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DE LOS MEJORES TIEMPOS.


CÚCUTA DE OTROS DÍAS.
Por Carlos Luís Jácome «Charles Jackson». Imprenta Departamental Cúcuta 1945

DE LOS MEJORES TIEMPOS.

Dn. Martín Peralta A., vino a Cúcuta diez años después del terremoto y vivió entre nosotros los últimos cuarenta y cinco de su existencia. No fue nacido en el valle de Guasimales; pero sí era un cucuteño excelente, de los mejores que hemos conocido, por el afecto extraordinario que profesaba al terruño, por el interés con que trabajó siempre en pro de su engrandcimiento y prosperidad y por la consagración y empeño con que sirvió en todo instante a su adelanto, sin consideraciones de tinte regional. Hombre de fina y nutrida inteligencia, se distinguía como delicioso causseur y hábil cicerone en el laberinto social por donde todos vamos a tientas y con peligro de fatales tropezones. Sabía, como nadie, dar a tiempo un consejo y tejer, sobre cualquier suceso, un comentario agudo y filosófico. Su excepcional don de gentes le conquistaba amigos a porfía y su capacidad inmejorable para los negocios le mantuvo en toda época en holgada situación económica. Trabajar y reir eran las ocupaciones favoritas de Dn. Martín.

A fines de 1918 invadió la ciudad una terrible epidemia de "influenza" o gripa, que causó estragos, especialmente entre los habitantes de menores recursos. Para aliviar en lo posible los crueles efectos de la peste

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se constituyó la 'Junta de Socorro", de la cual formaban parte entre otros: Dn. Tito Abbo, Don Federico Halterman, el Dr. J. Mendoza Contreras, Dn. Martín Peralta A. y quien esto escribe, como alcalde que era del Municipio. Dn. Martín fue elegido Tesorero y manejó con tal pulcritud y con perfecta mesura los dineros recolectados, que tras de crear y sostener varios hospitales en los barrios, atender y curar muchos enfermos, enjugar muchas lágrimas y robar a la muerte muchas vidas, aún se pudo, con ¡os fondos sobrantes, levantar y organizar la primera sala moderna de cirugía, en el Hospital de San Juan de Dios. Por cierto que allí existió hasta hace poco una lápida conmemorativa del hecho, lápida que desapareció sin que sepamos por qué ni a dónde fue a parar. Seguramente los restauradores creyeron que aquella Junta se componía de cucuteños y que éstos, como tales, no tenían derecho a aquel modesto tributo a su labor!

Una noche andaban Daniel Hernández Lazcano (de grata memoria), un mozo Villamizar y otros muchachos alegres, en tren de "tronazon" y deseaban trasladarse desde el parque de Santander, donde se hallaban, a la barriada de occidente, a continuar la fiesta. Los automóviles no eran muchos entonces y sus servicios caros, y ellos aspiraban a hacer el viaje sobre ruedas y al menor costo posible. Recordaron que en la esquina de "Miraflores" se había abierto un hospital para griposos y como vieran al señor Abbo y a don Martín Peralta, quienes daban su acostumbrado paseo por los andenes exteriores del parque, al punto concibieron un magnífico plan.

Pronto se despidió Dn. Tito y quedó solo Dn. Martín, momento que esperaban con ansiedad los "tronadores" de marras. Uno de ellos —Villamizar— se levantó el cuello del saco, se arrebujó bien entre sus pliegues, se hundió el sombrero hasta las orejas y la cara entre sus brazos, se tendió al pie de un hurapo, hecho un ovillo, tiritando y lanzando quejidos lastimosos. Daniel y

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sus otros compinches se dirigieron al señor Peralta y con aire compungido y entrecortada voz le dijeron:

Dn. Martín, buenas noches. Mire, allí hay un hombre víctima de la gripa. ¡Y qué gripa! Va se va a morir. Pida "un carro" y nosotros lo llevaremos al hospital de "Miraflores" ....

Corrió solícito el acucioso Tesorero de la Junta al lado del pseudo-enfermo. Lo miró detenidamente y permaneció un rato pensativo. ¿Olió el tocino? Es de suponerlo, porque apresuradamente hizo rumbo a las oficinas de la Policía, situadas entonces donde se construye hoy el Palacio Municipal, clamando al llegar a la puerta:

—A ver, pronto, dos agentes y dos arrestados con "la batea" para llevar un enfermo al hospital!

(" La batea" era una especie de ataúl, bajo y ancho, colocado sobre una parihuela, donde a hombros de dos presos eran llevados los pobres apestados a los refugios de caridad.)

Demás está decir que al oír "la sentencia" el gravísimo paciente salió a ochenta por hora, calle abajo' mientras Hernández y su compañía procuraba distraer a don Martín, para que no se diera cuenta de la repentina "curación". Y lo curioso es que ocho o diez días después, Villamizar fue atacado de verdad por el impiadoso mal y conducido a "Miraflores" precisamente.... en la batea..

En otra ocasión, el general Cuberos Niño, Saúl Mathéus y otros quisieron hacerle una jugada a don Martín, cuya aversión por las cosas de la política conocían, aunque sabían también qué puntos calzaba en cuanto a liberalismo, profundo y leal; le hicieron nombrar jurado de votación en San Luis, en unión de don Luis E. Durán, otro de los grandes caballeros de aquella época magnífica e inolvidable.

La votación se abrió en la sala del Corregimiento a la hora acostumbrada y de 8 a 10 votaron unas cien personas. De las 10 en adelante se hizo cargo del "triunfo" un negrote mal encarado y peor vestido, portador al

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hombro de un largo -y encintado machete. Este espantajo daba cada dos o tres minutos unas chupadas al pestilente "recortado" que fumaba, salía al exterior, miraba la lista y volvía a la mesa con nuevo número y nombre para repetir la consabida frase:

—¿Puedo votar?

Sí,señor, contestaban en coro los jurados de la mayoría.

Al rato de esta escandalosa maniobra, Dn. Luis Durán, cuya ingenuidad y bonhomía nunca serán bien elogiadas, habló en voz baja a Dn. Martín.

—Se ha fijado Ud., le dijo, en qué este hombre ha votado varias veces?

--De veras? contestó socarronamente Dn. Martín. ¡No me he dado cuenta; pero si usted está seguro, cumpla con su deber!

A la siguiente presentación del "machetero" Dn Luis colocó su mano derecha sobre la urna y severamente advirtió al matón:

— Ud. ya votó, no puede volverlo a hacer.

--Ah, sí? gritó el aludido, haciendo ademán de "desenvainar"; de modo y manera que bustedes vinieron a "chalequiarnos" las elecciones?

Dn. Martín retiró con la suya la diestra de Dn. Luis, y luego de manifestar al múltiple sufragante: "Sí, hombre, vote cuantas veces quiera, agregó para su compañero:

—En otra oportunidad, ponga la izquierda, que si se la quitan de un machetazo, le será menos necesaria.

Y más alto, para que todos lo oyeran, continuó: "vea, Don Luis, a nosotros no nos mandaron a eso, sino a comernos un sancocho y a tomarnos unas cervezas con estos generosos pueblanos, al celebrar ellos su indiscutible victoria. Por lo que a mí toca, vine con ese fin..

Y como lo dijo, sucedió: San Luis dió 2.000 votos y los dos cucuteños fueron esplendidamente agasajados por los corteses amigos del lugar.

Dn. Martín cultivó- cordial amistad con Dn. Tito Abbo

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y tenía por costumbre ir a despedirlo a la Estación del Ferrocarril cada vez que el último viajaba a Maracaibo o al exterior. En 1925, sinembargo, al anunciarle el señor Abbo su próxima partida, don Martín le manifestó bastante emocionado:

—Esta vez, amigo mío, no iré a la Estación a decirle adiós.

Por qué razón, interrogó sorprendido el Sr. Abbo.

—No sé...... tengo el presentimiento, la seguridad, mejor dicho, de que no volveremos a vernos y quiero evitar la despedida:

—Hombre, hombre, déjese de ésas cosas. Ya verá qué abrazo nos daremos a mi regreso.

No fué así, sinembargo. "La corazonada" le don Martín era inequívoca, segura, tres meses después de salir Dn. Tito hacia Ultramar, fallecía Dn. Martín entre el dolor y las lágrimas de los suyos y de sus numerosos amigos.

De hombres con el temple espiritual de Dn. Martín Peralta se está quedando huérfana la ciudad querida

Y hacen falta...... Palabra que hacen mucha falta.....

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