EDITORIAL (O ALGO ASÍ).
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Decapitando a cuentagotas
y electoralmente a la Medusa
Para el «país político», el primer semestre de este año es de agite electoral: en marzo, la elección de congresistas; en mayo, la primera vuelta de la elección presidencial; y en junio, la eventual segunda vuelta que, quieran Dios, o Alá, o Buda o Marx —o quien quiera que haya hecho el mundo— que la haya.
Pero para el primer centro regional de estudios superiores, tal primer semestre es de «correteada» electoral, como quiera que sus estamentos académicos, además de atender aquellas convocatorias nacionales, también serán, en unos casos, «actores de reparto», y en otros, «actores protagónicos», en las votaciones convocadas intra campus para renovar o relegitimar todo o parte de instancias directivas y gremiales.
El martes 7 de marzo, por ejemplo, hubo la relegitimación del anterior representante de los ex rectores ante el Consejo Superior, como quiera que éste le reconfirmó a aquél su investidura. Luego, el viernes 24 de ese mes, el Consejo Superior lo designó rector para a partir del jueves 6 de abril y hasta cuando se posesioné el rector que emane de la consulta de los próximos 2 y 3 de junio. Ello en razón de que el rector Héctor Parra López renunció a partir del jueves 6 de abril, para poder ser candidato rectoral en la consulta de los mencionados 2 y 3 de junio, fechas en las cuales simultáneamente habrá otra consulta de la cual emanará el decano de la Facultad de Ingeniería.
Además, el viernes 31 del recién pasado marzo, la Asociación de Profesores eligió una nueva junta directiva. Y el recién pasado martes 4 del presente mes de abril, el personal administrativo eligió dos representantes ante una instancia directiva y un representante ante otra, así como ese mismo martes 4 los egresados de la Institución eligieron sus representantes ante el Consejo Superior y ante otras instancias directivas, y de este proceso electoral resultó relegitimado (o sea: reelegido) el representante de egresados ante el Consejo Superior.
Ahora bien: «el suscrito» Director garrapatea este texto en la madrugada del jueves 6 de abril, y a final de la tarde de ese día sesionará el Consejo Superior para, entre otros, posesionar al rector que designó el viernes 24 del recién pasado marzo.
Luego al momento de garrapatear el presente Editorial (o algo así), «el suscrito» Director ignora si en la tarde el Consejo Superior desatará el nudo gordiano de la doble investidura del rector que posesione, habida cuenta de que como rector no tiene voto ante el Consejo Superior, mientras sí lo tiene como representante de ex rectores, a lo cual no renunció el viernes 24, ni en tal fecha le designaron un sustituto provisional o interino.
Pero ése no era punto, porque esto es un asunto interno que racionalmente se resolverá internamente.
El punto es que antier, de manera burda y descarada, la siniestra mano del alcalde Ramiro Suárez Corzo trató de tomarse las curules de nuestros egresados ante nuestras instancias de dirección y de Gobierno.
Porque fue vulgar el espectáculo de algunos egresados que tienen credencial de concejales, trasteando como borregos a egresados contratistas del municipio para que votaran por los candidatos del alcalde.
Y peor de vulgar fue el espectáculo coercitivo o extorsivo del secretario municipal de Educación, quien, lista en mano, controlaba que los egresados que son maestros municipales por contrato votaran por los candidatos del alcalde Suárez Corzo.
Incluso, al «suscrito» Director le rumoraron que vieron al alcalde —afuera del campus, claro está— comprobando, a 20 metros de las urnas, que los susodichos egresados concejales le estuvieran haciendo la tarea.
En todo caso, a pesar de tan grosera manipulación politiquera, la gran mayoría de nuestros egresados que votaron fueron elocuentemente solidarios con la Institución que los formó, como quiera que al burdo alcalde no le permitieron tomarse ninguna curul en cuerpo ajeno.
Claro que ese estulto analfa-bestia debe estar esperanzado en degustarse lo que él debe considerar el «plato fuerte» que «se servirá» los próximos 2 y 3 de junio, cuando se harán las dos consultas de las cuales emanarán el rector y el decano de la Facultad de Ingeniería. Pues, como lo anunció en septiembre del recién pasado año a través de un canal local de televisión llamado «K», él pondrá sus candidatos, y lo prácticamente seguro es que sus dos fichas serán dos de nuestros colegas profesores.
De modo que, si de hoy al 2 ó 3 de junio el Consejo de Estado no nos ha librado de ese emplasto, entonces dichos días la mayoría de los profesores, administrativos y estudiantes deberemos en las urnas emular a la mayoría de los egresados que votaron el recién pasado martes 4 y concluir la decapitación de esa Medusa.
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Mascaradas
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
Terminadas las elecciones para elegir un nuevo Congreso, vienen los correspondientes y rutinarios análisis por parte de los llamados politólogos, para explicarnos por qué unos sí fueron elegidos, y otros fueron internados en el llamado “Pabellón de los Quemados”. Como siempre, estos expertos muestran su erudición y su sabiduría cuando ya los hechos han sucedido.
Igualmente, las firmas encuestadoras también juegan un rol principal en este circo electoral, ya que nunca aceptan que se equivocaron en sus pronósticos, sino que salen con un discurso cantinflesco, adornado de términos estadísticos —margen de error, límites de confianza, media ponderada, etcétera— con el fin de engatusar a los ciudadanos de a pie.
Pero la mata de las disculpas idiotas se la llevan los políticos derrotados. Qué tal el ex presidente abanderado del trapo rojo, diciendo que el partido liberal tuvo una baja votación porque las bases del partido la conforman los desposeídos, y que éstos son unos analfabetas que no entendieron ni supieron manejar el tarjetón.
Y luego se aparece don Horacio, sepulturero del partido rojo, con el argumentazo de que la baja participación ciudadana, un 40% del potencial electoral, se debe al descontento de la gente con el gobierno, y que él va a capitalizar esa gran masa de votos para propinarle un golpe certero al candidato de las aspiraciones reeleccionistas.
Oiga, estos tipos todavía creen que los colombianos somos una partida de imbéciles que comemos cuento y que ese es el tratamiento que nos merecemos. Claro está, que a veces suceden cosas que nos ponen a dudar de si de verdad somos así, o por el contrario, ya hemos dejado a un lado esa condición de manada de borregos.
Y para que usted, amigo lector, tenga más elementos de juicio, me permito citar un fragmento del libro Mascaradas, las maldades de la bondad, escrito hace 4 años por la periodista MARÍA TERESA HERRÁN:
«País curioso, en todo caso, país camaleón, país leguleyo, país de mascaradas que vuelve lo bueno malo y lo malo bueno: una banda de rateros se disfraza de policías y fiscales y, con mandatos falsos, allana las casas para llevarse todos los equipos eléctricos ante los aterrorizados dueños que no son del todo inocentes porque han adquirido esos equipos de contrabando y no tienen las facturas.
»Un vecino manda a matar a otro porque no le gusta el ruido que hace por las noches: si el sicario falla, le devuelve la cuota inicial, no crean que aquí no hay un sentido de la equidad. Un intermediario amigo llamado por una angustia familiar para negociar con los delincuentes el pago del rescate pide comisión, pero eso no tiene nada de malo porque la solidaridad queda a salvo. Un ministro negocia con los narcos aportes para la campaña electoral y desvía hacia su cuenta un porcentaje justo, que él mismo se fija, por los servicios prestados.
»Unos traficantes de productos farmacéuticos compran vacunas de vigencia expirada y cambian las etiquetas para vender la droga al Seguro Social. Un embolador es elegido al Concejo de Bogotá porque asesinaron a un humorista que se disfrazaba de embolador. Un acongojado padre y esposo, cuyos hijos han muerto por una bomba asesina cuando regresaban de la escuela, decide lanzarse al Senado, porque dice sentir el llamado divino para ejercer la política.
»Una monja es condenada por el asesinato de una de sus compañeras, que trabajaba como ella para la rehabilitación de las prostitutas, mientras otras prostitutas crean una ONG para la defensa de los derechos humanos de las monjas. Una pareja no resiste las ganas de hacer el amor en una cabina de cajero automático y el público fisgón la aplaude o la vitupera mientras todo aquello sucede antes de que llegue la policía.
»Unos falsificadores, qué machos, carajo, tienen el honor de fabricar los primeros Euros en serie, tan perfectos como los verdaderos. Un padre secuestra a sus hijos y le pide rescate por ellos a su ex esposa. Guerrilleros llegan a un pueblo ocupado antes por los paras, hacen formar en fila al pueblo en la plaza y los obligan a desocuparlo so pena de hacerlos descansar en paz.
»Una fundación sin ánimo de lucro para la rehabilitación de drogadictos se dedica a fabricar uniformes que le vende a los grupos armados ilegales con el fin de subsanar su déficit. Un político que ha incrustado su feudo en un ministerio invierte las comisiones obtenidas para hacer su campaña al Senado. A la pequeña Daniela se le cae su oído artificial, un aparato que vale diecisiete millones de pesos y cuando cree que se lo robaron, alguien, gracias a la campaña radial, se lo devuelve porque nunca quiso robarlo o quizás porque no le sirve, vaya usted a saber en este país de motivaciones variables y desconfianzas expandidas.
(…)
»Y si le parece poco lo anterior, prosigue el culebrero, hay mucho más en las campañas electorales como las que ahora se avecinan: aspirantes a la Cámara y al Senado, incluido don Cósimo, prometen el cambio y la honestidad, convencen a la gente a pesar de que repiten mandato por cuarta o quinta vez, y los ciudadanos votan por ellos o por sus ahijados, a ciencia y conciencia de que en los períodos anteriores han robado y no han cambiado. Los medios de comunicación claman ser objetivos pero a través de las noticias le queda claro a Raimundo y todo el mundo cuál candidato quieren que gane, tanta es la fuerza que hacen para convencer a los receptores.
»Aunque usted no lo crea, en épocas electorales aparecen los miles de difuntos dispuestos a votar, o por lo menos sus cédulas, que no han sido dadas de baja, como dicen los militares. Y en su encuesta diaria “para que opine la gente como lo necesita la democracia”, la cadena radial pregunta a los colombianos si creen que los muertos deberían votar y el 85% responde que sí, que eso es democracia y que por qué discriminar a los muertos.
»Pero lea usted el periódico y se convencerá: no bote su voto, vote por el Gordo dice un payaso junto a un aviso en el que se promociona una rebaja de 22 kilos para que el abdomen le quede de 87 centímetros en vez de acudir al Centro de don Simeón. Pero al lado, Hernán Redondo promete que ahora sí habrá seguridad social, mientras que en otra esquina de la página, en un rincón perdido, los pobres verdes suplican voto ecológico, voto limpio, desde un avisito asfixiado por los demás. Más allá, un voltearepas, que siempre se vuela con el viento de los buenos puestos, proclama que tiene carácter y decisión. ¡Oh, Dios! Dadme paciencia, todo a la carta, con semejante menú, qué le vamos a hacer.
(…)
»¿Quién es dueño de Colombia? Pregunta el culebrero para no dormir al auditorio, pero él mismo se responde: hoy por hoy los narcos, los subversivos, los corruptos, los politiqueros; cámbielos por usted, intenta convencer el candidato Antonio José, como si fuera tan fácil. Otro se proclama como un patriota a la Cámara: me llamo Venus, así me llamaron mis padres, no sabían que ella era diosa y mujer y así me quedo, soy marginado y teatrero, creo en la cultura como arma política y prometo que si votan por mí, será el comienzo del gran cambio y nunca más volverá a haber Aseneths en este país.
»Soy leal y eficaz y me llamo Dolfus, juro que todo cambiará, interrumpe otro. Trabajo duro y en serio, dicen Mauricio y Rafael, y ¿quién es tan macho para comprobar lo contrario?... Pobre país tan descuadernado.»
¿Exageraciones de la periodista María Teresa Herrán? No creo, porque todo este relato está basado en la realidad del acontecer nacional. Somos de todo un poco; mejor dicho, fanáticos del dios EROS: pantalleros, teatreros, milagreros, faroleros, pordioseros, rezanderos, culebreros, agoreros, pendencieros, curanderos, sacacueros, cascareros...
(Cúcuta, abril de 2006.)
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Modismos Cucutoches (7):
Cúcuta desmedida
CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
SISTEMA MUNICIPAL DE MEDIDAS
Cúcuta es una ciudad sui generis. Tanto, que hasta tiene su propio Sistema Municipal de Medidas que, ahora con aquello del TLC y la globalización, estamos a punto de homologarlo con los patrones internacionales, solicitar que sea incluido dentro del Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad y patentarlo con la Denominación De Origen.
Qué cuentos de medir en el sistema métrico decimal o en el inglés. Aquí se mide en dedos, cuartas, minchas, tragos y lámparas, bultos, cargas, puchos y puchitos. Las medidas finas son el pelo, el pelito, el tilín, el tris, el trisito y el tantico; y las medidas de tiempo son el rato y el ratico.
Como el sistema es un tanto complicado, para mejor comprensión de propios y extraños les refiero en tres escenarios cómo opera este preciso sistema de medidas.
PRIMER ESCENARIO:
REMODELACIÓN DE UNA CASA
El maestro le dice a su ayudante: “Prepare una mezcla tres por uno”.
El novato ayudante, que está haciendo el curso para maestro de obra, indaga y recibe esta aclaración: “Tres baldes de arena por un cuarto de bolsa de cemento”.
Pregunta: “¿Cuánta agua?”.
“Échele un poco”.
Listo. La precisión es única. Con el patrón universal cucuteño, el ojímetro, el ayudante mide los «baldes», «el cuarto» y «el poco», y bate la mezcla. El maestro mira aquella mezcla y dice: “Está dura, échele otro poco”. Poco después, vuelve y mira y le dice al ayudante: “Le falta un poquito”.
El ayudante toma nuevamente el ojímetro, mide el «poquito», lo agrega y la mezcla queda lista. Pregunta qué hace con ella.
Le contestan: “Haga dos montones y déjela reposar un rato”.
Cuando transcurre el «rato», el maestro va a usar la mezcla.
El novato ha aprendido y repasa su lección sobre mezclas y medidas: tres baldes de arena, un cuarto de bolsa de cemento, dos pocos y un poquito de agua, dos montones y un rato de tiempo.
SEGUNDO ESCENARIO:
UN HOGAR CUCUTEÑO, UN FIN DE SEMANA
La señora se dispone a realizar una labor. Le pide ayuda a su marido. Lo encarga para que le consiga «una tira de madera», unidad genérica que cualquier cucuteño sabe qué y cuánto es. Pero el marido, que a lo mejor es ingeniero, desea precisar un poco más y solicita las dimensiones.
“Mediana, un poquito larguita, como de dedo y medio de gruesa, y un jeme y un trisito de ancho”, dice ella.
Esa precisión es extraordinaria. Los cucuteños la entienden perfectamente. Los “extranjeros” van a tener que hacer un diplomado sobre el Sistema Municipal de Medidas.
Que ni se le ocurra al oprimido marido (perdón por el pleonasmo) mencionar “sus raros sistemas de medir”, porque lo que se lleva es un vaciadón del carajo. Así que, calladito, sale a cumplir la misión imposible para cualquier extranjero, pero mamey para un cucutoche. Llega a la carpintería y pide la «tira de madera», sin más señas.
El carpintero ni se inmuta, sólo le pide las dimensiones. Cuando las oye, busca entre palos y elige tres o cuatro varas con las especificaciones de «mediana» y «larguita». En ese momento ocurre algo extraordinario, y es que el carpintero, con toda naturalidad, toma de su cintura la cinta, que parece métrica, pero graduada en el Sistema Municipal de Medidas. Mide el grueso de las tiras y elige la que le da el «dedo y medio» de espesor. Ahora mide y marca el ancho y, sin titubeos, la pasa por la sierra, que la recorta con la precisión de «un jeme y un trisito».
Regresa a la casa el marido. Su mujer le pone su ojímetro al largo y al espesor, que aprueba sin remilgos. Por si las moscas, mide con su jeme el ancho y lanza una sonrisa de satisfacción. La tira de madera tiene las medidas precisas.
TERCER ESCENARIO:
UN ALMACEN DE TELAS
Va la señora a un taller de modistería a encargar una faldita para su hija. Pregunta: “¿Cuánta tela?”.
“Con un pedazo alcanza”, le dice la modista.
Para una cucuteña, esto ya es suficiente. Pero, para confirmar, la señora pregunta: “¿Cómo de cuánto?”.
“Por ahi” (palabra grave, no aguda, para nosotros) “de tres cuartos”, le dice la modista. La señora entiende que los “tres cuartos” son de «braza».
Va la señora a un almacén que, “por pura casualidad”, es de un paisa. Le pide a la empleada, que es rola, los tres cuartos de tela y, en ese momento, cae en la cuenta de que puede quedarse corta y cambia la orden por una «braza». La empleada toma la tela y mide un metro.
La señora le corrige: “Una braza”. La empleada, que no conoce esa medida, se va a pedir ayuda.
Salen hasta el pato y la gallina. El dueño le explica a la señora que ellos no tienen esas medidas en su “metro” (como él lo llama, porque esa cinta flexible mide metro y medio). Que, si lo desea, le vende un metro de tela.
Dos días después llama la modista para decirle a la señora que: “Faltó un pedacito”.
“Listo, ya se lo llevo”, responde la señora.
Por si acaso, la modista le dice: “Una cuarta”.
“Ya lo sabía, que iba a faltar tela. Como no saben de medidas…”, reniega la señora. Sale embejucada para el almacén, busca a la empleada y le dice que ya ve que tuvo que volver porque le faltó una cuarta de tela por su culpa. Le pide que le venda una cuarta de la misma tela.
La empleada toma la tela y su “metro” y mide 25 centímetros. La señora, que ya le ha puesto su ojímetro, le dice que ahora le va a vender de más.
Se arma una pequeña discusión porque la empleada cree que la señora se equivocó y quería decir “cuarto” cuando dijo «cuarta», y entonces trata de explicarle a la señora que ya midió con su metro el cuarto (25 cm).
“No”, le dice la señora, “que es una cuarta”. Nuevamente salen hasta el pato y la gallina con calculadora en mano para hacer cálculos astronómicos y poder calcular cuánto vale una cuarta de tela. Al fin le cortan la tela y le cobran con el ojómetro paisa, que siempre está terciado y por eso se ladea pa’ su lado.
Sale la señora del almacén, como buena cucuteña, toda arrecha, hablando pestes de los paisas porque siente que la tumbaron. Pero lo que más le arrecha es que le hicieron meter las patas porque: “Definitivamente, esos paisas y esos rolos deberían dejar de jodernos e irse a vender canastos al parque Berrío y a San Victorino. Porque, lo que es de medidas, no saben un carajo”.
(Cúcuta, marzo de 2006.) n
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POST-SCRIPTUM (1). Hablando de medidas precisas, en su noticiero del mediodía del miércoles 28 de marzo de 2006, el canal RCN informó que: “El próximo 12 de mayo pasarán «cerca» de la Tierra 7 mini-cometas, «apenas» a 3’000.000 de años-luz”. Y en el de la noche de ese mismo día, el mismo canal informó que: “El próximo 12 de mayo pasarán cerca de la Tierra 7’000.000 de mini-cometas, apenas a 3 años-luz”. (¿Más precisión pa’ onde?)n
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POST-SCRIPTUM (2). Para que este artículo no quedara muy largo, omití un glosario de nuestro precioso y preciso “Sistema Municipal de Medidas”. Pero se los prometo para la próxima edición (la N° 60) de Occidente Universitario.
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¿Cuatro años más de lo mismo?
JOSÉ RICARDO CASTILLO CASTILLO,
profesor Titular emérito de la UFPS.
En la noche del domingo 12 de marzo del 2006 vi en la televisión caras de satisfacción por el triunfo de las listas uribistas. Entre ellas, la de Chucky, el angelical, jactándose del arrollador triunfo de su partido de la U, y las de los respectivos jefes de los partidos Conservador, Cambio Radical y Colombia Democrática.
A la felicidad de Chucky, Carlos Holguín, Germán Vargas y Mario Uribe se unió la de Guillermo Vélez, Fernando Cepeda, Obdulio Gaviria, La Gata y su “gatito”, la banca, la industria, los ganaderos, los terratenientes, los ricos y quienes, de agache, manejan la cosa nuestra que hace florecer los billetes, la política y la prosperidad de la clase emergente, que se reparte las tajadas del ponqué uribista.
Pero don Casimiro Flórez, que llegó a viejo creyendo en el milagro de la política y no logró una pensión porque lo echaron del trabajo cuando el gobierno privatizó la empresa en la que era obrero, está enfermo, sin trabajo, sin casa, pobre, flaco y resollón. Sin embargo, es un uribista hasta los testículos, aunque ya casi no ve porque, como no tienen seguridad social por lo desempleado, ni siquiera puede aspirar a la receta de unas lentes.
Por eso no entiendo cómo un pobre hace de idiota útil votando por los dueños del país, quienes, pasadas las elecciones, los olvidan y desatan una avalancha de impuestos, recortes a la inversión social, mentiras, desempleo, violencia, corrupción, politiquería. En donde los congresistas se auto-alzan sus sueldos muy por encima de la inflación.
En otros cuatro años, Colombia cosechará de lo mismo: generales tratados por el sargento Uribe como empleadas del servicio doméstico, embajadas para los politiqueros y sus pichones, abuso de poder, corrupción rampante, y el TLC haciendo estragos. Los uribistas llenarán sus arcas, pero los pobres cada día serán más pobres, como el ingenuo de don Casimiro, que tiene una fe profunda en que esta vez sí será su turno.
Entonces que vaya haciendo cursos de faquir, de maromero y de supervivencia. De faquir, por la mayor hambre que va a aguantar. De maromero, para que haga musarañas en los semáforos a cambio de cualquier moneda. Y de supervivencia, para cuando la tenaza de la “seguridad democrática” caiga sobre los humildes. Porque si está esperanzado en la sensibilidad social de Uribe, no es sino que mire el atraso de Colombia en los últimos cuatro años y cómo ha tratado con su “bondad” a los uniformados, congresistas y poderosos que han caído al foso de la desdicha del secuestro y han muerto allá, en la selva, esperanzados en la “seguridad democrática” y en el “corazón grande”.
Como están las cosas, parece que Álvaro Uribe ganará la elección presidencial en primera vuelta. Claro que: “En la puerta del horno se quema el pan”. O se puede quemar, pues recuerden la historia del famoso trasatlántico Titanic, del que sus orgullosos constructores y sus arrogantes dueños decían que: “Ni Dios lo hunde”. Sin embargo, en su viaje inaugural se le atravesó un iceberg que lo partió y lo mandó a las profundidades del océano con el estado mayor de su tripulación, con la orquesta que animaba la francachela de los potentados, y con muchos de los arribistas que se subieron a ese “barco de la victoria”.
En principio, es difícil que a Uribe le ocurra lo del Titanic. Aunque, como en el mundo estamos, los planes los hace el hombre y Dios los frustra o los permite. Como castigo o premio porque, como decían nuestras nonas: “Dios no castiga con palo ni con rejo”. Luego, ¿permitirá “el Dios de Colombia” otros cuatro años de ganancias exageradas del especulador sistema financiero, y de castigo para las clases baja y media de este “país del Sagrado Corazón”?
De los 26 millones de personas que pueden votar en Colombia, el pasado 12 de marzo sólo votaron 12 millones: el 46%. Luego hubo una abstención de 54%. Es decir, que 14 millones no ejercieron el derecho al voto.
De los 12 millones de colombianos que votaron, sólo 6 millones lo hicieron por las listas uribistas. Si a los 14 millones que no votaron se le suman los 6 millones que no lo hicieron por Uribe, dan 20 millones de votos que están ahí. Como el mar y el iceberg para el Titanic. ¿Serán, esos 20 millones, un iceberg?
En el fútbol, los partidos se ganan o se pierden en la cancha, y jugando los 90 minutos reglamentarios más los del extratiempo. Y casos se han visto: que en el último segundo se pierde lo que se consideraba como “pan comido”.
Algunos uribistas recalcitrantes (y perdonen el pleonasmo) afirman que esos 20 millones de votos potenciales también son de Uribe. Que los 14 millones de abstencionistas no votaron por él en las pasadas elecciones, porque consideraron que ganaría sobrado. Que porque Uribe es como un equipo de “jerarquía”, que arrasa con la sola banca a sus adversarios, y que ahí tiene 14 millones en la banca esperando la orden de su “iluminado” director técnico. ¿Será verdad tanta bellezura… o le pasará lo que le está pasando al equipo de mayor “jerarquía” mundial, el Real Madrid?
De los 20 millones de votos potenciales que están sobre la mesa, o como el iceberg sobre las gélidas aguas del mar, 8 millones pertenecen a las clases medias y 12 millones a las clases bajas. Porque las clases altas ya restearon sus 6 millones de votos, que son la suma de los del establecimiento y de los ingenuos de las clases bajas. De ahí que, con sus 6 millones y por arte del “umbral” y de la “cifra repartidora”, los uribistas obtuvieron el 70% de las curules, mientras la oposición obtuvo el 30% de ellas.
Desafortunadamente, sobre las clases media y baja es que se ha descargado la furia de la administración uribista. Una administración excluyente contra los pobres: cierra empresas, privatiza servicios públicos, recorta salarios, suprime empleos (fomentando el desempleo), acrecienta el hambre y la miseria, por lo cual la supervivencia legal es imposible. Por eso, la delincuencia, los ejércitos ilegales, la prostitución, la droga y la descomposición social, que son empleos tan peligrosos que producen muerte, cárcel, ignominia y extradición, se convierten en la ocupación obligada de esos 20 millones de colombianos excluidos del acceso a la salud, a la educación y, en pocas palabras, de la vida digna.
Los que manejan el poder se enriquecen creando exclusiones contra los pobres. Pero esos 14 millones de abstencionistas están ahí, como sin darse cuenta de que sus votos tienen el poder para impedir que esa horrible noche de desesperanza se alargue todavía más. Porque Colombia acepta con resignación, y hasta con alegría, ese destino infame. Como escribiera Gabriela Mistral: “Es un silencio parecido a la estupidez”. ¿Será porque, como dijo alguien: “Los esclavos adoran las cadenas”?
Claro que, según don Rodolfo Hogares, Colombia va a ser el paraíso terrenal, gracias al TLC. Que porque los gringos nos mandarán, entre otros, los cuartos traseros de los pollos y la ropita a muy bajo precio. Todo porque los tales cuartos traseros son desechos para los gringos, y la ropa son los chiros que antes tiraban a la basura.
Así que ahora los transvestidos se darán el lujo de colocarse los pantaloncillos empedados, y con encajes de pantaletas, que se debieron poner los dos supermachos que interpretaron “con propiedad” (como dice el doctor Carbuco) a los dos vaqueros maricas de El secreto de la montaña. Los arribistas se podrán poner las medias empecuecadas que deseche don Jorge Arbusto, cuando dé por terminada cada una de sus muy seguidas y prolongadas vacaciones en su latifundio en Texas. Y las arribistas se podrán dar el lujo de “estrenar” el brasier ensobaquinado que doña Condolencia Arroz enviará a nuestro Tercer Mundo, cada vez que se estrene otro. Lo que significa, dirán los áulicos de Alvarito, que tampoco es que su mesías no haga nada por los zarrapastrosos.
Claro está que esta alegría durará poco, porque ya el ministro de Hacienda amenazó con colocarle IVA al amor, de modo que por cada “cuarto trasero” o delantero de motel que se use se pagará un “peaje”. Y dizque la DIAN va a llevar un estricto control de cada casucha o casa, de modo que todo excedente sea decomisado o pague impuesto.
Cómo será, que don Casimiro Flórez está muy preocupado porque le van a boletear el único polvito que, a su edad, se le anima al año. Y eso, con la guaricha descotada y en minifalda que se lo motiva. Porque, si es por y con la legítima, nada de motivación y, por lo tanto, de ganitas: ¡nada!
Pero, don Casimiro: ¿quién lo mandó a elegir como congresistas a esos cafres que sí pueden pagar “peaje” por la subidita y la bajadita, cuando los motiva el sexo opuesto... o el mismo sexo, porque, para ellos: “Entre gustos no hay disgustos” y “En la variedad está el placer”?
Claro, don Casimiro, que nunca es tarde para aprender a no ser tan toche (o “pingo”, porque usted nació en la llamada “ciudad bonita”), eligiendo sátrapas.
(Entregado: martes 21 de marzo del 2006)
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Bueno, ¡a esmochar prepucios!
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
Por allá cerca de donde estuvo la Torre de Babel hubo un pueblito llamado Ur, que sale mucho en los crucigramas. Allí vivió un viejito llamado Tera, de quien pocos se acuerdan que fue el papá de Abraham y el abuelo de Lot, a su vez sobrino de Abraham y cuya mujer, Edit, se convirtió en estatua de sal, por curiosa (o por chismosa).
Un día Tera se levantó muy triste por la situación económica en que estaba, y le dijo a Abraham y a Lot: “La vaina por aquí está jodida: no hay trabajo, y lo mejor es que cojamos los bártulos y las mujeres y nos vayamos a otra parte a buscar coloca”. Y dicho y hecho: recogieron los pocos corotos que tenían y se declararon “desplazados por la pobreza”.
Llevaban muchos días patoniando con dificultad, porque los cuchos no le podían coger el paso a la chamería, cuando Dios se le apareció a la caravana y le dijo a Abraham:
“No se preocupe que los llevaré a Canán, una tierra grande y fértil, a la que protegeré de que la incoren. Además, lo voy a hacer padre de un gran pueblo y su descendencia será más numerosa que las pulgas de Pamplona”.
Abraham tomó lo de “descendencia” como chiste porque Sara, su mujer, tenía la menopausia y no le había dado un hijo, a pesar de que el ñongo-ñongo lo hicieron de una forma y otra. Y a un día de llegar a Egipto, Abraham le dijo a Sara:
“Ala, mija: aunque tú estás jechona, todavía atraes. Y como los egipcios son muy enamorados y muy jodidos, seguro te echarán los perros. Así que ante esos toches serás mi hermana, porque todo enamorado quiere congraciarse con el cuñado.
Al pasar la oficina de inmigración de allá, un propio fue a informarle al faraón que habían ingresado unos desplazados de no sé qué vaina, comandados por un gran patriarca que tenía una hermana no tan joven pero buenísima.
Ya en la capital, los manes egipcios comenzaron a cortejar a Sara quien, para contenerlos, les decía que Abraham, su hermano, no le aceptaba pretendiente que no tuviera linaje y planes de desposarla. Y que era tan arrecho pa’ las trompadas, que tenía multadas las dos manos. Al rato apareció un pregonero que leyó un edicto del faraón, disponiendo la mejor atención a los forasteros y no cortejar a Sara.
Tras eso, el faraón se puso a tratar de seducir a Sara, y Abraham se hizo el toche fingiendo alegría porque sus sobrinos serían príncipes, pero por debajo de cuerda le pidió a Dios que le echara plagas, pestes y desastres a los egipcios.
Un día, mamado de las desgracias, el faraón consultó a su brujo de cabecera, quien miró su bola de cristal y dijo: “Mi señor: esa viejota que usted corteja no es la hermana sino la mujer del patriarca de esa chusma. Y las desgracias que nos asolean nos las echó el Dios de ellos, por el acoso de mi señor”. Inmediatamente el faraón ordenó que los expulsaran.
Ya en Canán, las huestes de Abraham comenzaron a joder a Lot, y las de éste a aquél. Para acabar el zafarrancho, Abraham partió la marrana: él y sus huestes se quedarían ahí, y Lot y su guacherna se irían para el otro lado, que son las vegas del río Jordán, donde están hoy los palestinos.
Lo arrecho después fue que pasaron los años y nada de la descendencia prometida. Hasta que un día Abraham, ya con 99 años (y Sara con 80), se le quejó al patrón: “Señor: hace un jurgo usted me prometió descendencia y, hasta el sol de hoy... ni que usted fuera politiquero y yo, elector.
“Tranquilo, viejito chinvengüenchón —le dijo Dios—, que esta noche su cucha le dará un sorpresonón”.
Esa noche Abraham casi no durmió esperando que su anciana esposa pariera, de milagro, un chino. En la madrugada lo mamó la espera y quedó fundido. Cuando empezó a roncar, Sara lo despertó y le dijo: “Mijo: te autorizo a gatiarle a nuestra sirvienta Agar. La chinita esa a la que se lo piden todos los mozalbetes, dizque porque está muy buena.
¿Y cómo no va a querer el gato que lo amarren con longanizas? Así que Abraham cogió p’al cuarto de la guaricha, le echó el cuento y ella, ni corta ni perezosa, le cogió la caña. Y cómo estaría de buena, que Abraham no necesitó Viagra para lucirse. Es más: le salió a Sara con que la única forma de saber si la chinita no era estéril, era continuar con el ñongo-ñongo. “Si dentro de 9 meses, mija, nada que cuaja la guaricha esa, la mando al diablo”.
A los 2 meses, a Agar se le notó crecida la barriguita. A los 6 meses, se puso insoportable con Abraham: que tenía antojos de comer rampuche (o panche o cabrito); que no pariría con médico general en EPS, sino en una clínica privada y atendida por especialista gineco-obstectra.
“Ala, mija —le dijo Abraham a Sara—: uno le da la mano a las sirvientas, y las indias esas le cogen a uno el codo. Haga lo que sea con la india Agar pero quítemela de encima, que me tiene requetemamao”. Sara le cogió entonces ojeriza a Agar: sin consideración por el embarazo, le ponía un oficio y otro y otro, la mechoneaba, le daba coscorrones.
Arrecha, Agar tomó las de Villadiego. Pero por allá en el desierto se le apareció Dios y le ordenó volver a casa de Abraham, donde le nació un chamo al que llamaron Ismael.
Tiempo después, Dios se le apareció a Abraham y le dijo:
—Voy a hacer que su mujer le dé un hijo, a condición de que usted y todos los hombres de su clan se circunciden.
—¿Y qué es esa vaina? —le preguntó Abraham.
—Pues muy sencillo: quitarle al pipí el gorro. Dolerá, claro; pero será poquito, porque es cirugía menor.
Abraham ordenó a todos los hombres circuncidarse, por disposición de Dios. Para eso utilizaron tijeras tabaqueras, a las que hervían antes para evitar que una infección les tumbara a pedazos el tomín, y remataban poniéndole un pedacito de telaraña a la cabeza del “atributo”, que quedaba hecho un caballero: con la cabeza descubierta ante la contraparte femenina, en esos momentos llamados íntimos.
Como los manes cumplieron la primera cláusula, Dios cumplió la segunda de ese trato: a la octogenaria Sara le nació un chamo, al que llamaron Isaac.
Ismael fue el origen de los ismaelitas, que son los árabes de hoy, dueños del petróleo. Isaac fue el origen de los judíos de hoy, que optaron por circundar a los hombres recién nacieran, para no obstruir el goce del ñongo-ñongo.
Y ustedes saben qué le pasó a Isaaccito: que su papá casi lo ejecuta e incinera, para probarle su obediencia a Dios.
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Tocheario
JUAN CARVAJAL FRANKLIN.
La nueva edición del Diccionario de la Real Academia Española, DRAE, no ofrece variaciones a las acepciones tochedad, tocho (tocha), tochuelo (tochuela) y tochura, ya presentes en viejas ediciones e incluso en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), de Sebastián de Covarrubias, el cual, tras informarnos que tocho “está corrompido de tosco, que vale grosero, o de choto, traspuestas las sílabas, que vale tanto como mamón”, nos regala el donaire “tochedad” y su afín menos gracioso: “grossería”.
Siguiendo la docta tradición del Diccionario de Autoridades (1737), la Enciclopedia del Idioma, de Martín Alonso, propone, sin asomo de chacota, los conceptos asociados: tochada, tochazo, tochear y tochera, donde “tochada” vale por necedad, “tochazo” es el golpe dado con el tocho, y “tochera”, el estado del que tochea. En cuanto al verbo intransitivo “tochear”, don Martín (o don Alonso) nos invita a conjugarlo con pulcritud y con gracia, a la manera de tontear (tocheo, tocheas, tochea), registrando también su historial de uso en Santander (Cantabria), Álava (País Vasco) y Jaca (Huesca), desde el siglo XVII al XX, etcétera.
Y no hay que dejar en el tintero el método isidoriano, como medio bueno y auténtico de corretear tras el motivo de las denominaciones (etymologia est origo vocabulorum). En su monumental Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980), Joan Corominas pone en consideración la posibilidad de que tocho (tocha) y tochón sean el resultado de juguetonas uniones entre: tonto (tonta, tontón) y chocho (chocha, chochón), por lo que nada nos cuesta colegir las motivaciones de su parienta, la muy hispánica “gilipollas”, resultado de uniones cachondillas entre: gilí (tonto) y polla (pene).
Llegados al punto G o punto de caramelo de nuestro tocheario, y a propósito de su filiación venérea y castellana, cabe señalar del autor del Diccionario secreto y de la Enciclopedia del erotismo, el premio Nobel, Camilo José Cela, una de las bases de su preceptiva léxica escasamente pudibunda: “Con no poca frecuencia se plantea el tema de las voces válidas y no válidas, de las palabras pronunciables e impronunciables; artificiosa clasificación que repugna al buen sentido y atenta, cuando menos, al histórico espíritu de la lengua.” Para ilustrar esta afirmación, Cela recoge un refrán aleccionador atribuido a una abadesa que quería desterrar del rezo lo que no le sonaba bien:
—No digáis Domine meo, que es termino feo; decid mejor Domine orino, que es término más fino.
Eufemismos aparte, la flexible y utilísima palabra que nombra a los de la ciudad donde el azul es azul, el árbol colorado es la tierra caliente y ninguna cosa tiene simulacro ni duda, ha de ser fomentada, dignificada y puesta en razón en toda su dimensión y posibilidad expresiva, de manera que forme parte de lo más mimado y señero de su patrimonio de identidad, y a una distancia prudente de la indecente elegancia de los “bienhablados” y los que fingen.
A tochear, pues.
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INDICATIVO
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[Para Andrés]
Bello: Presente Bello: Antepresente
[Para la]
RAE: Presente RAE: Pret. perf. Comp.
Tocheo he tocheado
Tocheas has tocheado
Tochea ha tocheado
Tocheamos hemos tocheado
Tocheáis habéis tocheado
Tochean han tocheado
Bello: Copretérito Bello: Antecopretérito
RAE: Pretérito imperf. RAE: Pret. pluscuamp.
Tocheaba había tocheado
Tocheabas habías tocheado
Tocheaba había tocheado
Tocheábamos habíamos tocheado
Tocheábais habíais tocheado
Tocheaban habían tocheado
Bello: Pretérito Bello: Antepretérito
RAE: Pret. perf. Simple RAE: Pret. anterior
Tocheé hube tocheado
Toheaste hubiste tocheado
Tocheó hubo tocheado
Tocheamos hubimos tocheado
Tocheásteis hubisteis tocheado
Tochearon hubieron tocheado
Bello: Futuro Bello: Antefuturo
RAE: Futuro RAE: Futuro perf.
Tochearé habré tocheado
Tochearás habrás tocheado
Tocheará habrá tocheado
Tochearemos habremos tocheado
Tochearéis habréis tocheado
Tochearán habrán tocheado
Bello: Pospretérito Bello: Antepospretérito
RAE: Condicional RAE: Condicional perf.
Tochearía habría tocheado
Tochearías habrías tocheado
Tochearía habría tocheado
Tochearíamos habríamos tocheado
Tochearíais habríais tocheado
Tochearían habrían tocheado
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SUBJUNTIVO
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Bello: Presente Bello: Antepresente
RAE: Presente RAE: Pret. perf.
Tochee haya tocheado
Tochees hayas tocheado
Tochee haya tocheado
Tocheemos hayamos tocheado
Tochéeis hayáis tocheado
Tocheen hayan tocheado
Bello: Pretérito Bello: Antepretérito
RAE: Pret. imperf. RAE: Pret. pluscuamp.
Tocheara hubiera
o tochease o hubiese tocheado
Tochearas hubieras
o tocheases o hubieses tocheado
Tocheara hubiera
o tochease o hubiese tocheado
Tocheáramos hubiéramos
o tocheásemos o hubiésemos tocheado
Tochearais hubierais
o tocheaseis o hubieseis tocheado
Tochearan hubieran
o tocheasen o hubiesen tocheado
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IMPERATIVO
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PRESENTE
Tochea tú
Tochee él
Tocheemos nosotros
Tochead vosotros
Tocheen ellos
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FORMAS NO PERSONALES
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INFINITIVO INFINITIVO COMPUESTO
Tochear haber tocheado
GERUNDIO
Tocheando habiendo tocheado
PARTICIPIO
Tocheado
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NOTA DEL DIRECTOR
A las 12:30 horas del viernes 24 de febrero de este año, el Director se instaló en una de las rústicas mesas de una tienda («tiendita», si se quiere) ubicada en la esquina oriental del cruce de la calle 5ª con avenida 5ª-Este. Pidió una Polar y se puso a revisar un texto que le habían entregado para la edición N° 58 de Occidente.
En algún momento el Director se pilló que en otra mesa, al fondo, había un congénere escribiendo en un cuaderno y con un Águila en la mesa. De pronto este vecino fue hasta la mesa del Director con un pequeño libro rojo, y le preguntó: «¿Usted no se acuerda de mí, profesor?».
A pesar de la memoria deplorable que tiene el Director, éste instintivamente le preguntó si no era Juan Carlos, el hijo del profesor de Literatura, don Gustavo Carvajal. Respondió que sí, y agregó: «Usted fue mi profesor de Matemáticas en 5° y 6° Técnico», y señaló hacia el suroccidente, pues, en línea recta, tal colegio está a una cuadra de la tienda.
Luego agregó: «Le quiero obsequiar este libro mío, profesor», tras lo cual garrapateó una dedicatoria y se lo dio al Director. Tal pequeño libro rojo tiene por título: De la Musa Mercenaria & Co.
A eso de las 12:20 horas del viernes 10 de marzo, en cuya mañana se difundió la edición N° 58 de Occidente, el Director llegó a la misma tienda y encontró ahí a Juan Carlos, escribiendo, y le obsequió a éste un ejemplar de la edición.
A eso de la una de la tarde del jueves 30 de marzo el Director fue a la misma tienda y encontró ahí a Juan Carlos quien, yendo de salida, se detuvo y preguntó si le publicaría un artículo en la edición N° 59 de Occidente. El Director le respondió que desde luego, y Juan Carlos le dijo que si iba a esa tienda el día siguiente a eso de las ocho de la noche, le entregaría el artículo grabado en disco, como lo había condicionado el Director.
Y obvio que uno y otro llegó puntual a dicha cita.
(Dicha tienda fue descubierta hace un año por los profesores chamos de Electrónica, quienes, tal vez porque la dueña no le ha puesto nombre, la denominaron: El Bunker. Y obvio que lo malo de ese nombre es que, poco después, sobre la Autopista Internacional, al norte de su cruce con el llamado «Anillo Vial», inauguraron un «culiadero» al cual le pusieron ese mismo nombre.)
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Cómo administrar
o solucionar conflictos
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
Una vez más traigo a colación al insigne escritor Paulo Coelho, a quien no me cansó de recomendar. Como les decía en el artículo “Anécdotas que hacen pensar” (Occidente Universitario N° 42, del 13.12.2004), sus libros lo ponen a uno a pensar. Y estos son los libros buenos, pues muchas veces: o le cambian a uno la vida, o le hacen a ver las cosas como uno no había podido o no había querido verlas. En esta ocasión les presento cuatro fragmentos de sus libros, ilustrativos de cómo administrar o solucionar conflictos.
LA CAMPESINA Y EL EMPERADOR
El emperador de Akbar interrumpió su cacería en el bosque y se arrodilló a hacer las oraciones de la tarde. En aquel momento una campesina, que corría desesperada por el bosque en busca de su marido, tropezó con el emperador arrodillado.
Sin ofrecer disculpas, siguió adelante. El emperador de Akbar se quedó contrariado; pero, como buen musulmán, no interrumpió la oración que estaba haciendo.
Media hora después, la campesina volvía contenta junto con su marido, cuando fue apresada y llevada a Akbar.
—¡Explícame tu irrespetuoso comportamiento, o serás condenada a muerte! —le bramó el emperador.
—Pensaba tan intensamente en mi marido, que no vi nada. Pero Su Alteza pensaba en alguien mucho más importante que mi marido. Luego, ¿cómo pudo verme?
El soberano no respondió nada. Y más tarde confió a sus amigos que una simple campesina le había enseñado el valor de la oración.
EL MIRLO Y LAS OTRAS AVES
Un viejo mirlo encontró una miga de pan, y salió volando con ella. Al verlo, los pájaros más jóvenes corrieron a atacarlo.
Frente al inminente combate, el mirlo tiró la miga de pan a la boca de una serpiente, pensando:
“Cuando se es viejo, se ve la vida de otra forma: perdí mi alimento, es verdad, pero puedo encontrar otra miga de pan mañana. Sin embargo, si hubiera insistido en cargar con ella, habría desatado una guerra en el cielo; el vencedor despertaría envidia, los otros se armarían para combatirlo, el odio llenaría el corazón de los pájaros, y tal situación podría durar mucho tiempo”.
La sabiduría de la belleza consiste en saber cambiar las victorias inmediatas por las conquistas duraderas.
LA TRISTEZA DEL PADRE
Anthony de Mello cuenta la historia del rabino Abrahán, que vivió una vida ejemplar. Cuando murió, fue directamente al Paraíso y lo ángeles le dieron la bienvenida con cánticos de alabanza.
A pesar de ello, Abrahán permanecía distante y afligido, con la cabeza entre las manos y negándose a que lo consolaran. Finalmente, fue llevado ante el Todopoderoso y oyó una voz que, con infinita ternura, le preguntó:
—Mi adorado siervo: ¿qué amargura cargas en tu pecho?
—Soy indigno de los homenajes que estoy recibiendo —respondió el rabino—. Aunque me consideren un ejemplo para mi pueblo, debo de haber cometido un gran error: mi único hijo, a quien dediqué lo mejor de mis enseñanzas, ¡se volvió cristiano!
—No te sientas deprimido por ese tipo de conflictos —dijo la voz del Todopoderoso—. Yo también tuve un hijo único... ¡y él hizo lo mismo!
EL MOMENTO DE LA AURORA
Durante el Foro Económico de Davos, el premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, contó que un rabino reunió a sus discípulos y les preguntó:
—¿Cómo sabemos el momento exacto en que acaba la noche y empieza el día?
—Cuando, en la distancia, somos capaces de distinguir una oveja de un perro —dijo un niño.
—En realidad —dijo otro niño—, sabemos que ya es de día cuando podemos distinguir, en la distancia, un olivo de una higuera.
—No es una buena definición —les dijo el rabino.
—¿Cuál es la respuesta, entonces? —preguntaron los chicos. Y el rabino dijo:
—Cuando un extranjero se acerca, y nosotros lo confundimos con nuestro hermano; entonces los conflictos desaparecen. Ése es el momento en que acaba la noche y empieza el día.n
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NOTAS:
Por limitaciones pecuniarias, las ediciones
«en papel» de Occidente Universitario,
que se difunden completamente gratis, es
de 40 ejemplares, en promedio.
La edición 60 de Occidente Universitario
está prevista para el viernes 5 de mayo
del 2006.
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cucutanuestra@gmail.com