76 minutos.
DOMINGO 18 DE MAYO
Estadio Palogrande, de Manizales: Caldas, 1; Cúcuta, 2. Caldas anotó a los 20 minutos por intermedio de Luis Núñez. A los 41 minutos Bráyner García anotó para empatar el partido y renació la esperanza, terminando el primer tiempo 1 por 1. A los 74 minutos el gol del argentino Matías Urbano nos emocionó al máximo, porque en ese momento éramos los clasificados entre los 5 aspirantes a la octava casilla. Pero en la mesa de póker siempre habrá una carta en alguna manga, ya por fuera o bien debajo de ésta. Y esa carta, que por lo regular es un “as”, aparece cuando el más ingenuo de los jugadores cree que ya ganó la partida, sin haberse acabado y sin conocer qué cartas están jugando los otros.
Esta vez, el “as” apareció, o la “liebre” saltó, por donde menos se esperaba: en la ciudad de Pasto, un gol de agonía, cuando ya concluía el tiempo reglamentario del juego Pasto versus Quindío, nos eliminó de las semifinales del Torneo Apertura. El “as encima de la manga” con que el Quindío nos casó para meterse él en los cuadrangulares, fue el de igualar nuestra mayor diferencia de gol, con lo cual impuso su mayor número de goles a favor.
LA HISTORIA SE REPITE PARA
EL CÚCUTA DEPORTIVO
? En 1964, jugando en Manizales contra Once Caldas el último partido de ese campeonato, éramos Campeones porque ganábamos 3 por 1. Pero en los minutos finales apareció un “as fuera de la manga” y Caldas nos empató aquel partido. El campeón fue Millonarios y Cúcuta quedó subcampeón del Torneo Dimayor 1964.
El sábado 27 de noviembre del 2004, en el último partido de los cuadrangulares del Torneo de la Primera B (categoría de ascenso), Cúcuta ganó 3 por 1 al Alianza Petrolera y estaba clasificado para la final, lo cual le permitiría subir a la Primera A. Pero esta vez el “as” que apareció fue sacado de “debajo de la manga”, pues el Real Cartagena goleó al Valledupar 5 por 1 de manera tan “sorprendente”, que anotó 4 goles en los 5 minutos finales.
? En 1964 el entrenador del Cúcuta fue Francisco “Pancho” Villegas (q.e.p.d.). En el 2004 nuestro entrenador fue Eduardo Julián Retat. Hoy, Pedro Sarmiento Solís dirige al Cúcuta Deportivo. Los tres fueron víctimas de la jugarreta del “as”; ya encima de la manga, o bien sacado de debajo de ella.
(Cúcuta, 21 de mayo del 2008.) n
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Historia de una famosa bacinilla
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com
Unos años después de muerto nuestro colombianísimo Lucho Bermúdez, su casa en el municipio Carmen de Bolívar fue convertida en casa-museo para honrar la memoria del maestro, así como él honró a su pueblo con el porro Carmen de Bolívar, magistralmente interpretado por su esposa, la cantante Matilde Díaz. Y como lo indica el nombre, el lugar alberga diferentes pertenencias del maestro Lucho.
Como en todas partes hay ladrones y de todos los pelambres, desde los que de un solar se roban de noche unos pantaloncillos sin caucho o unas pantaletas rotas, hasta los que le roban más de 13 millones de dólares al ministerio que debe velar por la seguridad de todos (comenzando por la de él mismo) como lo es el ministerio de Defensa, pasando por los que se roban una puerta y después se roban el hueco… como en todas partes hay ladrones —venía diciendo—, algún “choro” se robó una bacinilla de la casa-museo del maestro Lucho.
Ello provocó conmoción en este país que es, tan folclórico, que alguna vez sus mandamases de turno lo consagraron al Sagrado Corazón de Jesús, creyendo tal vez a que por ese solo hecho “Raimundo y todo el mundo” se volvería honrado ipso facto.
Pero como también hay artistas en todas partes —además de choros—, alguien, que se identificó con el seudónimo de DECIMERO CLÁSICO, compuso unas décimas en ritmo de merengue vallenato alusivas al enojoso episodio del robo de la “mica” del maestro Lucho. Dicho autor anónimo no alcanzó a imaginar la trascendencia de su escrito, el cual, aunque tiene defectos en su letra, quedó como registro escrito del robo del que ella habla. Dice así la letra:
Allá en su Carmen querida
está la casa de Lucho,
donde este músico ducho
pasó parte de su vida.
La ciudad agradecida
la volvió casa-museo;
para el pueblo es un trofeo
de sus memorias preciosas,
pero se pierden las cosas,
y eso me parece feo.
(Estribillo:)
Ay, se perdió, se perdió, se perdió
la bacinilla de Lucho.
La gente la está buscando:
mejor que no busque mucho.
Entre tanta maravilla
que había en la ilustre vivienda
lo más raro era una prenda
modesta, humilde, sencilla
que conoció antigua gloria:
una vieja bacinilla
donde el coloso del arte
dejó parte de su historia.
La parte más amarilla,
pero no la mejor parte.
Y ocurrió que en vacaciones
muchos turistas llegaron
y la casa visitaron
en frecuentes ocasiones.
Eran de mil condiciones:
gente pobre, gente rica,
de la que elogia y critica
entre chisme y comentario.
Y al hacer el inventario,
se había perdido la mica.
¡Qué tragedia! ¡Qué irrespeto!
¡Qué agravio a Lucho Bermúdez!
Mas no apareció el objeto
porque, sudes lo que sudes,
hallar la mica es un reto,
una hazaña, una ordalía,
pues sirve para mil usos.
Y no la halló la alcaldía,
ni el Das ni la Fiscalía
en este país de abusos.
Pero con tantas reuniones
se filtró al fin la primicia
y sorprendió la noticia.
Sorpresa que no se explica,
pues en asuntos de mica
son obvias las filtraciones.
El caso es que el triste beque,
la vasija original,
se convirtió en un pereque
y en símbolo nacional.
Salieron editoriales,
se ofrecieron recompensas,
hubo pesquisas intensas
de urólogos especiales
y las huellas orinales
tomaron de mucha gente.
En busca del Presidente
una comisión viajó
y el Presidente ordenó:
«trabajar y trabajar».
Quien robó la bacinilla
supuso que aprendería
por esta urinaria vía.
Pero la música pilla
al copiador que obra mal,
pues el lamento, el aullido
y el monótono serrucho
del paseo comercial
se igualan al contenido
de la mica de don Lucho.
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El lento pero indetenible desmonte
de la discriminación racial…
por vía judicial
JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com
Con la doctrina separados pero iguales, que es como se conoce el fallo de revisión del caso «Plessy versus Ferguson», el Tribunal Supremo de los Estados Unidos le impartió la «bendición constitucional» a las leyes que a los antiguos «Estados Confederados» se les antojara promulgar para segregar a los negros de los blancos.
(Del caso «Plessy versus Ferguson», de 1896, se ocupó el artículo ¿«Que no somos iguales»? Pues dizque sí, si separados, escrito por el autor del presente artículo y publicado en la edición Nº 90 de Occidente Universitario.)
El caso tuvo su origen en una ley promulgada por la Legislatura de Louisiana, ordenando vagones separados para los negros y los blancos en los trenes que circularan dentro de las fronteras del estado. Con tal aval de la Corte Suprema federal, la segregación, que en Louisiana comenzó aplicada a los vagones de los trenes, se generalizó en todo el Sur extendiéndose su aplicación a los demás medios de transporte, a los sitios de diversión o esparcimiento… y a las instituciones de educación en todos sus niveles.
Pero en la década de los años 30 del recién pasado siglo XX, los jueces del Tribunal Supremo comenzaron a dudar de la constitucionalidad que sus antepasados les habían reconocido a todas las leyes que en el Sur se promulgaran para imponer la discriminación racial en cualesquiera de sus formas.
El Tribunal Supremo había tenido por principio, al resolver alguna apelación, no invalidar «de buenas a primeras» una norma o una decisión, a menos que su inconstitucionalidad resultara ostensiblemente manifiesta. De algún modo, tal «retrecherismo» se correspondía con la presunción de legalidad que en principio se le reconoce a una disposición de bajo rango, y con la presunción de constitucionalidad que en principio se le reconoce a una ley.
Pero en 1938, al revisar el caso «Los Estados Unidos contra Carolene Products Co.», el juez Fiske Stone presentó su opinión escrita ante sus pares, y en la nota de pie de página Nº 4 abogó por una actitud más rigurosa de la Corte ante los casos de revisión que se admitieran, e incluso planteó una estricta revisión jurídica de facto de las leyes cuya elaboración hubiese estado motivada por prejuicios contra minorías aisladas y específicas. Y aunque por razones obvias sus pares no le secundaron lo segundo, lo primero sí coadyuvó a que el dictamen declarara que toda restricción al ejercicio del derecho a un trabajo, basada en prejuicios de edad, o sexo, o raza, o religión, o posición filosófica o política, constituía categorizaciones sospechosas.
Sin embargo, en la década de los 40 «patinaron»: en 1944, al revisar el caso «Korematsu contra los Estados Unidos», el Tribunal Supremo declaró constitucional una ley que ordenaba confinar en campos de concentración a los ciudadanos estadounidenses de origen japonés, por considerarla una necesidad militar para prever sabotajes o atentados, dado que desde diciembre de 1941 Estados Unidos y Japón «protagonizaban» la Guerra del Pacífico en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Sólo disintió de tal dictamen el juez Hugo Black, quien conceptuó ante sus pares que todas las restricciones jurídicas que coarten los derechos civiles de un solo grupo étnico son sospechosas de inmediato.
Pero en 1950 el Tribunal Supremo retomó su aggiornamento, al revisar el caso.
SWEATT VERSUS PAINTER
En 1946 el negro Herman Marion Sweatt solicitó su admisión en la Escuela de Derecho de la Universidad de Texas, la cual se la negó aduciendo que una ley estatal destinaba la Universidad exclusivamente para blancos. Sweatt pidió a una corte del estado que ordenara a la Universidad que lo admitiera, invocando la igualdad ante la ley de todas las personas, tal como la decimocuarta Enmienda lo prescribe. Pero se le denegó la petición.
Apelado el fallo ante el Tribunal Supremo del estado, éste avaló la decisión que se tomó en primera instancia, aduciendo que el señor Sweatt podía inscribirse en la Escuela de Derecho de la Universidad que el estado, en consonancia con la doctrina separados pero iguales, estaba construyendo para negros en Austin, Texas —mientras la «apetecida» por Sweatt estaba en Houston—, que el año siguiente sería inaugurada. Y como reacción a tal dictamen, Herman Sweatt apeló la decisión del Tribunal Supremo del estado ante el Tribunal Supremo federal.
Ante la desproporcionada ventaja en calidad de los servicios de todo orden académico que tenía la «Universidad para los blancos», comparada con la que tenía la «Universidad para los negros», el 5 de junio de 1950 el Tribunal Supremo federal, considerando, entre otros, que hay cualidades intangibles que no son susceptibles de medir de un modo concluyente pero que constituyen la grandeza de una Escuela de Derecho, proscribió la discriminación racial en las instituciones de estudios superiores en los niveles de pregrado y de postgrado.
Pero faltaba rechazarla en los niveles anteriores, y la oportunidad la propició la revisión del caso
BROWN VERSUS LA JUNTA DE EDUCACIÓN
En 1951 el negro Oliver Brown fue a matricular a su hija, Linda (de siete años), en una escuela de Topeka, Kansas, que estaba a cinco cuadras de su casa. Pero le rechazaron a la niña con el cuento de que la escuela era para blancos, y le recomendaron que la matriculara en una escuela para negros que estaba a veintiuna cuadras de su casa.
Oliver Brown recurrió a una corte federal solicitándole un mandamiento a la escuela para que matricularan a su niña, pero el juez le denegó la petición argumentando que, en lo substancial, las dos escuelas eran exactamente iguales, y que lo de la distancia desde la casa hasta la escuela era irrelevante. Entonces, Oliver Brown apeló la decisión ante el Tribunal Supremo federal.
Casi al mismo tiempo, en Carolina del Sur, Virginia y Delaware, los padres de otros niños negros entablaron pleitos similares, y un juez federal en Delaware declaró que las condiciones en las escuelas para negros eran inferiores a las que había en las escuelas para blancos. Entonces, las autoridades educativas del estado apelaron el dictamen ante el Tribunal Supremo federal.
El Tribunal Supremo acumuló los expedientes, y en una misma audiencia oyó los argumentos de los apelantes de Delaware, que defendían la segregación en las escuelas, y los del apelante de Topeka, que impugnaba tal segregación, así como las opiniones de los sicólogos y sociólogos que decidieron apoyar al negro Brown, quienes explicaron por qué la segregación era perjudicial para las niñas y los niños «de color».
El 17 de mayo de 1954 el Tribunal Supremo federal dictó el fallo del caso conocido como «Brown contra la Junta de Educación», declarando por unanimidad que, en el campo de la educación, la doctrina de separados pero iguales es inadmisible, y dictaminando que la segregación en las escuelas públicas negaba a las niñas y a los niños «de color» el derecho a la igual protección de las leyes, que la decimocuarta Enmienda dictamina.
Ahora bien: como el lector habrá observado, la protección efectiva del negro estadounidense a mediados del recién pasado siglo XX se parece demasiado a la protección efectiva de los homosexuales colombianos en lo que va corrido del XXI, como quiera que una y otra protección emanaron de decisiones judiciales.
(¿Cuántas veces el homofóbico Congreso colombiano ha abortado el proyecto de ley que la senadora Piedad Córdoba reiteradamente ha presentado para extenderle a la pareja homosexual los derechos que, según los rezanderos y homofóbicos, la Constitución y la ley le reconoce sólo a la pareja dizque «por Dios establecida»?)
Pues, mientras el Poder Judicial estadounidense (y la Corte Constitucional, en nuestro medio) «se daba la pela» desmontando paulatinamente la injusticia, el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo no decían «Esta boca es mía». Pero, como la evidencia termina avasallando:
LA CASA BLANCA Y EL CAPITOLIO
«SE PELLIZCAN»
El 1º de diciembre del siguiente año (1955) en Montgomery, capital del estado de Alabama, la dama negra Rosa Parks (cuyo apellido de soltera fue McCauley) abordó un bus y se sentó en el único puesto desocupado que quedaba, el cual estaba en la sección destinada para negros. Más adelante abordó el bus un hombre blanco, quien no le vio inconveniente a tener que viajar parado. Pero entonces el chofer, al percatarse por el espejo retrovisor de dicha escena, le grito a Rosa Parks que le cediera el puesto al blanco y se largara para atrás, que porque así lo dispone una de las leyes del estado. Como Rosa se negó, el conductor recurrió a la policía y la arrestaron.
En respuesta a dicho arresto, Martin Luther King, un ministro de la Iglesia Bautista relativamente desconocido en tal momento y quien simpatizaba con la metodología del Mahatma Gandhi de la protesta no violenta, promovió un boicoteo contra los buses de Montgomery, por lo cual la policía lo arrestó. El boicoteo y el arresto de la señora Rosa Parks y del reverendo doctor Martin Luther King concluyeron en 1956, cuando la Corte Suprema proscribió la segregación en los medios de transporte en toda la nación.
Pero, como faltaba mucho por hacer para erradicar la segregación completamente, a comienzo de la década siguiente Martin Luther King promovió las marchas pacíficas de Birmingham, Alabama, por los derechos civiles de los negros. Como la salvaje represión policial contra las marchas fue ampliamente difundida por los «medios», se creó una ola de rechazo contra la brutalidad policial y en pro de los derechos civiles de los negros.
En 1962 el joven negro James Meredith demandó a la Universidad de Mississippi por negarle su admisión como estudiante. En septiembre de ese año el fallo favoreció al demandante, pero el gobernador del estado, Ross Barnett, un abogado egresado de ese claustro, declaró que Ninguna escuela será integrada en Mississippi mientras yo sea gobernador. Una corte de apelaciones declaró al gobernador y a su asistente principal en desacato, y les impuso más de 10.000 dólares de multa a cada uno. Aun así, ellos continuaron ranchados en impedir que el negro se inscribiera.
Ante esto, el 30 de septiembre el presidente John Fitzgerald Kennedy ordenó al ejército que un piquete militar acompañara al joven Meredith para que pudiera entrar al campus. Pero una montonera de no estudiantes y estudiantes blancos recibieron a piedra y plomo a los soldados, hiriendo a 28 y matando a uno de ellos; incluso, un periodista francés murió, víctima de la violenta reacción de los racistas. Entonces Kennedy ordenó que el grueso del ejército sometiera el levantamiento segregacionista, por lo cual el día siguiente James Meredith pudo entrar a clases.
El 11 de junio de 1963 el gobernador de Alabama, George Wallace, pretendió sabotear la integración racial en la Universidad de Alabama, obstruyendo la inscripción de dos estudiantes «de color». El presidente Kennedy movilizó tropas federales para garantizar que los dos estudiantes se inscribieran, y esa noche se dirigió por radio y televisión a la nación con un elocuente discurso en el cual, entre otros, prometió que presentaría un proyecto de ley de derechos civiles al Congreso. El día siguiente el activista negro Medgar Evers fue asesinado en Mississippi. (La persistente gestión de su esposa ante un fiscal para lograr, casi 30 años después, el castigo judicial del asesino está narrada en la película Fantasmas del pasado.)
El 19 de junio de 1963, ocho días después de haberlo prometido, el presidente Kennedy presentó el proyecto de Ley de Derechos Civiles al Congreso, aunque parecía no contar con suficientes votos para lograr su aprobación. No obstante, tras su asesinato (ocurrido el 22 de noviembre de 1963) el presidente reemplazante, Lyndon Johnson, utilizó la influencia que tenía en el Congreso y logró la aprobación de dicha ley.
El 27 de agosto de 1962 el Congreso había propuesto la vigesimocuarta Enmienda, que quedaría ratificada el 23 de enero de 1964, proscribiendo las disposiciones que en el Sur coartaban el derecho al voto por la incapacidad para tributar de una persona pobre, como el negro. Tal discriminación quedaba prohibida en cualquier comicio previo —las «primarias»— o definitivo de elección del Presidente, del Vicepresidente, y de los senadores y diputados federales.
En 1965 el Congreso complementó la Enmienda al promulgar la Ley de Derechos de los Votantes, proscribiendo los exámenes de analfabetismo y otras pruebas que en algunos estados del Sur se aplicaban para coartarle a la persona su registro como votante, y exigiendo que los estados debían obtener autorización del gobierno federal para promulgar cualquier nueva ley electoral. Ello originó en el Sur, tanto un significativo aumento en el registro de votantes negros, como una disminución gradual de las consignas racistas en el proselitismo electoral.
En 1968 el Congreso dictó la Ley de la Vivienda Justa, proscribiendo la discriminación racial camuflada en complicarle al negro la tramitomanía para acceder a una vivienda.
Y pare de contar porque, aún en la década de los 90 del recién pasado siglo, el Congreso seguía aprobando leyes para conjurar la discriminación que rebrotaba en formas muy sutiles.
(El presente artículo fue redactado con apoyo en varios documentos «bajados de Internet».)
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