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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 62(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
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Director-Editor: JAIRO CELY NIÑO l 6 pp l VIERNES 2 DE JUNIO DEL 2006


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EDITORIAL (O ALGO ASÍ).
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Reelección y votación

El pasado domingo reeligieron al presidente Uribe Vélez con un «pico» más del 62% de los votos emitidos, que en todo caso fueron menos de la mitad de los votos potenciales.
Pues, de un poco más de 26 millones de votantes potenciales, sólo se asomaron a las urnas un «pico» más de 12 millones de votantes, lo cual implica que éso de que el señor Uribe Vélez recibió un Mandato Claro es tan «creíble» como la infalibilidad que se auto-atribuyen los papas y ayatolas.
¿Qué nos espera, entonces, en el próximo cuatrienio?
Pues más generales que justifiquen las atrocidades de la tropa con la siniestra «tesis» de que ésta puede disparar aun si no es atacada, con la cual justificó el actual comandante del Ejército la masacre de diez policías y un civil que hizo la tropa en Jamundí.
O, en todo caso, debemos esperar todo lo contrario de lo prometido en la campaña, cuyo más funesto antecedente de mentiras presidenciales fue el asunto de la reelección presidencial. Sobre todo porque, para poder consolidar la satrapía de los Uribe, al Presidente le urge que dentro de cuatro años lo reelijan otra vez, porque para entonces al mayor de sus dos vástagos le faltará un año todavía para poder heredar de papi el coroto del poder.
Pero, bueno: lo de la reelección del señor Uribe Vélez es «leche derramada» y, según advertían nuestros mayores, sobre ella de nada vale lagrimear.
Así que el punto ahora es la votación que en nuestra Institución habrá en la fecha en que la presente edición de Occidente Universitario se difunde, y el día siguiente, para elegir al decano de la Facultad de Ingeniería y para elegir rector por quinta vez.
Dos egresados de la Facultad de Ingeniería están inscritos como candidatos a primera autoridad ejecutiva de dicha Facultad, y tres ex rectores se han inscrito como candidatos a primera autoridad ejecutiva de toda el Alma Mater.
En términos generales es satisfactorio, al menos para «el suscrito» Director, que, en cuanto respecta a los cinco candidatos, sus campañas promocionales han sido muy ecuánimes. Ello es indicativo de cuánto hemos progresado.
A fin y al cabo, la Democracia Participativa al seno de nuestro primer centro regional de estudios superiores demandaba aprendizaje. Sobre todo para que no fuera tan traumático el trasiego del régimen oscurantista y represivo de la Constitución Política de 1886, al sistema libertario y garantista —cosa que le causa escozor al presidente Uribe Vélez— de la del 4 de julio de 1991.
Pero, como el comportamiento humano no es perfecto, anteanoche hubo un lunar en relación con el debate organizado por los presidentes de las organizaciones gremiales de los estamentos académicos, al cual fueron invitados los tres candidatos a rector.
No porque uno de los tres se haya negado a participar por realizarse en auditorio —como los eventos académicos—, en vez de en plazoleta. Esto es, por no realizarse en «plaza pública» que es el «hábitat» de los políticos de oficio.
No. El lunar se presentó por un (afortunadamente) muy pequeño grupo de estudiantes simpatizantes del mencionado candidato —el único de los tres que fue maestro del «suscrito» Director, quien da fe de que fue un buen maestro—, quienes anteanoche, ad portas de que el debate comenzara, casi protagonizan vandalismo.
Pero, en fin: la Democracia, como el oficio, tiene gajes. Porque lo único que el ser humano escoge es a los amigos. Nadie escoge a los hermanos y a los padres, y menos a los hinchas.
Luego entonces, que Alá, o Dios, o Buda o Marx, o quien quiera que haya hecho el mundo, propicie dos días de votaciones tan civilizados como en términos generales fueron las campañas de los cinco candidatos. n

«El suscrito» Director deplora el recién fallecimiento de su amigo, el compañero profesor Carlos Humberto Redondo Naussa (Carlos-hache), profesor de hora-cátedra adscrito a la Facultad de Ingeniería.
¡Paz en la tumba del doctor Redondo Naussa!


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Que lo diga Edgardo, yo no

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.

Un día de esos de extraño invierno cucuteño estaba en el departamento de Humanidades porque aún me quedaba una clase por dictar y sólo Yohanna, la secretaria, se hallaba en el salón de profesores. De repente apareció mi gran amigo Edgardo, el que es jubilado de la Universidad de Guasimales.
—Oiga, Cardín —siempre me ha llamado así, tal vez para no decirme “Ricardín”—: ahora que vienen las elecciones rectorales en la Francisco de Paula, y ya que somos un par de toches “Sub-70”, ¿por qué no hablamos de la Rectoría, de la Universidad y su función?
—¿Mejor por qué no optamos por el voto de silencio? —le respondí, pues Edgardo, cuando se pone a hablar, se esporrondingla. Como si tuviera diarrea sublingual.
—¿Guardar silencio ahora, cuando están ad portas ustedes de unas elecciones rectorales?
—Ante todo, como profesor jubilado, me está vedado el voto. Pero, sobre todo, ocurre que ahora sólo estamos aquí nosotros dos y la secretaria. Y si nos ponemos a hablar de lo humano y lo divino, podría llegar a este salón alguno de los profesores chamos y, al oírnos dictar cátedra sobre cómo arreglar la institución, podría decirme y con razón: “Si según usted, esta institución está llevada, ¿qué hizo usted en 30 años de trabajo? ¿No significa eso que lo único que hicieron los jubilados fue jodérsela o tirársela?”.
—Cardín, no sea tan toche. Usted aquí fue Decano y Jefe de Registro y Control, y en la de Guasimales yo fui Vicerrector y Decano. Cometimos errores, como hasta el más sabio de los humanos los comete. Por lo tanto, no se trata de que un jubilado dicte cátedra como si fuera impoluto, como si ante la responsabilidad fuera de teflón. Lo que creo es que los veteranos están en el deber de confesar en qué y por qué se equivocaron, para que las nuevas generaciones no cometan esos yerros.
Después de todo, algo de razón tenía Edgardo. Porque si a nivel individual “Nadie aprende de la experiencia de otro”, como dice el refrán, a nivel institucional la experiencia, tanto en fracasos como en éxitos, es un bagaje que no se debe echar en la cesta de los papeles. Subestimarla, o peor, menospreciarla, revela arrogancia. O ínfulas del directivo de bajo, o mediano o alto rango de que todo el pasado institucional es basura. Que todo lo que hicieron sus predecesores vale mierda. Que con él comienza el futuro, porque sólo él y su camada de “colaboradores” y “asesores” tienen la fórmula mágica para convertir en un jardín de rosas ese rastrojo o peladero que se le encomendó administrar.
Así que —me dije—, después de todo, ¿por qué no oírle la lengua al deslenguado del Edgardo?
—Ante todo —comenzó él su exposición—, yo asimilo la Universidad a una empresa y como tal debe manejarse. Claro que “distancia y categoría”, porque es una empresa educativa; no una empresa de tornillos y menos una de licores. Para manejar una empresa educativa se debe estar muy bien preparado. La improvisión no cabe aquí. Nada se puede desarrollar sin los conocimientos adecuados, pues nadie da lo que no tiene.
»Pero como nadie tiene conocimientos para todo, para esto están los asesores. Pero los de verdad; no esa perramenta que, a la hora del té, no son más que áulicos baratos y zánganos tenebrosos para una institución. De esos “expertos”, las Universidades Públicas tienen funestas experiencias. Eso implica que quien manda, por no saberlo todo, debe delegar. Delegar no es perder autoridad; es tener un hilo conductor de ella muy bien organizado.
»Hay que convencerse de que nadie engrandece, solo, una institución. Sería un necio y un autócrata quien tenga esas ínfulas, lo que a mediano plazo asegura el fracaso. Es necesario un buen equipo, pero que todos aporten al éxito de la empresa. Un equipo universitario no puede tener gente colinchada y chupando rueda. Se necesitan los que se llaman consejeros, no aduladores o sacamicas de turno.
»De otra parte, no se deben sentir celos de otras instituciones que están mejor ranqueadas. Al contrario, se deben aprovechar sus buenas experiencias. Quien sabe asimilar y adecuar de los demás, tiene asegurado el éxito. Claro que, a pesar de la adaptación de lo mejor, también es indispensable cierta dosis de originalidad. Porque un rector debe tener estilo propio. Esto lo hace tener un talante y un sello personal, por el cual será reconocido. Porque dejémonos de vainas: por aquello de la humana vanidad, ¿a quién no le gusta ser reconocido? Pero reconocido por tener criterio propio, claro; no por ser una veleta o una insulsa turma».
Yohanna se disculpó por interrumpirnos.
—¿Les sirvo un tintico? —preguntó.
Edgardo tomó un sorbo y continuó:
—Ser fiel al compromiso contraído con los estamentos académicos cuando se inscribe la candidatura a Rector, es cuestión de ética. Si es que hasta para jartar se requiere ética; lo que usted y yo llamamos “ética etílica”.
»Ahora bien, hay que ser cautos con lo de la “calidad y cobertura”, que es un cuento del Gobierno. Porque lo que a él le interesa es la cobertura, por razones de “Marketing” político o dividendos electorales. Por eso la Universidad debe privilegiar la calidad.
»Es muy buena política consolidar las carreras que se tienen y andar con pies de plomo en la creación de otras. “El que mucho abarca, poco aprieta”, dice un refrán. Y parafraseando otro refrán, es mejor pájaro acreditado que cien sin sal en los miaos, porque las Universidades Públicas deben ser la antítesis de las universidades de garaje. O sea, que es mejor tener pocos programas, pero apoyados con la debida infraestructura; con la tecnología de punta en cada caso; si se quiere, con “lo último en guaracha”. Como quien dice, que ante afugias financieras, como es el pan de cada día de las Universidades Estatales, hay que privilegiar la calidad académica y no el cemento y el ladrillo. La calidad de la enseñanza debe ser más importante que la construcción de un edifico o un andén, aunque esto sí produzca aplausos.
»Ahora bien, los rectores no deben tener prevención con las llamadas “alianzas estratégicas” con universidades que tengan mejor ranquin que la de uno. Eso no pordebajea. Por el contrario, eso es tener lucidez para reconocer que, si no somos los mejores, tampoco somos los peores.»
Edgardo me pidió un cigarrillo, y continuó su verborrea:
—Es curioso, pero a veces se dan más desencuentros que encuentros entre las instituciones universitarias. Los celos no nos sirven un toche. Unas excelentes relaciones, estoy seguro, nos hacen ser mejores. Siempre existirá alguna Universidad que es mejor que la de uno. Así que, en vez de envidiarla, es mejor aliarse con ella y emularla, para luego superarla.
»Debe haber medios efectivos y afectivos de comunicación con los de abajo. En la administración no deben primar conceptos unanimistas y menos parroquiales; sobre todo, no en épocas de globalización del pensamiento.
»Por cierto, la Francisco de Paula está en mora de replantear su estructura orgánica, a la que hace siglos le pasó su cuarto de hora. Además de burocrática y costosa, es irracional. Mire no más esta perla: existe un Consejo Académico en donde sólo dos de los seis Decanos tienen derecho a voto, mientras sí lo tienen todos los Vicerrectores, a sabiendas de éstos son nombrados por el Rector, mientras los decanos son elegidos por los estamentos profesoral y estudiantil. ¡Increíble que algo tan irracional ocurra en una institución de estudio superiores!
»Además, en la Universidad todo debe responder a criterios prospectivos. Eso es lo que hoy llamamos Planeación. O dicho de otro modo, la Universidad debe tener su propio Proyecto Institucional Educativo (PIE). La comunidad universitaria se debe compenetrar con la realidad social imperante, para responder a los cambios del mundo globalizado en que estamos inmersos. Las realidades sociales locales, regionales y nacionales jamás se deben eludir».
—¿Y qué opina usted, Edgardo —lo interpelé—, de la política de doctorar los profesores?
—Pues en principio, más que loable, es cuestión de conveniencia. Porque para el Gobierno dizque son un indicador de calidad, por lo cual le da bastante peso específico para efectos de acreditación.
»Pero independientemente de que esa percepción del Gobierno sea cierta o sea un cuento chimbo, como lo es casi todo lo que cranea la burocracia, espero que en la Francisco de Paula no haya pasado lo que en la Universidad de Guasimales, en donde la vaina de doctorar los profesores no pasó de ser las baldosas del camino al infierno: buenas intenciones. Allá, la inversión de tanta millonada en esos profesores no ha tenido “tasa de retorno”, porque la Investigación, que debe ser la impronta de esos profesores, aún está hibernando. Porque la mayoría de esos profesores retornaron con su doctorado a la docencia rasa; incluso, algunos a dictar materias de menor rango en el pénsum, que las que dictaba antes de irse al exterior a doctorarse.
»Hasta se ha dado el descaro de que mediante no sé qué argucias, o con la protección de no sé qué “capo” interno raro, algunos doctores le han sacado el culo hasta a la docencia rasa en el pregrado, y se han chichipatiado impunemente pirateando en los colegios; como si fueran maestritos normalistas y no doctores. Pero eso sí, ¡qué ínfulas de genio la que se gasta más de uno! Y sin embargo, nunca han escrito un paper ni siquiera para una revista indexada de tercera calidad. ¿No se supone que un doctor debe publicar al menos uno, si no al semestre, sí al año en una revista indexada de primera calidad?»
—Pare ahí —lo interrumpí—, para hacerle una pregunta: siendo usted tan lengua arrecha, ¿nunca tuvo problemas con los mandamases de la Universidad de Guasimales?
—Pues ya ve, Cardín, que no. Y si no me temblaron las güevas para decir lo que pensaba cuando tenía encima una autoridad nominadora, que podía amañar un proceso disciplinario para echarme, menos me van a temblar ahora para hablar de lo que aún se hace mal. Porque, ¿cómo toches se puede echar a un jubilado? Debería aprender usted de mí.
»Pero volviendo al cuento de las publicaciones y los papers, veo que la Francisco de Paula está desnutrida en cuanto a publicaciones se refiere. Lo digo porque cada Facultad debería editar una revista. Cualquiera diría que la cabeza de los directivos ni siquiera pare una iniciativa tan elemental y necesaria como esa; o que, en cuanto a la escritura se refiere, los profesores son analfabetos; o que ocurren ambas cosas».
—Óigame una joda, Edgardo: con toda esa capacidad para ver en dónde están los males, usted se debió inscribir como candidato a Rector de la Francisco de Paula para el período 2006-2009. Dentro de diez días serán las elecciones.
—Si no se inscribió usted, que es jubilado de la Francisco de Paula, ¿cómo me voy a inscribir yo, que soy jubilado de la Universidad de Guasimales?
—¿Por qué no? Los requisitos son: tener título profesional y haber sido profesor universitario por lo menos cinco años.
Dicho eso, cogí mi maletín y me paré.
—No me diga, Cardín, que para ir a miar se lleva el maletín. Las mujeres son las que van al baño con el bolso.
—¿Y quién le dijo que iba a miar? Lo que ocurre es que dentro de tres minutos tengo clase.
—¿Es cierto, o me está sacando el culo? No me diga que, con lo que dije, le herí alguna susceptibilidad.
—Qué susceptibilidad ni qué ocho cuartos. Tengo clase. Pero me gustaría seguir oyendo su lengua arrasadora.
—Dígame cuándo tiene una hora libre en la mañana y me aparezco, aunque sería mejor hablar en una tienda. Porque aquí es a palo seco, mientras en la tienda la charla se puede rociar con “Sello Rojo”. Y aunque hace mucho rato no nos echamos unos guarilaques, supongo que todavía tiene ética etílica; como para no resultar, al tercer trago, con que la mujer le fuetea el culo si no llega antes de las doce campanadas.
»Porque falta hablar de los colegas que, cuando estuvieron en la mamazón, decían que debido a ellos todo era un paraíso. Y cuando están viudos del poder, se la pasan despotricando con que todo lo que hace “la actual administración” está llevao del putas. Justo, esos que hasta se colinchan con los politiqueros enemigos de la Universidad para desprestigiar a quienes los desbancaron de la ubre.
»Como también me tiene que explicar por qué el promedio ponderado de la Francisco de Paula y su estructura orgánica son como las vacas de la India: sagradas. O como Eliot Ness: intocables».
Le prometí llamarlo para ponernos una cita en “El Bunker”, que es una tiendita detrás del Salesiano y no el desnucadero que construyeron en Lomitas.
Y a ustedes les prometo que les escribiré un resumen de esa charla.
(Entregado: martes 30 de mayo del 2006)


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El buen criterio

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.

De acuerdo con el diccionario, el CRITERIO es la norma para juzgar, estimar o conocer la verdad. También es el juicio o el discernimiento; y finalmente, es la opinión y el parecer. Decimos que una persona tiene BUEN CRITERIO cuando es capaz, después de analizar distintas ideas y situaciones que se le presentan, de otorgarle a cada una la justa valoración que se merece.
Son seres de mente abierta que, ante la presencia de eventos inesperados, encuentran la luz y el camino correcto. Para entender mejor el concepto, miremos estos dos casos de la vida real:

LA DISCRIMINACIÓN
El 14 de octubre de 1998, en un vuelo trasatlántico de la línea aérea British Airways tuvo lugar el siguiente suceso: A una señora la sentaron en el avión al lado de un hombre negro. La mujer pidió a la azafata que la cambiaran de sitio, porque “no podía sentarse al lado de una persona tan desagradable”.
La empleada argumentó que el vuelo estaba totalmente lleno, pero que iría a ver si acaso podría encontrar un lugar libre en primera clase. Los pasajeros observaban la escena con disgusto, no sólo por el hecho en sí, sino por la circunstancia de que, además, se le ofreciera a ella un sitio más cómodo en primera clase. Minutos más tarde regresó la azafata y le manifestó:
—Señora, afortunadamente encontré un lugar desocupado en primera clase. Para hacer este cambio tuve que pedir autorización al capitán, quien me indicó que, efectivamente, no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona desagradable.
La “dama”, con sonrisa triunfal, intentó salir de su asiento, pero la aeromoza se volteó hacia el hombre negro y le dijo:
—Caballero, ¿sería, usted, tan amable de acompañarme hacia su nueva silla?
Todos los pasajeros aplaudieron estrepitosamente la decisión tomada. Por su BUEN CRITERIO para solucionar este problema, la British Airways, una de las empresas aéreas más grandes del mundo les otorgó, a la azafata y al capitán de la nave, el máximo reconocimiento por el Buen trato al cliente, un concurso anual que se realiza entre sus 20.000 funcionarios.

LA RELIGIÓN
Un maestro retó a sus alumnos con esta pregunta:
—¿Dios creó todo lo que existe?
—Eso es totalmente cierto —respondió uno.
—Si Dios creó todo —argumentó el profesor—, entonces también hizo el mal, pues el mal existe. Y si las obras son un reflejo de quien las hace, entonces Dios es malo.
El estudiante se quedó callado mientras el docente se paseaba por todo el salón, con una mirada jactanciosa, por haberles probado que la religión es un mito. Otro estudiante, de mirada apacible y cabellera despeinada, alzó la mano y preguntó:
—-Profesor, ¿cree, usted, que el frío existe?
—¿Qué pregunta tan estúpida es esa? ¿Acaso usted nunca ha sentido frío, o qué? ¡Pedazo de burro!
El alumno, temblando del susto ante la mirada del ogro, con voz trémula prosiguió con su tema:
—De hecho, profesor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos como frío es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía. El cero absoluto es la ausencia total de calor, y todos los cuerpos se vuelven inertes. Por lo tanto el frío no existe: hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos cuando nuestra temperatura empieza a descender. Otra pregunta, profesor: ¿Usted cree que la oscuridad existe?
—Qué sirirí el que me gané con este mocoso —pensaba el maestro—. Claro que sí, pendejo. Salga a medianoche por el camino real y verá cómo se va de culo por un barranco. Me tocó lidiar con toda la zupia del colegio. A ver, termine sus pendejas teorías.
—La oscuridad tampoco existe, lo que hay es ausencia de luz. Podemos estudiar la luz porque se puede descomponer, a través de un prisma, en sus distintos colores constitutivos, con sus diferentes longitudes de onda. En el caso de la oscuridad, ¿cómo se puede descomponer lo que no existe? Los grados de oscuridad se miden por la cantidad de luz presente.
Ya con nuevos bríos, el alumno le remacha:
—Profesor, ¿sigue creyendo en la existencia del mal?
—Por supuesto que sí, como lo demostré al principio de mi clase. Vemos robos, asesinatos y guerras en todo el mundo. Esas son manifestaciones del mal, obra de ese Dios que ustedes tanto adoran. ¡Oiga, jovencito!, usted como que es el rey de los tarados, diciendo tantas ridiculeces. ¿Qué será de este país con mentes como la suya?
—Ilustre maestro: el mal como tal no existe por sí mismo. Lo que hay es la ausencia del bien y es, al igual que los casos anteriores, un término inventado por el hombre para describir esa ausencia. Dios no creó el mal: es el humano el padre de ese término nefasto, por haberse desviado de los valores que el Supremo Creador nos donó.
Mamado de tanto insulto a su brillante inteligencia, el profesor pegó un largo bostezo y dio por concluida la clase. A propósito, el “pedazo de burro” que le sacó la piedra a ese modelo de docente, se llamaba Albert Einstein, y fue en ese recinto en donde empezó a dar muestras de su BUEN CRITERIO científico.

De Albert Einstein se cuentan muchas anécdotas relacionadas con su vida cotidiana, la cual se caracterizó por su poco BUEN CRITERIO para manejarla. Por vivir con la mente puesta en la Relatividad y otras minucias, no se interesaba por lo mundano. He aquí un par de ellas:

Un día fue a cortarse el cabello en un salón de belleza mixto; o sea, los que hoy conocemos como unisex. Como no se quitaba el sombrero, el peluquero le dijo amablemente:
—Doctor Einstein, ¿quiere quitarse el sombrero, para poder peluquearlo?
—Ah, perdone. No me había dado cuenta de que aquí hay señoras y por eso hay que descubrirse.

En otra ocasión viajaba en el tren, con un gesto de preocupación pintado en el rostro. El cobrador, muy gentil se le acercó y le dijo:
—¿Qué le pasa, profesor Einstein? Lo veo cariacontecido.
—Tengo un pequeño problema: se me perdió el boleto de viaje.
—No tenga cuidado, doctor. Para nuestra empresa es un honor contar con su presencia.
—Le agradezco mucho el detalle. Lo grave es que, sin el boleto, no sé para dónde voy ni en qué estación debo bajarme.

Sus alumnos de la Universidad de Princeton decían, mamando gallo, que cuando Einstein salía de la casa, en las horas de la mañana, se despedía con un beso a la puerta y un empujón a la esposa.
(Cúcuta, junio de 2006.)


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Bueno, allá usted, pero no se queje


CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.

“No se vayan a quejar. Ahora chupen”, dijo mi tío Gonzalo desde la puerta de entrada, a las 6 p.m. del domingo 28 de mayo de 2006, cuando me visitó en mi casa. Lo hice entrar para que celebrásemos.
Él es mi antónimo (la comparación es intencional): locuaz, dicharachero, irreverente, impertinente y contestatario a todo lo que huela a “establecimiento”. Por eso no me extrañó su discurso, que comenzó después de servirnos sendos vasos de la bebida chispeante que traía:
“Si el resultado (de las elecciones presidenciales de ese día) ya se sabía desde hace seis meses, ¿o hace un año?, ¿desde cuándo se comenzó a cacaraquiar el huevito de la reelección presidencial de Uribio?, ¿y quién dijo pío? Al contrario, desde esas nefastas fechas, con sólo insinuarlo el mesías, ya era de aceptación general su reelección. ¡OH!, pero qué contraste. Discusiones, muchas de ellas airadas, sostuve con muchos, y muchas también, que se escandalizaron y condenaron al fuego eterno al presidente venezolano Hugo Chávez por insinuar que gobernaría hasta el 2021. Pero cuando aquí el mesías insinuó su reelección, entonces esas voces se convirtieron en cánticos de alabanza, en gloria a los cielos, en ofrendas por los favores recibidos”.
Y continuó:
“Después vino todo el montaje del sainete jolivudesco: el actor principal, las actrices de reparto, el payaso, la trama de acción, de intriga, el show central en el Congreso, hasta con traidor a bordo, el despliegue de los medios, el montaje del contraataque y finalmente, el clímax de la película en la Corte Constitucional, el personaje cínico y siniestro ante las cámaras dándole la santa bendición, no a la reelección, sino al nuevo período del presidente, porque ese día la Corte Constitucional, retorciéndole el pescuezo a la Constitución, estaba nombrando al presidente para un nuevo período, y lo que han hecho este domingo 28 de mayo de 2006 siete millones de colombianos útiles al mesías y 14 millones de inútiles al pueblo, no ha sido más que una simulación de ese resultado final que ya se sabía desde el comienzo del sainete y la votación hecha fue para un período más allá del próximo”.
Tomó un sorbo y se vino con más:
“Desde las 5 p.m., a cuanto conocido me he topado, mi saludo ha sido: «Mi más sentido pésame». Con el pecho henchido de satisfacción y de orgullo, la respuesta que me han dado ha sido: «Sentido pésame a usted, porque yo voté por Uribio». A los que les replico: «Por eso mismo se lo digo, porque gracias a usted serán ocho años más de lo mismo, pero no se vaya a quejar»”.
Agrega mi tío Gonza que muchos le preguntan: “Pero, ¿cuáles son los pecados de Uribio, si han sido cuatro años de leche y miel?”. Y que él les dice:
“Aparte de haberle mentido ene-veces al pueblo colombiano, y recuerden que Nixon se cayó de la Presidencia gringa porque lo que le cobraron fue haberle mentido al pueblo norteamericano, aparte, repito, de haberle mentido ene-veces al pueblo, con su plan de gobierno para «mis hijitos», con su referendo, con su reelección y ahora con su siguiente reelección y otras mentiritas más de su lucha contra la corrupción, con su mano dura y su corazón mezquino para el pueblo, vemos a un personaje siniestro, un lobo con piel de oveja, un autocrático de ultra derecha a ultranza, un pinochito disfrazado de demócrata y eso es más peligroso que un sancocho de anzuelos”.
Me contó que alguien le dijo: “Pero eso no me afecta a mí en lo personal”. Y que él le dijo:
“Bueno, allá usted. Porque aparte de haberle retorcido el pescuezo a cuanta ley le impedía abrirse camino para cuatro años más, y ahora para ocho, de haber amañado las leyes a su acomodo, de haber rendido a su voluntad a los otros poderes del Estado, de haber doblegado la ley de garantías electorales…”.
Alguien dizque lo paró en seco: “Bueno, esas son jugadas políticas y en ese juego todo vale”. Y que él le dijo:
“Bueno, allá usted. Porque aparte de la profundización de la desigualdad, de la inequidad social para 33 millones de colombianos pobres que viven con menos de 3 dólares diarios por familia, con 12 millones de ellos que viven con menos de un dólar diario, sin derecho a alimentación, vivienda, salud, empleo, educación…”.
Alguien dizque le replicó: “Ah, pero bueno, párela ahí, esas son frases de cajón, palabrería demagógica”. Y que él le dijo:
“Bueno, allá usted. Porque aparte de que sus políticas de Estado y de Gobierno no tienen el rumbo de mejorar las condiciones de vida de aquellos 33 millones de pobres, ni en trabajo, ni en educación, ni en vivienda, ni en salud, ni en empleo, ni en seguridad social, ni en derechos civiles, ni…”.
“Más parafernalia mamertoide”, dizque le dijo otro. Y ¿qué iba a decirle mi tío?:
“Allá usted. Porque aparte de la entrega de los recursos naturales a las transnacionales, de la exención de retensión para la transferencia de divisas al exterior para esas empresas, de la feria de activos del Estado, de la entrega de los servicios públicos a la empresa privada, incluyendo la educación y la salud, de la exportación acelerada del escaso petróleo, para comprar gasolina cara y más tarde importar ese mismo petróleo, aparte de…”.
“De eso yo no sé nada”, me dijo que le dijo otro y que él no le respondió. Pero que sintió pena por el interlocutor y por el pueblo colombiano.
Se empujó otro sorbo y continuó con más:
“Aparte de todo esto, como no «les duele la patria, mis hijitos», sí les va a doler en el alma, en el corazón y en la barriga una nueva reforma tributaria con más impuestos, una reforma a la ley 100, de la que fue ponente el mesías, que implica reforma a la seguridad social y reforma pensional encaminada hacia los fondos privados pensionales y de cesantías, con tiempos de 65 años para los actuales trabajadores, rebaja al 60% de las mesadas con promedio de toda la vida laboral. Para los nuevos empleos, contrato a término con salario integral sin seguridad social, salud prepagada en las EPS y ahorro pensional y de cesantías a voluntad en los fondos privados. Apróntense para una reforma a la salud con más cierre de hospitales o entrega a la empresa privada, probablemente caerá el Seguro Social y será entregado a las EPS, ARS. Apróntense para una reforma a la educación con perjuicio para las universidades estatales, con recortes en sus presupuestos, más apoyo a las privadas, autofinanciación de la educación universitaria pública, cierre de colegios públicos y apoyo a colegios privados más elitistas y más caros, desde luego con financiación de estos estudios y pruebas de Estado más sesgadas y más selectivas para que sólo unos pocos accedan a la educación superior. Apróntense para una reforma a la justicia, con ajuste de las altas Cortes, del Consejo Superior de la Judicatura, de la carrera judicial, de la tutela, de la acción de cumplimiento y hasta del derecho de petición”.
—Ahora me salió futurólogo el tío —le dije y me replicó:
—Pero si no se necesita serlo, eso ya se estaba cocinando en las puertas de congreso y fue aplazado para darle paso al embeleco de la reelección y claro, porque no convenía para esa.
»Aparte de todo esto —continuó—, como “no sienten dolor de patria, mis hijitos”, tal vez le duela en la barriga y en el bolsillo el alza del precio de la gasolina que llegará a los cinco dólares el litro, con la consiguiente alza del transporte y de los productos que, junto con el palo que le darán a los trabajadores informales, comercios informales llamados “sanandresitos”, las trabas para establecerse formalmente, estos y los demás comercios, abastos, tiendas, locales, tendrán que cerrar para darle paso a los productos importados en las súper, híper y mega tiendas, donde “si no puedes pagarlos, te damos crédito”, lo que estimulará el pago virtual a crédito y hasta para comprar una panela habrá que “rayar” la tarjeta, porque no tendrá como pagarla de contado, lo que favorecerá a los agiotistas de los bancos.
»Seguramente todos me dirán —remató finalmente—: “bueno, si ese es el futuro que nos espera, qué bien lo hicimos, no nos arrepentimos de haber votado por Uribio”. Espérense y verán. Allá ustedes, pero no se quejen».
(Cúcuta, mayo 31 de 2006.)


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Sansón y su pasión por las filisteas

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.

Como todos conocen, por los libros sagrados, la historia de Sansón, Dalila y los filisteos, les voy contar algunas vainas inéditas de Sansón.
Sansón era forzudo como el Heracles griego, o Hércules romano. Por eso no necesitaba de ejército ni ayuda para acabar con sus enemigos que, en su tiempo, eran los filisteos. Él, a puño limpio, acababa con los que lo provocaban. Porque él no era pelión. Más bien parecía una güeva, pero se volvía un león cuando le sacaban la puta piedra.
Mas, como dice Carbuco: “Algún defecto debía tener”, pues era más enamorado que palomo azul, e irresistible ante las mujeres (como los narcos y los banqueros, para envidia de los que devengan pensión o sueldo de profesor universitario). Y lo que es peor: teniendo su pueblo tantas mujeres lindas, se enamoraba de las de la tribu de sus enemigos.
Antes de continuar les cuento que su mamá le había ofrecido a Yahvé que, si le nacía un turmoncito y sin cesárea, sería nazareo. Oigan bien: nazareo, no “nazareno”.
A estos nazareos les tocaba ser como bichos raros. Porque, a diferencia de Carbuco, el Negro, Edgardo, Puntillón, Machicambiao y el Africano, no podían tomar licor. Además, no podían cortarse el pelo, por lo que parecían jipis. Claro que zanahorios, porque no le jalaban a la maracachafa, por lo que no ponían grafitos en las paredes con las consignas de: “No pise la yerba, fúmesela”, “Haga el amor y no la guerra”, “A mí no me jodan, que yo vivo fresco”…
Como Sansón era muy tenorio, un día que pasó por un pueblito vecino se encacorró de una pelada que era bacanísima. Cuando llegó a su pueblo les contó a sus papás que estaba más tragado que calzoncillo de torero, de una vieja, y les exigió que fueran a pedir su mano, pues ya no se aguantaba las ganas de lo que sabemos. Los papás le dijeron:
“Ala, mijo, ¿por qué tienes que encacorrarte de una filistea, si son nuestros enemigos? ¿Es que es la única mujer que existe? Busque, aquí en tu pueblo, una mujer que te guste”.
Pero Sansón sólo quería que fuera ella y, con el tiempo, a los papás les tocó ceder porque, como Sansoncito se lo pasaba encerrado en el baño, supusieron que no era por diarrea crónica sino sobándose la polla.
Así que se fue con papá y mamá a pedir la mano. Y también el resto, porque el ñongo-ñongo es completo si es “cuerpo a cuerpo”; y a medias, si sólo es “mano a cuerpo”.
Por el camino les salió un león grandísimo, como el de la Metro, pero con hambre. Por ser nazareo, cuando Sansón estaba en peligro se le metía el espíritu de Yahvé, por lo que no había enemigo que le diera un brinco. Así que en par-patadas acabó con el leonzote. Y cuando llegaron al otro pueblo, pidieron la mano (y, claro, el resto) de la muchacha, fijaron la fecha para el casorio y se volvieron para su pueblo.
A los pocos días regresaron a Timná, el pueblo de su tormento. Por el camino encontraron el leonzote, con el cuerpo lleno de abejas. Sansón recogió miel y se la fue comiendo por el camino, pues sabía que allá había una viejotas culiprontas y cuquialegres, y le habían dicho que la miel es buenísima para que al tomín no lo canse el exceso de ajetreo.
Para la boda, en la casa de la novia armaron una pachanga que duró 7 días, como era costumbre en ese pueblo. Como al tercer día de aquella juerga, Sansón retó a 30 de los invitados. “Si me adivinan lo que les voy a decir —les dijo—, le regalo un vestido nuevo a cada uno”. Como le cogieron la caña, Sansón les dijo: “Del que come, salió lo que se come; y del que tiene más fuerza, salió lo más dulce. ¿Qué es?”.
Por mucho que cranearon, no dieron con la respuesta. Entonces le pidieron a la mujer de Sansón que se la sonsacara. Él le decía: “Pierdes tu tiempo, mija. No te la voy a decir”. El séptimo día, ella lo arrinconó: “Si no me das la respuesta, desde esta noche no habrá de lo que sabemos”. Y el pobre Sansón sucumbió, ante el riesgo de un prolongado ayuno.
“Venga, Sansón —le dijeron los 30 tipos—: la vaina más dulce es la miel, y el que más fuerza tiene es el león”.
Sansón pensó: “Eso fue la lengüilarga de mi mujer quien se los contó”, y cogió para un pueblo vecino a buscar los chiros. Al llegar a la plaza principal de aquél, vio 30 muchachos elegantemente vestidos y pensó: “Ahí está lo de pagar la apuesta”, y de uno en uno los fue matando, dejando una tendereta de muertos empelotos. Esa vaina parecía una masacre de las que hacen en Colombia los paracos y los guerillos.
Aunque Sansón estaba muy tragado de su mujer, la aborreció por su deslealtad, y le dijo al suegro que se la devolvía. Éste le dijo que, en compensación, se llevara a su otra hija. Pues, si la miraba bien, estaba más buena que su legítima.
Arrecho por esa “Propuesta Indecente”, Sansón salió refunfuñando y, para desahogarse, le metió candela a un jurgo de cambuches de filisteos quienes, en represalia, hicieron lo mismo con la finca del suegro de su victimario, de lo cual Sansón resultó viudo y sin familia política, porque todos quedaron reducidos a chicharrón.
Poco después Sansón se fue de incógnito a la ciudad filistea de Gaza, a la que tantas ganas le tienen los palestinos desde los tiempos de Arafat. Y dicen las Escrituras que, como hacía rato que Sansón no probaba carne peluda y cruda, se metió donde las mal llamadas “mujeres malas”. Y digo “mal llamadas”, porque dizque son muy buenas para el ñongo-ñongo.
Aunque Sansón entró de incógnito (“de civil”, dicen los policías y militares), un cliente del burdel lo identificó, pagó la cuenta y le llevó el dato a su patota. Entonces esos manes cerraron las puertas de la ciudad para asegurarse de poder linchar a ese espécimen de una raza enemiga de los filisteos. Y sobre todo a ése, que tantas “bajas” les había causado.
Sansón salió del burdel, satisfecho por lo que sabemos y, al ver cerradas las puertas de la ciudad, se olió la embestida. Entonces, requeteemputao, arrancó el portón y se lo echó al hombro con marco y todo, y lo subió a un monte.
Por allá fue donde conoció a Dalila, una filistea que era un palo de hembra, y comenzó un romance más. Pero será en otro artículo en que les cuente el desenlace de esa traga.


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«EXIJO UNA EXPLICACIÓN»
(DECÍA CONDORITO)


En la página 5C de la edición del pasado viernes del diario La Opinión aparece una noticia con este titular:
Universidad de Pamplona
goza de buena salud financiera.
Según la información, la Contraloría Departamental denunció un endeudamiento de dicha institución del orden de los 12 mil millones de pesos.
En la nota, el rector encargado y el administrador financiero de dicha institución refutan ese informe aduciendo, entre otros, que: En el 98 los activos (de la Universidad) estaban en $14.000 millones y en el 2006 llega (sic) a $132.000 millones.
Como «el suscrito» Director no es contador ni economista, no entiende cómo un Ajuste por Inflación multiplica unos bienes por 941%.
Por eso se pregunta: ¿será una revalorización antitécnica de activos? ¿Algo así como comprar una computadora, por ejemplo, en un millón de pesos, y registrarla en libros con el valor de $9’410.000?
Que alguien, ad honores, se lo explique.


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