EN ESTA EDICIÓN :
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A MODO DE «EDITORIAL (O DE ALGO ASÍ)».
UN PROGRAMA DE GOBIERNO.
PERVERSOS, MALIGNOS Y MONSTRUOSOS.
UNA FAMOSA CORTESANA.
«PROHIBIDO PROHIBIR».
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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).
Prohibicionismo amenazante
Como el 16 de enero recién pasado se cumplieron 90 años de haber sido ratificada la Decimoctava Enmienda, que le impuso a los Estados Unidos la Ley Seca o Prohibición, «el suscrito» Director garrapateó a final de marzo el artículo «Prohibido prohibir», que se publica en la presente edición de Occidente Universitario.
Las comillas que lleva el título denotan que tal expresión no es «de la cosecha» del Director, pues fue una de las consignas de aquel movimiento de protesta universitaria de mayo de 1968 (se están cumpliendo 41 años) que «estalló» en Francia y se replicó en otros países de «la vieja» Europa.
«Prohibido prohibir» quedó olvidado en un disco duro y, el último lunes del pasado abril, «el suscrito» Director se acordó de que tenía pendiente la revisión del texto, dado que vio ese día, en todas las carteleras del campus que encontró a su paso, una cuartilla blanca con un mensaje contra los fumadores y no contra el cigarrillo, y con el mandato de Prohibido Fumar en un recuadro con letras blancas y fondo oscuro.
Aquella lapidaria prohibición carecía del nombre y firma de la persona natural que la «decretó», o del nombre y firma del representante legal de la persona jurídica que «dictó el edicto».
Pero, como la primera frase decía Me matas que fumes, en letras grandes, «el suscrito» Director instintivamente se preguntó si sería una amenaza de muerte más de las genocidas «Águilas Negras», que perviven tras lo que tanto cacarea el presidente Fujimorito como: «Desmovilización de los Paramilitares».
Ello porque los pasquines que aquella criminal organización difundió recientemente por medio país, al menos, amenazaban de muerte, entre otros, no a los fumadores del cigarrillo que paga impuestos, sino a los fumadores de bazuco y de marihuana. Así que podría ocurrir que el autor de la lapidaria prohibición y su cofradía asesinaran a los «fumadores desobedientes» de cigarrillo a secas, y no a los propietarios de las transnacionales tabacaleras, alegando el «legítimo derecho a defender su vida».
Y como una cosa conduce a otra, «el suscrito» Director recordó lo que hace diez años le contó un colega que fue directivo durante casi los dos períodos rectorales de Patrocinio: que, durante los dos períodos, el Consejo Académico gastó muchas «horas-hombre» buscándole solución al problema de un grupo de estudiantes que se reunía en una de las canchas que tiene la Institución, no a cultivar una mente sana en un cuerpo sano (como románticamente se refieren a los deportes), sino a lo contrario: a «merendar», a media mañana y a media tarde, bazuco o marihuana.
El colega además contó que no sólo no fue posible «desterrarlos» para que se fumaran su merienda afuera de este campus, sino que sembraron «maticas» de marihuana a un lado de dicha cancha, a las cuales dizque regaban mañana y tarde con tanto amor como el que se le profesa a un hijo orate.
El colega mencionó algunos nombres de esos generadores de humo más corrosivo que el del cigarrillo a secas, pero a quien «suscribe» sólo le sonó uno: el de alguien que, veinticinco años antes, había sido su condiscípulo en primer semestre de Ingeniería Mecánica.
Y en todo caso, quien «suscribe» no recuerda que, por ejemplo, el Consejo Superior Estudiantil Universitario, les hubiese exigido a esos aplicados cultivadores y fumadores de marihuana mantener libre de humo corrosivo a la Institución, y menos que las paredes o carteleras hubiesen sido empapeladas con pasquines que los amenazaran de muerte, larvada o descaradamente.
De modo que, por aquello de que no hay peor moralista que una puta regenerada, ni peor reaccionario que un comunista arrepentido, pareciera que los mencionados pasquines fueran escritos y difundidos por aquella cofradía de esmerados cultivadores y fumadores de marihuana.
Claro que serían ellos si, diez años después de lo que contó el colega, aún ostentan el estatus de estudiantes, a sabiendas de que en aquel entonces tenían rato con ese estatus. Como el ex condiscípulo que lo tenía desde hacía veinticinco años.
Y si fueran ellos los autores de los pasquines prohibicionistas, implicaría: primero, que tienen más de diez años estudiando una carrera de cinco años; y segundo, que ya no son fumadores de bazuco o de marihuana sino, a secas, ex fumadores (o que lo fingen, por aquello de que Maña vieja no es resabio) a quienes ahora los envenena el humo.
Pero, si no es de ellos, ¿de quién o quiénes es, entonces, ese prohibicionismo amenazante? n
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Un programa de Gobierno
GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es
Como faltan casi 13 meses para las elecciones presidenciales, está “sonando el sonajero” de precandidatos. Casi todos esperanzados en que el presidente Uribe no se postule para el tercer período, aun si gana el referendo que lo permita.
Lógicamente, los precandidatos oficialistas ofrecen más de lo mismo: “seguridad democrática” y poco o nada de inversión social. Y los de la oposición se distancian en cuanto al énfasis que le dan a ésta, pero coinciden, por temor o por conveniencia, en el sonsonete de la “seguridad democrática”.
No sé si el ex alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, se piensa lanzar o no como candidato. Pero el 14 de abril de 2009 publicó en El Tiempo una columna titulada ¿Continuismo?, a la cual le encuentro “aroma” de programa de Gobierno… aunque distinto del de los actuales precandidatos de uno y otro lote, en cuanto que toma distancia prudencial de la “seguridad” como la entiende, la publicita y la aplica el presidente Uribe. A continuación les transcribo el texto:
«Estoy convencido de que el presidente Uribe ha hecho un muy buen gobierno; esto no significa que esté de acuerdo con todas sus posiciones o actuaciones. Tampoco creo que los líderes que nuestro país necesita sean simplemente los que más estricta o sumisamente acaten el “uribismo” o la “seguridad democrática”. Como muchos colombianos, siempre estuve convencido de que la prioridad de nuestro país debía ser derrotar y acabar con la guerrilla y los paramilitares y que el desarrollo económico sólo se alcanzaría creando condiciones favorables para la inversión privada. Por eso he apoyado al presidente Uribe en su eficiente concentración en estas dos prioridades. Hay que continuar luchando hasta la desaparición total de los grupos armados ilegales en Colombia y, como hace la mayoría de naciones, propiciar la inversión privada. ¿Será, sin embargo, que estas dos metas pueden ser nuestro objetivo de sociedad?
»Hay asuntos distintos que no se han atendido adecuadamente y que deben ser prioritarios para cualquiera que llegue a la presidencia. Nuestro verdadero objetivo es aprender a vivir mejor, más civilizadamente, más felizmente: que nuestros niños sean deseados, abrazados; que tengan acceso a parques, clases de música, campos deportivos, colegios de calidad y bibliotecas; que cultivemos orquídeas, cocinemos bien, tomemos menos trago y pintemos más, sepamos de astronomía o de las plantas, que leamos, hagamos deporte; que nadie se sienta inferior o excluido y los ciudadanos de estratos altos se encuentren con los de menores recursos como iguales en las aceras, parques o el transporte público.
»Uno de cada cuatro niños colombianos no es deseado al momento de su nacimiento; miles de niñas de 14 años quedan embarazadas; cientos de miles de niños colombianos no saben quién es su papá y muchos más no ven a su padre desde hace años. Necesitamos lograr que nuestros niños sepan inglés, o no podrán aprovechar las oportunidades que les ofrece el mundo globalizado para desarrollar más plenamente su potencial.
»Unos pocos se apropian ilegalmente de las fuentes de agua de ríos y mares y hasta anuncian en la prensa con sendas imágenes de las playas privatizadas, sin que las autoridades hagan algo para impedirlo.
»Las familias colombianas más pobres no tienen manera de resolver su necesidad de vivienda. Cientos de miles viven en hacinamiento, en habitaciones de inquilinato. Millones se ven obligados a buscar un techo en sitios ilegales demasiado altos y fríos, o demasiado bajos e inundables, o de alto riesgo, por lo pendientes. El déficit habitacional se estima en 1’300.00 viviendas y durante los últimos seis años ha venido aumentando. La mitad de las ciudades colombianas han surgido de manera ilegal y la ilegalidad sigue creciendo, porque no hay opciones distintas para los más pobres. Podríamos hacer ciudades maravillosas, con cientos de kilómetros de alamedas peatonales y para bicicletas, parques lineales y campos deportivos. Pero unos pocos terratenientes especuladores siguen enriqueciéndose con el trabajo de toda la comunidad y los pobres no pueden resolver su necesidad de vivienda de forma digna. El Estado no compra tierras ni para vivienda popular, ni para parques; casi todos los niños colombianos gustan del fútbol, pero no hay canchas, por lo que la opción es más bien mirar a los adultos tomar cerveza en la tienda, mientras crecen para hacer lo mismo.
»Ocho de cada 10 colombianos viven en zonas urbanas y viven con miedo, asediados por la delincuencia común. Pareciera que las autoridades se hubieran resignado a niveles de criminalidad intolerables en la mayoría de ciudades del mundo.
»De modo que, sin excluir la persistencia en el fortalecimiento de la seguridad y el orden rurales, lo que necesitamos del próximo gobierno es una Colombia más igualitaria, más integrada al mundo y a nuestro tiempo, más civilizada y más feliz.»
(Cúcuta, mayo de 2009)
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Perversos, malignos y monstruosos:
el referendo por el agua y la ley de aguas
CARLOS HUMBERTO AFRICANO,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
kafrica_55@hotmail.com
Los recursos naturales de la nación están constituidos por: la tierra, el agua, el aire, el subsuelo con todo lo que tiene en su seno, que pertenecen al territorio continental e insular del país; por la flora, la fauna, la biodiversidad, el mar territorial, el espacio aéreo, la plataforma submarina continental, la flora, la fauna submarina y demás bienes que reposen en la superficie y el subsuelo marino, contenidos dentro de 200 millas náuticas del mar territorial; por el espectro electromagnético, el sector o cono sideral, el área y subsuelo que le corresponde del satélite natural de la Tierra; por el sector que le corresponde de la órbita geoestacionaria.
Todo ello constituye el patrimonio de la nación colombiana para su desarrollo y existencia a perpetuidad, para uso y disfrute de todos los ciudadanos nacionales y extranjeros residentes en el país, conforme a las leyes y, por tanto, son inalienables, inajenables, intransferibles y no podrán ser cedidos, ni dados en comodato, ni en concesión a persona alguna, natural o jurídica, nacional o extranjera, y los derechos de los colombianos sobre ellos son imprescriptibles. (Si se quedó algún recurso, por favor repórtelo al Congreso de la República.)
Ninguna persona natural o jurídica, nacional o extranjera, podrá causarles daño o deterioro… La ley reglamentará lo concerniente al uso, disfrute y aprovechamiento…
¿Es este un artículo de nuestra Constitución? No, pero debería serlo. O debería ser un capítulo y tan importante como el de los derechos fundamentales.
Nuestra Constitución es muy laxa en este tema. Me pregunto si fue negligencia e imprevisión de los 70 constituyentes, o si fue perversidad para dejar la puerta abierta para lo que está a punto de ocurrir.
En 2008 se recogieron más de 2 millones de firmas para apoyar una iniciativa ciudadana de un referendo sobre el uso del agua. Este referendo debió haberse hecho para todos los recursos naturales, porque poco a poco los estamos perdiendo. Así, la órbita geoestacionaria se la apropió la ONU, que la reparte a las grandes potencias del primer mundo. El subsuelo colombiano fue expropiado a los ciudadanos y repartido en diferentes concesiones, generalmente a extranjeros, para su explotación goce y disfrute. Con la fauna, la flora y la biodiversidad quieren hacer fiesta con el TLC. Por ahora, la fiesta es con el agua.
El 14 de octubre de 2008 la iniciativa ciudadana de referendo fue presentada al Congreso de la República, quien le dio una voltereta fenomenal al texto presentado. Lista la voltereta, que fue acordada entre el inquilino de la Casa de Nariño y sus amigotes de bancada en el Congreso, el pasado miércoles 22 de abril el excelentísimo señor presidente de la República de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, quien en un principio se había opuesto con vehemencia a la iniciativa ciudadana, también dio su voltereta magistral y salió a decir a los medios de comunicación que apoyaba el referendo por el agua. Pero acto seguido agregó, refiriéndose al referendo reeleccionista, para despistar, que el Congreso no era un convidado de piedra, que los textos de los referendos eran susceptibles de modificación por el Congreso, incitando a los congresistas a violar la Constitución y violándola él mismo.
El texto original del referendo contemplaba unos principios fundamentales que le garantizaban el acceso y el agua a los colombianos: por Constitución se garantizaría un volumen mínimo vital gratuito de agua, el derecho al agua sería declarado como derecho fundamental, sería declarado como vital el acceso al agua, se garantizaría por la Constitución la conservación del medio ambiente y del agua, las empresas de servicio de agua pasarían a ser de derecho público, administradas por sociedades civiles sin ánimo de lucro.
Pero nada de esto fue contemplado en el Congreso, porque el texto fue cambiado y, además, se esgrimieron unos argumentos que son sofismas que rayan en el cinismo.
El ministro del Ambiente, su vice ministra y los representantes ponentes, cada cual por su lado, dijeron: que como derecho fundamental es un peligro, que las acciones de tutela se multiplicarían, que el derecho humano fundamental al agua potable fue rechazado en el V Foro Mundial del Agua, realizado en Estambul, que el derecho vital al agua ya está en la Constitución como derecho universal en relación con el derecho a la vida, que el mínimo vital ya existe en los subsidios, que el capital privado es el que hace inversiones, que las empresas administradoras resolverán el problema del acceso de la población al agua, que la gestión pública es corrupta e ineficiente, que la rentabilidad… que bla-bla-bla.
Y el 23 de abril, en sesión de la Comisión I de la Cámara, la mayoría que apoya al gobierno aprobó en primer debate un texto contrario a la iniciativa ciudadana.
Dirán mis amigotes que deje de joder, que este es otro gadejo mío y no se cuántas cosas más. Pero no, no se trata de eso. Se trata de unirme a los miles, millones de colombianos que están luchando contra el monstruoso atropello de privatizar las fuentes y cuerpos de agua y limitar su uso y acceso. Se trata de pedirles a ustedes que se unan a este clamor, que más que justo es vital para nuestra existencia. Se trata de alertar a las nuevas generaciones que serían las que irían a quedarse sin ríos, quebradas, lagunas y demás fuentes. Y no sólo a ellas, porque nos toca a todos. El robo del agua es para ya.
En mayo de 2005 se presentó al Congreso de la República el proyecto de ley 365 o “ley de aguas”. Después de haber sido aprobado en primer debate en la comisión V de la Cámara, fue retirado. Pero la ponente, Nancy Patricia Gutiérrez, anunció que se volverá a presentar. Este proyecto es más perverso, maligno y monstruoso que el mismo referendo aprobado. Con un lenguaje perverso, absolutamente leguleyo y con una maligna y habilidosa jurisprudencia, en esencia lo que pretende, así llanamente, es dejarnos sin el preciado líquido. O tenerlo a unos excesivos precios como el de la gasolina y, además, sin el libre acceso a las fuentes, como ocurre actualmente.
El lenguaje usado es perverso, con distractores como: recurso hídrico, fuentes naturales, cuencas hidrográficas, utilización de los recursos naturales, modos de acceso a las fuentes, oferta hídrica natural, caudal ecológico, administración del recurso hídrico. Queda uno tan asombrado con esa monstruosidad, que no le cabe en la cabeza y no acata a creer que lo escrito sí es lo que está leyendo. Afirma en uno de sus apartes que: “las aguas de dominio público son de uso público y su administración y manejo corresponde al Estado, de acuerdo con las previsiones legales y sin perjuicio de los derechos previamente adquiridos”, con lo cual quieren decir que habrá aguas de uso público que todos pueden usar, pero que es el Estado quien la administra, privatizándolas, dando las fuentes en concesión a unos privilegiados particulares.
Por eso niegan la universalidad del agua, la universalidad del acceso, el agua como elemento vital y la declaración de bien común, usando eufemismos como: “agua de dominio y uso público, agua de dominio y uso privado”. Y en su articulado continúa usando su lenguaje maligno y agresivo: “… la administración y manejo del agua en cualquiera de sus estados y formas…”. “Todo usuario deberá contribuir proporcionalmente al cubrimiento de los costos eficientes requeridos para la ordenación, control, monitoreo, seguimiento, protección, renovabilidad y recuperación del recurso hídrico”.
“Para cada cuerpo de agua o tramo del mismo, el valor de las tasas deberá determinarse considerando, para la tasa por uso, la relación entre la demanda y la oferta hídrica disponible…”, con lo cual pretenden cobrarles a los campesinos la utilización de las fuentes de agua para regar sus sembradíos.
“El cuidado de las fuentes de agua, de las cuencas y de los bosques generadores de recursos hídricos, o de zonas estratégicas para su conservación, podrá ser compensado por las autoridades ambientales, por el Gobierno nacional, departamental, municipal o distrital, o por otras entidades públicas o asociaciones de éstas, mediante el pago a las personas que se responsabilicen por su conservación”. Adivinen quiénes serán los que las van a cuidar. Los concesionarios que van a explotar el negocio, pero no harán inversiones y, además, habrá que pagarles por el cuidado de las cuencas hidrográficas.
“Concesiones. La concesión es la autorización que una autoridad ambiental competente otorga para que una persona natural o jurídica, pública o privada, utilice el agua de dominio público para usos definidos, con un caudal y por un término determinado”. Esto mismo ocurrió con los recursos del subsuelo y vean ahora cómo están.
Con estas perlas, ¿habrá necesidad de explicarles que lo que se pretende es entregar a unos particulares privilegiados, por concesión, seguramente gratuita, todas las fuentes de agua, tal como ocurrió con los recursos mineros?
Tramos, fuentes y cuerpos de agua, los llama el proyecto y son los ríos, quebradas, riachuelos, nacimientos, lagos, lagunas en todas sus formas y estados.
En fin, no quiero seguir ahondando en detalles, porque son interminables, pero pueden comprobarlo personalmente entrando a Internet y preguntando por: “referendo por el agua” y “proyecto de ley 365 de 2005”.
Lo peor del asunto es que el gobierno juega a dos bandas con el referendo, apruébese o no, porque con cara gana y con sello perdemos nosotros. Y a tres, con el proyecto de ley 365 de 2005, porque de todas maneras “va porque va”.
(Cúcuta, 1º de mayo de 2009. Para que conste
que estaban advertidos con mucha antelación.)
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Una famosa cortesana
RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com
Esta historia de Lola Montes la resumí del libro Cortesanas célebres, escrito por Mario Stefano. Lola fue una mujer cuya vida oscila entre la ficción y la realidad. Para empezar, lo de Lola Montes fue invención de ella, pues su nombre de pila fue María Dolores Elisa Rosanna Gilbert.
Nació en Irlanda en 1818, aproximadamente. Su padre se la llevó a la India, donde murió cuando la niña tenía diez años. Entonces su madre, una mujer hermosa, se casó otra vez y envió a la niña a Inglaterra a que estudiara, mientras ella se dedicaba a su nuevo esposo y a otros mozos.
En 1835, de 17 años, Lola huyó de un hombre mucho mayor que ella con el que su madre quería casarla. En 1837 se casó con Thomas James, un oficial del ejército inglés, con quien regresó a la India porque fue asignado al ejército colonial. En tal colonia, Lola impresionó con su hermosura y no dudó en aceptar galanteos de otros oficiales ingleses que la llamaban cariñosamente Betty James. Por su parte, Thomas se fugó con otra mujer, por lo que Lola regresó (sola) a Europa.
En el viaje de regreso conoció a un tal Lennox, quien le ofreció un futuro como bailarina y ella, ilusionada, se fue con él. Y si bien, según muchos, Lola nunca aprendió a bailar, era indudable que desempeñaba muy bien su papel de seductora.
En 1843, de 25 años, Lola debutó en el Convent Garden, de Londres, con una danza española que fue un completo fiasco. Entonces abandonó Inglaterra para aventurarse por Europa. En 1844 llegó a Varsovia con un alemán, cuyo nombre no se conoce. Allí triunfó como “bailarina española” (por algo españolizó su nombre) y comenzó su carrera de diva. Con las castañuelas en alto y fina peineta de nácar, Lola se volvió un espectáculo para hombres. Muy pronto los caballeros más notables de Europa pretendieron sus favores, con lujosos regalos. Por esa época tuvo un romance con Franz Liszt, el gran pianista y compositor húngaro, creador del poema sinfónico, forma musical que sería expresión típica del romanticismo.
Después, Lola viajó de Varsovia a Rusia, de donde debió huir por los escándalos que provocó. Luego debutó en París, en donde tuvo un tórrido romance con Alejandro Dumas.
Se dice que el gran invento de Lola, el striptease, se produjo en 1845 (tenía 27 años), cuando decidió actuar sin maillot (malla o trusa) en un escenario parisino. En su “Danza de la Tarántula”, que la hizo famosa, Lola se despojaba de sus ropas con bastante gracia al son de la música flamenca. El supuesto motivo para descubrirse y revelar su espectacular cuerpo, era el de que una araña se encontraba entre sus prendas. Algunos hombres del público contenían la respiración, estupefactos; otros, aullaban. Muchos de ellos pasarían por la vida de ella.
Su amante más famoso fue el rey de Baviera, Luis I, quien la conoció por otro amante de ella: Heinrich, barón de Maltzahn. En 1847 Luis I de Baviera, a quien al principio no le interesaba conocerla, se enamoró de ella y la invitó a la residencia real de Aschaffenburg, donde se hicieron amantes. Luego la impuso en su teatro como “Lola Montes de Madrid, con sus bailes nacionales”. Después la instaló “a todo taco” en una de sus propiedades, y le dio los títulos de baronesa de Rosenthal y condesa de Lansfield. Durante un corto tiempo, a través del rey que la adoraba, Lola fue quien gobernó Baviera.
Pero el pueblo la odiaba, porque su presencia en la corte era la causa de murmuraciones en las otras cortes europeas. Innumerables sátiras se reprodujeron en teatros y panfletos; todas ellas tenían como tema al rey manejado por una mujerzuela. La aversión que la gente sentía por Lola fue el detonante de la insurrección de los súbditos el 19 de febrero de 1848, la cual concluyó con la abdicación del rey en favor de su hijo Maximiliano II. Lola emigró a Suiza y luego a Londres con el dinero del ex rey, quien se instaló en la Costa Azul.
Por toda Europa circulaban rumores sobre Lola. Orgías y listas interminables de amantes fueron la comidilla principal en las reuniones de nobles y plebeyos. Se decía, además, que sus maridos y amantes tenían un final fatal y que su belleza acarreaba desgracias. Algunos aseguraban que las prácticas sexuales de Lola eran sadomasoquistas; como, por ejemplo, cabalgar a lomo de sus amantes, mientras les daba latigazos.
En medio de todos esos rumores, Lola llegó a Londres y trató de estrenar una comedia parodiando su romance con el rey Luis I de Baviera, pero la representación fue prohibida.
En 1849 Lola se casó con el oficial británico George Trafford Head, pero la familia de él, horrorizada con la unión, hurgó en el pasado de Lola y descubrió que el divorcio de su primer esposo no lo había tramitado. Acusada de bigamia por la familia de George, Lola fue detenida, pero muy pronto fue liberada “por falta de pruebas”. Entonces viajó a Francia con su esposo, donde él la abandonó, cansado de sus caprichos y de lo difícil de su carácter. George regresó solo a Inglaterra y al poco tiempo murió ahogado, lo cual aumentó la fama de Lola como mujer maldita para quienes la amaban.
En 1851 Lola tomó un navío con destino a Estados Unidos. Como no tenía dinero, allá decidió publicar sus memorias. Además, un agente teatral le propuso aprovechar el mito que se había creado en torno a ella y Lola, sin pensarlo dos veces, aceptó. Así estrenó en un teatro neoyorquino la obra “Lola Montes en Baviera”, en la que interpretaba fragmentos de su escandalosa vida y los exageraba a su antojo, resaltando los aspectos que consideraba más divertidos. Este trabajo lo complementó con el de dictar cursos de belleza femenina.
En 1852 el editor y periodista californiano Patrick Hall le pidió que se casara con él y ella aceptó. Pero en 1853 Lola ya estaba aburrida de Patrick, así que lo abandonó.
En 1855 Lola probó suerte como bailarina en Australia. Pero en 1857 regresó a Nueva York, frustrada porque su baile de la tarántula fue considerado inmoral en Australia.
En 1858, cuando tenía 40 años, se publicó: en Londres, su autobiografía; y en Nueva York, su manual para seductoras El arte de la belleza o el secreto del cuidado personal.
Sus últimos días los pasó dedicada a la oración y al borde de la miseria, porque lo había perdido casi todo. Murió el 17 de enero de 1861 en Nueva York, donde está enterrada bajo el nombre de Elisa Gilbert. n
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«Prohibido prohibir»
JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com
El 18 de diciembre de 1917 el Congreso de los Estados Unidos propuso la Decimoctava Enmienda, la cual disponía que, un año
después de que fuera ratificada, quedarían prohibidas la fabricación, la venta y el transporte de licores intoxicantes en forma de bebidas dentro de los Estados Unidos y en cualquier territorio sometido a la jurisdicción de ellos, así como su importación y su exportación.
Aunque literalmente la Enmienda no prohibió el consumo, cabe preguntar: ¿cómo se exportaría licor si prohibían su producción? O, ¿cómo se revendería al extranjero si prohibían su importación?
La Enmienda también facultó al Congreso y a las legislaturas de los estados para que concurrentemente hicieran cumplir la Enmienda con la debida legislación, y les fijó a dichas legislaturas un plazo de siete años para ratificarla.
Aquélla fue ratificada en trece meses: el 16 de enero de 1919 (recién se cumplieron 90 años), por lo cual entró en vigor a las cero horas del 17 de enero de 1920.
Ahora bien: si, como parece, al gringo le gusta el alcohol tanto o más que el sexo, ¿de dónde vino el «mamosantismo» de prohibir explícitamente su producción e implícitamente su ingestión?
Los que saben de esta vaina remontan el nacimiento del prohibicionismo a un poco después de concluida la guerra de Secesión (1861-1865), y quizá una anécdota de dicha guerra sería indicativa de que dicho «mamosantismo» sí pudo haber comenzado al cabo de dicha guerra:
Que alguna vez, un grupo de «mamosantos» le pidió audiencia al presidente Lincoln, en la cual le contaron haber oído que el general Grant bebía whisky, y que el Presidente les preguntó si conocían cuál marca era su preferida. Que, sorprendidos, los puritanos respondieron que no y le preguntaron a qué venía la pregunta esa, y que Lincoln les respondió que para enviarles periódicamente al resto de generales un barril de whisky de esa marca, para ver si peleaban con la misma bravura y efectividad que Grant.
Pero hay un antecedente de unos 80 años: en 1785 el médico psiquiatra Benjamin Rush, fundador de la Asociación gringa de Psiquiatría, publicó un informe sobre los efectos del alcohol, el cual tuvo, tan fuerte impacto, que el Congreso gravó las bebidas alcohólicas con severo impuesto para desanimar al consumidor, como en efecto lo iba desanimando. Pero, como los granjeros de Pennsylvania estaban muy dedicados a producirlas, reaccionaron violentamente desatándose lo que se denominó: La Rebelión del Whisky.
En dicho año los Estados Unidos eran una Confederación cuyo único poder central era el que, al insurreccionarse contra Inglaterra en 1776, se denominó: el Congreso Continental. Éste sofocó el levantamiento con mano dura, para lo cual movilizó 12.000 soldados. Pero, como a ratos rebrotaba la rebelión, en 1787 (año en que se promulgó la nueva Constitución, que creó la Federación actual) dio marcha atrás abrogando «el impuesto de la discordia».
Entre 1830 y 1850 se fundaron las primeras asociaciones de puritanos, más abstencionistas que prohibicionistas, pues, en vez de pedir la veda del alcohol, propugnaban porque se consumiera moderadamente. Pero su consigna de «defender la decencia y la sobriedad» fue trascendiendo a intransigente posición racista y, tras la guerra de Secesión, más de una, o bien se constituyó en una «sociedad secreta», o bien fundó una organización paralela de este tipo.
La más famosa de éstas fue el Ku-Klux-Klan, creada en 1866, cuya principal financiación provino de la oligarquía por cuanto le «mataba dos pájaros con la misma piedra», como quiera que arremetía indistintamente contra el negro y contra todo el que le «oliera» a sindicalista.
En 1869 se fundó el Partido Prohibicionista, enemigo intransigente del alcohol, que obtuvo el inmediato apoyo del empresariado «preocupado por el ausentismo laboral y los accidentes de trabajo originados por la bebida».
En 1880 se creó un movimiento moralista «contra la obscenidad y la pornografía», cuya víctima más emblemática fue la periodista Margaret Sanger, pionera del feminismo gringo, quien debió huir a Inglaterra para evadir la cárcel, al ser señalada como pornógrafa por publicar un artículo científicamente documentado sobre la gonorrea.
Este radical movimiento moralista aupó la creación de otras dos poderosas asociaciones: la Unión Femenina de Abstinencia Cristiana y la Liga Anti Saloon o Liga Anti Taberna. Ésta se propuso exterminar, tanto la pornografía, como el juego, la embriaguez y los cabarets.
En 1914 al Congreso de los Estados Unidos le llegó un mamotreto con las firmas de seis millones de ciudadanos que le pedían decretar la prohibición de los licores, los vinos y las cervezas. Pero el Congreso no metió baza en el asunto, quizá porque seis millones de firmas no eran representativas de los más o menos 120 millones de habitantes.
Pero, como «el que persiste, llega», los «mamosantos» lograron lo que no pudo impedir ni siquiera el presidente Wilson: que el 18 de diciembre de 1917 el Congreso propusiera la Decimoctava Enmienda, y que el 16 de enero de 1919 fuera ratificada por las legislaturas de los estados.
Así que a las cero horas del 17 de enero de 1920 entró en vigor la Decimoctava Enmienda, a la cual se la denominó: la Volstead Act. Y por su contenido o por sus efectos, también se la denominó indistintamente: Ley Seca y Prohibición.
Y se la denominó Ley Volstead por Andrew Volstead, un miembro de la Cámara de Representantes por Minnesota, adscrito al Partido Republicano, a quien se le atribuyó la paternidad de la XVIII Enmienda.
Sólo que este «padre» de la Ley Seca o Prohibición no redactó ni una sílaba de dicha Enmienda, por cuanto su texto fue redactado completamente por Morris Sheppard, un senador por Texas, también adscrito al Partido Republicano. Pero, como Andrew Volstead era el presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, en el cual comenzó el trámite legislativo de dicha Enmienda…
En el desarrollo legal o reglamentación que se le dio a la Enmienda, sólo se exceptuaron de castigo el consumo de la sidra, del vinagre y del vino que en los servicios religiosos requirieran los sacerdotes.
Con este noble experimento, como llamó a la Prohibición el tristemente célebre director de la FBI durante 40 años, John Edgar Hoover, los puritanos quisieron «santificar a Raimundo y todo el mundo». Pero, por aquello de La fascinación por lo prohibido, o porque La fruta más dulce es siempre la prohibida, la Prohibición tuvo un efecto devastador.
Al momento de promulgarse, aquel país de más o menos 120 millones de habitantes consumía anualmente alrededor de 7.600 millones de litros de bebidas alcoholizadas. Y para reducir el consumo a cero, el gobierno federal nombró 2.500 agentes con un sueldo de 40 dólares por semana.
El más irónico en cuanto al dudoso «futuro promisorio» que tendría la Enmienda vino siendo el alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, quien declaró a la prensa que, para lograr un estricto cumplimiento de la Ley Volstead, para sólo Nueva York se necesitarían 250.000 agentes… más otros 200.000 para vigilar a aquéllos.
Y como Hecha la ley, hecha la trampa, apenas la Enmienda entró en vigor comenzó la fabricación casera de alcohol, la cual produjo, en los prácticamente 14 años que duró la Prohibición, unos 35.000 muertos por su alta toxicidad. Y «en el mejor de los casos» (aunque les suene irónico), produjo más de medio millón de inválidos entre víctimas de la ceguera, la parálisis, la demencia y otras enfermedades graves.
Pero los más «lanzados» vieron en la Prohibición la gran oportunidad para enriquecerse. Así que pasaron millones de barriles de whisky por la frontera con Canadá, que se «asentaban» en Detroit y de ahí se abastecía al resto de la nación. Y desafiando (algunas veces) o sobornando (el resto de ellas) a los guardacostas, por el Caribe «importaban» ron, cuyos barcos transportadores fondeaban en las costas de Long Island o ingresaban por los cayos de la Florida.
Uno de esos «empresarios emprendedores» fue Joe Kennedy, padre de John y Robert (quienes serían presidente y procurador general de los Estados Unidos, respectivamente), quien amasó una cuantiosa fortuna contrabandeando whisky, para lo cual recurrió a pandillas de irlandeses rudos que mantenían a raya a los matones del gánster Meyer Lansky, quien pretendía monopolizar ese negocio tan lucrativo. Ese modus faciendi le proporcionaría a Joe alguna que otra amistad «ilustre», como la de los gánsteres Frank Costello y Lucky Luciano, que le legaría a su familia.
Y un personaje del «notablato» gringo que se benefició de la Prohibición indirectamente fue míster Richard Nixon, quien como abogado se embolsilló una fortuna defendiendo a Lucky Luciano, el famoso gánster.
Cómo sería la Ley Seca tan buen negocio, que movilizaba diez millones de dólares diarios, que hoy son como cien millones. Y si se tiene en cuenta que antes de la Prohibición los delincuentes eran «trabajadores independientes», entonces la mayor «obra de arte» de la Ley Seca fue la de propiciar la creación del imperio del crimen organizado.
Para 1924 Al Capone, para sólo mencionar a un capo, se había embolsillado cien millones de dólares por el sólo contrabando de alcohol (mucho más de lo que se embolsillaba por explotar el juego, la prostitución y el «boleteo», que él llamaba «impuesto a los comerciantes» dizque por protegerlos), y controlaba Chicago completamente.
Los bares clandestinos proliferaron. Hacia 1925 había 100.000 tan sólo en las «metrópolis», 10.000 de ellos en Nueva York, y para 1930 el 34% de los agentes estatales y federales que debían combatir el consumo de alcohol eran sospechosos, ya de aceptar sobornos, o bien de extorsionar, y otro 10% había sido condenado por uno u otro de esos cargos.
Pero también fueron encarcelados, durante los prácticamente 14 años que duró la Prohibición, no menos de medio millón de aquellos para quienes parte de su «canasta familiar» era el lubricante de su guargüero. Con todo, o por ironía, el contrabando de alcohol fue como un «garante de la salud pública», puesto que no producía los muertos ni los inválidos que producía el fabricado clandestina y artesanalmente.
Pero si en lo económico a los «malos» los benefició el prohibicionismo, en «imagen» benefició a los «buenos». Como a Elliot Ness, un oscuro burócrata (si eso es pleonasmo, usted lo disculpará) de la Secretaría del Tesoro, en Washington, quien logró en Chicago que una corte enviara a la cárcel a Al Capone… por evasión de impuestos, ya que, curiosamente, no pudo conseguir pruebas para hacerlo procesar por lo que «Raimundo y todo el mundo» sabía que era: un gánster o un mafioso. Hollywood inmortalizaría a Ness con la famosa serie televisiva Los Intocables.
La Ley Seca no sólo incrementó el consumo de alcohol, que debía eliminar. También corrompió, en los órdenes federal, estatal y municipal, a policías y autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales. Y por contraste, de todo ese desbordado consumo de alcohol los fiscos dejaron de percibir miles de millones de dólares en impuestos.
Franklin Delano Roosevelt, el candidato del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de noviembre de 1932, y quien se convertiría en inquilino de la Casa Blanca por 12 años, promovió en su campaña proselitista la derogación de la Volstead Act. Y tanto caló el «sermón» de Roosevelt, que el 20 de febrero de 1933, doce días ante de que éste jurara el cargo, el Congreso propuso la Vigesimoprimera Enmienda, disponiendo la abrogación de la Volstead Act.
Más, aún: dicha Enmienda no le delegó su ratificación a las legislaturas de los estados sino al «populacho», pues dispuso que en los estados se eligieran convenciones de ratificación, las cuales la ratificaron el 5 de diciembre de 1933; nueve meses y medio después de que se propuso.
Curiosamente, tanto el nacimiento como la muerte de la Ley Seca o Prohibición constituyeron «hitos», pues la Decimoctava Enmienda fue la primera que estableció un plazo para ser ratificada (o rechazada) y es la única que explícitamente se ha abrogado; y la Vigesimoprimera Enmienda ha sido la única, de las 27 habidas hasta la fecha, ratificada por convenciones estatales y no por las legislaturas de los estados.
Pero los estultos siempre repetirán la historia. Porque, tras el alto costo que pagó Estados Unidos por prohibir un «vicio», como el del consumo de alcohol, desde hace 28 años está ranchado en la prohibición de otro: el consumo de drogas alucinógenas, cuyas secuelas de todo tipo son iguales o peores que las que produjo la Ley Seca o Prohibición.
Claro que no sólo con la prohibición de «vicios» Estados Unidos resultó tozudo, pues en los años 60 del pasado siglo se entrometió en Vietnam (militarmente) y de allí, en los 70, salió humillado; y en el 2003 se entrometió en Irak, y hoy está «más enredado que costal de anzuelos» con dicha guerra.
Este artículo fue garrapateado con apoyo en varios documentos «bajados» de Internet. n
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