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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 74(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
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Director-Editor: JAIRO CELY NIÑO l 6 pp l MARTES 13 DE FEBRERO DEL 2007


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EDITORIAL (O ALGO ASÍ).

Nixon, Samper y Uribe

Poco después de que Richard Nixon se posesionó como presidente de los Estados Unidos por segunda vez, dos reporteros del diario The Washington Post develaron el «escándalo Watergate».
Watergate es el nombre del edificio en el cual tenía su sede el Partido Demócrata, y el escándalo develado consistió en que, durante la campaña proselitista para las elecciones presidenciales de noviembre de 1972, el Partido Demócrata había sido electrónicamente espiado por el Partido Republicano, al cual pertenecía el reelegido presidente Nixon.
Como éste, desde el primer momento, alegó que nada tuvo qué ver con el espionaje y unos 20 años después moriría sin admitirlo expresamente, el diario The Washington Post no le bajó la guardia. Así que la primera «testa coronada» que «decapitó» el diario fue la del vicepresidente de los Estados Unidos, Spiro Agnew, cuando le descubrió y le denunció que había evadido impuestos siendo gobernador de Maryland, ante lo cual el vicepresidente renunció a su cargo para no ser juzgado por el Senado —para no afrontar el consabido impeachment— sino por un juez penal.
Luego provocaría que los más encumbrados asistentes del presidente Nixon fueran juzgados y encarcelados. Y más tarde, cuando le puso a Nixon «el café a cuarenta», provocó la caída del Presidente, quien renunció a su cargo para no ser juzgado por el Senado, lo cual no lo ponía a salvo de que penalmente se lo juzgara.
Pero Gerald Ford, a quien Nixon había nombrado Vice para reemplazar al defenestrado Agnew y por lo cual reemplazó como presidente a Nixon, le confirió un perdón presidencial a éste, que lo puso a salvo del juicio penal que deseaba la mayoría del pueblo, al cual sólo le quedó el consuelo de que, al aceptar Nixon el perdón de su reemplazante, implícitamente admitió su culpa.
Veinte años después, en el «patio trasero» de aquel imperio, se denunció en la prensa que a la campaña del presidente Ernesto Samper Pizano entró dinero del narcotráfico, y el señor Samper se declaró impoluto —«prístino», dijo su escudero Horacio Serpa, su entonces ministro del Interior— con una frase que no se le ocurrió al «emperador» Nixon: que si ocurrió lo que se le imputa, ocurrió «a mis espaldas».
El presidente Samper fue dizque enjuiciado por la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, la cual lo sobreseyó. Y en todo caso, como ocurrió con el escándalo Watergate, penalmente el Presidente no fue enjuiciado y a este «escándalo ocho mil» tampoco le faltaron los chivos expiatorios, como su ministro de la Defensa y el tesorero de su campaña, a quienes la justicia penal juzgó y los «encanó».
Unos diez años después de este escándalo narco-político, en el mismo «patio trasero» se denunció el llamado «para-político», consistente, en primer lugar, en que, en las elecciones legislativas del 2002, los grupos ilegales autodenominados «de autodefensa», a través del asesinato para intimidar a los sobrevivientes en sus zonas de influencia, conquistaron un jurgo de curules en el Congreso; y en segundo lugar, que, en las posteriores elecciones presidenciales del mismo año, las mismas «autodefensas», y con los mismo métodos, perpetraron un fraude electoral en varios departamentos de la Costa Norte, «en virtud» del cual el candidato Álvaro Uribe Vélez ganó la Presidencia en primera vuelta.
Y para utilizar una frase de cajón o prefabricada: las demás atrocidades son las noticias «frescas». Como el siniestro «Pacto de Ralito» entre políticos afectos al presidente Uribe y los paracos, dizque «para refundar la Patria» —así, como suena: «la patria», que es la muletilla de combate del presidente Uribe—, en el entendido obvio de que tal «refundación» sería a sangre y fuego.
De modo que los escándalos de esta «Santísima Trinidad» se sucedieron de manera cada vez más inmunda.
Lo de Nixon fue una violación de la cuarta Enmienda, por cuanto ésta protege —entre otros— el derecho a la intimidad, que en principio es la del individuo, y acaso por extensión protege la de una persona jurídica, como lo es una colectividad política.
Lo de Samper fue una alianza con uno de los carteles del narcotráfico: el cartel de Cali que, en todo caso, no tuvo el «estatus» de narco-terrorista que tuvo el de Medellín.
Y lo de Uribe es una alianza con los autores de crímenes contra la humanidad, quienes también explotan el negocio del narcotráfico. Y si ni siquiera se le ha ocurrido decir que la «ayudita» para que sus conmilitones ganaran curules en el Congreso y él ganara la Presidencia en primera vuelta se la dieron «a mis espaldas», es porque ni sus «devotos» le creerían, habida cuenta de que hasta impunidad les ha garantizado a sus «mecenas» con la tal ley de justicia y paz.
Lo paradójico es que, por el «pecado venial» de Nixon —«venial», si se lo compara con lo progresivamente criminal que ocurrió con Samper y Uribe—, rodó la cabeza del «emperador», quien pasó a la historia como un bribón, mientras los dos reyezuelos de aquí son dizque héroes de la «patria» y adalides de la moral cristiana.
¿Por algo como eso será que dicen que «Cada pueblo padece los gobernantes que se merece»?


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Costumbres santafereñas

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es

La ilustre matrona Josefa Acevedo de Gómez (1803-1861), hija del sobresaliente tribuno y héroe de nuestra independencia José Acevedo y Gómez, fue una notable poetisa y prosadora santafereña, que pasó a la historia por ser una de las mejores escritoras colombianas, aun cuando bastante desconocida para la memoria colectiva, como casi siempre ocurre por ese sentido machista, típico de la mayoría de nuestros historiadores.
Para disfrutar un poco de su narrativa, miremos esta amena descripción que nos hace de lo que era la vida en la capital del virreinato:

«COSTUMBRES SANTAFEREÑAS
»Los santafereños oían misa todos los días y luego se ocupaban de su desayuno y sus labores. Almorzaban de las doce a la una de la tarde, y durante este tiempo hacían cerrar las puertas de sus casas. Por la tarde paseaban por la Alameda y el Aserrío, y a la oración se retiraban a sus casas a consumir dulce y chocolate. Luego se rezaba el rosario, se hacía o recibía alguna visita, o se conversaba en familia hasta las nueve de la noche, hora ordinaria de la cena. Despachada ésta, que era siempre abundante, se acostaban los buenos santafereños a dormir con tranquilidad, para recorrer al día siguiente un círculo igual de quehaceres, paseos, comidas y conversaciones.
»El domingo era otra cosa: luego del almuerzo, el padre de familia visitaba y era visitado. La madre se adornaba para ir a casa de las señoras de la alta aristocracia española; es decir, las esposas de los empleados públicos. Los criados y los niños iban por la tarde al Guarrús de las Aguas o de Fucha, y casi todo lo mejor de la población paseaba por San Victorino, donde se veían pasar los tres únicos coches que había en la ciudad, a saber: el del Virrey, el del Arzobispo y el de la familia Lozano, llamado comúnmente el de las jerezanas.
»Algunas piezas dramáticas, casi siempre mal ejecutadas, uno que otro baile en el que figuraba la contradanza, el grave minué, la fría alameda y la graciosa danza. Una que otra reunión de amigos en que se jugaba ropilla, y las fiestas de Egipto y San Diego en que se cenaba abundantemente y se jugaba con escándalo al pasadiez y al bisbís. Tales eran las diversiones ordinarias de los hijos de la capital.
»Mas en circunstancias notables, en los días grandes y de larga recordación, había fiestas reales; es decir, una misa solemne con Te Deum y asistencia del Virrey y los Tribunales, cuadrillas ecuestres a imitación de los juegos árabes, carreras de sortijas, corridas de toros y salvas de artillería.
»Se hacían bailes de tono en que no dejaban de ostentarse lujosos trajes bordados de oro y magníficos uniformes de oficiales reales y en guarnición. Bailes, en verdad, más a propósito para lucir las damas su agilidad, airosos movimientos, fino oído, paso acompasado y gracioso, distinto al brincadito y los trotes de los indígenas.
»Todas estas funciones nocturnas se terminaban con un suntuoso y abundante ambigú, en que lucía sus habilidades de repostero algún esclavo liberto, que vestía también en estas ocasiones una gran casaca azul forrada con tafetán blanco. ¿Pero cuáles eran estas ocasiones singulares solemnizadas con tales fiestas? Voy a decirlo: cuando llegaba un nuevo virrey, cuando se publicaba la bula de la santa Cruzada, cuando nacía un príncipe o se casaba una infanta de España.
»Había también solemne y lúgubre función religiosa cuando moría un pontífice o algún individuo de la casa real de Borbón. Así, todas nuestras esperanzas y alegrías, todos nuestros duelos y regocijos nos venían del otro lado del océano. Nada era nacional para nosotros. Hasta las telas y alimentos se llamaban de Castilla cuando tenían alguna superioridad.
»De allá nos venían los virreyes, los oidores, los empleados de Hacienda, los canónigos, los alcaldes y los soldados. De allá recibíamos las ropas y también los víveres que no produce el país. De allá nos venían las indulgencias, las reliquias, la salvación del alma. Pobres colonos. Nada teníamos. Ni aún el sentimiento de amor patrio, que había dormido trescientos años en nuestros fríos y esclavizados corazones.»
(Cúcuta, febrero de 2007)


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¿Fobia o puro culillo?

CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.

Tal parece que les dio “culillo del amarillo” (como decían en mi pueblo, Gramalote). Y yo no sé a qué le temen. Debe ser a perder las prebendas que siempre han usufructuado. Me refiero a los periodistas áulicos del régimen, quienes se dieron a la tarea de irse lanza en ristre —con esa fobia recalcitrante que siempre han mostrado los rolos hacia una verdadera democracia— contra aquellas repúblicas, contra las políticas de sus gobiernos y contra sus presidentes, que disienten del pensamiento político del nuestro.
Por ejemplo, en su editorial del domingo 28 de enero de 2007, el diario El Tiempo hace referencia a: la seguidilla de elecciones y reelecciones de tendencias de izquierda en los países vecinos.
Al menos deberían tener el coraje de la franqueza para llamar las cosas por su nombre y mostrar los dientes a lo que les genera ese culillo, como —seguramente muy a su pesar— lo hace el mencionado editorial: Una foto tomada en Managua, durante la posesión de Daniel Ortega, se convirtió en símbolo gráfico de esa realidad política: Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa hablando juntos en secreto, y a poca distancia, solo y pensativo, el presidente Álvaro Uribe.
Y esa es la realidad palpable: Colombia se quedó sola en el panorama internacional, rodeada de países vecinos y hermanos, y con países —como lo señala el aludido editorial— con los que tiene intensa relación comercial o diferendos limítrofes, comandados por gobernantes con concepciones de la economía y de las relaciones con Estados Unidos, distintas de las que tiene Colombia. A esto debe sumarse el caso de Cuba y el hecho de que Argentina, Brasil y Chile cuentan también con gobiernos de izquierda.
Ante esta realidad histórica, esos áulicos del régimen, que conocen bien el poder de la propaganda, no escatiman oportunidad de señalar, de manera por demás sesgada, “los horrores”, “las penalidades”, “el fuego eterno” que nos traería un cambio político en esa dirección y, entonces, la han emprendido, como en una cruzada de templarios, por la defensa del “rey” y sus dominios, contra todo lo que huela a algo distinto del coloniaje imperial.
De modo que están pendientes de lo que digan o hagan Hugo Chávez, Daniel Ortega, Rafael Correa, Fidel Castro, Evo Morales, Michelle Bachelet, Lula Da Silva, Néstor Kirchner, para, con una visión distorsionada, con una óptica opaca, darles troche y moche, asustando, aterrorizando al pueblo colombiano con “los villanos”, a estas alturas del siglo XXI, con el mismo cuento chimbo de un mal entendido comunismo (al menos deberían ser más originales), que sucumbió hace tiempo, cuando la realidad es que estos personajes lo que buscan es la identidad de América Latina y su propio destino, lejos de la opresión del lobo feroz del norte.
Así, el editorial de El Tiempo del domingo 14 de enero de 2007, en relación con la toma de posesión de Hugo Chávez, anota: La radicalización de la “revolución bolivariana” que anunció en su posesión no es para tomarla a la ligera. (…) Sus consignas de “socialismo o muerte”, de reelección indefinida, de eliminación del Estado burgués y de politización de las fuerzas armadas hablan por sí mismas.
Un desconocido profesor de la Universidad de California, Sebastián Edwards, escribe en El Tiempo: Hugo Chávez hizo un anuncio inquietante: en unos meses llamará a un plebiscito para reformar la constitución y perpetuarse en el Palacio de Miraflores. Las bases ideológicas de este movimiento son un popurrí de ideas mal digeridas. Lo que el astuto Chávez está proponiendo nada tiene que ver con el liberalismo. Lo suyo es el socialismo autoritario, como se ha demostrado en los últimos meses.
Ah, pero además anota la siguiente pamplinada: El gasto social ha disminuido y el número de niños nacidos (en Venezuela) con menos peso de lo normal ha aumentado. ¿Ahora resulta que hasta la talla de los niños venezolanos la decide el presidente Chávez?
El otrora revolucionario venezolano Teodoro Petkoff es un caso sui generis. Ahora resultó más papista que el Papa. Claro que, como dijo alguien: Nadie es más reaccionario que un comunista arrepentido ni más moralista que una puta redimida.
En una entrevista hecha por otra desconocida, Valentina Lares Martiz, corresponsal de El Tiempo en Caracas, ante unas preguntas bien insidiosas de doña Valentina, don Teodoro saca todo su resentimiento hacia su Presidente, toda la frustración de sus ocultas aspiraciones y desde la óptica personal de sus negativos deseos, responde:
(Las preguntas han sido reducidas a la mínima expresión de interpretación, por razones de espacio.)

P. ¿La gente le cree a Chávez?
R. La gente no necesita creerle. Hay en él una desmesura…
P. Hubo anuncios enmarcados dentro del socialismo.
R. No tienen nada que ver con el socialismo.
P. El presidente los inscribe dentro de ese concepto.
R. Todas sus medidas están articuladas en torno a una finalidad: fortalecer su poder personal.
P. El gobierno promete más poder para el pueblo.
R. Lo que percibo (…) En realidad es fingir un ensanchamiento de la base popular de los consejos comunales.
P. El gobierno puede mantener sus políticas.
R. A Chávez ni siquiera que el barril de crudo esté a 100 ó 200 dólares le alcanza para mantener, a mediano plazo, la política que tiene y que no va a cambiar.

Ah, pero ahí no para la señora Lares Martiz. En una crónica sospechosa para El Tiempo, que tituló Venezolanos ya ni saben en qué gastar, deja entrever una visión sesgada, una óptica distorsionada y, sobre todo, un matiz insidioso. En un texto, donde aparentemente pondera los logros del gobierno venezolano, se asombra del crecimiento de la economía (10,3%), del crecimiento del gasto privado (18,4% respecto del año anterior). Se asombra de que la clase media pueda comprar carros nuevos y de los nuevos patrones de consumo:
En Caracas, las horas pico desaparecieron. A esas horas la ciudad se convierte en un gigantesco parqueadero de carros nuevos. El trancón para entrar en los centros comerciales, las colas interminables en los supermercados y la imposibilidad de conseguir una buena mesa en un restaurante sin esperar 45 minutos, dan cuenta no sólo de que la economía creció en un 10,3%, sino que buena parte de ese empuje está entrando a los bolsillos de los venezolanos.
Para concluir sospechosamente con que: lo cierto es que .los venezolanos tienen hoy más dinero en los bolsillos. Otra cosa es que sospechen que mañana la historia puede ser otra.
Ah, pero el suplemento del The New York Times que trae El Tiempo los domingos, también nos quiere asustar con el “fuego eterno” del comunismo: Ha empezado (Chávez) a hablar de la necesidad de reformar las escuelas públicas para enfocarse más en los ideales socialistas y en guiar al consumidor venezolano lejos del “lujoso consumo” de bienes importados.
Pero el que se lleva los aplausos es el columnista de El Tiempo, Roberto Posada García-Peña (auto-alias D’artagnan). Y se llevó los aplausos porque no está ni fu ni fa al querer vender un coco que hace N años nos dejó de asustar. Y nos dejó de asustar porque para el Orbe está claro que el pueblo cubano está como está, no porque haya fracasado su independencia del lobo del norte, sino que este es el precio que ha tenido que pagar por la ignominiosa agresión a que ha sido sometido con el bloqueo económico de ese ogro desde hace 45 años, y cuya implantación apoyó este nuestro “glorioso país” que se precia de defender los derechos humanos. Está pifiado don Roberto al querer asustarnos cuando escribe sobre el presidente venezolano:
“Patria, socialismo o muerte”, dijo Hugo Chávez. No hay que equivocarse: Tal posición lo pone exactamente al nivel de Fidel Castro en el espectro ideológico mundial (…) Dos países son sin duda los que más sufrirán las consecuencias de esta “fidelización”: Estados Unidos y Colombia (…) y para los intereses de Colombia toda una incógnita o una encrucijada.
Y lo que es el poder de la propaganda. Una columnista de El Tiempo, de la talla de Salud Hernández, ya se dejó contagiar y cayó en la trampa del coco dejándose asustar. Lo que extraña es que sea con el mismo coco al que tantas veces ha defendido. Lean no más: Lo que ocurre con Chávez es parecido a lo que pasa con Fidel Castro (…) Quiéranlo o no, Hugo Chávez camina sin freno ya, tras su última victoria electoral, hacia un régimen autoritario disfrazado de democracia que tendrá matices comunistas en unas, castristas en otras y chavistas en casi todas.
Es apenas natural que todo este bombardeo de propaganda, desde todos los ángulos y escenarios, para vender una imagen del ogro, del lobo feroz que se va a comer las inocentes ovejitas, cale en el pueblo y hace que se vea una realidad ficticia, totalmente distorsionada. Así mismo, no acaban de posesionarse Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa, cuando ya se vienen con la andanada de diatribas en sus contra. Y cualquier movimiento en dirección contraria al limitado pensamiento de los áulicos de la derecha y a lo que ellos consideran va “en contra de los intereses del imperio” (¿?), como los movimientos promovidos por Lula Da Silva, Michelle Bachelet o Néstor Kirchner, son atacados con sevicia, cuando todos estos personajes lo único que buscan para sus pueblos es una segunda oportunidad sobre la Tierra, después de 500 años de esclavismo.
¿Será que el pueblo colombiano una vez más se va a dejar engañar como en la revolución de los comuneros o en la firma del “acta de independencia de 1810”, y una vez más va a traicionar su propio destino, su propia identidad y la de sus hermanos de toda América Latina?
Amanecerá y veremos.
Para terminar, les transcribo un pasaje del magnífico pero casi desconocido libro Almendrópolis, la misteriosa, del ilustre cucuteño don Pedro María Fuentes:
Vino la hecatombe ideológica de 1789 que derrumbó el andamiaje de las costumbres políticas del medioevo, surgió de la Francia Republicana, la Francia Revolucionaria, rodó hecho añicos el principio divino y herencial de las testas coronadas; las naciones del Nuevo Mundo se contagian con el germen de libertad, como lo dijera el ministro Godoy de Álvarez en mensaje a los pueblos españoles de América, esa libertad que se izó en el Universo sobre las ruinas de La Bastilla el 14 de julio de 1789. Al motín de Aranjuez sucedió la capitulación de Bayona, la abdicación del séptimo de los Fernandos y la puerta de la prisión de Valencay se cerró para este pobre monarca ibero, en tanto que José Bonaparte gobernaba como rey de las Españas.
También en la América de habla española y estipendio herencial de Fernando VII, tuvo un rechazo general el reconocimiento como monarca del vasto imperio de Carlos V y de Felipe II, el corso Bonaparte. En Bogotá (Junta provisional de gobierno y acta de Independencia del 20 de julio de 1810), Cartagena, Medellín, Pamplona, Mérida, Caracas, se constituyeron juntas para protestar por la usurpación y proclamar los derechos sagrados de Fernando VII. (*)
Desde un principio Don Fernando Serralta, ya un hombre octogenario, pero de complexión y arrestos varoniles aún en actividad, abrazó con el señor del Corral la causa de la absoluta independencia. Fue enemigo de las aguas tibias, como lo debatía en las reuniones preparatorias, porque él fue testigo presencial de la felonía de los chapetones, hasta de españoles de cayado con mando seglar, como en el caso del fusilamiento de los Comuneros, en el año de 1781 por mandato del arzobispo virrey Caballero y Góngora.
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(*) En realidad, y como lo anota don Pedro María Fuentes, estas revueltas no fueron más que rechazos a la usurpación de poderes. La revuelta del 20 de julio de 1810 de los rolos y el “acta de independencia”, que no lo fue tal porque seguía reconociendo la autoridad del Consejo de Regencia, no fueron más que una protesta contra esa usurpación del poder y el 26 de julio se eliminó la cláusula que reconocía aquella autoridad del Consejo de Regencia que gobernaba a España desde ese año (1810), en ausencia del rey Fernando VII, preso por Bonaparte, y en tanto nombró como presidente de la Junta provisional de Gobierno al mismo virrey Amar y Borbón, y desconociendo la autoridad del Consejo de Regencia, sustituyó la cláusula por otra que reconocía a Fernando VII como su soberano y le ofrecía los territorios de Nueva Granada para que viniera a gobernarla. (Ver “Efemérides patrias”, edición Nº 36 de Occidente Universitario, agosto 6 de 2004.)
(Cúcuta, febrero de 2007)


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Los amores en tiempos de Cupido

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.

Retomo la Mitología Griega para contarles algo sobre Cupido, Edipo y Baco. Y del primero se ocupa este escrito.
Resulta que había un rey que tenía tres hijas que eran unos bombonzotes. Sobre todo la menorcita, que estaba de rechupete y “en edad de merecer”. Se llamaba Sique.
Los manes del Olimpo se quedaban lelos mirando ese lempo de vieja y hasta se le arrodillaban para adorarla, como si fuera diosa. Porque los hombres siempre han sido güevas: se les agitan éstas cuando ven a una vieja “90-60-90”.
Los chismosos dicen que Afrodita, llamada así en la mitología griega y Venus en la romana, siendo la diosa de la Belleza, dizque no le daba ni por los jarretes. Que era tan bella Sique, que los adoradores del templo de Venus lo abandonaron para cortejar a Sique. Y que Venus, al ir perdiendo adeptos entre los machos, se dijo, arrecha: “¿Que dizque muy bonita la guaricha esa? Vamos a ver quién pierde, zorra arrastrada”.
El dios del Amor era Eros, llamado así en la mitología griega y Cupido en la romana, y era el hijo de la diosa Venus. Era un macho-machote, aunque en las pinturas parezca maricón, y tenía un par de alas. Llevaba siempre un zurrón y dentro de éste, flechas. Si a una persona la picaba con una flecha, aquélla quedaba más tragada que pantaloncillo de torero, o que pantaleta de gorda, de quien Cupido le escogiera.
Venus le dijo al hijo, que era su mandadero: “Mira, Cupido: haz que la señoritonga esa, la tal Sique, se enamore de un monstruo”. El muchacho salió arriado a cumplir el encargo, sin saber lo que le esperaba. Porque apenas vio a Sique quedó tan encacorrado de ella, que se dijo: “¿Que la enamore de un monstruo? Ya voy, Toño”.
Cupido llamó a Céfiro, su compinche, y le dijo: “Ráptela y déjemela en el desnucadero que sabemos”. Céfiro la hipnotizó y la llevó a una finca-motel de lo más hermosa, parecida al hotel Termales de Otoño, de Manizales, donde se hospedó la Selección Colombia de fútbol que jugó el Sub-20 del 2005.
Cuando Sique se despertó, notó que estaba en un palacio con columnas de oro, paredes de plata y pisos de mármol. Como en el lugar no vio más huéspedes, le dio cierta terronera. Pero se le quitó el culillo cuando una voz le dijo: “No se preocupe, que está en su casa”. Al rato encontró una piscina de agua caliente y, para relajarse, se empelotó y se tiró al agua. (Lastima no haber estado cerca, para deleitar los ojos.)
Al volver a la habitación encontró en el guardarropa unos vestidos finísimos y se puso uno, porque una mucama le pidió ir a cenar. En el comedor sonaba una música bacanísima.
Al regresar a la habitación le dio sueño y se acostó. Entonces sintió que alguien se acostó a su lado y, como no lo distinguía por la oscuridad, tocó en el lugar preciso y percibió que era del otro sexo. Y en vez de asustarse, quedó embelesada por todas las cositas lindas que le decía al oído.
Eso sucedió esa y las demás noches, pero comenzó a aburrirse de hacer tantas cositas ricas sin saber con quién, pues su amante nocturno le susurraba que si le veía el rostro, se acabaría todo. Una noche el amante le susurró: “Por ahí vi venir a tus dos hermanas. No les hable de lo que hacemos”.
Pero Sique no se aguantó las ganas y les habló del man y de las maravillas que le hacía. La mayor le dijo: “Si es tan encantador, ¿por qué no se deja ver? ¿No será que tu mozo es feo?”. Arrechas de la envidia se largaron, dejándole a Sique la duda sobre el físico de su machucante.
Una noche, después de hacer las deliciosas porquerías, su machucante, extenuado por los 7 polvos que se había fajado, se quedó profundo. “Llegó el momento”, se dijo Sique, y de la mesa de noche cogió una caja de Fósforos el Rey y ¡zuáquete!: prendió uno, le alumbró la jeta y quedó embobada de esa belleza de hombre, mientras el fósforo se consumía.
Cuando Sique sintió que el fósforo la quemaba, sacudió la mano y lo soltó, cayéndole a Cupido en el estrolín. Del quemonazo tan arrecho, el man se despertó y vociferó: “¡Desobediente. Mujer tenías que ser. No sabes lo que te va a pasar!”. Con la confianza perdida, salió putísimo a echarse agua fría en el tomín, gritando: “¡Yo soy Cupido, el dios del Amor!”. A Sique le dio mucha tristeza saber que su machucante ido era el mismísimo dios del Amor, y se propuso reconquistarlo.
Cupido se fue p’al hotel-mama y le contó su desgracia con Sique, a Venus. Y vean la reacción de ella: “Chupe, bobo toche. Eso le pasó por desobedecerme”.
Para reconquistar a su Cupidito, tan lindo y hábil p’al ñongo-ñongo, Sique se emperifolló y se le ofreció a Venus como sirvienta, creyendo que a la diosa ya le había pasado la bejuquera. Pero Venus olió el plan y, como ¡cuándo no las suegras con las pobres yernas!, le espetó: “Puta descarada: ¿quiere recobrar a mi hijo como mocito? Está bien: la recibo pa’ los oficios y, si supera algunas pruebas, me la mamaré de nuera”.
Y le puso una prueba más arrecha que las del ICFES, pero Sique la aprobó, cosa que embejucó a Venus. “Esa fue la primera —le dijo, arrecha—. Pero la segunda es peor”. Sin embargo, Sique sacó suma cum laude en dicha prueba, lo que reemputó a Venus, quien, para vencerla y humillarla, le puso otras que Sique aprobó, para más piedra de Afrodita.
Todo esto pasaba a espaldas de Cupido, porque Venus lo tenía encerrado en lugar secreto con doble tranca para que no lo encontrara “la india esa”. Pero cuando a Cupido empezó a desesperarlo la falta de ñongo-ñongo, se le escapó a Venus y en su propia casa se topó con Sique. Entonces la cogió a picos y después le dijo: “Llévale esta cajita a mi mamá y regresa pronto, para volarnos” (literalmente, porque tenía alas). Sique, que no cabía en sus pantaletas de la emoción, se fue a llevar la caja, que tenía un menjurje para la belleza.
Mientras Sique hacía el mandado, Cupido cogió p’al Olimpo y le pidió a Júpiter que lo ayudara a que su mamá no jodiera más a Siquesita. Júpiter le dijo: “Le daré ese gusto, sólo porque al amor no se le debe negar nada. Porque conmigo, usted ha sido medio vergajo. Pero cuente con que su mamá no joderá más, ni como madre ni como suegra”.
Júpiter mandó a Mercurio, su mandadero, a traer a Sique para hacerle la fiesta oficial del enmozamiento, que resultó mejor que el de Carlos y Lady Di. Venus, al verse humillada por Júpiter, aceptó arrecha esa situación de hecho. Sobre todo porque Júpiter sacó de la nevera un jugo, que se llamaba Ambrosía y daba la inmortalidad, y se lo dio a Sique.
Ante tal realidad, Venus acompañó a Sique al comercio para comprar el ajuar de bodas. Luego fueron a donde la modista y la peluquera. No hallaba cómo atender a su futura nuera, sólo porque ya era una diosa; o sea, inmortal. Y se hicieron amiguísimas, teti-cogidas, como uña y mugre.
Pues bien. La moraleja sería que el amor hizo inmortal al alma, pues, en griego, Sique significa “espíritu” o “alma”. Y que el alma, sin amor, es como un dolor sin Dolorán.
O, como en mi juventud decía en Cúcuta un grafito en el baño de hombres del Teatro Astral: “Amar, sin ser amado, es como limpiarse el culo sin haber cagado”.


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Perspicacia de colombiano

JOSÉ ORLANDO GARCÍA MENDOZA,
egresado y profesor de Cátedra de la UFPS.

Podría llamarse “agudeza de ingenio”, como a veces presumimos. O simplemente “entendimiento”, que es un don que Dios nos dio a todos y no a alguno en particular, como también a veces presumimos. Don que, en este caso, nos permite formularnos preguntas (aunque sin respuestas) acerca de la vida política nacional, tales como:
¿Por qué juzgar a los paramilitares en este Gobierno? Si la ley dice que nadie pude ser juzgado dos veces por el mismo crimen, ¿será una argucia del presidente Uribe para que no sean enjuiciados en el Gobierno que siga al suyo, porque teme que tal Gobierno no sea proclive a la impunidad? Habida cuenta de que es en su gobierno en que (teóricamente) los “paracos” se desmovilizan, ¿no está siendo juez y parte de ese “juicio”? ¿Y juez benigno, si se tienen en cuenta las ridículas condenas que su ley ad hoc les impondría a esos autores de narcotráfico y genocidio?
Hace unos tres años fue noticia que el Ejército encontró en “el monte” una multimillonaria caleta de la guerrilla, repleta de dólares a más no poder y que incluso ahí mismo se la repartieron los militares, cual banda de forajidos en su guarida después de asaltar un banco, y cuya trama dio para hacer una película taquillera: Soñar no cuesta nada. Y hace unas tres semanas fue noticia que la Policía encontró y decomisó, en zona residencial de Cali, multimillonarias caletas repletas de dólares, unas, y otra u otras de lingotes de oro puro, y cuya propiedad se le atribuyó a un narcotraficante a secas.
O sea que, como están las cosas, se les han encontrado y decomisado multimillonarias caletas a los narcotraficantes a secas y a la guerrilla, que también le jala al narcotráfico. Y puesto que, merecida o inmerecidamente, los colombianos tienen fama de perspicaces, y que yo soy colombiano porque nadie escoge a sus padres ni un sitio para nacer, pues me pregunto:
¿Por qué no se encuentran caletas de Salvatore Mancuso, Ramón Isaza, don Berna y demás narco-genocidas de tan baja estofa? Tal silencio o ausencia de caletas “paras”, ¿será la contraprestación oficial por “entregarse” a la justicia?
¿Dónde están las multimillonarias ganancias de los paramilitares, producto del narcotráfico y del despojo de tierras a sus incontables víctimas? ¿Será que las caletas que se encontraron en Cali en días pasados, de pronto no pertenecen al narcotraficante a secas al cual el Gobierno le achaca la propiedad, sino a los narco-paramilitares?
¿Por qué, una semana después de que se encontraron esas caletas de dólares y oro puro, el Banco de la República sale a comprar dólares? Esos dólares, ¿no serán dinero de los paramilitares? En tal caso, ¿el Banco de la República no está actuando, torpe o deliberadamente, como “lavadero” de dinero ensangrentado?
El actual Gobierno, a través de sus a lateres en todos los escenarios del poder político y económico, está proponiendo y promoviendo con sutileza “perlas” como: otra ley ad hoc pero “de punto final”, para dejar en la impunidad el narco-escándalo de la “para-política”; la creación de un impuesto para “reparar” a las víctimas del genocidio “para”; y otra reforma al “articulito” para reelegir a Uribe por segunda vez.
¿Cuál es el miedo a llevar hasta su debida culminación la investigación de la Sala Penal de la honorable Corte Suprema de Justicia sobre las alianzas entre los políticos afectos al presidente Uribe y los narco perpetradores de crímenes de lesa humanidad? ¿Acaso es que el “teflón” se le está descascarando al Presidente?
¿Por qué los colombianos que no andamos con fusil al hombro ni con motosierra en mano tenemos que pagar con más impuestos por los crímenes cometidos por aquellos que han delinquido contra la humanidad? ¿Será que Uribe es experto en Los protocolos de Sion, o en las prácticas del Opus Dei, o está asesorado por el movimiento Jesuita?
¿Por qué es la plutocracia, liderada por don Julio Mario Santodomingo, la que promueve una tercera elección de Uribe? ¿Será que don Julio Mario está untado y duda de que la mal llamada “Ley de Justicia y Reparación” sobreviva en otro Gobierno que no sea de talante facho?
Pero bueno, ya basta de tanta preguntadera, porque ni Uribe ni sus a lateres le van a dar respuesta a uno solo de todos estos cuestionamientos. Y hasta soy pesimista en cuanto a que el tiempo y la historia los puedan esclarecer.


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Un avaro pícaro y sin suerte

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.

Por el año de 1839 se instaló en la Calle de la Fatiga, de Bogotá, un enigmático señor de impecable indumentaria negra. Llegó con varios sirvientes, muebles finos, cuadros y jarrones importados, para vivir con lujo y comodidad. Pronto se le conoció como un hombre cordial y afable. Se llamaba Judas Tadeo Landínez y era un boyacense acaudalado.
En ocasiones incursionó en la política, el comercio y la ganadería, de lo que obtuvo buenas utilidades. Su destreza verbal y su poca común dialéctica le permitió hacerles a los cándidos bogotanos del siglo XIX unas propuestas audaces y desconcertantes. En esa época aquí no existía la banca y sólo los poquísimos que conocían Europa sabían algo de ese asunto. Por eso, los poquitos importadores y exportadores hacían sus negocios utilizando algunos de los bancos del país con el que comercializaban. Y por eso aquí los ricos enterraban el oro, que era el “efectivo” de esa época.
Lo primero que hizo Landínez fue “empadronar” a los que creía ricos; o escoger los marranos para su negocio. Luego satanizó el oro guardado bajo tierra, ofreciendo guardarlo, no sólo gratis, sino aumentado con intereses. “Como La ocasión hace al ladrón —les decía a los ricos—, enterrar el oro es aupar la codicia de los criminales, quienes podrían matarlos para robárselos”. Su codicia, audacia y dialéctica demoledoras fueron venciendo la desconfianza de los atrasados y conservadores rolos.
Entonces Landínez creó una entidad bancaria con todas las de la ley: en 1841 publicó en la Gaceta de la Nueva Granada la información de la fundación del banco Compañía de Giro y Descuento. “Nace con el mejor augurio —aseguró—, porque está respaldado por 22.000 pesos oro”, una súper fortuna para la época. Y comenzó la danza de los millones: los ricos desenterraron el oro y lo llevaron al banco que les ofrecía dividendos y seguridad, y Landínez les daba documentos certificando cuánto oro les recibía.
La compra de bienes inmuebles fue el siguiente negocio de Landínez, por lo que en Bogotá hubo sobreoferta de esos bienes que produjo depreciación de las propiedades, pues este brujo de las finanzas era el único comprador. A precios razonables, claro, para evitar sospechas de aprovechado.
El negocio era estupendo para él pero no para el vendedor, porque no recibía efectivo sino un documento en el que Landínez hacía constar una consignación en su Compañía por el valor de la transacción, un determinado interés y la fecha en que dicho capital se devolvería. Como “estocada final” Landínez le decía que, si depositaba una suma adicional, que él llamó la dote, la tasa de interés subiría al dos por ciento mensual, contra lo establecido del seis por ciento anual.
Con ese dinero, el conspicuo pícaro y avaro de Landínez hacía inversiones en tierra y casas. Se llegó a dar el caso de que esas propiedades las arrendaba a sus antiguos dueños, quienes pagaban de arriendo más que los intereses que recibían. Era, pues, un negocio redondo para Landínez.
A los pocos años Landínez se hizo dueño de las pocas y precarias fábricas de hilados y tejidos, y se convirtió en el único proveedor del Gobierno, logrando ingentes utilidades vendiéndole mantas y bayetas para los defensores de la legalidad. Sus propiedades y negocios se extendieron hasta Tunja y sus contornos, pues compró haciendas, pequeños comercios e industrias. Compró las mejores recuas de mulas del centro del país, que era como ser hoy dueño de las principales aerolíneas y flotas de camiones. Y tuvo el monopolio del abastecimiento de los mercados de Bogotá y sus alrededores.
Lo que favorecía la credibilidad de Landínez en el manejo de los dineros de los demás, era su riguroso cumplimiento en el pago de los intereses. Sus depositarios tenían fe ciega en él y lo consideraban un enviado de Dios a administrar sus doblones y morrocotas. Bogotá se convirtió en un paraíso de rentistas holgazanes, cuyo único trabajo era cobrar cada mes sus intereses, dormir interminables siestas y celebrar prolongadas tertulias en las que se loaba y ensalzaba a tan ilustre personaje que los había emancipado de la maldición bíblica de que Ganarás el pan con el sudor de tu frente.
Tal confianza inspiró el señor Landínez, que las letras y pagarés emitidos por su “banco” se convirtieron en un sólido e insospechable papel moneda para todas las transacciones comerciales. Pero, como De lo bueno no dan tanto, llegó el día en que su imperio se empezó a resquebrajar, pues la codicia lo llevó a especular en empresas faraónicas y en delirantes proyectos de expansión. En palabras de hoy, se quiso convertir en una “transnacional”.
Lógico que para que su idea se consolidara había que captar más dinero, que estaría amparado por su seriedad en el pago puntual de los intereses. Pero llegó el momento en que se mordió la cola: sus empleados empezaron a salirle a los ahorradores con el cuanto de que “Hemos tenido unos problemillas que nos obliga a pedirles una semana de espera”. La inquietud se volvió angustia cuando los papeles que había expedido empezaron a ser rechazados por todo el mundo. Pero el mierdero se puso fétido cuando empezó a fallar en lo que era tan riguroso para cumplir: el pago de intereses.
Las deudas de Landínez alcanzaron la suma de dos millones de pesos oro, y el día menos pensado nadie volvió a saber de él. Unos dijeron que se voló para Honda y que de ahí, por río, se fue a la Costa, donde se embarcó para algún lugar del mundo con escenarios más propicios para sus prodigios financieros. Otros dijeron que se voló para los inmensos llanos colombianos, para borrar su rastro. Entre tanto, sus acongojadas víctimas tenían que afrontar la realidad de la iliquidez.
Así que cuando en 1870 apareció en Bogotá el Banco de Bogotá, a estos clientes del señor Landínez les llevó tiempo creer en el nuevo banco, que logró exorcizar el terrible espantajo de este pícaro, cuya fracasada avaricia lo llevó a esquilmar a quienes creyeron más en la molicie que en el trabajo.
Pero la voracidad de los banqueros y la ingenuidad de los ahorradores son recurrentes. Porque recién comenzado el último cuarto del siglo XX, los Jaime Michélsenes y los Félix Correas hicieron tumbes similares a los de Landínez.
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FUENTE: El libro Sucedió en la calle, de Alfredo Iriarte. Intermedio, 2005.

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