GENERAL FOCION SOTO Seguramente nada podremos agregar a lo ya escrito sobre la vida del aguerrido General, el erudito historiador Luis Gabriel Castro, q.p.d. “del soldado de la democracia colombiana, de sus actos en el trajinar de su vida, sus merecimientos, sus servicios a la patria que ya están escritos en las páginas de la historia”.
Empero, veamos un concepto que en alguna ocasión el escritor Eduardo Arenas V. (Tas Tas) emocionadamente di- jo del General Foción Soto: “Aquí teneis al General Foción Soto; pequeño, como un grano de mostaza; alevoso contra el godo, como un torpedo submarino y exacto como una tabla pitagórica”.
Era en verdad alevoso, pero de una alevosía impregnada en tinta en el pico de su pluma y en filo de su espada. Qué era alevoso contra el godo?.. . Pero quién que haya sentidoarder dentro del pecho el fuego sagrado de la Patria para establecer sobre sus ruinas odiosas dominaciones no es alevoso?
Decía Luis Gabriel Castro: “Aunque este ilustre hombre público nació en Bogota el 12 de marzo de 1832, lo incluimos en esta relación, porque siempre aquí se le ha tenido como hijo de Cúcuta, pues, habiendo nacido del matrimonio de Francisco Soto Montesdesoca con la linajuda dama doña Juana de Villamizar, desde muy temprana edad se residenció entre nosotros, y la ciudad, agradecida, guarda su recuerdo.
Habiendo hecho sus estudios universitarios en la capital de la república y perfeccionándolos en Londres, en varias ocasiones fue representante al congreso y como tal firmó la Constitución de Rionegro en 1863.
Como militar hizo las campañas de 1860 a 1863, la del año de 1877, la de 1885 y últimamente la de 1900, recibiendo el grado de generalísimo jefe del Estado Mayor.
Fue fundador y presidente de la compañía del ferrocarril de Cúcuta, en favor de cuya obra libró grandes campañas para convencer a los enemigos de esta grandiosa vía regional.
Fue desterrado de Colombia en 1886, pasando su exilio en varias poblaciones de Venezuela y murió en Maracaibo el 12 de noviembre de 1909.
En su testamento dejó un legado para fundar una escuela nocturna para artesanos en esta ciudad, “tierra de su predilección”. Este legado fue aumentado por su señora esposa doña Rosa Silva de Soto, a solicitud del señor Andrés B. Fernández, para así poder cumplir su última voluntad.
Fue al señor Fernández a quien le tocó dar principio a esa obra benefactora para el pueblo, instalando la escuela nocturna “SOTO” el 7 de agosto de 1910, bajo la dirección de la Junta que se constituyó con el nombre de Patronato de la Escuela Nocturna Soto, representada entonces por los señores Alexander Hanebuth, H. Meywald, Alfredo Serrano E., Melitón Angulo Heredía y Andrés B. Fernández”.
Esa escuela bajo los apuspicios de esa honorable junta, funcionó prestando sus servicios por espacio de 25 años y el legado lo manejaba con escrupulosidad diamantina el señor Andrés B Fernández, y con el producto de intereses atendía el pago de sueldos de los maestros. Y funcionaba en la calle 11 con Avenida 5a. esquina, precisamente en un amplio salón de la casa de habitación de la familia Fernández y quien no cobraba arriendo, así funcionaba la escuela, en beneficio de los pobres de la ciudad.
El General Foción Soto, fue un hombre de una sola pieza en materia de probidad y de honradez, nunca se mancharon sus manos con la expoliación ni el peculado; tuvo el hábito de reconocerle a cada cual lo suyo y siempre armonizó sus acciones con los preceptos de la Ley, por lo que mereció el dictado de justado.
Predicó constantemente la verdad y la pureza de una doctrina y por ello se distinguió como un apóstol de una causa; con decisión y sin miedo portó una espada con la cual muchas veces tronchó ramas de olivo y de laurel, y como los anfiguos romanos levantó un templo al Honor al lado de la Virtud, porque él, como ellos, muy bien sabían que el honor sólo se alcanza practicando las virtudes. A estos datos históricos, tenemos que agregar, que el Dr. Foción Soto es el padre de don Rudesindo Soto, fue tam-bién el abanderado de la erección de la Estatua del General Francisco de Paula Santander, en Cúcuta, en 1892.
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