EDITORIAL (O ALGO ASÍ).
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Se oyen postulaciones
En su sesión de la mañana del pasado miércoles, el Consejo Electoral Universitario adoptó el calendario electoral para el primer semestre académico del presente año, el cual comienza en la fecha en que se difunde la presente edición de Occidente Universitario.
Así, entre otros, para el 15 de marzo previó la designación, por el sistema de cooptación, del representante de los ex rectores y del representante del sector productivo ante el Consejo Superior Universitario, uno y otro para un bienio.
Para el viernes 31 de marzo previó la elección directa del representante de los egresados ante el Consejo Superior Universitario, también para un bienio, y, a nivel gremial, ese día se elegirá la junta directiva de la Asociación de Profesores, cuyo período es de un año.
Y para el viernes 2 y el sábado 3 de junio previó las votaciones para la designación del rector y del decano de Ingeniería, uno y otro para un trienio.
Significa esto que, al término del primer trimestre calendario del presente año, estará renovada la tercera parte de la composición «potencial» del Consejo Superior Universitario, como quiera que este máximo órgano de Gobierno y de dirección tiene nueve integrantes con derecho a voto. Y se registra que «potencial» porque, desde hace rato —a lo mejor un año, o más de un año—, está vacante la representación del presidente de la República.
Y si hace un año, y más de un año, «Su Excelencia» estaba correteado cambiando votos por burocracia para que el Congreso aprobara la reelección inmediata del Presidente, ahora debe estar peor de correteado por su campaña reeleccionista desde Palacio. Y si a éso se le agrega La Gata que la semana pasada le surgió a los fondos de su campaña electoral del 2002 (que es el equivalente a El Elefante que le surgió al ex presidente Ernesto Samper Pizano por los fondos de su campaña electoral de 1994), pareciera entonces que «Su Excelencia» no tendrá tiempo de aquí a junio para llenar por designación la curul que tiene en nuestro Consejo Superior Universitario.
En todo caso, sea reiterar que al seno del Alma Mater habrá tres tipos de procesos para acceder a cargos de Gobierno o de dirección: una cooptación para designar al representante de ex rectores y al de los gremios; una elección directa para escoger al representante de egresados; y una elección indirecta para designar al rector y al decano de Ingeniería.
Y de esto último se ocupó el Editorial (o algo así) de la anterior edición de Occidente Universitario, en el cual se planteó que el aspirante a decano o a rector debe tener claridad conceptual sobre el carácter de «consulta» que tienen las votaciones que se convocan, con lo cual —se dijo— el candidato no gastará tanta plata organizándole al estudiante más de una «furrusca a bar abierto», y repartiéndoles camisetas, agendas y lapiceros, para conquistar su voto. Y sobre todo —también se dijo—, más de un suspicaz, en razón de lo modesto que es el sueldo de un profesor universitario, no tendrá que preguntarse por el origen (gatuno o paquidérmico) que tiene la plata que paga éso.
De otra parte, a finales del pasado año y a comienzo de este aparecieron en las paredes tres avisos promocionales, que se adivinan salidos de la misma impresora de la misma computadora, y los tres plantean que: Para que la U.F.P.S. cambie (…). Uno agrega que, para que cambie: Fulano como rector. Otro, que, para que cambie: Mengano como representante de egresados ante el Consejo Superior Universitario. Y el otro, que, para que cambie: Zutano como representante de ex rectores ante el Consejo Superior Universitario.
Ello sugeriría que la «Reforma Política» se está sintiendo en nuestros procesos de cooptación, elección indirecta y elección directa. No en cuanto al voto preferente y la cifra repartidora, pero sí en cuanto al sistema de bloques o de bancadas. Y si a nivel extra universitario la «Reforma Política» le demanda consistencia ideológica a la bancada, a nivel universitario le debe demandar, además de éso, uniformidad de arrestos.
Porque alguna vez Fulano se promocionó como precandidato a la Rectoría y, cuando llegó la hora de inscribirse, desistió y se inscribió como candidato a representante profesoral ante el Consejo Superior Universitario… y no ganó. Y alguna vez Mengano fue elegido representante profesoral ante el Consejo Superior Universitario, pero le dedicó muy poca lucha a la causa profesoral porque renunció para inscribirse como candidato a la Rectoría... y no lo hizo.
Y obvio que, en uno y otro caso, sus respectivos «hinchas» se lamentaron de que los hubieran dejado «con los crespos hechos». O algo así como con la piedra de nuestras nonas, cuando nuestros nonos volvían del monte «Sin el burro y sin la leña»
Tacañería y Etiqueta
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
¿Qué tenían en común Paul Getty, un magnate gringo, y Arsenio Pataquiva, un pordiosero boyacense? En que ambos eran unos miserables tacaños a morir.
PAUL GETTY fue una persona nacida y criada en la holgura, con unos padres que procuraron darle la mejor educación posible en su época. Tanto es así, que en 1916 se graduó con honores en la Universidad de Oxford. Desde entonces se vinculó con la industria petrolera, donde permaneció el resto de su vida. Comenzó en los mandos medios y, poco a poco, fue escalando posiciones y adquiriendo el conocimiento y los secretos de tan importante actividad.
Con la fortuna que heredó, fue haciendo inversiones en proyectos que él intuía que eran promisorios y, así, en forma silenciosa y segura, fue acumulando un capital que, para los años 60, superaba los mil millones de dólares. Todo un genio de la economía petrolera.
Pero a Getty no se le recuerda tanto por sus habilidades financieras, sino por su merecida fama de haber sido el hombre más tacaño de Estados Unidos. Las compras personales —alimentos, ropa, artículos de aseo— las hacía en tiendas de descuento, porque consideraba que los dueños de los almacenes de lujo eran unos ladrones, que querían quedarse con su dinero.
A los empleados domésticos los sometía a un régimen de control permanente. Sospechando que se tomaban la leche a escondidas, empleaba un lactodensímetro para medir la densidad de la leche y, de esa manera, darse cuenta si la estaban rindiendo con agua.
En su empresa, era la misma vaina: control y desconfianza con los subalternos. Nunca un reconocimiento con alguien, un detalle de galantería, una reunión de integración. “Fuera de que les doy trabajo, ¿también tengo que brindarlos?”, era una de sus quejas.
Daba cenas en su casa cuando existía la perspectiva de un negocio con los invitados. Obviamente, los brindis eran con champaña de imitación. Y para que no fueran a abusar con su teléfono, hizo instalar, en su mansión, un teléfono monedero. ¿Qué tal el botaratas?
Se casó 5 veces y no les dejó un dólar a ninguno de sus herederos. Toda la inmensa fortuna fue a parar a una fundación que él creo, que se encargaría de la construcción de un museo de arte y humanidades, hoy, el Getty Center, con un presupuesto 4 veces mayor que el del Museo Metropolitano de Nueva York. ¿Una generosidad tardía?
ARSENIO PATAQUIVA nació en Boyacá, en un pegujal de 3 vacas famélicas y 25 gallinas pestosas. Escasamente medio aprendió a leer y escribir, porque le tocó agarrar el azadón y ayudar en el surco. Nada de juegos, nada de dinero, nada de nada. Sólo coscorrones de sus hermanos mayores, lombrices en el buche y niguas en las patas. Cansado de tan maravillosa vida, a los 18 años de edad se enroló en el ejército para cumplir el servicio militar. Como sucede con muchos campesinos después de terminada la milicia, le pareció que la ciudad le ofrecía mejores posibilidades y se quedó definitivamente en Bogotá, para nunca más volver a su terruño.
Deambuló por distintas empresas y diferentes oficios, siempre con la misma desilusión: el ingreso monetario sólo le alcanzaba para medio sobrevivir. Pero tampoco quería regresar a su casa como un fracasado, así que intentó probar suerte como empresario privado: lotero, vendedor de semáforo, embolador. ¡ Menos! Cada día la cosa pintaba peor, y el hambre y la dejadez se notaban en su escuálida facha. Como quien dice, no levantaba ni polvo en el desierto.
Ya tenía 30 años y era un don nadie. Mechudo, ojeroso, vistiendo harapos y durmiendo en la calle, no le quedó más remedio que meterse al oficio más degradante para un ser humano, que goza de buena salud: ser pordiosero. Pero, oh sorpresa. La actividad tenía sus ventajas, tales como el horario flexible, el recorrido multicolor, la clientela variopinta y, la mejor de todas: al final de la jornada laboral, los réditos financieros los tenía en el bolsillo.
A medida que se adentró en el oficio, fue afinando las técnicas de marketing y captó, de inmediato, que pedirles dinero a los transeúntes no vale la pena, porque aceleran el paso y lo dejan a uno con la mano extendida. A los que hay que caerles es a los que están sentados en una cafetería, en un bar o en cualquier otro sitio de diversión, ya que con tal de quitarse de encima a esa monstruosidad que está al frente, se meten la mano al bolsillo y sueltan de una el billetico, y más si están acompañados por una hermosa dama, de esas que respingan la nariz y baten pestañas de fastidio.
Entre más se hundía en el albañal, Arsenio fue volviéndose más adicto a la tacañería, hasta caer en la peor de todas: ser tacaño con uno mismo. Dormía en un cambuche, rebuscaba sobras de los restaurantes, se vestía y calzaba con elementos comprados a los basuriegos. Pero, eso sí, guarde y guarde.
Pasaron los años y, ya viejo y cansado, Arsenio Pataquiva no resistió tanta miseria y un día amaneció muerto en su covacha, solo y abandonado. Sin familia, sin amigos, sin dolientes. Cuando los vecinos dieron aviso a la policía para que investigara el origen del pésimo olor que emanaba de esa residencia, vieron con asombro que, además del fiambre, había un montonera de monedas y billetes, amén de unas libretas de ahorros y las escrituras de 4 propiedades, regadas por todo el piso. Las autoridades concluyeron que Arsenio quiso llevarse sus riquezas al otro mundo, pues así era de exagerada su avaricia y tacañería.
La tacañería es un problema de actitud personal, que ataca por igual a pobres y ricos, a viejos y jóvenes, a hombres y mujeres. La obsesión del tacaño es gastar la mínima cantidad de dinero, en cualquier actividad que se le presente. Todo le parece caro. Los demás son unos abusivos con su plata. Mira a los familiares y amistades con desconfianza, pensando que lo van a sablear y, antes de que lo saluden, suelta un preámbulo de “estoy hasta la coronilla de deudas”.
El tacaño justifica su proceder con el argumento de que hay que ahorrar para el mañana. Pero ese mañana él lo ve cada vez más lejano y así transcurre su existencia, privándose de los valores que hacen grata la razón de vivir: la generosidad, la solidaridad, la caridad.
Hay una clase de tacaños a los cuales les gusta la buena vida, siempre y cuando sea por cuenta de los demás, como es el caso de un ex presidente de este país, que tiene mucho dinero y nunca paga una cuenta, porque considera que es una ofensa para su dignidad, que alguien le arrime una factura de cobro. Y como tiene su combo de aduladores (“cuando él habla, pone a pensar al país”), éstos, muy solícitos, se encargan de esos menesteres mundanos.
Les encanta pedir rebaja por todo. Casi nunca compran en un almacén de cadena, porque allí los precios son fijos, a menos que se trate de una promoción de esas que llaman 3x2. Son tan inhumanos que le piden descuento a un pordiosero:
—Señor, por el amor de Dios, regáleme $200 para comprar un pan, que no he desayunado.
—Si me lo deja en $100, hasta se los doy —responde el tacaño.
Como es natural, la tacañería afecta las relaciones personales y sociales de un individuo, ya que tiene que ver con la imagen que uno irradia ante los demás, sobre todo en situaciones como estas:
LA INVITACIÓN
Nada qué ver con eventos comerciales ni institucionales, porque para éstos existe un presupuesto establecido. Hacemos referencia a los actos sociales como: bautismos, matrimonios, grados..., a los cuales somos INVITADOS. Los códigos de la etiqueta enseñan que, a toda invitación —verbal o escrita— se debe corresponder con un presente, adecuado para la ocasión. Tratar de goteriarse al anfitrión, es una patanería inaceptable en una persona decente. Nunca falta el pelo en la sopa, es decir, el tacaño que se aparece repartiendo saludos y abrazos, pero con las manos vacías. Y hasta con patos.
Estos personajes tienen una serie de justificaciones para comportarse de esa manera: “Como no pasaron tarjeta, no había que traer regalo”, “Qué mejor regalo que mi presencia”, “Cuando vaya a San Antonio, le traigo un detalle”. Y con ese cuentico bailan, comen y beben por cuenta del tanque. Y lo peor de la historia es que, por lo general, mantienen la chequera bastante gordita.
Cosa distinta es tener una consideración especial con aquellas personas que pasan por una situación económica difícil. En este caso, hay que aplicar aquella expresión de que: Darle al que no tiene, es un acto de generosidad. Darle al que tiene, es un acto de estupidez.
EL CONVIVIO
Son aquellas reuniones sociales en las que prima el interés de juntarse las personas para pasar un rato agradable: un paseo, un baile comercial, una cena en un restaurante... En este caso, no hay anfitriones ni invitados. Todos son CONVIDADOS, lo que significa, de acuerdo con la etiqueta, que cada uno o cada familia paga sus gastos correspondientes. Nada que serruchemos la cuenta entre unos cuantos pendejos. En esta clase de eventos, es bastante común que la tacañería corra por cuenta de las féminas sin parejo.
Cuando se aproxima el mesonero con la factura, ellas se van al tocador a peinarse el moño, haciendo tiempo para que los caballeros sean galantes con las damas; como quien dice, para ponerles la teja a los marranos de turno. Por eso soy partidario de la liberación femenina, porque nos exime a los hombres de pagarles la cuenta y de cargarles la maleta en los aeropuertos; menos a la tiniebla, ni más faltaba.
(Cúcuta, febrero de 2006.)
POST-SCRIPTUM. Las reuniones periódicas con los amigotes se rigen por dos normas de la etiqueta: todos somos invitados y convidados, al mismo tiempo; y todos nos soportamos la jodezón y la mamadera de gallo de los contertulios
Modismos Cucutoches (6):
Cúcuta destochada
CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
“TÚ la pronunciarás: es tu palabra: y tu palabra es la mía; palabra de honor: palabra de hombre: palabra de rueda: palabra de molino: imprecación, propósito, saludo, proyecto de vida, filiación, recuerdo, voz de los desamparados, liberación de los pobres, orden de los poderosos, invitación a la riña y al trabajo, epígrafe del amor, signo del nacimiento, amenaza y burla, verbo testigo, espada del valor, blasón de la raza, resumen de la historia: santo y seña de México: tu palabra: la chingada. Ella da la cara, ella juega el albur, ella arropa la reticencia y el doble juego, ella descubre la pendencia y el valor, ella embriaga, grita, sucumbe, vive en cada lecho, preside los fatos de la amistad, del odio, del poder. Nuestra palabra”.
(Fragmento de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.)
“Esa palabra es nuestro santo y seña”, dice Octavio Paz en su libro Laberinto de la soledad. El santo y seña del cucuteño también es una palabra que tiene la misma estructura de “la chingada”: la TOCHADA. Ella nos identifica en el panorama nacional y en algunas regiones de Venezuela y, como “chingada” para Artemio Cruz, para nosotros “tochada” es: sujeto, nombre, adverbio, adjetivo, verbo, antónimo, parónimo, demostrativo, diminutivo, aumentativo, vivo, pendejo, audaz, tonto, loco, cuerdo, saludo, despedida, ignorancia, duda, saber, lujuria y desencanto.
Pero, también, igual que “chingada” para Artemio Cruz, para nosotros “tochada” es: “misterio, engaño, nostalgia, mentira, lucha, sacrificio, terror sin nombre del origen, miedo al sol, miedo a la tormenta, miedo al eclipse, miedo al fuego, miedo al hambre, al desamparo, al futuro…,” ¿a cuál futuro? A un futuro cargado de frustración, de abusos, de engaños y desengaños.
Pero ante esta tragedia social que cada vez se agudiza más, nos refugiamos en la despreocupación del desamparado, en la algarabía del desahuciado, en la alegría de la tristeza, en el rebusque de la pobreza, en el límite de la frontera, en el contrabando de las migajas, en la mamadera de gallo de la desesperación, para mamarle gallo a la vida y cubrirlo todo con una palabra: TOCHADA.
Mientras tanto, Cúcuta ha sido y es explotada y saqueada por tirios y troyanos, alemanes e italianos, paisas y tolimenses, rolos y vallunos; y descuadernada por presidentes y congresistas, alcaldes y gobernadores, y por cuantas pelambres más hay.
Pero mientras tenemos nuestra segunda oportunidad sobre la tierra, dejémonos de lamentaciones y de llorar sobre la leche derramada y veamos la palabreja desde la óptica que la hemos visto siempre: la de la francachela y la alegría, con la que significamos todo aquello.
Guillermo Carrillo se me adelantó en este tema y en la edición 16 de Occidente Universitario (12 de junio de 2003) escribió algunas de las acepciones de la palabra, que le voy a tomar prestadas, complementadas con otras de mi cosecha, en un modelo de “diccionario para extranjeros”, que andaba buscando para exponer este tema de los modismos cucutoches.
ASOCIE CON: CUANDO ESCUCHE:
Accidente Quedó vuelto un toche
Accidente Se va a destochar
Adjetivo Un toche carro, una toche camisa
Atrevido Eso le pasa por toche
Bobo El muy toche
Carácter Es un pobre toche
Casanova Toche de oro
Complicado No le entendí un toche
Corra Destóchese para allá
Cosa Esa tochada
Desconocido ¿Quién toches es?
Desdén Déjese de tochadas
Despectivo Mire este toche
Despedida Esto… chao
Dirección ¿Y dónde toches queda?
Disimule Hágase el toche
Duda Era una tochada toda rara
Dulces Tochaditas
Educación Se portó como un gran toche
Escasez No hay un toche
Especulación ¿Y esta tochada qué es?
Exageración Se cayó de p’ atras y se partió el toche
Fullero Se cree la gran tochada
Gastronomía Vaya coma toche
Golpe Se dio un tochazo
Grande Un tochadota
Ignorancia No sabe un toche
Incredulidad No le creo un toche
Incrédulo ¿Sí?, tochito
Incrédulo No me crea tan retoche
Infidelidad Se lo comió con otro toche
Inservible Quedó destochado
Inútil No se haga el toche
Loco Está destochado
Mecánica Esta tochada no funciona
Mecánica ¿Cómo funciona esta tochada?
Medicina Ungüento... chazo
Mentiras Habla puras tochadas
Mudo No dijo un toche
Oír Oiga, toche
Oscuridad No se ve un toche
Pendejo No sea tan toche
Pene, pipí Toche
Pequeño Una tochadita así de grande
Perdido ¿De dónde toches lo sacó?
Perdido ¿Dónde toches estamos?
Profesión Quién sabe que toches hace
Propiedad Tochadas mías
Puñetazo Le dieron un tochazo
Rápido Salió destochado
Saludo ¿Y usted dónde toches andaba?
Superdotado Se manda… ¡un tochote!
Tacañería No gasta un toche
Tonto No sea toche
Tonto No se haga el toche
Tonto Hágase el toche
Turpial Toche
Ver Mire, toche
Vivo Hágase el tochecito
No pude averiguar mucho sobre los orígenes de la palabra. Es decir, cuándo, quién, por qué se empezó a usar en Cúcuta, que hasta los años 50 respiraba aires de grandeza y comodidad. Todo parece indicar que los personajes típicos de esa época empezaron a usar la palabra toche en una forma grotesca, asimilando turpial (pájaro) a “toche” y esta palabra a “pene”. Este es el significado que se le dio originalmente.
Después la usaron en forma despectiva, cargada de desprecio para llamar a las personas o nombrar algunas cosas. Muy probablemente como reflejo del desmoronamiento económico que empezaba a verse, después del auge que había tenido la ciudad, con este significado se extendió su uso con personas que laboran en la calle: emboladores, vendedores ambulantes, loteros, y de allí se extendió a la barriada cucuteña.
De modo que su origen viene de “la raza”, del pueblo-pueblo, con un significado muy despectivo, con mucho desprecio, cargado de sentimientos de rabia, de odio, de desprecio, de rencor, de frustración, de resentimiento. Nadie pronuncia esa palabra para significar alegría, gusto, deseo, ganas, porque cuando se pronuncia, siempre se hace con rabia, con desprecio y en algunas situaciones, con burla.
La sociedad actual la sigue entendiendo con el significado original y, debido a que éste es vulgar, rechaza la palabra y sus expresiones, aunque ahora son del lenguaje común de la ciudad. Como queda dicho, su significado es despectivo, de desprecio y de burla. Veamos algunos ejemplos:
Reemplaza al sustantivo nada, en frases negativas y con todos los verbos: No dijo un toche, no trajo un toche, no encontró un toche…
Lo mismo ocurre con frases interrogativas: ¿Qué toches dijo?; ¿qué toches pidió?; ¿qué toches trajo?..
Siempre en forma despectiva y despreciativa, se usa con adverbios: ¿Dónde toches está?; ¿De dónde toches viene?; ¿Para dónde toches va?; ¿Cómo toches es?; ¡Más toche que..!; ¡Tan toche!..
Con el pronombre impersonal quién: ¿Quién toches era?; ¿Quién toches llamó?; ¿Quién toches llegó?..
Como adjetivo, para menospreciar el sujeto de la oración: Un toche carro; Una toche camisa; Una toche fiesta…
Como sujeto de la oración que reemplaza a otros: Es un pobre toche; Quedó vuelto un toche; Hágase el toche; El toche este; Este toche…
Como sustantivo que reemplaza otros más despectivos y más vulgares aún, (cada cual los interpreta a su manera): Es un pobre toche; Grandísimo toche; Vaya coma toche…
Los cambios sociales que se han dado después de los años 60, como fue el acceso a la educación superior, hizo que los hijos del pueblo llegaran a ser profesionales, cosa que no ocurría antes. Esto llevó la palabra a estratos sociales más altos y se acuñaron nuevas acepciones: tochada y destochado.
Pero, además, ahora empezó a usarse en son de broma, con la mamadera de gallo que cubre las apariencias de todo aquello que significa. Así, ahora, con una sonrisa en los labios o con una carcajada sonora se dice: es un pobre toche, no sabe un toche, déjese de tochadas, está destochado…
La palabra “tochada” casi siempre se usa como sustantivo. Reemplaza a los genéricos: cosa, asunto, tema: Una tochada toda rara; ¿Esa tochada qué es?; Esta tochada no funciona. ¿De qué tochada está hablando?.. Como simple sustantivo: Habla puras tochadas; Mire esa tochada…
La palabra “destochado” tiene otras acepciones. Como sustantivo: Está destochado (loco). Como adjetivo: Quedó destochado (inservible). Como adverbio: Salió destochado (rápido o rápidamente). Como verbo: Destóchese (corra) para allá; Se va a destochar (matar).
Otras acepciones también son usadas. Como aumentativo: Tochazo, tochote, tochonón. Como diminutivo: tochecito, tochito. Y como la palabreja sigue subiendo de estatus social, en la zona turística de Chinácota hay una tienda de dulces criollos de la región a la que le pusieron el dulce nombre de “Tochaditas”.
Y termino con una copla oída al director de Occidente Universitario, quien dice que la “declamaban” los bolañeros de Sevilla (el barrio cucuteño en que nació):
El que nació para vivir pelado,
aunque trabaje día y noche,
vivirá pelado
como la cabez’el toche.
Conversatorio en el paraíso
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
NOTA DEL DIRECTOR
El artículo Pandora, la causa de todos los males, que aparece en el segundo libro de cuentos de Ricardo García Ramírez (Escritos de la hora nona), editado en diciembre del 2005, tiene esta Introducción que identifica la fuente de sus cuentos mitológicos y bíblicos:
«En las vacaciones de diciembre del 2004 me di un banquete literario, pues por fin pude leer (los) grandiosos libros de Roberto Cadavid Misas, de Editorial Intermedio, que publica la Biblioteca Argos. Argos fue el seudónimo que utilizó Roberto Cadavid en su columna diaria “Gazapera” del entonces diario El Espectador (hoy es semanario), y cada libro de dicha Biblioteca es la compilación de alguno de los temas que dominicalmente desarrolló Argos en dicha “Gazapera”.
»Por mi juvenil formación sacerdotal, yo creía que los textos bíblicos y mitológicos eran serios, por no decir “ladrilludos”. Pero al leer a ese ingeniero civil, entendí que la mitología y la religión también admiten ese toque de humor que tan bien manejó Argos y que muestran el conocimiento que tuvo del español y de todas las rendijas del idioma.
»Fue un placer leer sus cuatro libros. Y como me gusta compartir lo que aprendo —tal vez por haber sido docente media vida— voy a escribir algunos artículos cuya fuente única será Argos. Cambiando, claro, expresiones, refranes, dichos y palabras de la jerga paisa de Argos por las que en Cúcuta tenemos (el orden y la fecha de publicación de esos artículos lo decidirá el director de Occidente Universitario).
»Para iniciar, veamos cómo Argos nos habla de Pandora, que nosotros medio conocemos.»
Pues bien: el que sigue es otro de esos artículos que prometió escribir Ricardo, con base en dicha fuente.
Pasó por el frente de una zapatería una mujer empingorotada, contoneándose mucho y dejando una estela de perfume. Al verla, el zapatero corrió hacía la puerta para observar a esa vieja tan provocativa. Cuando sus vistosas tetas y su llamativo culo se perdían a lo lejos, regresó al zapato que arreglaba y pensó: “Quien las ve tan pizpiretas, y están en este mundo porque nosotros lo quisimos”.
Según el zapatero, la mujer está en este mundo porque los hombres le dijimos a Dios que la hiciera. Porque Él como que no pensó en ellas, ya que el mundo inicialmente estuvo hecho para funcionar sólo con varones. Pero Adán, de puro majadero, se sintió agüevado por estar solo, y cometió el error de decirle al “jefe” que le hiciera a alguien parecido a él pero diferente por delante, del pecho a la entrepierna, para que le hiciera compañía, le abrigara las paticas en invierno, le lavara el guayuco y le hiciera algo de comer, distinto a lo que había en el Edén. Y vaya la bobadita que le dieron.
No sé qué le paso a Adán, pues era el mayordomo de la única finca que había en esa época.
Por ahí cada 15 días bajaba Dios a echarle un vistazo a la finca y a medio pedirle cuentas a Adán. Venía a caballo y lo acompañaba un ángel que le abría las puertas del paraíso y le espantaba las culebras. El ángel traía unos costalados de sal y un insecticida en aerosol, pues de éso no había allí.
Junto con Adán, Dios y el ángel recorrían los potreros, los sembrados y se aseguraban de que los animales no tuvieran nuches. Y cuando terminaban estas faenas de inspección, se echaban su chapuzón en el río Éufrates, luego una siesta y, cuando caía el sol, Dios y el ángel se devolvían para el cielo.
Un día de tantos, cuando Dios se iba a ir, Adán le dijo:
—Oiga, jefe: quiero decirle una vaina, pero no se vaya a embejucar. Claro que a mí me da mucha pena pedirle lo que le voy a pedir, pero... ¡qué carajo! ¿Para qué es la amistad?
—No me venga a decir que le pague por cuidar la finca —le dijo Dios—, porque la vaina está muy mala: la organizada de la finca me dejó sin cinco. Claro que si la producción mejora, le daría algo. Pero por ahora, ¡nanay, cucas!
—No, Señor; no es éso. Lo que pasa es que… —titubeó Adán—. Bueno, lo que pasa es que...
—Dígalo rápido, que ya me voy —le dijo Dios.
—Bueno... lo que pasa es que yo me aburro solo. A todos los animales machos, usted les dio su hembra. Y a mí me condenó a “yo con yo”.
—¡Ah, vaina! —dijo Dios— No me había pillado que al burro le di una burra; al mamut, una mamuta; al rinoceronte, una rinoceronta; y que hasta el pisco tiene pisca.
—Eso, Señor, era lo que yo le iba a decir. Pero se me caía la cara de vergüenza.
—No sea tan pelotas —le dijo Dios—, que usted, que es el mayordomo, también tiene sus derechos. Y le voy a dar su hembra. Pero, eso sí: de una vez le digo que se va a pegar una encartada. Yo sé por qué se lo digo.
El ángel, que venía de echarse una pipiciada, alcanzó a oír lo último y, “sin querer queriendo”, le dijo a Adán:
—No debiera meterme de sapo, pero lo que le dijo el Señor es cierto. Porque no importa si Él le hace la guaricha de carne, o de madera o de una tusa: usted se va a encartar.
Era tanta la ansiedad de Adán, que Dios lo hipnotizó y en el sueño le sacó un palo de costilla y la convirtió, por medio de un soplo, en una bellísima mujer. Ella, al ver el trío de varones, empezó a tirarles besos y a hacerles todo tipo de monerías. Adán le dio gracias a Dios, quien sólo atinó a decir:
—No hay de qué —y se marchó.
Dios volvió como un mes después y se lo llevó al bello árbol lleno de manzanas que estaba detrás de la cocina, al que cuidaba mucho porque era de una semilla que había conseguido en el exterior, y les dijo:
—Ni p’u el carajo coman de esos frutos, porque aquí hay muchos más. No cojan una sola fruta porque la cosecha es para mí, pues me costó mucho adaptarla a esta finca. Si comen de ella, los echo de aquí por desobedecerme.
—No tenga cuidado —le contestaron—. Obedeceremos.
A los pocos días, Eva ya había hecho todo lo contrario: le coqueteaba a las manzanas y le arrancaba pedacitos con las uñas, cada vez con más deseos de comer. Y una serpiente, que tenía nido en ese árbol y que hablaba, le dijo:
—No sea tan boba, mija: coja las que quiera y coma.
—¿Y si lo sabe el Señor? —le preguntó Eva— ¿Qué tal que las tenga contadas?
—¡Cuál contadas, mija! Coja las que quiera, que yo respondo. Lo que pasa es que si comen, usted y su marido quedan sabiendo tanto o más que Dios. Por eso es que se las prohíbe. Es que Él es medio envidioso.
Claro que, al comienzo, Eva no se dejó seducir. Pero quedó picada por la curiosidad. Y una tarde, cuando llegó Adán de trabajar, medio cansado, le dijo:
—Si viera, mijo, lo que me dijo una culebra que habla —y le echó el cuento. En especial, que si comían se volvían sabios como el patrón, que se las sabe todas.
—No, señora —le dijo Adán—. No sea curiosa ni ambiciosa. Váyase para la cocina, que lo que le falta es oficio.
Como todas las mujeres, Eva re-atacó:
—Ala, mijo: ¿por qué no cogemos una manzanita chiriquitica y nos comemos apenas un pedacito chirriquitico?
—No, mija —le dijo Adán—. Deje esa culequera que nos podemos echar el vainazo de que nos echen. Si quiere comer frutas, yo le traigo mañana cañafístolas, uchuvas, guanábanas o aguacates. No le vuelva a hacer caso a esa culebra y hágase la toche cuando le hable.
Pero a Eva no le valían las razones expuestas por su marido, y cada rato refunfuñaba:
—Tanto que yo lo quiero, y usted no me da gusto en nada, mijo. Pero está bien: si no quiere comer, yo me las como sola, porque no me aguanto más las ganas.
—No, mija, no lo haga. Porque nos echan y ¿pa’ dónde cogemos? No sea garosa. Si quiere, me encaramo como cualquier Tarzán y le bajo lo que quiera, pero no manzanas, para que coma hasta que se vomite.
Pues no sólo no valieron las palabras de Adán, sino que Eva, de la arrechera, cogía a patadas todo lo que encontraba. Entonces Adán se le emputó y le dijo:
—Si se las come, le quito el guayuco y le doy unas nalgadas del carajo. Yo soy el que manda aquí.
—Pues yo me las como, porque a mí no me manda nadie.
Como todo un varón, Adán honró su palabra: le bajó a Eva la enagua vegetal, pero, al ver esas nalgotas, ya no le dio ganas de cascarle, sino las ganas que sabemos. Entonces Eva le dijo que si quería comerse esa perota, y la papaya que tenía a la misma altura por delante, y los melones de su pecho, tenía que comer manzanas. Y cuando estaban disfrutando esa ensalada de frutas tan sabrosa, llegó un ángel quien, emputado, llamó a Dios por celular y los sapió.
—Me echa ya a ese man y a esa vieja del Edén. Ahí verán dónde y cómo pagan un arriendo —le dijo Dios al ángel
Videoclips en blanco y negro
CARLOS HUMBERTO AFRICANO (02/02/06
Lee uno noticias en la prensa, ve otras en la televisión, oye otras en la radio y siente que se le revuelcan las entrañas. Como a ustedes les puede ocurrir lo mismo, este espacio es una válvula de escape para liberarnos de ese estrés, compartiendo mutuamente el comentario, en una especie de diálogo a distancia, en el que podamos desahogarnos, porque de otra manera nos vamos a destochar. De modo que empecemos.
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? Lo que nos faltaba, pues: el ICETEX convertido en banco. Y ¡vaya!, qué banco tan usurero. Como los que otorgan créditos para vivienda con la usura del sistema UPAC, que tiene el “miserable” beneficio de capitalizar intereses.
Según El Espectador del 29 de enero de 2006, una estudiante prestó $18’118.300 en noviembre de 2001, desembolsados entre esta fecha y agosto de 2002. En junio de 2005 debía $41’375.033 y a la fecha debe $75’667.860.
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Mucho alboroto se armó por la incursión del ejército colombiano en territorio ecuatoriano. El gobierno de Ecuador envió nota de protesta y, como prueba, un video en el que se ven helicópteros disparando armas de grueso calibre, ametrallando, aviones sobrevolando y humildes campesinos ecuatorianos metidos en la selva muy asustados. Estos videos fueron pasados en los noticieros de los canales comerciales de nuestra TV.
Me pregunto si éstos sabían de la incursión y enviaron camarógrafos a filmar. Si no, ¿fueron los campesinos que vimos? (Si sí, quien los ve: metidos en la selva, disponiendo de esa tecnología, porque hasta bastante bueno resultó el video.) Si no, ¿fue el ejército ecuatoriano o funcionarios de ese país que sabían de la incursión y esperaron cámara en mano? Y si no, entonces ¿quién carajos grabó el video?
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Dos noticias regionales que tienen que ver con una ciudad que queda al sur de la capital de este departamento.
La primera: que en “la mejor universidad de Latinoamérica”, según una propaganda-sirirí en una emisora local, dizque: recortaron la nómina de profesores ocasionales; a los que dejaron, los cargaron con 24 horas semanales; y a los profesores de planta, con 18 horas. Seguramente con esto esperan ponerse a la par con los estándares internacionales de calidad de la educación. ¿Se merecen un ¡fuuueeerte aplaaauuuso!?
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Y la segunda, leída en El Espectador del 22 de enero de 2006: el connotado pianista Oriol Rangel, oriundo de tal ciudad (la de “la mejor universidad de Latinoamérica”), se negó a graduarse porque en la presentación de su trabajo de grado los “académicos jurados” no le permitieron interpretar el bambuco, muy nuestro, Las Brisas del Pamplonita, porque no lo consideraron una obra maestra. Y no se graduó. Norteño tenía que ser. De donde nacen muchos y se crían pocos, se corta el agua a machete y se tocan las campanas a plomo. Esto sí que merece un ¡fuerte aplauso!
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Aún festejamos el regreso del Doblemente Glorioso Cúcuta Deportivo al campeonato profesional de la Primera A. Y se estrenó ganándole, en un partido amistoso, a un campeón de Copa Libertadores: el Once Caldas. Eso está requetebién.
Lo que sí está muy mal es que a algún “genio intergaláctico” se le ocurrió cambiar por un adefesio el escudo que lo ha identificado por más de 50 años. Ese que no se parece a ningún otro. Protesto enérgicamente por el atropello. Ustedes también deben hacerlo. El Cúcuta debe regresar a la A con escudo protector, que produzca un resultado como el del Real Cartagena. Sí. Pero con su tradicional escudo, que es hasta académico, pues el negro y rojo del círculo están partidos por el símbolo de Integración que utiliza el Cálculo Infinitesimal.
cucutanuestra@gmail.com