Vamos a intentar escribir algunas líneas biográficas del notable ingeniero y matemático Manuel Antonio Rueda Jara, ilustre hijo de Villa de Rosario, la tierra del General Francisco de Paula Santander.
El ilustre matemático, nació en Villa Rosario de Cúcuta, el 10 de enero de 1858; precisamente en la misma casa en que vió la luz el Hombre de las Leyes, Francisco de Paula Santander, es decir a los sesenta y seis años del nacimiento de éste.
A la edad de 11 años fue enviado a Bogotá a un Colegio particular a iniciar estudios; que luego pasó a la Escuela de Literatura y Filosofía de la Universidad Nacional, escuela que era Rector el doctor Vargas Vega, que habría de descubrir en él talentos y aptitudes pedagógicas; que contrajo matrimonio con doña Mercedes Vargas el 30 de julio de 1881, a los 33 años de edad.
“El escritor e historiador don Luis Eduardo Romero Pulido, el 23 de febrero de 1958, con motivo del centenario de su nacimiento en la sesión del Centro de Historia, dijo: “Con dolor patriótico confesamos que no hemos debido esperar hasta el centenario de su nacimiento para honrar a Manuel Antonio Rueda, feliz combinación del hombre de ciencia y del patriota iluminado, porque la calidad y cantidad de sus méritos pedía más temprana recordación.
Pero nuestra desidia es bastante hasta para ahogar el ímpetu de los pocos servidores que como Luis Gabriel Castro y Emilio García Carvajalino van marcando el deber de la colectividad frente a los grandes hombres del terruño”.
“Nacido en un hogar alumbrado por la virtud, el joven Rueda se impregnó bien pronto de anhelos y fuerza de lucha que debían llevarlo a puestos superiores en la sociedad. Animarlo en su carrera de estudiante, el ejemplo de paisanos tan destacados intelectualmente como los hermanos Gutiérrez de Caviesdes —Frutos Joaquín y José María— quienes como muchos otros rosarinos lucieron fugazmente sus talentos en el cielo de la patria.
No hay que extrañar, pues que Manuel Antonio Rueda desempeñará en el país el puesto prominente que tuvo en la sociedad colombiana, si además gozó de lúcida inteligencia y voluntad para realizar empresas espirituales; y si por otra parte, le fueron señalados desde el hogar y en los bancos escolares claros senderos de carácter”.
Entra el joven Rueda Jara a la clase de Física en la Escuela de Literatura y Filosofía de San Bartolomé en el año de 1872, y allí llamó la atención por su sagacidad e inteligencia un rapazuelo como de trece años, que parecía escapado de alguna escuela primaria y entrometido allí entre jóvenes mayores que debían superarlo en juicio y capacidades; pero los hechos proclamaban que el jovencito aventajaba a muchos de sus compañeros. “Esta es una versión de Daniel Martínez compañero de estudios”.
Por ahí en 1874 el doctor Antonio Vargas Vega, Rector de la Escuela de Literatura y Filosofía, con aquella penetración que acompaña el talento, descubrió en Manuel Antonio las dotes del Profesor y lo indicó al Consejo de la Escuela como candidato para dictar el Primer Curso de Aritmética.
A los miembros del Consejo sorprendió mucho la insinuación del Rector Vargas Vega, de que se indicara como presunto profesor de la escuela a un niño de 15 años. Pero el Rector, con esa sonrisa sarcástica que usaba a las veces les dijo: “Ese niño tiene toda la talla de un Profesor, y yo me permito insinuar a ustedes que se esmeren mucho en sus catédras, no sea que al fin del año el Primer Curso de Aritmética resulte más aprovechado que los otros de la Escuela”. Efectivamente, aquel Profesor niño tuvo la capacidad de hacerse respetar de una clase de más de 70 alumnos y de inculcarles una enseñanza que hizo sobresalir su clase mientras permaneció a su cargo.
Como las enseñanzas eran orales, los Profesores debían preparar las lecciones antes de exponerlas a los alumnos; y de esta manera después de dos o tres años de dictar su curso de aritmética tuvo reunidos los materiales para publicar la primera edición del Compendio de Aritmética; libro tan bien acogido y tan excelente, que ha tenido el honor de ser estereotipado en Norteamérica y ser preferido de los Profesores en vuestros establecimientos de enseñanza.
Siguiendo el mismo método del trabajo compuso los demás textos que fueron publicados sucesivamente, y cuyo mérito reconocido hace honor a la ciencia y al Profesor. Así dio a luz:
Las Lecciones de Contabilidad; el Tratado de Aritmética Analítica y Comercial, que dedicó a la memoria del Libertador; las Lecciones de Trigonometría; el Curso de Algebra, en colaboración con su condiscípulo Aníbal Brito; el Curso de Inglés, en colaboración con don Roberto MacDouall; el Curso de Geografía Universal, en colaboración con el doctor Francisco Montoya; el Juguete de los Números; la Citología y Las Cuatro Operaciones de la Aritmética.
Respecto de esta última obra, en carta del 27 de mayo de 1905, decía a un amigo suyo: “junto con esta carta debes recibir un ejemplar de Las Cuatro Operaciones de la Aritmética, librito cuya segunda edición acabo de publicar. Te dedicó ese ejemplar como recuerdo de amistad y con el objeto de que hagas un examen muy minucioso, con criterio científico y pedagógico a la vez. Esa obrita ha requerido un esfuerzo muy grande de mi parte, porque no es cualquier cosa llevar hasta la trivialidad la sencillez en la exposición en materia numérica. . . Desconfiado como soy de mis fuerzas, busco en el concepto de las gentes ilustradas una sanción inteligente para mis trabajos; y aunque he recogido no pocos votos de aplauso con los cuales pudiera darme por satisfecho, te declaro sinceramente que me hace falta tu opinión imparcial para tener definitivamente el fundamento de mi propio juicio”.
El amigo era el condiscípulo Daniel Martínez..Quien dice sobre la obra de Manuel Antonio Rueda Jara: “A la verdad estos elementos de Aritmética son tan claros, tan al alcance de las débiles inteligencias, que bien haría el Gobierno en comprar el privilegio y hacer del librito una edición copiosísima para distribuir en las escuelas. Como Profesor de aritmétca he tenido ocasión de consultar muchos compendios de tal materia, y no he hallado ninguno tan claro y metódico, y que contenga todo lo necesario para una enseñanza elemental”.
Rueda Jara fue catedrático por varios años consecutivos de la Escuela de Ingeniería; perteneció a varias corporaciones y academias y realizó intensa labor en la Sociedad Colombiana de Ingenieros; en 1892 fundó el Liceo Mercantil en asocio de su discípulo Antonio Ramírez T., a quien luego cedió la institución, y por último, su muerte ocurrió en Chapinero el 24 de mayo de 1907. Murió relativamente joven a los 49 años de edad cuando ha podido dar más para beneficio de la patria y de las letras.
A los datos anteriores se pueden agregar los siguientes: Fue de los socios fundadores de la Sociedad Colombiana de Ingenieros en mayo de 1887; que durante el primer año fue presidente de la tal Sociedad; dirigió durante un año (mayo de 1887 a mayo de 1888) publicó los Anales de Ingeniería, cargo que hubo de renunciar porque sus ocupaciones no le permitían atenderlo satisfactoriamente; en 1890 acompañó a su colega doctor José Herrera Olarte en la fundación de la Universidad Republicana; donde coronó su carrera de ingeniero poco después de concluida la guerra del 76, pues en dicho año cursaba el último año de la carrera.
Manuel Antonio Rueda Jara, tenía un talento poderoso, una visión clara, una instrucción vasta, una expresión sencilla y persuasiva, que parecía favorecido por el don de acertar siempre, cualquiera que fuese el tema a que aplicase su criterio.
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