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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 63(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
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Director-Editor: JAIRO CELY NIÑO l 8 pp l MIÉRCOLES 28 DE JUNIO DEL 2006


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EDITORIAL (O ALGO ASÍ).

Su encuentro con la historia

Si fue reelegido presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez, quien sólo favorece a la poderosa plutocracia del país y a los autores de crímenes atroces, ¿por qué no iba a ser reelegido rector de la Universidad Francisco de Paula Santander Héctor Parra López si, por ser un bobo bueno, no atropella a nadie?
Y aunque la elección de uno y otro es legalmente incuestionable, hay, sin embargo, un déficit de legitimidad en la primera y un desborde de la misma en la segunda, como quiera que Álvaro Uribe Vélez fue reelegido con escasamente el 30% del censo electoral, mientras Héctor Parra López lo fue con el 71% del potencial electoral.
Así que ante tal diferencia concluyente con respecto al candidato que obtuvo la segunda votación, «el suscrito» Director supone que el Consejo Superior obrará en consonancia con la voluntad mayoritaria de los estamentos académicos y designará rector a Héctor Parra.
(Por cierto: hace tres años «el suscrito» Director oyó el run-run de que un auto-considerado «notablato», ya intracampus o local, o «miti y miti», había ido a cabildear a la ministra de Educación Nacional para que interviniera ante el Consejo Superior de la Universidad Francisco de Paula Santander con el fin de que no designara como rector a quien había obtenido la más alta votación: el mismo Héctor Parra. Si existió tal conspiración, y por aquello de que «El que fue, lo sigue siendo», entonces una nueva conspiración recién debió haberse producido, lo cual sugeriría que, al menos con la UFPS, la ministra mencionada no se presta para raponear por debajo de la mesa los resultados de las urnas.)
Ahora bien: dada la condición de jubilable de Héctor Parra desde el 13 de febrero de este año —lo cual sugiere que dentro de tres años no aspirará a una tercera reelección—, la incuestionable legitimidad de su tercera Rectoría le exige caracterizarla con una impronta tal que lo deje muy bien posicionado ante la historia.
Esto es, que, sin dejar de ser un bobo bueno —¿lo equivalente a «calidad humana», que fue uno de sus lemas de campaña?—, no se debe andar con medias tintas pretendiendo el imposible de quedar bien con todo el mundo por cuanto, eventualmente, premiaría la mala fe o la desidia, y no sería justo con el empleado —docente o no docente— que vaya más allá de su deber.
O expuesto de otro modo, que, en este su último período rectoral, que es el de su encuentro con la historia, debe haber consecuencias cuando un avivato o un cretino incurra en una indelicadeza o cometa una cagada.
Por ejemplo: en la «División de Recursos Humanos» —que debería ser «Integración»—, a algún o genio o una genia con ínfulas de sátrapa —que en todo caso no es docente— le dio por raponearle la mitad de la mesada adicional pagable en junio del 2003 a quienes en diciembre del 2002 se habían jubilado. Y para reivindicar el derecho legal al ciento por ciento de esa «prima», las víctimas debieron invertir dinero y tiempo en trasladarse a la Procuraduría regional dizque para «conciliar» con la Institución el reestablecimiento del derecho. Y a la fecha, la cabeza del victimario o victimaria no ha rodado. Allá está, campante, dándose aire «onde sabemos».
O por ejemplo: la oficina de Planeación incurrió el recién pasado año en un flagrante plagio del «marco conceptual» —¿se estará contagiando «el suscrito» Director de snob post-modernista?— del Plan de Desarrollo y, a la fecha, no ha habido consecuencias: el director sigue en su cargo atornillado, y del profesional administrativo —que «asesoraba» al director con muy buenos honorarios— nadie da razón. (Dizque está «pagando escondederos a peso» porque está «muy apenado».)
Desde luego, en la investigación que sobre el plagio adelantó «Control Interno» se dieron unas explicaciones que, traídas o no de los pelos del pipí, medio le lava la cara al plagiario o los plagiarios. Pero, así el tal «enfoque Benchmarking» le dé un brochazo de «pecado venial» al incidente, el plagio —o por lo menos así se lo parece al «suscrito» Director— es inadmisible en una institución pública de estudios superiores.
En fin, que, en su encuentro con la historia, el rector elegido no saldrá muy bien posicionado si no se restea pisando algunos callos.
Si ello fuere así, uno hasta se haría la ilusión de que esta vez sí será replanteada la estructura orgánica burocrática y costosa —y perdone usted, lector, el pleonasmo—, pues, a pesar de que en marzo del 2001 el Consejo Superior ordenó replantearla, la oficina de Planeación continúa desacatando tal mandato, lo cual fuerza la pregunta de si, al replantear la estructura susodicha, tal dependencia se debería suprimir.
En todo caso, y como soñar no está gravado con impuestos, es de esperar que, en su tercera Rectoría, Héctor Parra no insista con los mismos en las mismas, en las dependencias no académicas.


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Que lo diga Edgardo, yo no (2)

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.

Llamé al lengua arrecha del Edgardo para ponernos una cita en “El Bunker”, que es una tiendita dos cuadras al oriente de los talleres del Salesiano y no el “desnucadero” de Lomitas. Apenas me identificó, me dijo:
—Quiubo, Cardín. Oiga: supe que usted escribió lo que le dije el otro día en el departamento de Humanidades de la Francisco de Paula y que lo publicó en un periodicucho en el que escriben puros jubilados.
—No es un periodicucho —repliqué—, sino una “publicación informal” que, como dice el Editorial del Nº 1: no tiene periodicidad ortodoxa, y está en papel bond y no en papel periódico. Y no todos los que escriben son jubilados porque el director, “por haber nacido tarde”, como dice él, todavía jornalea. Como todavía jornalean y han escrito, hasta donde recuerdo: el antepasado, el pasado y el actual vicerrector académico; el actual decano de Educación; dos profesores de planta de Ingeniería Electrónica; y un profesor ocasional.
—Lógicamente, no lo supe porque usted hubiera tenido la cortesía de regalarme una copia de ese bicho, sino porque me lo topé en la página web: www.cucutanuestra.com.
—Sí, ¡qué vaina! Olvidé buscarlo y darle una copia.
—En todo caso, Cardín, usted contó el cuento motilado. Porque no contó lo que dije de la parte cultural. Como que esperaba que en la Francisco de Paula no pasara lo que en la Universidad de Guasimales, donde sólo existen los coros y las danzas, porque el teatro hiberna. ¿No se supone que el director de un grupo de teatro universitario, que tiene sueldo, debe montar por lo menos una obra, si no por semestre, al menos sí por año y, en lo posible, de su “propia inspiración”?
—Pues le cuento, Edgardo, que sí lo escribí. Sólo que el director de Occidente Universitario le tijereteó justo el cuento cultural; por razón de espacio, se sobreentiende. Pero registraré eso en el resumen que les prometí a los lectores de Occidente sobre la charla de hoy. Porque lo llamo para ponernos una cita en “El Bunker” —y le di la dirección.
Edgardo llegó al Bunker más cumplido que novia fea, pobre y embarazada dizque por uno. Al sentarse, me dijo:
—Bueno, Cardín, la Universidad de Guasimales no me ha pagado la mesada, por lo que estoy “ilíquido”. Como decía, cuando jartábamos, el economista profesor de Empresariales en la Francisco de Paula para hacernos conejo con su “cuota parte”. Así que, como invitado, estoy por cuenta suya.
—Claro, esta vez pago. Pero no se vaya a acostumbrar.
Apuró su primer sorbo de “Sello Rojo” y dijo:
—Ala, Cardín, por haber dicho yo en nuestra pasada charla, y haberlo escrito usted, que los doctores debían investigar y no chichipatiarse piratiando en colegios o en universidades privadas de medio pelo, me gané de enemigo a un doctor de la Francisco de Paula. Me dijo que eso era “ingerencia en los asuntos internos” y me llamó “sapo”. Y en tono de mofa me dijo que el Rector que ganó las elecciones del 2 y 3 de junio me nombraría “asesor de la Rectoría”.
—¿Y usted, Edgardo, qué le contestó?
—Pues que le agradecía ese conato de “asomada”. Y como me pareció que era “furibista”, para sacarle la piedra le dije que yo soy, tan de los afectos de Alvarito, que estaba barajando entre pedirle la embajada en París ante la UNESCO, o la embajada en Roma ante la FAO. Y antes de que se fuera arrecho por creer que ante el Presidente soy de mejor familia que él, le planteé: “Ala, si en una Universidad Pública no se puede pensar, hablar y escribir, ¿entonces dónde? ¿En las privadas?”
—Bueno —le dije—, eso le pasó porque escribí lo que hablamos aquella vez en el departamento de Humanidades.
Como pensando en voz alta, Edgardo renegó del “adanismo”.
—¿Y qué es esa joda? —le pregunté.
—Es el término de moda para las ínfulas de los jóvenes, de que ellos son el Génesis. Como hijo, que “los cuchos” son basura y él, la vanguardia del hacer y del pensar. Como izquierdista o izquierdoso, que Lenin o el Che o Camilo son pecueca y él, el germen de la revolución. Como profesor universitario, que los veteranos —algunos de éstos, a lo mejor sus ex maestros—, que se jodieron para que esa Institución sobreviviera, no hicieron una mierda, mientras él sí está “construyendo Universidad” desde el día en que ingresó. Y pare de contar, Cardín, porque en la Francisco de Paula como que no hay exponentes de esa perramenta.
—Pues vea, Edgardo: cuando en “A” llueve, en “B” no escampa. Así que mejor hablemos de otra joda.
Edgardo comentó que en la elecciones del 2 y 3 de junio, el Rector de la Francisco de Paula fue reelegido por mayoría aplastante, y me preguntó: “¿Será que es uribista?”. No le respondí, porque no me gusta discutir de política. Y para salirme por la tangente, me inventé que, con el triunfo de Uribe, “yo quedé muy bien”. Era que algo así decía mi taita cuando el partido conservador ganaba la Presidencia de la República. Y resulta que mi taita jamás fue empleado público.
Cuando íbamos como en la mitad de la botella de “Sello Rojo”, Edgardo comentó:
—Ala, Cardín, yo creo que el triunfo apabullante del Rector de la Francisco de Paula le da todo el derecho a “marraniar”, en el buen sentido de la palabra. Y como le corresponde salir por la puerta grande, debe rodearse de los mejores, estén donde estén; aun de sus “enemigos” intramuros. Porque además de magnánimo en la victoria, debe gastarse todos los restos en su tercera Rectoría. Pero bueno, Edgardo, y usted, que se las sabe todas, ¿qué le aconsejaría, si pudiera?
—Pues para no parecer entrometido y menos petulante, le hablaría de una cosa: la relativa a los docentes directivos. Todos conocen el problema que la Francisco de Paula y otras Universidades Públicas tienen con los docentes que se jubilan, por cuanto no son reemplazados por igual número de docentes de planta; y eso si hay reemplazos. Yo le recomendaría que, como hay escasez de docentes de planta, llame a la docencia plena a los que desempeñan ciertos cargos directivos, pues no se justifica que docentes de planta estén dirigiendo una hemeroteca, un preuniversitario, etc.
—Bueno, Cardín, ¿y quiénes desempeñarían esos cargos?
—Pues, como la Universidad invirtió mucho dinero en la preparación de algunos de los docentes que hoy están jubilados, hay que aprovechar ese recurso, buscando la salida jurídica para que ellos desempeñen esos cargos sin que se les impute que están recibiendo doble remuneración del Estado. Entre otras cosas, porque sus honorarios no serían nada del otro mundo. Pero eso sería por un tiempo prudencial: mientras se vinculan nuevos docentes de planta, de modo que el número de éstos sea por lo menos el de hace diez años.
»Claro, Edgardo —continué—, que otra solución a esa escasez de docentes de planta sería buscar la salida jurídica para establecer un concurso interno, mediante el cual los mejores docentes ocasionales pasen a ser docentes de planta. Sería un reconocimiento a sus tantos años de servicio. Porque ellos han sido una solución, y muy mal remunerada, a la escasez de docente de planta. Y si no hubieran sido buenos profesores, ya la Universidad habría prescindido de ellos.
—Que bueno que el Dr. Parra —dijo Edgardo—, como nuevo Rector por tercera vez, por lo menos lo intentara, ya que usted lo plantea como anhelo y no como crítica. Porque el director del periodicucho…
—Carajo, que no es un periodicucho…
—Eso… En la página web donde leí la última edición, también leí las siete ediciones anteriores y noté que el director le ha criticado varias cosas al Rector, como la burocrática y costosa estructura orgánica, imputándole incluso que en eso ha desacatado al Consejo Superior, y la “milimetría salomónica” que va a llenar la Universidad de licenciados, por sólo citar un par de ejemplos. Pero al Rector le han resbalado esos planteamientos. Por el beneficio de la duda, digamos que es porque lo hace como crítica. Pero usted lo plantea como amable sugerencia…. Aunque le veo una complicación.
—¿Cuál? —le pregunté.
—Que para la Francisco de Paula, el jubilado es un cachivache. Eso, en lo académico, me parece una burrada. Porque vaya y venga que, por ejemplo, una empresa constructora considere cachivache a su abre-chambas pensionado, ya que a los 60 años él no tiene la fortaleza física que tenía cuando empezó, 30 años antes. Pero la Academia es trabajo intelectual y, exceptuando un ocasional y trágico caso de síndrome de Alzheimer, hasta el más atarantado infiere que, a sus 60 años, un docente universitario tiene más claridad y capacidad mental que cuando empezó, 30 años antes. Pero en más de una Universidad Pública, para más de un burócrata es lo mismo un intelectual que un obrero de servicios generales.
—Déme un ejemplo de por qué, para la Francisco de Paula, los jubilados somos cachivaches.
—Pues vea esta perla: si un jubilado se inscribe como candidato a Rector, no podría votar, con lo cual ocurriría que puede ejercer el derecho constitucional a ser elegido, mas no el de elegir. Luego, si no se les permite votar en las elecciones de Rector, es porque su opinión les vale güevo.
Edgardo se excusó para ir a miar y me dijo, al regresar:
—Vea, Cardín, en la de Guasimales, a los jubilados se nos permite votar en las elecciones de Rector. Aunque la ponderación sea relativamente baja.
—¿Cómo los ponderan? —inquirí.
—Profesores y estudiantes, 35% cada uno; administrativos, 20%; y nosotros, los profesores y administrativos jubilados, 10%. Es que si “Cualquier detalle es cariño”, entonces: “nada”, debe ser desprecio.
—Entonces, Edgardo, ¿cómo toches espera que le dé la cara al Dr. Parra con la recomendación, para su tercera Rectoría, sobre los docentes directivos y los docentes jubilados?
—¿Acaso le tiene que dar la cara?
—¿Cómo así?
—Entiendo que, de cada edición del periodicu… del periódico…, el director le envía una copia a él. Y supongo que la lee, a sabiendas de que ahí no encuentra aplausos para él. ¿Y no dijo usted, en el número anterior, que escribiría un resumen de esta charla?
Edgardo le pidió a doña Ligia, la tan atenta dueña de la tienda, salchichón tajado, chicharrones, papas fritas y una cajetilla más de cigarrillos. Lógico que a cuenta mía.
—Oiga, Cardín —me dijo Edgardo, tras encender otro cigarrillo—, yo no sé si en la Francisco de Paula han hecho lo que hace la Universidad de Guasimales: tener una especie de embajador en la capital de la República. Con eso se ahorra buena plata, porque no hay que estar pagando cada rato pasajes y viáticos a uno y otro funcionario para que vaya a hacer el jurgo de diligencias toches que hay que hacer allá. Además, ese “embajador”, por ser alguien bien “entrón”, está pendiente de convenios y contratos con el sector público y privado, pues allá es donde está la plata pública y privada del país.
—Pues le cuento que no tenemos tal “embajador”.
—Otra cosa que hizo la de Guasimales —agregó Edgardo— fue cuasi eliminar las comisiones de servicio al exterior de la Universidad. Porque se favorecía a un docente prestándoselo al Gobierno o al sector privado, donde se ganaba un jurgo más de lo que devengaba como docente y, durante ese tiempo que dejó de servirle a la Academia, nada le conseguía a la Institución. Hasta hubo casos en que, porque en un cambio de Rector quedó uno que no era de los afectos del comisionado, éste le hacía a la Institución mala prensa por allá.
Cuando escurrimos la botella de Red Label, Edgardo preguntó si pedíamos la otra.
—Sólo una hoy —le respondí—, porque mañana tengo un viaje de negocios a Mérida, Venezuela.
—¿Le está jalando al contrabando?
—No, toche. Los negocios son legales. Es que mi hija, que es odontóloga y ejerce en San Cristóbal, también es representante para la zona andina venezolana de una firma gringa que produce materiales y equipos odontológicos, y yo le colaboro tomando pedidos y haciendo las entregas. Y mañana tengo que entregar en Mérida un pedido.
—Entonces, en la próxima se gasta dos con el almuerzo.
—Le dije que no se me acostumbre al gotereo.


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Mi pirata favorito

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es

De nuestra adolescencia recordamos, con gran añoranza, las funciones dobles de cine matinal, que se efectuaban los días domingos en los distintos teatros locales. Gozarse esas maravillosas aventuras de bucaneros y tesoros, eran un deleite visual que aceleraba nuestras emociones y la adrenalina al límite.
Batallas navales, abordajes con el puñal entre los dientes, barcos hundidos a cañonazos, islas paradisíacas, mapas de tesoros perdidos, fiestas de varios días, son escenas que permanecen indelebles en nuestra memoria para siempre. Esos sí eran héroes arrechos y machos.
Ver a los jóvenes de hoy disfrutar con una serie de personajes pasteurizados y perfumados como Superman, Batman y el Hombre Araña, me producen carranchín de la pura piedra. ¿Qué tienen de atrayente estos zocos asexuados? Nada.
El tonto del Superman nunca ha sido capaz de pedírselo a Luisa Lane; en cambio, la pobre chica que vive tostada se muere por arrimársele, pero el gran toche se hace el sonso. Del Batman ni hablar, porque es el mozo oficial del mariquita del Robin. El Hombre Araña, que lo pasa pegado a las paredes, no se le ocurre ni echar una miradita por las ventanas, a guindarles el culo a las chicas bonitas. Ay, Dios mío, qué hacer con esa mano de gringos toches.
En cambio, mis héroes eran supermachos en toda la extensión del término: se desafiaban a duelo, chupaban a la lata, raptaban mujeres, las cicatrices eran sus adornos. Por eso, haciendo una regresión hacia mis años mozos, paso a narrarles, en una versión muy personal, una de las tantas cintas que vi, y para lo cual me he tomado la libertad de tomar prestado un personaje literario, que no se corresponde exactamente con el texto original:

EL CAPITÁN GARFIO
Samanta era, en aquella isla caribe, la reina más bella de todas las damiselas. Tenía 20 años, de tez dorada, con olor a mar matinal, graciosa y bailarina, que hacía furor entre todos los piratas, unos tipos salvajes y sanguinarios que se batían en duelo por los favores de esa hembra insaciable. Ella mantenía un rebaño permanente, de todos los tamaños, colores y sabores —en tal cantidad— que nunca le faltó su dosis personal de vergamitol. En fin, era la envidia de ese colectivo que ejerce una de las profesiones más abnegadas y honorables que existen: la putería.
Ella, como casi todo el mundo, conocía de oídas todas las maldades que se atribuían a ese demonio del tal Capitán Garfio, pirata, corsario y filibustero. Ladrón, asesino, violador. Como quien dice, el terror del Mar Caribe. Cuando se anunciaba su llegada a cualquier sitio, se armaba el pandemónium: lloros, gritos, rezos, rogativas. Toda la gente pagaba escondederos a peso, menos las chicas malas, que sabían que se avecinaba una temporada de buenos polvos y buenos doblones, y hasta de redoblones.
Tan pronto comunicaron su arribo, Samanta organizó un comité de bienvenida con papayera, pólvora y lechona. Obviamente, la cantina fue la sede principal de tan fausto acontecimiento, con baile de rejetón y ron ventiado. Samanta no cabía de la dicha: por fin iba a conocer a su ídolo, al chacho de los bandidos, al Elvis de los siete mares. Cuando el licor empezó a calentar el ambiente y la entrepierna (a propósito, ¿por qué será que el miche, en pequeñas cantidades, les abre la inteligencia a las mujeres; y en dosis mayores, les abre las piernas?), nuestra reina no se aguantó:
—Capitán Garfio —dijo Samanta—, ¿me permite que le haga una pregunta de carácter privado?
El soleado y ajado rostro del bandido mostró una expresión suspicaz, acompañada de una cruel sonrisa desdentada.
—Depende de qué carajos se trata, porque todavía no es hora para que conozca mi credencial —respondió él con un gruñido, mientras se empujaba de un sorbo medio vaso de ron.
—No se trata de eso. Más tarde, en el catre, me daré cuenta si es chato o narizón. Es que siempre he tenido la curiosidad por conocer el origen de sus heridas. ¿Por qué tiene una pata de palo, un garfio en el muñón y un parche en el ojo?
El capitán arrugó la frente. Sin duda, pensar representaba para él un proceso lento y laborioso. Cuando por fin habló, dijo:
—En una ocasión, en julio de 1780, navegando hacia las costas mexicanas, a donde nos dirigíamos para saquear un poblado, tuvimos una travesía muy ardiente, con un sol de fuego. El sopor era insoportable y un día, para mitigar la sed y la pereza, abrimos un barril de ron y nos hemos metido una juma de dos pisos. Cuando me desperté, me dirigí hacia el borde de la goleta, para echar una miada y ahí fue.
—¿Ahí fue qué, caramelo?
—Pues que me fui de jeta hacia el mar y pronto me cayó una jauría de tiburones. Como pude nadé como nunca lo había hecho en mi vida, y con ese susto tan h.p. y pegando unos alaridos espantosos, logré que mi tripulación se despertara y fuera en mi auxilio. Cuando me estaban izando, un tiburón, de pésimo gusto pecuecudo, resolvió almorzar con una de mis piernas y esa es la razón por la cual tengo una pata de palo atada a la rodilla.
—¿Y el garfio, cuchi cuchi?
—Eso fue en una batalla contra un galeón español repleto de lingotes de oro, plata y piedras preciosas. Al atardecer lo atacamos a cañonazos, con el ánimo de inmovilizarlo pero no hundirlo, porque, si no, la carga también se va a pique. Luego viene la tarea más complicada porque hay que aproximarse, lo más que se pueda, para proceder al abordaje y combatir a muerte contra hombres que pelean como fieras. Después se captura el botín. En el fragor de la batalla, un soldado me mandó un hachazo contra la cara y yo, por instinto, alcé el brazo para detener el golpe y ahí fue.
—¿Ahí fue qué, bomboncito?
—Pues ahí fue que el gachupín español me dejó mocho de una mano. Por eso llevo el garfio, no para rascarme las pelotas, sino para engarzar las de mis enemigos.
—¡Cónchale, vale! ¡Miedda, compa’e! Usted es el man más coño’e madre que he conocido.
“Esta noche voy a ser el centro de la envidia de todas estas zorras, cuando me papee a este cucho con mi especialidad favorita: los tres platos”, se regocijaba, internamente, Samanta.

Para excitarlo más y hacer que el filibustero pusiera la mirada voyerista de su único ojo en ella, la lasciva chica, que no usaba ni siquiera hilo dental, cruzaba las piernas al estilo de la actriz Sharon Stone en la película Bajos instintos. La amplitud y el vaivén de la falda hacían que los muslos color durazno se hicieran visibles. El corazón del corsario galopaba con ritmo de fuego. La alegre risa de Samanta y los semicubiertos senos hacían estragos en el montículo, ubicado al sur del ombligo, del aguerrido pirata.
De pronto, la chica empezó una erótica danza alrededor de la mesa del capitán, para luego continuar su frenesí encima de la mesa, subiéndose la falda lentamente, palmo a palmo, centímetro a centímetro, apareciendo las rodillas, los muslos y la sombra triangular del vello púbico. Al capitán le faltaba el aire, resollaba como un marrano. La muy bandida se le acercó con toda parsimonia, dejando que el corsario hundiera su cara entre los muslos jugosos y palpitantes. La multitud gritaba y aplaudía desaforada, las mujeres pedían acción; los machos, más ron. ¡Qué pachanga tan envidiable!

Ya un poco calmado el ambiente, Samanta prosiguió con su zalamería:
—¡Cojo y mocho por culpa de los tiburones y los hachazos! Qué vida tan agitada. Eso sí es adrenalina pura. Usted, capitán, es el inventor de los deportes extremos. Nada que ver con una tochada llamada fútbol, donde unos mariquitas ingleses le dan patadas a una vejiga de cuero y, cada vez que un tonto-hermoso recibe un canillero, se resiente durante tres meses.
»Mi adorado corsario —agregó—: me imagino que la pérdida del ojo fue más espectacular. ¡Cuente, cuente!, que estoy que me meo de la emoción. ¿Una flecha? ¿Una puñaleta?».
—¡Peor, aún! Recién me cauterizaron el muñón y me pusieron el garfio, me asomé a la ventana a recibir el aire fresco de la mañana y ahí fue.
—¿Ahí fue qué, bizcocho?
—Ahí fue que me cayó una basura en el ojo.
—¿Y eso qué tiene que ver con que haya quedado tuerto?
—Pues de puro turmas, en un acto reflejo, me restregué el ojo con el garfio.
(Cúcuta, junio de 2006.)

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Modismos Cucutoches (8):
Cúcuta bacana


CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.

¡Qué bacano! Todobien. A lo bien. ¡Fresco! Está pandito. Le figuró. ¡Qué nota! ¡Qué chimba! Está happy.
Todas estas son expresiones de los jóvenes de ahora y en esta serie de modismos cucutoches no podía dejar por fuera a esa juventud, que tiene su propia forma de hablar.
Las expresiones incluidas en este texto, que no figuran aún en libro alguno, han sido recogidas del habla de los jóvenes estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander y de estudiantes de grados 10 y 11 de algunos colegios de la ciudad. En ellas reflejan toda su alegría, toda su frescura, toda su explosión de ánimo de calentanos guapachosos y festivos y, como dicen ellos, ¡qué bacanería! esa juventud, divino tesoro. Sin embargo, no se puede asegurar que sean originales de los cucuteños. Antes bien, tal parece que, debido a la globalización, a la televisión y al chat de Internet, muchas de estas frases han llegado importadas.
Pero esta tesis pudiera ser controvertible. Recientemente apareció un nuevo libro de refranes: Diccionario de colombiano actual, de Francisco Celis Albán. En su segunda nota de la Presentación, indica: “Una recopilación del léxico que usan los jóvenes de ciudades grandes, medianas y pequeñas, que pretenden distanciarse del habla de los mayores”. Me tomé el trabajo de recorrer el libro de pe a pa y, de los modismos aquí registrados, encontré muy pocos; pero, en cambio, está lleno de aquellos que usamos los de juventud acumulada y con gran sorpresa, dado que el autor indica que son los que actualmente se usan, encontré gran cantidad de aquellos que acuñamos años ha, lo que indica que han trascendido en el tiempo.
De otro lado, el semanario El Espectador publicó un artículo que tituló: “La real academia de la calle” en el que referenció algo más de 40 dichos con la curiosidad de que sólo se refieren a la sexualidad. Según el texto, son dichos que actualmente está usando la juventud de todo el país. Hice la experiencia de consultar a estudiantes de algunos colegios y grupos de estudiantes de la Universidad. Ninguno manifestó conocer uno solo de esos dichos, lo cual me sugiere que son modismos rolos, como quiera que dicho semanario se edita en Bogotá. Al final incluyo una pequeña muestra y ustedes dirán.
De modo que aún con la duda sobre su origen, tomamos como nuestros los dichos que aquí se publican y, además, sólo aquellos que han sido acuñados por esta nueva generación, aunque también usan algunos que nosotros acuñamos y que también trascendieron en el tiempo.

MODISMOS JÓVENES

A lo bien: Suelen usarla para indicar que todo está correcto, en orden: Sin peleas, sin engaños. Nosotros decimos: “De por las buenas”.

A lo bestia o A lo cerdo: Dicen cuando hay en abundancia. “Bebimos a lo bestia”. “Había comida a lo cerdo”. Nosotros decimos: “A la lata” o “A lo desgualetado”.

Ábrase, pinta: Así se le dicen a alguien para sacarlo de una partida, de un convite o, como decimos nosotros, para que no meta las narices. Dos amigos, o como se usa ahora, dos amigovios, cuando se pelean, uno le dice al otro: “Ábrase, pinta”. También se da que, ahora con la igualdad de géneros, una mujer le dice a su amigo, novio o amigovio, cuando se enoja: “Ábrase, pinta”. Pero además son creativos a la hora de acuñar dichos. Si no, lea estos que significan lo mismo: “Ábrase como las yucas”. “Abiertico como la yuca safa-jirafa”. “Abre peluca”. “Pinta un bosque y piérdete”. “Feliz día del árbol”. “Multiplícate por cero”. “Cómete un chicle”. Nosotros seguimos diciendo: “¡Váyase al diablo!” o “A pescar a otro charco”.

Amenaza pública: La verdad es que muchos lo son, montados en esos ruidos de dos llantas. Entre ellos le dicen así a aquel que se parece al pato Lucas.

Con suavena: Con suavidad, despacio, poco a poco. Nosotros decimos: “Despacio que voy de prisa” o “Del afán no queda sino el cansancio”.

Córtese el rabo: Dicen cuando alguien pierde y no tiene manera de desquitarse. También usan: “Quedó rabón” o “¿Le presto unas tijeras?”.

El hilo dental: Es la evolución de las pantaletas de saraza. Las prendas de ropa interior femenina han evolucionado casi tan vertiginosamente como las computadoras. Cada vez son más pequeñas, muestran más en pantalla, son más fáciles de manipular, facilitan la digitación y permiten un mejor desempeño del ratón.

Está p’al perro: Significa: está difícil, está dañado, no me gusta. Nosotros usamos algo parecido: “Esto se perratió” o “Está joche”.

Está pandito: Al contrario del anterior, significa: está fácil. Nosotros decimos: “La puso fácil” o “Salió barata” o “Está pilado”.

Estar happy: Significa estar alegre por efecto del licor. Es decir, estar prendido, jalado, jincho, jalopiado.

Es un biscocho: Dicen los chicos para referirse a una chica hermosa. Ahora, mojigatería aparte, también las chicas usan esta expresión para referirse a un chamo que ellas consideran guapo. También usan: “Viene un papi-chulo”. Me explicaron: “De lejos, papi; y de cerca, un chulo”. Nosotros, con malicia de viejos verdes, seguimos diciendo: “Está güenona” o “¡Qué viejota!” o “Qué lempo’e vieja”.

Estar trinca: Significa estar perdido, no tener opciones, perder las esperanzas. También usan: “Estar grave”; como quien dice: estar en la olla, estar guindando. Ellos, de manera muy gráfica, se llevan la mano a la garganta cuando dicen la expresión.

Estar paila: Significa lo mismo que la anterior, sólo que cambiaron de recipiente.

¡Extrapole!: Nueva expresión con la que significan: piense, analice, haga referencia con, relacione con.

Hacer el dos o Hacer el cuatro o Hacer el cuarto: Es hacer un favor, servir de intermediario.

Hagámonos pasito: Dicen cuando no quieren entrar en discusiones, cuando en alguna forma hay ataques personales. A propósito de esta expresión, hay un chiste: En un consultorio odontológico el médico se dispone a extraer una muela al paciente, este le agarra las partes nobles al odontólogo y le dice: “Nos hacemos pasito, ¿no, doctor?”.

La zona bananera: Se refieren con esta expresión a los gorditos visibles de las nenas. Ellas mismas la usan con una sana alegría para burlarse de si mismas: “Mi zona bananera está en crecimiento”, dicen con su expresiva gracia agarrándose la barriga destapada por la minúscula ombliguera.

Montar videos: Con el avance de la tecnología, las expresiones también cambian. Antes, cuando alguien se caía con uno de esos cuentos chinos, llenos de ilusionismo, les decíamos “Mentira fresca” o “Ahora cuénteme una de vaqueros”, para significar una película. Ahora se dice: “¿Me viene a montar un video?”.

No sea marica: Pese a que la palabra “toche”, que nos identifica en el panorama nacional, se sigue usando, tal parece que por alguna razón aún no identificada, está siendo reemplazada por “marica”, cuyo significado ortodoxo es el de “afeminado”. Hoy es común oír en muchachos y muchachas expresiones como: “No sea marica”, en lugar de: “No sea toche”. “Se mariquió”, en lugar de: “Se destochó”. “Déjese de maricadas”, en lugar de: “Déjese de tochadas”. Y como saludo: “¡Quiubo, marica!”, en lugar de “¡Quiubo, toche!”.

¡Qué bacano! o ¡Qué bacanería! o ¡Bacanísimo!: Si hay una expresión que identifique a la juventud actual, es esta. De aquí, el título de este artículo. La usan para todo. Con la desfachatez, la frescura, la irresponsabilidad que se gastan, propias de esa alegre juventud, todo es “bacano”, “bacanísimo”. Identifican con esta palabra lo bueno, lo que les gusta, lo que les agrada. Y para ellos todo es bueno, hasta lo que parece malo. Los pantalones rotos, la moto con ruido, hacer trampitas, copiarse un examen…

¡Qué oso! o ¡Qué bandera! o ¡Qué boleta! o ¡Qué chanda!: Cualquiera de estas expresiones las usan para rechazar lo que no está bien, lo que no les gusta, lo que es ordinario y de mal gusto.

¡Qué chimba! o ¡Qué pepa!: Al contrario de las anteriores, las usan para expresar lo que les agrada, lo que les parece bien, lo que consideran bonito.

Quedó muñeco: graciosa expresión con la que significan que el finado estiró la pata.

¡Qué le pasa!: Es otra de las expresiones que, a mi parecer, representa a esta juventud. Con toda la arrogancia que los caracteriza, no se la dejan montar, no aceptan una reconvención, ni siquiera un consejo. Con esa facilidad de expresión, con esa frescura que los caracteriza, lo dejan a uno cortado cuando le dicen: “Y a este, ¿qué le pasa?”.

Se puso intenso: Este es otro de sus dichos favoritos. Para ellos “intenso” es “cansón”. Y según ellos, el catano se pone intenso cuando gasta más de cinco segundos echando cantaleta. ¡Me sacan la piedra! con las palabras que empiezan por “c” (catano, cansón, cantaleta…).

¿Sí’o pa’que?: Lo escribí así como una grafología de ese fonema que dicen de manera muy rápida con el cual expresan dubitativamente que tienen la razón.

Suerte es lo que le digo: De manera irónica la usan cuando alguien tiene un problema. También la usan, sin mucho sentido, para despedirse, tal vez sólo para decir: “suerte”. Y algunas veces utilizan una metátesis: “suéter” por “suerte”.

Tan abeja: En esta también cambiaron de objeto volador. Nosotros decimos: “Tan avión”, para expresar: “Tan listo” o “Tan vivo”.

Tener un karma: Ahora con aquello del estrés del mundo agitado, todos ellos tienen un karma. “Un problema casi sin solución”, me describió una alumna consultada sobre el tema de los modismos. Más que el pequeño problema que se les pueda presentar, se refieren con karma cuando el problema se vuelve recurrente.

Tener la depre: No dicen: “estoy acongojado, apesadumbrado”, ni siquiera “tengo una depresión”, sino “tengo la depre”.

Tiene un tinieblo: Es lo mismo que un mozo (amante). La palabra mozo les puede parecer un tanto chocante, un tanto fuerte y casi siempre se toma como comprometedora. “Tinieblo” es algo pasajero, sin mucho compromiso y más para divertirse que para aquello que sabemos. También usan: “diablo” y “diabla”.

Todobien: La dicen en todo momento, vayan o no bien las cosas. Y la dicen así, en forma rápida, unidas las dos palabras. Algunas veces usan una especie de metátesis, cuando alguien pregunta cómo están las cosas: “¡Vientos!”, responden por “Todo bien”.

Túpale: Dicen en lugar de: “Meta el hombro” o “Meta el rabo” o “Métale julepe”.

Tuqui-tuqui, Lulú: Cuando alguien salen de un examen y un compañero o compañera lo espera afuera ansioso(a), todo lo que hace es llevarse un dedo a la garganta y balbucir: “Tuqui-tuqui, Lulú”. Un profesor me comentó que él no sabe si lo que dicen es que van a asesinar al profesor o que se van a suicidar ellos. No, no es para tanto. Con este dicho sólo quieren decir: “Me dieron en la torre” o “Me colgaron” o “Me guindaron” o “Me dieron p’u el jopo”.

¡Ubícate!: Es la expresión más graciosa que les haya oído. Si es que la usan hasta los niños de 5 ó 6 años. Lo dejan a uno sorprendido, de una pieza, cuando un culicagado de esos le dice: “¡Ubícate, papá!”. O algún chico o chica lo fusila a uno con un: “¡Ubícate!”, para mostrar su desacuerdo con lo que uno haya dicho o hecho; para indicarle a uno que las cosas ya no son como venían siendo, sino que han cambiado a la manera de ellos.

¡Zonas, que viene la tomba! o ¡Pilas, que viene la tomba!: Zonas o pilas es “Póngase mosca”, “Avíspese”. La tomba es la policía. En una reunión de jóvenes siempre hay bochinche y la policía algunas veces se pasa de maraca reprimiéndolos cuando apenas se están divirtiendo, por lo que no es raro oír con frecuencia esta expresión como voz de alerta.

DICHOS DE “LA REAL ACADEMIA DE LA CALLE”
DE EL ESPECTADOR

Arrocito en bajo: Tener a alguien en remojo.
Chasquiar: comerse a una vieja.
Entucar: besarse.
Gusaniar: desnudos, besarse solamente.
Gusaniada: Quitarle el novio a un amigo.
Jugar a los dados: jugar con los testículos.
Poner los pelos de punta: Excitar a la mujer.
Presea: celosa.
Sandunguera: Brincona.
Sintonizar la emisora: Jugar con los pezones.
(Cúcuta, junio 16 de 2006.)


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DEL BOLETÍN Nº 3 DE
ASPU -UNIPAMPLONA.


Superávit en Unipamplona


En cuanta reunión podía manifestarlo, el rector de la Universidad de Pamplona se ufanaba de estar obteniendo superávit económico, año tras año.
Parece que no percibía que el superávit económico en una universidad pública es inaceptable, porque la Universidad no es una fábrica de objetos, llámense éstos empanadas, circuitos, programas de computador o satélites.
Aquí estamos formando los ciudadanos, empresarios y líderes del mañana.
Superávit económico sólo muestra que se han mezquinado los recursos y que no se ha mostrado empeño en mejorar la calidad, sólo en reducir costos.
¿Para qué hablar de superávit en una universidad cuya biblioteca deja tanto que desear? Si es que ni siquiera tiene libros físicos que les permitan a los estudiantes consultar. Y los tan cacareados libros virtuales no son los que se requieren para la formación de nuestros estudiantes. Y si lo fueran, hay 2.500 computadores en el campus, de los cuales sólo 1.000 están destinados para uso de los estudiantes. Entonces, ¿dónde consultarlos? Si se tienen 20.000 estudiantes procurando servicio en 1.000 computadores cada día, no alcanzan a tener ni siquiera una hora de uso de los mismos por estudiante.
Y así el rector se llena la boca hablando de superávit.
Sin embargo, algo muy curioso ocurrió a finales del 2005: por obra y gracia de orden rectoral verbal, la administración económica de la Universidad de Pamplona fue trasladada sobre los hombros de los profesores.
De acuerdo con la citada orden, cada Facultad recibiría una parte del dinero que el gobierno gira a la Universidad y ahí vería cómo se las arreglaba para pagar profesores y levantar recursos. Una parte, eso sí, [de lo que “levante”] la recibiría la administración de la Universidad. Muy equitativos.
La locura.
En el informe anual del rector resultó que, por ejemplo, la Facultad de Ciencias Básicas presentaba un déficit de seis mil millones de pesos ($6.000’000.000).
¡Cónchale, vale, cómo son las vainas! El sólo hecho de trasladar la administración a los profesores (que no son administradores) transformó el superávit en déficit. Y a los profesores en administradores. ¿Será que ahora los administradores van a dar clases?
Algunos directores de departamento se enloquecieron: quitaron profesores aquí, cambiaron nombres de asignaturas allá, recortaron programas acullá.
Y el rector inmiscuyéndose en funciones académicas, decidiendo sobre horarios o unificación de asignaturas, mientras deja de lado su verdadera obligación: administrar.
Según el artículo 24 del estatuto general de nuestra universidad, el rector es el representante legal y primera autoridad ejecutiva de la Universidad de Pamplona. En otras palabras, él es el administrador, no los profesores.
Y por ese trabajo gana al menos dos veces más que éstos.
Algo más. Una vez declarado el déficit para los profesores transformados en administradores, por arte de magia el Consejo Superior Universitario, mediante acuerdo 002 del 23 enero del 2006, autorizó a comprometer los recursos de transferencia obligatoria que la gobernación de Norte de Santander tiene pendiente con la Universidad de Pamplona, ordenados por el artículo 86 de la ley 30 de 1992, en la construcción del Parque Científico y Tecnológico, que se construirá (¿sabe en dónde?) en la ciudad de Cúcuta.
Hablamos de los recursos que debió pagar la gobernación desde 1992 y que nunca pagó y, además, de los que se generen por el mismo concepto hasta el año 2007. ¿Puede calcular cuántos miles de millones de pesos?
Entonces, ¿en qué estamos? ¿Con superávit o con déficit?
Claro que es más confuso el hecho de que el 20 de diciembre del 2005, según acuerdo 210, se aprobó en el Consejo Superior un crédito de tesorería por cuatro mil millones de pesos.
Sin decir a qué se destinaban.
En otras palabras, ¡se firmó un cheque en blanco por cuatro mil millones de pesos ($4.000’000.000)!
¿Para qué? ¿Por qué? El acuerdo no lo dice. Nadie sabe nada.
¿Déficit o superávit?

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NOTA DEL DIRECTOR
(de Occidente Universitario):
Lo anterior está en las páginas 5 y 6, pero hay un jurgo más de perlas en las otras 8 páginas que tiene el boletín.
Ahora bien: como en La Opinión de mayo 26 la dirección de Unipamplona cacareó que los activos de hoy son el 941% de los de hace 8 años —cuando llegó el actual rector, y no por elección—, «el suscrito» Director se planteó, al final de la última página de la edición recién pasada de Occidente, si aquello no sería una revalorización antitécnica de activos.
Pero al leer el boletín —y celebrar tener noticias de que esos colegas al fin dijeron «Esta boca es mía»—, «el suscrito» Director replantea su pregunta: además de antitécnica, ¿la revalorización de activos no será perversa?
Y le ha adicionado otro adjetivo, por dos coincidencias lamentables.
La primera: que, como los banqueros no se van al cielo ni al purgatorio ni al infierno porque no tienen alma sino clientes, le prestan a la víctima según lo que sus libros contables reporten como respaldo de la deuda.
Y la segunda: que el actual rector de Unipamplona, quien en 1998 fue nombrado por el entonces gobernador Jorge García-Herreros, no es docente de carrera. Incluso, «el suscrito» Director oyó que cuando lo nombraron tenía rango militar pero no título universitario, como dizque no lo tenía o no lo tiene tal gobernador, que hoy es congresista.
De modo que, como los deudos del cadáver son quienes lo lloran, pues que a Unipamplona la resuciten o la entierren los estamentos académicos de allá cuando, al actual rector, su tocayo, el cháfaro Álvaro Uribe Vélez, se lo cargue de allá a disfrutar de la burocracia diplomática o la alta burocracia interna nacional.
¿El que venga atrás que pague el pato, si es doliente?
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Los amacises de Sansón y Dalila

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.

En el artículo Sansón y su pasión por las filisteas, quedé en que Sansón ya había ligado con Dalila y que estaba muy encarretado con la filistea. Porque qué problema: sólo le gustaban las filisteas, que eran de una raza enemiga de la de él.
Y como desde el inicio de los tiempos el hombre sabe que la mujer se derrite por la “marmaja” (o sea, el billullo), un día unos filisteos le dijeron a Dalila que si le sonsacaba a Sansón el secreto de su fuerza, le darían una gran muyupa.
Dalila les cogió la caña sin preguntar por el origen de esa plata. “Los gobiernos inventarán —se dijo— las amnistías tributarias para bendecir los dineros sucios, porque con ellos habrán financiado sus campañas electorales”.
El día siguiente, Dalila empezó su ablandamiento contra Sansón: a la luz del día, le hacía estriptís en el comedor; en la cocina lo empelotaba y le daba piquitos por todas partes; en la sala lo empelotaba y se empelotaba, y a jalarle al polloasado, al arrechumbe y a un largo etcétera. Y en cada vez, le susurraba que de qué lugar le salía la fuerza.
Y a Sansón, como a todo macho orgulloso de sus pelotas, lo volvieron marica los atributos sexuales de la mujer.
—Mira, mi guarichita linda —le dijo un día—: te voy a contar el secreto, a condición de que no se lo diga a nadie.
—Será un secreto entre tú y yo. Palabra de hembra.
—Mi fuerza no está en el palo sino en el pelo. Por eso, estas mechas no conocen tijeras desde que nací. Si me corto el pelo, se me acaba la fuerza hasta en el palo.
La Mata Hari informó a sus compatriotas, y éstos le dieron un carriel repleto de yenes, marcos, libras esterlinas, dólares y euros. Eso parecía el pago de una vacuna o de un rescate, o la financiación de la campaña de un político.
Y como le ofrecieron una muyupa igual si propiciaba la motilada, al llegar a casa, la condenada se sentó en la mesa del comedor, con un estuche de cuero entre las tetas, sin pantaletas y espernancada, y llamó a Sansón y le dijo: “Papi: hace rato no hacemos el 69 en el comedor”.
Tanto extenuó a Sansón la fellatio y el cunnilingus, que se durmió como un lirón. Dalila sacó el estuche de cuero de entre sus tetas, y del estuche unas tijeritas, y llamó a un filisteo que le dejó a Sansón la cabeza como la de un recluta. Y cuando roncaba como una locomotora, Dalila gritó: “¡Mijo: los filisteos!”. Sin fuerzas, Sansón fue apresado por los filisteos y, con un chuzo, uno le sacó los ojos (y ustedes saben que, después de ojo afuera, no vale Santa Lucía). Lo llevaron a Gaza, donde lo ataron con dos cadenas y lo pusieron a darle vueltas al molino de la prisión, como yegua trapichera.
Un día los filisteos organizaron una fiesta a su dios, Dagón, dizque por haberlos librado de aquel enemigo que tanto los había asoleado, y llevaron a Sansón al templo para que los divirtiera. Sansón se hacía el toche y los divertía porque, como el pelo le había crecido, había fraguado un plan.
La nave central estaba atiborrada con las autoridades filisteas y parte del populacho, pues al resto de éste le tocó apretujarse en los balcones. Al templo no le cabía una aguja. Como a la discoteca a la que un amigo de Edgardo le dio por llevar la mujer (pues siempre había ido con alguna moza) y, al llegar, el portero le dijo: “Qué pena, amigo, pero a la discoteca no le cabe una puta más”.
Sansón le pidió a su lazarillo que lo llevara hasta una de las dos columnas centrales del templo para recostar la espalda en algo duro y descansar antes de finiquitar el show que les tenía a los filisteos, y el chamo atendió la petición. Sansón se espernancó, apoyó sus manos sobre las dos columnas, e invocó a Yahvé: “Dame fuerzas para vengarme de estos hijuemadres filisteos, que me la tienen chocheca”.
Pujó y pujó, y el templo empezó a traquear, como azotado por un Tsunami. Entonces Sansón gritó: “Mueran yo y todos los hijuetripas”. Y como en la balada de Raphael: “Todo se derrumbó”, aplastando a Sansón y a 3.249 filisteos.
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Relacionado con Sansón, hay un chiste que cuenta Argos, en quien “me inspiré” para escribir estos artículos sobre Historia Sagrada. (Y otros sobre Mitología Griega, que aún no se han publicado en Occidente Universitario.)
Que en Medellín hubo un negociante que se llamó Pacho Rojas, y tuvo un laboratorio para hacer remedios, como lo tuvo don Dióscoro, el difunto padre de una profesora de la Universidad de Guasimales. Que un día se inventó un remedio contra los piojos, la caspa y la pecueca, y que era reconstituyente porque daba mucho vigor. Que lo patentó en el Invima como Reconstituyente Salomón, nombre por cierto muy bonito, pues así se llama un nieto mío.
Que un día un amigo le preguntó:
—Oiga, Pacho: ¿y por qué lo puso Salomón?.
—¡Eh, Ave María, pues! Por el personaje bíblico que tenía mucha fuerza —le dijo Pacho.
—No, Pacho —le aclaró el amigo—: Salomón fue el sabio, y el de la fuerza bruta fue Sansón. Así que cámbiele el nombre, pues.
—No, porque le he metido mucha plata en publicidad con ese nombre —repuso Pacho—. Además, en esa época como que no eran tan inteligentes porque no habían inventado las metralletas, ya que guerreaban con espada y flechas. Así que era muy poca la diferencia entre la sabiduría y la fuerza bruta.
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Y para finalizar la historia de Sansón, les cuento que Dalila, aunque traicionó a Sansón, lo quería mucho por el ñongo-ñongo que gozó con él. Por eso no fue al templo, y sobrevivió. Es más, cuentan las malas lenguas que se volvió putica, y que un día la vieron por ahí solita, diciendo:
Todos los hombres son malos,
todos merecen reproche.
Pero, ¡ah! falta que nos hacen,
pa’ sobarles el toche…
sobre todo por la noche.
Al lado dizque había un loquito al que no le gustó lo que declamó Dalila y que, para desquitarse de las mujeres, dijo:
¿Cómo haría el sabio Salomón
con sus mil y una mujeres,
si yo, por una que tengo,
me doy contra las paredes?


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HISTORIA «ARRANCADA A LA VIDA REAL»
(NO APTA PARA EL OÍDO DE CARBUCO)

Algo que se espera de un docente es que sepa hacer preguntas. Que éstas sean inequívocas.
En la clase de educación sexual en un curso de primaria, al hacer su exposición la maestra le pregunta a una niña:
—A ver, Matildita: ya que el busto grande está de moda, ¿a usted le gustaría tener muchas tetas?
—¡Huy no, plofe! Dos, no más. n
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N O T A S :

Cualquier nota que no tenga explícitamente autor, debe ser
atribuida exclusivamente al director de Occidente Universitario.

Por limitaciones pecuniarias, las ediciones «en papel» de
Occidente Universitario, que se difunden completamente
gratis, es de 40 ejemplares, en promedio.

La edición Nº 64 de Occidente Universitario queda
prevista para el viernes 28 de julio del 2006.
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