Dn. Melitón Añez, cucuteño de pura sangre y de amable recordación por sus oportunas e inteligentes ocurrencias, lo afirmaba con seriedad extraordinaria "Expantan, lo digo yo y cuando lo digo es porque me consta". Pero jamás quiso confesar cuál y cómo era esa constancia.
A propósito recordarnos la historia que tina noche lluviosa y obscura nos contara nuestro padre, cuando, aunque ya de pantalones largos, no nos dábamos aun cuenta de lo tortuoso y quebrado que es el camino a recorrer para llegar al ... cementerio.
Allá por los años inmediatamente siguientes al terremoto, vivía en la "pesa vieja" hoy calle 8a. carreras 4a. y 5a., una familia de apellido Ortega, uno de cuyos miembros, chica de veinte epifanías, linda como una flor montañera, graciosa como cualquier cachorrillo, trequísima y avispada, que mantenía un "stock" permanente de novios, con evidente envidia de todas sus congéneres, en número suficiente para cubrir cualquier emergencia.
Mozo de tez morena, de buen porte, galante y chisteador como él sólo, el preferido de la muchacha era el menos grato al resto de los suyos. Y de allí la inquietante imposibilidad de verse a solas, de repetirse mil y
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una veces las invariables tonterías que se dicen mutuamente los enamorados y de cruzarse, interferidos por sustos, espasmos y melindres, más y más siempre agradables, tal cual beso o pellizco uno que otro "pisón" aliños máximos insubstituibles de esta clase de chifladuras.
La hirviente imaginación del apasionado pretendiente naufragaba en un revuelto mas de ideas, propósitos, planes y proyectos, sin que nada le ofreciera saludable solución; casi desesperada ya de encontrarla, cuando un pensamiento que pudiéramos llamar meteórico, por lo rápido y fulgurante, vino a resolverle maravillosamente el casó.
Por medio de un extenso "chinograma", único sistema de comunicación entonces, dió cuenta a la novia de sus intensiones y.... esperó.
Tres o .cuatro noches después, el barrio de la Pesa vieja era un alborotado pandemonium: se cerraban estrepitosamente las puertas; corrían los retrasados en busca de refugio; gritaban las mujeres y los chicos, y en todas las casas se rezaba a voz en cuello. La cosa no era para menos, pues desde las 10 o un poco más, recorría las calles, a enormes zancadas, el mismo "Patas", un gigantón de casi tres metros, cubierto de larga y volande babataza blanca, monumental sombrero y grueso báculo coronado por una luz roja y verde. El fantasma despedía insoportable olor a azufre.
El ingenuo vecindario estaba aterrorizado; nadie osaba asomar una uña; todo el mundo temblaba de pavor; menos una persona, la Orteguita, quien, de codos sobre la ventana y mientras los demás entonaban a coro aquello de "Aleja, Señor tu ira, tu justicia y tu rigor...." pelaba a gusto fa pava con el propio "espanto", con su disfrazado y audaz adorador.
La extratagema daba excelente resultados. Se prolongaban las entrevistas y quién sabe hasta cuando hubiera durado la cosa, si una complicación dé orden tocológico, no da al traste con todo el mamotreto.
He aquí el incidente fatal:
En las últimas horas de una tarde tranquila y no
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muy clara, enfermó una de las moradoras vecinas a las Ortegas, del mal que el creador impuso a Eva, como castigo a su desobediencia. Por aquella época, cuando una mujer se hallaba 'próxima a "aumentase", según la timología popular, era recurso obligado el denominado baño de asiento y para facilitar este, se usaban unas tinas extranjeras, de zinc, largas y hondas, nada baratas por cierto.
Cuando la más vieja y experta de las acompañantes de la enferma, se convenció de que el trance era inminente puso en actividad todas las reservas, y como medida inicial, llamó al bobo de servicio, un hombrecillo gordo y bajito, tan flojo de carnes como de ánimo, y le ordenó perentoriamente: Francisco, andá volando donde la comadre Ufrasia, en La Cabrera, y le decis que me mande con voz la batiera, que Dolores está con dolores. Y no te vas a quedar..!
Rascóse el bobo la cabeza y con evidentes ganas de negarse, protestó:
—Ah, si¡ Y si me topo con el 'finómico"? Ya dieron las 9!
—Qué finómico, ni que pan caliente. Andá ligero es lo que has de hacer!
Nunca había caminado Francisco con tanta prisa, quizá con la prudente intención de estar de regreso antes de la hora temible. Pero úno propone y el otro dispone. Fuera por la distancia o porque lo demoraran arriba, lo cierto es que cuando ya de vuelta, llegaba, por la carrera 4a. a la calle 9a. en muchas casas daban las 11 los relojes. Avanzaba el bobo con la tina en la cabeza, a modo de sombrero, repicándole en las corvas la parte inferior, abiertos hasta el máximun ojos y oidos a casa de cualquier novedad alarmante.
Pisaba ya la acerca de la calle 8a., no sin extremar las precaucionas cuando ¡horror! a reventó la catástrofe; el gigantón avanzaba a grandes trancos por mitad del arroyo.
Francisco sintió que los músculos se le volvían de
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cera, dió un alarido de angustia y se desplomó bajo su concha metálica, como un armadillo en la suya con ruido atronador.
El "espanto" a su turno, ante aquella especie de sapo mostruoso, que daba salticos a diestra y siniestra, pues el bobo al intentar levantarse solo acataba a saltar, sin tino ni dirección, creyó que aquello sí era un alma en pena venida de más allá, a cobrar sus mofas y su temeridad, y loco de miedo, exhaló a su turno un grito de pánico; se agarró a una ventana, reventó las correas que ataban los zancos y, remangándose la batola hasta la cintura, "se apretó el gorro" y escapó a plena carrera, clamando a voces: "San José bendito" "Ave María" "Virgen del Carmen" y dejando una encandilante estela de chispas, pues el farol en que remataba el báculo se le incendió!
Epílogo.
Más de una semana estuvo nuestro galán sin atreverse a volver al mundo de los vivos. En cuanto a la zagala, fué a templar sus ardores a Táriba, a donde la llevaron sus padres, más que como castigo, para poner tierra, de por medio entre ella y su Melitón. ¿Melitón,? dijimos? No. No era ese su nombre.... ¿Cómo se llamaba?.... Palabra de honor que no lo recordamos.
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